sábado, 18 de diciembre de 2010

FALLEN ANGEL CAPITULO 15


Lo siento, mis queridos Aliens. Siento tanto la demora de este capitulo, algunas de vosotras ya sabíais lo mal que me sentía por no poder entregar en capítulo cuando se corresponde pero de verdad el universo de la uni me hace quedarme con cero energía y casi no tengo tiempo de escribir. Se que me vais a comprender por esto pero aun así no puedo dejar de sentirme mal a causa de mi irresponsabilidad para con ustedes, voy a tratar de acoplarme mejor a mi horario y asi poder escribir los capítulos un poco más a tiempo, espero poder hacerlo, por que de verdad esta historia va a seguir adelante, no la voy a abandonar, yo misma la empecé, yo misma la acabaré. Con todo, aquí les dejo el siguiente capitulo que me ha costado tanto escribir y que espero que sea de su agrado porque de verdad ha habido algunas partes que me han costado mucho de escribir. (ya entenderán por que) XD Espero poder verlas pronto con otro episodio de esta historia, y esta vez si espero que no pase todo un mes T___T Besitos, mis amores. Disfruten leyendo ^^



Capitulo 15

By Tom

Había sentido las uñas afiladas de la rubia clavándose en mi hombro cuando mis manos habían dado un paso hacia delante y habían desabrochado el primer enganche de su sujetador, haciendo que los tirantes empezaran a resbalar por sus hombros desnudos y éste fuera descendiendo permitiéndome avanzar un poco más hasta aquel par a las que estaba acostumbrado y que tanto me gustaba saborear. Levanté la vista al sentir aquella punzada en el hombro para observarla, había echado la cabeza hacia atrás, tenía la boca entreabierta, y un débil suspiro escapaba de ella, no vi nada que me indicara que debía dejar de hacer lo que estaba haciendo, no había dicho nada, y tampoco parecía tener intención de hacerlo. ¿Por qué sentía entonces que aquel golpe había sido más fuerte que en cualquier otra ocasión anterior? ¿O solo habían sido paranoias mías? Si, estaba seguro que era eso. Así que me limité a seguir adelante, mientras que no me dijera nada estaba bien, podía continuar con aquello, alejando de mí mis estúpidas paranoias. Aquello solo formaba parte de nuestro juego y si se le había presentado clavarlas así de fuerte no tenía por qué ser por una razón en concreto, no tenía pinta de estar maquinando algo en su mente, asi que yo tampoco tenía por qué estar dándole vueltas a algo que no tenía ni pies ni cabeza. Por eso me limité a seguir adelante, arrancando con ferocidad aquel jodido pedazo de tela que no servía para nada, que solo era un maldito estorbo que me impedía avanzar hasta mi destino, lo rompí en dos pedazos y tiré los restos al suelo, sin prestarles demasiada atención, esta última la centré en lo que tenía delante, aquel par de blancos… joder, ¿por qué iba a ponerme fino ahora? ¡Un buen par de tetas! ¡Joder! Eso es lo que eran, lo que son, lo que han sido y serán, y yo, como tío que soy, fui a atacarlos, mordiendo, lamiendo, pellizcarlos, machacarlos como me diera la real gana. Porque necesitaba esto. No sé muy bien por qué pero lo hacía, ella había estado tan distante conmigo últimamente que necesitaba saber que en cierta forma volvía a tener una cierta confianza en mí. Puede que me estuviera mintiendo a mí mismo, puede que esto no fuera lo que yo quería que fuera, su muestra de confianza en mí, si no que no significara nada más que una sesión de sexo desenfrenado entre un par de “amigos” después de haber estado un tiempo separados. De todas formas no podía saber cuál de las dos respuestas era la acertada a mi pregunta. Nunca se la formularía directamente, parecería el tipo más ridículo del mundo y no lo era, no iba a dejar que nadie me viera en esa faceta mía que tanto trabajo me había costado ocultar. Ni siquiera ella, la persona que más me conocía en este mundo, aunque lo supiera, aunque supiera que pasaba por mi cabeza en esos instantes, cosa que no podía ni afirmar ni desmentir completamente, pero no pensaba decir nada. Lo mejor era seguir disimulando que todo aquello era ajeno a mí y que no me importaba en lo más mínimo. Que ironía. Todo era fingir. Aparentar. Falsificar. Hacía ya bastante tiempo que me había acostumbrado a ello pero ahora que veía las cosas con más claridad y nitidez me daba cuenta de que no había sincero con nadie, me daba cuenta de mi rabia hacia el mundo, de mi indiferencia a mis iguales. Y me había dado cuenta cuando Dai me había dado de lado, había pasado mucho tiempo pensando tumbado en aquel mugriento sofá, había pensado mil maneras diferentes de manejar aquella vida que llevaba, de darle algún sentido que no estuviera basado en mentiras y engaños. ¿Sería algo así posible? Aquellos años había aprendido en no confiar en nadie, en que nadie allí eran verdaderos amigos, que no te cubrirían las espaldas, que cualquier persona allí podía traicionarte a la primera de cambio, pero… ¿Por qué había pensado eso? ¿Por lo que yo veía o por lo que había vivido? Ash, mi cabeza iba a explotar en cualquier momento si no dejaba de formularme preguntas sin sentido ni respuesta. Joder, Tom, tú eres así porque sí, asúmelo, no hay cambios, no hay nada más allá, no hay nada más que la mierda que ves a tu alrededor. Eso me hizo cabrear, no sé muy bien cómo pero acabé enfadándome tanto conmigo mismo que la pagué con ella. Volví a someterla a mi voluntad, agarrándola del pelo, tirando de los largos mechones rubio-negros, lo que hizo que ella se quejara pero no demostré compasión ninguna, ella tampoco esperaba recibirla de mi parte. Era un jodido cabrón y lo sabía. Era un bastardo hijo de puta y lo sabía. ¿Me importaba? Puede… o puede que no. Acerqué mi boca de nuevo a la de ella, y la besé con furia, forcé a mi lengua entrar en su boca con total violencia, mientras seguía tironeando del pelo, sabía que me estaba pasando, sabía que debía parar y estaba dispuesto a hacerlo cuando ella atacó de la misma manera. Rápida como nunca antes la había visto había tomado de nuevo el control de la situación, ahora era ella quien me tenía a su merced. No sé explicar muy bien cómo, ni siquiera comprendo lo que había sucedido pero así era, ahora era ella la que tiraba de mis rastas mientras mis manos aflojaban el agarre de los suyos, quien había tomado el control del violento beso que acababa de robarle apenas unos minutos atrás…

- Las reglas han cambiado, Kaulitz

Susurró poco tiempo después al separar sus labios de los míos. ¿Qué habían cambiado? ¿Cuándo? ¿En qué momento y en que lugar? Ni de coña, no iba a ser su jodido juguete, yo no iba a ser como los perros de los bares con lo que ella había jugado… Entonces, quieres ser tú el que juegue con ella, ¿no?, el que la trate como las putas muñecas de los bares… Eres un cabrón que solo piensa en sí mismo. Tienes suerte de que ella aún siga contigo a pesar de eso. Me dijo una voz en mi mente, pero no era cierto. No lo era… ¿No lo era? ¡No! Con la rubia era todo muy diferente a como fuera con cualquiera otra puta del barrio, ella comprendía cada cosa que hacía, y… Lo comprendía, pero… ¿Estaba de acuerdo? ¿Crees que le gusta que la trates como la tratas? Abrí los ojos de par en par. Ella nunca me había mencionado nada al respecto, además siempre parecía dispuesta a continuar nuestro juego, pero… ¿Lo estaba realmente? ¿Era yo o mi mente estaba intentando hacerme sentir culpable? Creo que definitivamente estoy loco, paranoico, quizá ambas cosas pero en el fondo sabía que mi mente tenía razón. Así me vi clavando la mirada en aquel par de ojos verdes intentando ver más allá de los simples hechos. Joder, ella era la persona que más me conocía, pero… ¿Qué había de mí? ¿La conocía tanto como ella me conocía a mí o solo era una simple apariencia, una mentira más en la que vivir día tras día?

- ¿Qué? – preguntó ella al ver que todo había quedado en suspenso, al ver como la miraba sin decir nada, sin ninguna expresión en el rostro, se había quedado un poco estupefacta, no esperaba esa reacción de mí. Sonreí. Por supuesto que la conocía y esa era la mejor respuesta que mi propia experiencia me había dado a lo largo de estos años.
- Nada en absoluto. ¿Por dónde íbamos?

Entonces la alcé en peso y la tiré sobre el sofá. Escuché su carcajada al tiempo que hundía de nuevo mi boca en su cuello, mordiendo aquel pedazo de piel con toda la tranquilidad que podía, lo cual no era mucha, mientras mis manos descendían por su cintura en la búsqueda de sus pantalones, los cuales empezaban a molestarme. Quería volver a tenerla, esta vez de verdad, quería volver a verla desnuda, para mi. Era algo estúpido pero en aquellos momentos no podía decir que no me estaba comportando como tal. Aunque me daba igual. Realmente en ese mismo momento me daba igual como me estuviera comportando, era imposible que alguien de mi entorno pudiera verme en aquellos momentos de debilidad asi que era algo que pasaba a un recóndito segundo plano. De igual forma, sentía como sus manos avanzaban de igual forma hasta la cintura de mi pantalón, cómo sin necesidad de desabrochar los malditos botones se precipitaban con total experiencia hacia mi bien más preciado. Sentí sus dedos sobre él, tomándolo sin ningún pudor, ejerciendo algún tipo de dominio que no me desagradaba, gruñí sobre su cuello cuando sentí esa presión justo sobre la punta. Estaba otra vez tomando el control, tenía completamente el control de la situación y no sabía que pensar con respecto a eso. Nunca había tenido esa situación así que no sabía cómo tomarlo siempre había sido yo quien lo dominaba, quien decidía cuándo, dónde y qué hacer. No… Eso había sido lo que ella me había hecho creer, abrí los ojos de par en par cuando me di cuenta de eso. Siempre había sido ella. Siempre. ¿Dónde mierda me dejaba eso a mi? Se suponía que siempre había sido el maldito líder. No, lo habéis sido los dos juntos. Sin ella no puedes funcionar correctamente, me alertó una voz en mi cabeza, lo cual tenía mucho sentido, ¿por qué había tardado tanto en darme cuenta? Un nuevo gruñido esta vez con un tono más elevado volvió a escapar cuando mi mente quedó totalmente en blanco por causa de los movimientos ascendentes y descendentes de su mano en torno a mi amigo, completamente acompasados, rítmicos, sin descanso. Eso me provocó mucho más, consiguiendo que tirara con brusquedad de sus vaqueros hacia abajo, no conseguí quitarlos pues eso interrumpiría el contacto y eso era lo que menos quería en esos momentos, pero sí los bajé lo suficiente para permitirme un buen acceso a su entrepierna, esa cálida y húmeda zona que conseguiría hacerla enloquecer. Vi como ella arqueaba el cuerpo al sentir mi mano sobre aquella zona, vi como cerraba los ojos en un intento de controlar su propio cuerpo, cosa que ella misma sabía que en aquella situación era prácticamente imposible, y no por parecer vanidoso ni creído, era simplemente así y se le notaba aunque nunca lo dijera. Vi el placer que le brindaba aquel simple gesto y no pensaba detenerme ahora que no lo había descubierto, tanteé aquella parte sintiendo su excitación, sintiendo su palpitación, su humedad… su calidez. Avancé un paso más, tocándola de manera superficial en aquella zona de unión, esperando a que ella me gritara que continuara pero antes de que eso pasara me vi tumbado en el suelo, justo debajo del sofá, ella había maniobrado de tal forma que ambos habíamos caído al suelo quedando mi espalda contra la pesada alfombra. Alcé la cabeza para mirarla a los ojos, pero ella no me miraba, estaba sentada sobre la alfombra quitándose sus propios pantalones, la miré sorprendiéndome una vez más a mí mismo por todas sus rarezas. Estaba claro que ella no esperaba que esto fuera un magnífico cuento de hadas, el que algún día le habría contado su madre en su niñez y que nunca había creído, tenía los pies en tierra, las cosas no eran tan perfectas, magníficas y bonitas como las pintaban en los cuentos. No existían los príncipes azules y las princesas en apuros solo eran jodidas brujas disfrazadas.

- ¿Qué? – preguntó ella al ver que la estaba mirando desde hacía rato.

Negué con la cabeza, al tiempo que me alzaba quedando sentado a su lado, besando de nuevo sus enrojecidos labios a lo que ella continuó el juego, sus manos se desplazaban hacia mis propios pantalones, lo estaba viendo, iba a terminar con lo que había empezado. Quitar el trozo de tela no había sido tan difícil, puesto que prácticamente ya los tenía por las rodillas, me había dado cuenta que me los había desabrochado con anterioridad y al caer al suelo éstos habían quedado por las rodillas; y puesto que no llevaba ropa interior – me molestaba de veras – ambos estábamos en las mismas condiciones ahora. No sabía donde había ido a parar toda mi ropa pero no me importó, eso quedó fuera del alcance de mi mente. En aquellos momentos solo sentía los labios de ella sobre los míos, nuestras lenguas unidas, sus manos en mi, ella sobre mí… Sentí como de nuevo ella me tumbaba sobre la alfombra, agradecí que ésta estuviera ahí pues el suelo estaba realmente frío por las bajas temperaturas propias del invierno, y sentí su peso sobre mis piernas a unos centímetros más abajo de mi abultada entrepierna, que era exactamente donde la quería tener ahora, justo encima de esa zona moviendo suavemente la cadera. Pero no, algo se tramaba, podía verlo en su mirada. Vi como se curvaba hacia delante clavando su mirada en mis ojos, nunca dejó de mirarme en ningún momento, incluso cuando su lengua se posó sobre la punta de mi erección haciendo que yo me volviera totalmente loco. Sabía cómo hacer esto, sabía como debía hacerlo, donde tocar, cómo jugar… La muy jodida era buena de cojones. Y siempre clavando su verde mirada en mis ojos, nunca dejó de mirarme. Y eso me calentó mucho más. Vi como su boca se acercaba a aquella zona tan preciada para mi, sentí su lengua recorrerla entera, desde la base hasta la punta, con algún movimiento juguetón de la misma, mientras sus manos se encargaban de mis pelotas. Sé que suena asquerosamente sucio pero a mi me estaba poniendo enfermo, tan enfermo que me moría por saber cuál iba a ser su siguiente acción. No había sido la primera vez que me hacía una de estas pero… había pasado mucho desde la última vez, ahora sabía cuan deseosa estaba ella también de esta sesión que estábamos teniendo. Quería jugar conmigo en el sentido más estricto de la palabra, éste había sido nuestro juego, siempre, desde que nos habíamos iniciado en esta aventura del sexo. Y ahora venía la mejor parte, la que realmente me hizo gritar, la que cualquier hombre habría estado esperando desde que había empezado a jugar: cuando empezó a metérsela a la boca. Oh, Dios, si… Aquello era el jodido cielo y yo solo esperaba más y más de eso, quería ver como se la tragaba entera, ¡¿qué?! No me miréis así, no me juzguéis como lo estáis haciendo, ¡soy un tío y me encanta que me hagan esto! ¡y que me lo hagan bien! ¿Qué si tengo miedo de que la sádica rubia me mordiera justo en el momento cumbre? ¡La rubia no podía ser tan cabrona! Al menos, eso pensaba. No, no, no. No podía hacerme eso… ¿verdad? Ella levantó la cabeza poco después, enarcando una ceja.

- - ¿Te vas a relajar? Estás demasiado tenso… - ella pareció adivinar mi cara de miedo – No te voy a morder. – rió a carcajadas. Mi respuesta fue la de fruncir el ceño. – De verdad… - juntó los dedos de su mano en sentido de promesa. La creí. No sé muy bien por qué pero lo hice. Confiaba en ella, plena y absolutamente…

Solo unos segundos más tarde volvía a tener su boca enterrada entre mis piernas. La observé expectante, sin saber bien por qué me había quedado mirándola, hasta que un nuevo movimiento suyo me volvió a la realidad, sin ni siquiera darme cuenta había enredado mis dedos en su larga melena, echado la cabeza hacía atrás y dejando escapar algún que otro maldito gemido. Deseaba que continuara, que ni se le ocurriera acabar, se sentía como el jodido cielo, y no quería que la fantasía se esfumara tan pronto, quería disfrutar del momento. Y exactamente eso era lo que estaba haciendo. Sentía la humedad de su lengua sobre mi gran amigo, a éste entrando y saliendo de su boca a un frenético compás que se aceleraba con forme los movimientos de ella se hacían más y más rápidos. Casi sentí mi propia vista nublarse, estaba a punto de explotar, grité su nombre y aferré entre mis manos algunos mechones de su larga melena bicolor. No, joder, sabía lo que iba a ocurrir dentro de muy poco tiempo y me negaba en redondo a que eso sucediera. Joder, joder, joder, no te corras aún, cabrón, aguanta. Me descubrí pensando pero mi mente poco podía hacer en mi cuerpo, ésta ya no mandaba, y si la rubia continuaba haciendo eso no iba a pasar mucho tiempo hasta que me fuera en su boca. Sabía que eso no le hacía ninguna gracia así que la llamé. El tono de mi voz fue suficiente para hacerle entender el por qué de mi llamada, por lo que ella alzó la cabeza de nuevo separándose del valioso mástil y escupió sobre la alfombra. Poco después clavó su mirada en mi, sonriendo burlona. Llevó su mano de nuevo hacia donde había estado su boca segundos antes acariciando sin ningún pudor, sin la más mínima vergüenza la punta de mi erección, me miró a los ojos, manteniendo su suave caricia y aquella sonrisa irónica que tanto la caracterizaba. Se inclinó sobre mi, sentada como estaba a horcajadas en mis piernas, se acercó a mi oído y susurró las palabras que hicieron que me encabritara de la forma más violenta que jamás había conseguido.

- Oh no, cariño, - hizo especial énfasis en el última palabra. – Aún no has terminado conmigo.

Y tenía toda la razón del mundo. Tan rápido como asimilé las palabras que acababa de citarme al oído la tomé con fuerza de la cintura y la moví hasta la zona donde quería tenerla, aún sin entrar en ella, pero haciendo que las dos zonas se tocaran íntimamente. Al mismo tiempo la besé en los labios con rabia, y mis manos se desplazaban a toda velocidad por todos los rincones de su esbelto cuerpo. Volví a notar la humedad de su sexo, no faltaba mucho para que la tuviera suplicándome que la tomara de una vez, pero quería continuar el juego, sabía que podía estar todavía más necesitada. Realmente curiosa esa palabra. Cuantos significados podía llegar a tener… Sonreí para mis adentros cuando noté que ella empezaba a mover la cadera en la búsqueda de la postura perfecta para dar un paso más allá en el juego, sin embargo, la bloqueé, antes que ella misma continuara adelante, fui yo quien, con ayuda de mis dedos conseguí hacerla enloquecer de nuevo. Lo dicho, el juego no debía acabar tan pronto, aún quedaba mucho por hacer. Noté su aliento sobre mi cuello ante los movimientos de mis dedos en su interior, estaba prácticamente enloquecida y eso era lo que había estado buscando desde un principio, no faltaba mucho para que yo mismo perdiera la cabeza, pero antes quería escucharla, quería oírla pedir lo que tanto deseaba, lo que ella tanto necesitaba… Y lo conseguí, como todo lo que me proponía, pronunció mi nombre entre susurros y lastimeros gemidos de placer, haciendo que una sonrisa se curvara de nuevo en mis labios. La estaba teniendo donde la quería, había vuelto a recuperar el poder que había perdido, ahora era ella de nuevo la que se había quedado sometida a mi voluntad, y tanto ella como yo lo sabíamos, ahora quien tomaba las decisiones era yo, quien decidía cuándo avanzar, quién decidía cómo hacerlo. Adoraba esa parte. Lo que estaba disfrutando…

- Dilo – dejé escapar aquella simple palabra, que quedó bailando en el aire al tiempo que ella me miraba a los ojos y se daba cuenta de lo que realmente planeaba. Esperé la reacción de la orgullosa Daiana que estaba seguro de que me iba a mandar a la mierda en cualquier instante.
- Jamás. - ¿tenía razón o no la tenía? Orgullosa como era no era de esperar que me contestara con algo como eso, pero aquí no se acababa todo, aún podía haber una oportunidad. Rocé su centro con la punta de mi polla.
- ¿Estás segura? – amenacé.

En sus manos estaba que yo avanzara o retrocediera, solo necesitaba una simple palabra, entonada con aquel timbre suplicante con el que había dicho mi nombre apenas unos segundos antes. La reacción de ella ante el mísero roce lo decía todo, quería que avanzara, que la tomara de una vez por todas, pero esto nunca había funcionado así. Ella había jugado conmigo, ahora era mi turno de jugar con ella. Y mi jugada consistía en hacer que perdiera su orgullo por unos momentos y me pidiera lo que tanto deseaba, aunque yo ya supiera el estado en el que ella se encontraba, lo cual solo significa que era un jodido cabrón. Pero eso no era nada nuevo. Esperé un poco más, presionando su sexo con el mío, hurgando continuamente en su interior mientras volvía a hundir mis dientes en su cuello, la rubia arqueó de nuevo el cuerpo al tiempo que de su boca escapaban casi sin descanso intensos gemidos de placer. No iba a faltar mucho hasta que perdiera totalmente su orgullo, cosa que había sido mi intención desde el más retorcido principio.

- Deja de ser tan cabrón, joder… - la escuché decir antes de un nuevo suspiro.
- Y tú deja de ser tan orgullosa. – ataqué.
- ¿Y qué mierda quieres que diga?¿Algo como: “Por favor… Te necesito… Hazlo ya”? – ironizó ella entre gemidos. Bingo. No había sido una maldita pregunta, lo había dicho porque lo era lo que pensaba, pero era demasiado arrogante como para dejar atrás su orgullo y complacerme solo una vez. En fin, podía conformarme con eso, de todas formas yo mismo estaba ya a punto de perder el control sobre mí mismo.
- Exactamente eso. – sonreí atacándola seriamente.

Tan rápido como fui capaz me tumbé en el suelo arrastrándola a ella conmigo y me giré de tal forma que pudiera ser yo el que estuviera sobre ella. La rubia me miró desde el suelo, y aquella expresión en su rostro me dejó completamente anonadado. Los ojos abiertos de par en par, los labios entreabiertos enrojecidos a causa de mis mordidas y de las suyas propias al estremecerse, tenía el cuerpo arqueado hacia un lado, no estaba completamente tumbada sobre le alfombra, se mantenía alerta a cualquier próximo movimiento mío. Casi parecía una niña en sus primeras experiencias pero no podía dejarme guiar por las apariencias, estaba claro que si yo me descuidaba demasiado ella volvería a tomar el control y sería quien me tumbara en el suelo de nuevo y haría ella el resto del trabajo. Cosa que esta vez no iba a permitir. Así que me adelanté a cualquier movimiento suyo y me coloqué entre sus piernas, al tiempo que ella misma las abría sin ningún pudor, era lo que quería y lo estaba dejando demasiado claro, al mismo tiempo que alzaba las cadera, sujeté su pierna izquierda y mordí el interior del muslo, esperando la reacción acertada antes de continuar, desplacé mi boca de forma que quedara en la zona correcta, ella me miró, “¿por qué mierda no lo haces de una puta vez, por qué me sigues torturando de esa manera?” pareció preguntarme con la mirada, eso me hizo sonreír, una sonrisa maliciosa se curvo en mis labios antes de aproximar estos hacia aquella zona que palpitaba ante la necesidad, saboreando el dulce sabor, y deleitándome los oídos con los estrambóticos gritos de la rubia. La cabrona iba a tener una buena corrida en cero coma segundos si seguía perturbándola de aquella manera en que lo estaba haciendo así que pensé que aquel era el mejor momento para terminar con esto, así que dejé de comportarme como el capullo que estaba siendo y me dispuse a ello, vi la expresión en su rostro ante mi movimiento, fue un momento en el que su cara cambio completamente. “Hazlo de una maldita vez, Kaulitz” Estaba seguro de que iba a decir esas palabras en cualquier momento así que me adelanté a ello y lo hice de golpe, de una sola vez, sin más dilaciones ni miramientos. El grito que escapó de sus labios ante el simple gesto inundó la estancia y eso casi me hizo perder totalmente el control. ¿Casi? Lo perdí absolutamente todo, aceleré el ritmo todo lo que fui capaz, me hundí en ella, una y otra vez, acelerando el compás, escuchando nuestras respiraciones acompasadas, sintiendo la fricción de nuestros cuerpos, la unión entre los dos, los jadeos de ambos que se cruzaban en el aire, sus manos puestas en mi, las mías propias aferradas a sus caderas, sus uñas clavándose en la piel de mi espalda, aferrando las rastas entre sus dedos, echando la cabeza hacia atrás, dejando escapar constantes gemidos, cosa que hacia que me volviera todavía aún más loco y aceleraba mi ritmo aún más si cabía. La escuché susurrar mi nombre un par de veces pero no tengo casi constancia de ello, mi cabeza daba vueltas, estaba a punto de correrme, intenté pensar en cualquier cosa que pudiera evitar eso, no quería que llegara tan pronto, quería que ella acabara antes que yo, no la iba a dejar a medias, nunca lo había hecho, así que no iba a empezar a hacerlo ahora. Dios… Me iba, me iba, me iba… Joder, Tom piensa en otras cosas, piensa en… ¡sillas! ¿Sillas? ¿Por qué se me ha ocurrido esa estupidez? Eh, pero funcionaba… No, no era por eso, era porque en mi concentración había disminuido el ritmo. ¡eso es! ¿Por qué no se me había ocurrido antes? Eso era más efectivo que andar pensando en… ¿por qué mierda se me había tenido que ocurrir la idea de las sillas? Era absurda. Así que, descubierto mi hallazgo, lo puse en práctica, aumentaba el ritmo, lo disminuía, lo aceleraba de nuevo, lo volvía a reducir. Estaba funcionando de las mil maravillas, estábamos aguantando los dos hasta el final, pasando el tiempo más placentero desde hacía semanas, ¿semanas? No había pasado tanto tiempo aunque a mi me lo hubiera parecido. Dormir solo en aquel mohoso sofá y sentir la frialdad de ella durante tantos días habían hecho de todos esos días un jodido infierno. El grito que escapo de sus labios indicándome que ella había alcanzado el clímax hizo que yo mismo me reuniera con ella, corriéndome dentro de ella, dejando escapar el último grito que resonó en las cuatro paredes.

Me desplomé sobre ella, tendiéndome literalmente sobre ella, estaba tan jodidamente cansado que ya ni podía moverme, necesitaba un par de minutos para reponerme, ella ni siquiera protestó cuando acomodé la cabeza justo sobre su pecho. Ninguno dijo nada, tampoco lo esperaba, ambos éramos personas de pocas palabras, y que tuviéramos una larga conversación era un hecho bastante extraño en nuestro día a día. El silencio era la comodidad más presente entre nosotros, y eso no iba a ser menos ahora, simplemente se escuchaban las agitadas respiraciones que poco a poco iban volviendo a la normalidad. Vi sus brazos tendidos sobre la alfombra, y eso me causó gracia, sobre todo porque era un hecho que demostraba la diferencia que las separaba de las demás chicas comunes. Cualquiera de las demás habría aprovechado mi momento de debilidad y habría girado los brazos en torno a mí, sin embargo, ella solo esperaba que me quitara de encima cuanto antes. Tras unos minutos de largo y hermoso silencio en el que la fuerza regresaba a mi, me levanté, sentándome en la alfombra, cogiendo el paquete de tabaco que había sobre la mesa de enfrente, tomando un cigarro, llevándolo a los labios, encendiéndolo, dándole una calada y expulsando después el humo. La rubia, a mi lado, hizo prácticamente lo mismo. Pensé en lo diferente en que se veía en cuanto a las demás, las veces que había estado con otras tipas que luego me buscaban, queriendo alguna promesa de mi parte, cosa que nunca obtenían, también en la forma en que ella se mantenía desnuda, sin taparse, sin buscar nada para taparse, cosa que todas las demás hacían. Me descubrí riendo a carcajadas ante eso, y poco después la mirada verde de ella clavada en mí.

- ¿Qué es tan gracioso? – preguntó ante mi momento de locura personal.
- Tú. – contesté sin más.
- ¿Yo? – volvió a preguntar ella, sorprendida por mi respuesta. Asentí con la cabeza al tiempo que daba otra calada al cigarro. - ¿Ahora soy una payasa de circo? – matizó ella pretendiendo ser graciosa.
- No, simplemente eres Daiana.
- Genial, eso lo resume todo… - ironizó ante la respuesta, a lo que volví a reirme. Si ella tan solo supiera a lo que me refería…

Poco tiempo después fue ella la que me acompaño con su risa, no sé muy bien por qué pero a la larga hasta le había parecido gracioso, aunque tal vez fuera producto de sus momentos de locura espontánea. Aún así no hice ningún comentario al respecto y ambos continuemos riendo hasta que nos descubrimos demasiado cerca el uno del otro, no era que no nos gustara estar en contacto directo, simplemente era algo que estos días había desaparecido por completo y que volviera de golpe era un hecho que nos había dejado sorprendidos. ¿Significaba eso que la confianza había vuelto? Me pregunté, observando como ella clavaba sus ojos en los míos. No sé el tiempo que pasamos mirándonos a los ojos el uno al otro, sin decir ni una sola palabra, simplemente mirándonos a los ojos mas porque ninguno de los dos sabíamos que decir exactamente. Y de pronto una sonrisa se dibujó en sus labios expresando lo que jamás ninguna palabra pudiera llegar a definir mejor. Las dudas se despejaron de mi mente cuando ocurrió y quedaron completamente abatidas cuando posó su cabeza sobre mi hombro con la misma sonrisa que no había desaparecido, no sin antes extender la mano hacia el sofá, agarrar la manta que reposaba sobre el asiento y que yo mismo había estado utilizando todas y cada una de aquellas malditas noches pasadas en él, y echarla por encima de nosotros dos. Comprendí por aquel simple gesto que todo iba a ir mejor ahora, que la confianza que creía perdida había vuelto entre los dos, aún sigo sin saber cómo ni por qué pero ahí estaba, firme, inquebrantable. Por muchas cosas que pasaran entre nosotros aquella parte nunca se derrumbaba, podía resquebrajarse pero no se caía del todo, siempre acababa sanando. Nos había pasado mucho en estos últimos años, siempre teníamos continuas peleas en las que nos decíamos de todo, en las que nos hacíamos daño mutuamente pero siempre volvíamos a ser lo que éramos, sea cual fuera la definición de la relación que manteníamos, y agradecía profundamente que aquello no se destruyera, por que si, podía ser un completo cabrón con todo el mundo, y ella sin ninguna duda podía serlo también, pero a la larga lo único que me quedaba al final del día era a ella, no como una tía que me calentaba la cama, si no como una confidente, una amiga. Una amiga de verdad. Maldita sea, ¿por qué sería tan jodidamente subnormal? ¿Por qué mierda no me había dado cuenta antes de todo esto? ¿Por qué demonios había estado tan ciego? Ella era la única en la que podía confiar, la que había estado conmigo siempre, en todo momento, en las buenas, en las malas, siendo éstas últimas las más frecuentes, cuando estaba herido, sangrando, cuando peleaba, la que se apuntaba a estar a mi lado en todo robo, en todo atraco, en cada paliza, en cada negocio, ella había confiado en mí, me había contado todo lo que le había hecho su padre al enterarse este de que nos habíamos acostado, y yo… ¿Qué había hecho yo? ¿callarme todo lo importante que se suponía que debía contarle a ella, la única persona en este mundo que apostaba un poco por mí? Tom, eres un jodido gilipollas. Bonita conclusión. Redundante. Resumida. Un completo, jodido imbécil. Estúpido. Gilipollas. Idiota Y todos los sinónimos equivalentes. ¿Y qué se supone que debía decir ahora? Odiaba esta situación, sabía que tenía que decirle algo relacionado con lo que acababa de darme cuenta sobre todo por que no quería volver a caer en el puto abismo en el que nos habíamos encontrado todos estos días – cosa que estaba claro que había sido totalmente mi culpa – pero no sabía qué debía decir con exactitud. Me descubrí dirigiendo la mirada de nuevo hacia ella para ver que ella miraba a la tele, apagada, con la mirada perdida, apoyada en mi hombro, mientras fumaba tranquila, dejando que el humo entrara y abandonara sus pulmones, conocía esa expresión, estaba pensando, ¿en qué? Eso era un completo misterio para mi, una cosa era que la conociera y otra que tuviera la capacidad de leer su mente, cosa que obviamente no tenía. Poco después de que me quedara mirando la expresión divertida de su rostro al quedarse colgada de aquella forma de sus pensamientos, ella volvió la cabeza hacía mi y volvió a la realidad de golpe, como si hubiera estado a años luz de distancia de allí.

- ¿Sumergida en tu mundo perfecto? – pregunté sin saber muy bien por qué.
- No existen los mundos perfectos. No seas ridículo. – contestó ella a su vez, dando una larga calada a su cigarrillo. Hice lo mismo, encogiéndome de hombros.
- Puede… o puede que te equivoques. – ella me miró a los ojos en un movimiento más rápido incluso que la velocidad a la que viaja la luz.
- ¿Quién eres tú y qué has hecho con Tom? – reí al escuchar eso. En realidad entendía su sorpresa, siempre había mantenido que la mierda que había en estas calles me perseguiría hasta el fin de mis días, sin embargo, últimamente me albergaba una idea que no podía ignorar, la idea de largarme de allí, de poder crear una vida de nuevo, empezar de cero, alejado de aquellas malditas calles.
- Soy yo, idiota, ¿quien si no iba a ser tan jodidamente guapo? No lo digas. – advertí antes de que de sus labios pudiera escapar algo parecido a “Bill” No pensaba tolerarle eso.
- No he dicho nada. Cállate, paranoico. - ¿acababa de decirme que me callara? Pero será… En fin, si, Daiana, simplemente Daiana. – Con respecto a lo de antes… ¿Qué quieres decir exactamente, Tom? No te entiendo, no logro hacerlo, ¿cambiaste de parecer así como asi? Has cambiado, Tom, lo has hecho y demasiado. Antes eras cruel, frío, no te importaba una mierda nada. Y ahora… No sé si es mi propia paranoia o si realmente es asi pero parece que… es como si yo te…
- ¿Cómo si me importaras? – la ayudé, ella asintió con la cabeza- Es exactamente eso, Dai. Siempre me has importado, el problema es que nunca lo he demostrado. –

La reacción de ella me la había esperado, sobre todo por que la había buscado, por mi estupidez insólita. Se había separado de mí y había empezado a darme puñetazos en el hombro, puñetazos que dolían seriamente, hay que entender que la cabrona sabía luchar, había estado practicando con el saco de boxeo durante días para recuperar la fuerza que había perdido los días en los que la herida en el brazo se cicatrizaba; no era la típica niña que golpeaba sin fuerza alguna, cuando la rubia pegaba, pegaba de verdad.

- Eres… Eres… ¡eres un jodido bastardo, Tom Kaulitz! Todos estos malditos años pensando que estaba siendo ridícula, soportando el hecho de que todo el mundo no parara de decirme que estaba perdiendo el tiempo, que no podías sentir el aprecio por nadie, que mis esfuerzos estaban siendo en vano, pero yo te quería, te quería y continuaba mi esfuerzo por ganarme un hueco en tu vida, por ser alguien que tomaras en cuenta. Y si te preguntas por qué, eres un jodido estúpido, por que eras mi amigo, yo te consideraba como tal, desde siempre, desde nuestro primer encuentro, te admiraba, quería formar parte en tu vida, e hice todo lo que estaba en mi mano para que confiaras en mí y nunca me eché atrás; y tú, bastardo egoísta, nunca me dijiste nada, por tu puto orgullo, por tu jodida estupidez. Eres un egoísta, Tom, eres lo peor que me ha podido ocurrir y aun así… Aun así…

Calló de pronto, dejando que el último golpe fuera solo un simple roce, dejando caer la mano sobre mi hombro, que resbaló y golpeó el suelo con suavidad, acompañado de su silencio, lo que hizo que volviera mi cabeza para verla con la mirada clavada en el suelo, con la manta por encima de los hombros resbalando por la piel desnuda sin que ella hiciera nada para remediarlo. Supe qué era lo que continuaba la frase, la respuesta se abrió paso en mi mente con claridad. Me levanté a toda prisa del suelo, quedando arrodillado en frente de ella, alcé las manos con torpeza para tomar su rostro entre ellas, aunque la verdad no sabía por qué estaba haciendo eso, me sentí ridículo, pero eso era lo que se solía hacer en las películas ¿no? Luego ella iba a levantar la cabeza y estaría llorando, entonces yo tendría que… Pero, ¿qué demonios estaba pensando? Esto no era una jodida película, esta era la realidad, en la que ella no era una actriz pagada y yo menos era un buen actor de Hollywood. Sin embargo, algo de drama si se palpaba en el ambiente…

- Y aún así, me sigues queriendo… - finalicé la frase por ella, sin saber muy bien por qué lo hacía. Ella levantó la cabeza y vi que, en efecto, no me equivocaba, ella no estaba llorando, estaba roja de rabia, y eso iba a traer consecuencias
- ¡Cállate, Kaulitz! – me gritó al tiempo que me empujaba con toda la fuerza que le permitían sus brazos, me apartaba de ella. – ¡No sabes nada! ¡No tienes idea de nada! ¡No hables! ¡No quiero escucharte! – entendía su enfado, claro que lo entendía pero no estaba dispuesto a dejar que me gritara de esa manera.
- Pues me vas a escuchar, quieras o no. Joder, lo siento, ¿vale? Siento todo esto…
- ¿Lo sientes? ¡¿Lo sientes?! ¿Crees que con un maldito “lo siento” lo puedes solucionar todo? ¡¿Estas tonto?!
- ¡Deja de gritarme, maldita sea! Estoy aquí al lado. – me estaba poniendo de los nervios, lo estaba consiguiendo y eso podía traer sus consecuencias.

Ella no dijo ni una palabra más, simplemente se levantó, se colocó bien la manta sobre los hombros y sin dirigirme ni una sola palabra más se dio la vuelta, rodeó el sofá y comenzó a andar hacia la habitación donde sabía que se encerraría y no me abriría la puerta por muchos golpes que yo diera sobre la madera, y esto estaba claro que no iba a dejar que acabara así, me negaba rotundamente a que esto quedara así, con ella dolida y yo enfadado, sin decir lo que el orgullo nos impedía a ambos, así que sin pensarlo si quiera, corrí tras ella, lo que antes no hubiera hecho ni aún estando borracho. Ella tenía razón, yo había cambiado e iba a demostrarle cuan profundo había sido ese cambio. La atrapé justo cuando ella abría la puerta del dormitorio y lo hice de tal forma que la manta resbaló por sus hombros haciendo que los dos quedáramos igual: sin nada de ropa, lo cual podría haber avergonzado a cualquiera pero la verdad que a nosotros nos daba igual, por lo menos en lo que se refiere a mí. La rodee con los brazos, impidiendo que avanzara, impidiendo que se girara y me diera una buena bofetada. Supe que esa iba a ser su reacción si le dejaba el suficiente espacio para que lo llevara a cabo, por lo que tenía que controlarla. Y una vez inmovilizada, las palabras surgieron solas de mis labios:

- Ya sé que lo he estado haciendo mal todo este tiempo y sé que, en el fondo, tú sabías todo esto. Nunca se me han dado bien las palabras y hoy no va a ser menos. Sabes que no soy de decir nada, pero eso no impide que no te haya tenido aprecio desde que nos conocimos. Gracias a ti pude sobrevivir a esto, con siete años, cuando todo el mundo estaba en mi contra por venir de los barrios altos, calzar zapatillas caras y ropa de marca, solo tu me tendiste la mano. ¿Cómo iba a pasar por alto todo eso? Sé que puedo ser muy capullo, pero, ¿por qué pensaste que lo sería contigo?.... Esto es cada vez más difícil… Pero, en fin, siento si alguna vez te hice daño, no era mi intención, de verdad que no, y…. Mierda, te juro que odio esto porque no se que decir…

El silencio se hizo de nuevo entre los dos. No supe como interpretarlo. Por lo menos hasta que sentí que el cuerpo tenso de ella hasta el momento se relajaba, abría los puños dejando las manos abiertas a ambos lados de su cuerpo, bajando la mirada, pensando en qué decirme. Por mi parte, aflojé el abrazo, sabía que ahora no me pegaría, igual puede que después de un rato, pero no ahora.

- Ahora mismo no sabes cuanto te odio… - dijo ella, lentamente, pausadamente. La comprendía. – Pero te entiendo. Siempre lo he hecho. En cierta parte. Siempre entendí tu frialdad para con los demás pero nunca entendí por qué yo también estaba incluida en los demás. Aun no lo logro entender del todo pero… Quiero hacerlo. Eso no demuestra nada, pero estoy dispuesta a intentarlo, a intentar comprenderte, Tom Kaulitz, aunque sea lo último que haga en esta vida. –

Fue volviéndose hacia mí conforme pronunciaba las palabras hasta que, al mencionar la última frase quedó mirándome a los ojos. Mi respuesta fue mucho más sencilla, sin saber por qué acabé agachando la cabeza, alzándola a ella y atrapando sus labios con los míos en un simple beso. No sabía por qué lo hacía, ella tampoco pareció entenderlo pero aun así me lo devolvió, observé como cerraba los ojos y se dejaba llevar por el sencillo beso, cosa que hice yo mismo poco después. No pensaba que algo tan trivial te hiciera sentir tan bien. Tiempo después, cuando deshicimos ese contacto, me miró a los ojos, sin decir nada, solo una simple mirada y yo dije lo que había estado pensando desde hacía mucho tiempo. No esperaba ninguna contestación inmediata pero necesitaba decirlo. Cualquier cosa estaría bien.

- Vayámonos. Lejos. Lejos de Hamburgo. Lejos incluso de Alemania. Reuniré el dinero este invierno y nos iremos en verano. Para no regresar.

2 comentarios:

  1. OMG!!! Alguien que me diga lo que tengo que decir porque sinceramente no se. Hermanita esta vez me dejaste mal y sin poder hablar jaja, pero tengo que decirte que te felicito, fue asombroso como escribiste este capítulo, como estuviste en cada detalle, todo, fue genial. Esperar un mes para leer este capítulo si que vale la pena xD de verdad. En fin, creo que no hay mucho que decir, solo felicitarte una y otra vez e intetar recomponerte despues de esto jaja, asi que me voy despidiendo. Un beso enorme my beautiful twin, tu hermanita que te ama mucho, Dai.
    PD: tene a mano el numero para llamar a la ambulancia, creo que no voy a ser la unica que se infarte xD

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  2. Cierto! tambien estoy en la lista de las chicas que les dará un infarto jajaja...es que Amanda por Dios QUE CAPITULOOO!!! en serio que me imagine todo todo hasta el ultimo detalle.
    Eres INCREIBLE chica por eso aqui todas te admiramos, por otro lado te cuento que como siempre me interrumpen para leer tengo que esperar hasta que todos se duerman para poder estar tranquila y leer sin ninguna interrupcion ahora que lo pienso siempre es l mismo bah! xD.
    Rayos tambien me he tenido que tapar la boca para reirme por que TÚ Amandita siempre logras que me ria como una loca no solo por el msn sino tambien por aqui jajaja hubo partes del capitulo que me mataron de risa en serio!!! y ahora no es solo Bill el que habla con su propia mente sino tambien Tom, que graciosooooo...jajajajaja
    FELICITACIONES y GRACIAS Amandita por este GRAN capitulo que estubo bueeeenoooooo pero bien buenooo, mas especifica no podias ser :P jajajaja te quiero muchoo chica sigue asi y ya sabes que por mi no hay problema con la demora de los capitulos total estas cumpliendo con nosotras por mi parte te doy miles de gracias. Rayos me imagino las odiosas tareas que dejaran en la Uni. (lo que me espera xD) por eso entiendo que despues te debes sentir muy cansada tal y como lo escribiste antes de empezar con el capitulo...bueno no te preocupes comprendo perfectamente y sé que las demas chicas tambien. ILD Amandita suerte en todooo se te quiere!
    /*Jas*/

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