domingo, 20 de febrero de 2011

FALLEN ANGEL CAPITULO 16


Y llegó el capítulo 16. Después de este largo tiempo en el que me la he pasado estudiando para los exámenes de febrero, vuelvo a poner un nuevo capítulo. Sé que estoy tardando muchísimo en subirlos, y lo siento pero casi no tengo tiempo para escribir, porque tampoco depende de mis ganas de ponerme o del tiempo, la inspiración y ciertas cositas personales me lo impedían también, pero ahora he vuelto de nuevo y realmente espero poder ponerme pronto a ello, se me han estado ocurriendo ideas buenísimas para esto asi que espero poder ponerme pronto a ello. Espero que disfruten del nuevo capítulo igual que espero poder veros de nuevo muy pronto. ^^



Capitulo 16

By Daiana

Abrí los ojos de par en par cuando escuché aquellas palabras salir de los labios de mi compañero de piso, ¿estaba quedándose conmigo? ¿acaso era otra de sus estúpidas bromas sin sentido? Porque no tenía ningún sentido. Me estaba diciendo de huir, de escapar de aquellas calles, de rehacer nuestra vida, como si pudiéramos escapar de allí, como si pudiéramos dejar atrás toda esta mierda que día a día se amontonaba cada vez más. Si todo eso no era más que una pésima broma sin gusto alguno estaba claro que iba a hacerle daño. Mucho daño. Con cosas así no se jugaba… Y aún así la idea no podía ser más deliciosa. Escapar, alejarnos de allí, comenzar una nueva vida, en otro lugar donde nadie nos conociera, donde solo seriamos un par de desconocidos entre la multitud, donde nadie nos juzgaría, donde podríamos vivir completamente en paz, sin peleas callejeras, sin miedos, sin mentiras, sin traiciones, sin rencores… La idea me pareció tan inalcanzable como las propias estrellas brillando en el cielo, algo que por mucho que extendieras el brazo con intención de aferrarlas entre tus manos, nunca podrías llegar a rozar, algo efímero, lejano, remoto… Una idea que por muchas veces que la haya pensado, por muchas veces que se me había pasado por la cabeza, no lograba entenderla, una promesa que nunca llegaría, que nunca se cumpliría, pero que en esos momentos hizo que se me dibujara una sonrisa en los labios pensando en lo maravilloso que podía ser aquello, la emoción del momento sin duda, porque no era nada lógico… Sin embargo, ¿acaso mi vida tenía algo lógica? Estaba exponiéndome día sí y día también al peligro, arriesgando mi puta vida por unos míseros euros, ¿y todo para que? Para poder sobrevivir un poco más en aquel pozo de mierda que me llegaba hasta la cintura, ¿acaso no estaría bien ser un poco egoísta y pensar que podía haber una vida mejor para mí, para nosotros dos, alejados de esta porquería, haciendo nuestra vida, sin nadie que nos conociera, que nos chantajeara por nuestro oscuro pasado, que nos juzgara solo por las apariencias? ¿Acaso no seria mejor ser egoísta por una vez en mi vida y pensar en mi, en lo que yo quería hacer, en cómo quería vivir, con quien quería vivir y dónde quería hacerlo? ¿No era tiempo ya después de todos estos años en pensar en nosotros, dejando a los nuestros tomar sus decisiones? No eran nuestras marionetas, eran nuestros colegas, nuestros compañeros de diversiones, risas, peleas, pero no eran nuestros, no éramos sus padres, no éramos quienes decidían sobre ellos, ya bastante mayorcitos eran y bastante habían vivido en esas calles para saber sobrevivir en ellas sin nosotros… Así que no había nada que pudiera impedir que nuestro sueño se hiciera realidad pero todavía me quedaba la duda de si realmente podía confiar en él en ese sentido. Había confiado en él desde que lo había conocido, desde la primera mirada que habíamos intercambiado, las primeras palabras que habíamos cruzado, me había convertido en su amiga, su confidente, su amante, su compañera, y yo lo adoraba con el alma a pesar de saber lo capullo que podía llegar a ser… y ¿cómo me había devuelto él toda esa confianza que yo había volcado en su persona? Ignorándome. Poniendo distancia entre los dos de la forma mas cruel que él jamás había podido imaginar, me había separado de él, había puesto distancia entre los dos, no de forma física pero sí había destruido la conexión que yo misma había creído que teníamos. ¡que soberana estupidez, ¿verdad?! Ya, yo también lo había pensado. Dai, recuerda las palabras que te acaba de decir. ¿El qué? ¿Qué le importo? ¿Qué realmente le importo? ¿Y quien me asegura a mí que no es otra de sus mentiras? Él nunca te mintió. No, solo me ocultó la verdad. Me ocultó cosas importantes sobre él. Quizás estés exagerando. Que te haya ocultado la existencia de su hermano gemelo no significa nada. Para él, Bill es insignificante, así que es perfectamente normal que no te haya dicho nada. No es algo que realmente importe. ¡A mí si me importa! Me importa todo lo que tenga que ver con él… Es mi mejor amigo, la persona en quien mas confío, por la que mataría sin dudar, por la que daría mi vida… Dai, Dai, Dai… ¿Cuándo te vas a dar cuenta de lo que realmente sientes por él? ¿Darme cuenta sobre que exactamente? ¡De que estás enamorada de él!

Abrí los ojos de par en par cuando aquella parte de mi cerebro había saltado de aquella manera tan segura de sí misma. Parpadeé un par de veces antes de darme cuenta de lo que significaba aquella frase. ¿Yo, enamorada de Tom? ¡Eso era imposible! Venga, por favor, el chiste era demasiado bueno, asi que me vi riéndome interiormente a carcajadas. Era realmente absurdo que un sentimiento como ese lo tuviera yo misma y menos por ese tío, que sí, que lo adoraba, que era mi mejor amigo, que compartíamos todo, casa, cocina, sofá, tele, cama, baño, duchas interminables, coche, negocios, miedos, incertidumbres, enemigos, aliados, alcohol, copas, borracheras, tiroteos, peleas, atracos, robos, besos, abrazos, dolor, heridas, cicatrices… Pero eso no significaba que yo lo amara de la forma en que una mujer ama a un hombre, no porque quisiera largarme de esta ciudad con él significaba que mi vida la iba a pasar con él, que nos íbamos a fugar, nos casaríamos, tendríamos niños y viviríamos felices por el resto de nuestras vidas. Esas palabras no tenían ningún significado especial para mí, no me emocionaba cuando lo veía, no me ponía nerviosa cuando lo sentía cerca de mí, no tenía esas mariposas en el estómago, no quería una relación seria con él, es mas, la rehuía, no esperaba un compromiso, no me sentía como una reina cuando teníamos sexo, sentía placer, no rozar las nubes… Entonces, ¿por qué mierda mi cerebro, o una parte de mi cerebro, estaba empeñado en que yo estaba enamorada de Kaulitz? La sola idea era absurda, pero no solo era mi cerebro quien seguía diciendo esas estupideces, mis propios compatriotas me lo decían cada vez que podían, sobre todo, Anne. No dejaba pasar ninguna oportunidad para decirme lo bien que quedaría que estuviéramos en serio, cosa que yo siempre le dejaba claro que no iba a ocurrir pero ella siempre insistía. Decía que lo hacía porque quería verme sonrojada, porque eso, según ella, era uno de los primeros síntomas, aún cuando yo nunca me había sonrojado por esas cosas. Que decir. No tenía pudor alguno a hablar de esos temas que muchas de las jóvenes de mi edad sentían cierto tabú. No me daba miedo decir cuantas veces me lo había follado ese día, dónde lo había hecho y qué le había hecho. Anne a veces se sorprendía de mis palabras, pero por que ella era un poco mas puritana. Llevaba con T.J. desde los 15 años, con él dio su primer beso, hizo su primera vez, y todo fue con el. No tenía ojos para nadie más. Ciertamente la relación que tenían era realmente hermosa pero no era algo que yo hubiera querido tener, al menos no con ese cabronazo de Tom, me gustaba lo que teníamos, como estaba, y no quería cambiarlo, no quería que al “formalizar” aquello perdiera todo su encanto. Además, ninguno de los dos nos sentíamos así. Estaba claro que éramos mucho mas que amigos pero menos que novios. Ya está. No había que darle más vueltas. Y a todo esto… ¿Por qué había terminado pensando en estas cosas? ¡Ah, sí! Por lo de largarnos de aquí. Alcé la mirada para encontrarme con la de él, estaba clavando sus ojos en mí, esperando ansioso una respuesta. ¿Cuánto tiempo había pasado desde que había formulado la frase, es decir, cuanto tiempo había pasado colgada de mis pensamientos? Porque tenía que decir algo pronto, no podía dejar aquello bailando en el aire. Tenia que darle una respuesta y rápido si no seria capaz de pensar que lo dejaba de lado y que no iba a cometer semejante locura. Locura. ¿Podía atraerme algo más que eso? Sonreí. Realmente estaba dispuesta a ello. Quería hacerlo. Con él. A pesar de todo. A pesar de todas las peleas que habíamos tenido estos días. A pesar de lo que dirían los demás al enterarse. Quería irme de allí, no soportaba estar encerrada en aquellas malditas cuatro calles de siempre, escondida entre la mugre y el moho, quería libertad, quería vivir, vivir en paz, sin malicias ni rencores, sin estar vigilando mis espaldas por miedo a ser atacada en cualquier momento. Y creo que me lo merecía, después de todo había consagrado 19, casi 20, años de mi vida a estas calles, era hora de despedirme de ellas. Lo siento por todos aquellos implicados, pero era el momento de decidir sobre mi propia vida…

- Vayámonos. Lejos. En primavera. –

Solo cuatro palabras hicieron que una sonrisa se curvara en sus labios y en los míos, mientras poco tiempo después encajaba su boca con la mía en un cálido beso, que agradecí, tomándome por la cintura, y dejando que posara mis manos alrededor de su cuello, cosa que antes nunca había hecho y no entendía por qué lo estaba haciendo… Después de todo, íbamos a hacer una nueva vida.

By Bill

Desperté cuando la luz del día se coló por entre huecos de la persiana un poco rota, haciendo que me diera cuenta de que no estaba en mi casa, en mi cama, si no que me encontraba en una cama desconocida para mí, en una habitación ajena a la mía, en una casa que no era la mía. Tardé en darme cuenta que aquello no había sido un secuestro y que realmente estaba tumbado en la cama de la que había sido la habitación de mi hermano gemelo antes de que éste se fuera a vivir por su cuenta, que estaba en casa de mi padre y que había venido aquí el día anterior por mi propio pie. Abrí los ojos, colocando los brazos cruzados detrás de la cabeza y mirando fijamente al techo, recordé todo lo ocurrido el día anterior y una sonrisa se curvó en mis labios. Había sido casi perfecto. Recordé cuando la culpa había podido conmigo y había acabado llamando a mi mejor amigo solo para sentirme un poco mejor conmigo mismo, lo cual él había conseguido, y después de eso se me había hecho más fácil dormir. Habíamos estado hablando hasta cerca de la una de la madrugada, cosa que iba a lamentar profundamente cuando mi madre viera la factura del teléfono, y que iba a tener que pagar de mi propio bolsillo pero ahora eso no me importaba, me encontraba mucho mejor después de aquello, había conseguido derrumbar mi miedo, la culpa había disminuido y había podido dormir tranquilo durante toda la noche, ni siquiera me enteré de cuándo había llegado mi padre a casa, si es que había llegado… Miré el reloj digital del teléfono móvil que había dejado cargando la batería antes de irme a dormir después de hablar con Gustav y descubrí que apenas eran las nueve de la mañana, demasiado pronto para mí tratándose de un domingo. Solía despertarme al menos a las dos de la tarde en días festivos como aquellos. Pero claro, no me había acordado que las malditas persianas estaban estropeadas y que convendría cambiarlas. Se lo mencionaría a mi padre cuando lo viera, si es que me acordaba de hacerlo. Bien, dormilón, hora de levantarse, terminar lo que habías venido a hacer y ponerte a estudiar. Sin embargo se estaba tan bien entre las mantas… Increíblemente no había pasado nada de frío a pesar de que en aquella casa no había más calefacción que en el salón, otro motivo por el que había querido dormir en el sofá… Pero tenía que hacer un sobreesfuerzo y levantarme asi que estiré los brazos y las piernas, abriendo la boca sin darme cuenta, realmente seguía teniendo sueño, y quería seguir durmiendo pero lo mejor era que me pusiera cuanto antes en las tareas, así más tiempo tendría para estudiar después, en un momento determinado giré la cabeza hacia la pared en un pensamiento inconsciente de volver a dormir un ratito más y mis ojos fueron a parar a un dato que la noche anterior había pasado por alto. Ahí, justo en el lado izquierdo de la almohada, unos centímetros más arriba del colchón había algo escrito. Me acerqué para ver de que se trataba. Una fecha. 24/07/2004. Me pregunté qué significaría. La fecha estaba grabada en la pared y había sido escrita por algo afilado, no por algo tan convencional como un lápiz o un rotulador permanente. Algo afilado como la punta de una llave o… una navaja. Mi curiosidad aumentó. Ese año Tom y yo cumpliríamos los 14 años, pero al ser el mes de julio aún quedaba un poco más de un mes para tenerlos, por lo que seguía teniendo 13. ¿Qué demonios pudo ser tan importante para él con trece años como para grabarlo en la pared de su habitación? Que rabia no poder preguntarle directamente. Porque la curiosidad realmente me estaba matando. Era parte de mí, siempre que no sabía algo me atacaba la curiosidad y no paraba hasta no saber de qué se trataba, por muy insignificante que esto fuera, por eso mis amigos nunca pudieron hacerme una fiesta de cumpleaños sorpresa o cosas así porque siempre me peleaba con ellos siempre que me enteraba de que me ocultaban algo. Entonces me di cuenta de que aunque se lo preguntara, teniendo el caso de que alguna vez él pudiera dejar el odio que me tenía a un lado y le preguntara al respecto, él nunca me lo iba a responder, quizá por que fuera algo que solo él sabía o quizá porque era algo demasiado íntimo para contarle a alguien… Demasiado íntimo… ¿Podría ser…? ¡No! ¡Imposible! Apenas era un crío, ¿cómo iba a estar haciendo esas cosas con solo trece años? ¿Nos hemos vuelto locos o que? No, eso no podía ser… Entonces, ¿qué? No encontraba otra razón para que aquella fecha estuviera ahí grabada, era algo que no conseguía encajar por mucho que mi cerebro trabajara en ello. Además, ¿qué mas daba? Era su vida, aunque me interesara por ella estaba claro que él nunca me iba a contar nada, siempre tendría que enterarme por terceros de cosas relacionadas con él. Eso me pasaba por haber estado tantos años lejos de él. ¡Pero no era mi culpa, maldita sea! Yo no había sido quien había decidido no volver a verlo, yo no había sido quien había decidido separarnos, ¿por qué mierda me odiaba tanto? No lo entendía, vale que él había llevado una vida complicada en comparación de la mía, bien acomodada, vale que él había tenido que sobrevivir en pésimas condiciones al frío, la humedad, las peleas, la pobreza, y que yo hubiera pasado los inviernos calentito en casa, pero ¡no era mi maldita culpa! Yo no había sido quien había escogido esa vida para él, ni siquiera había elegido la mía propia, tampoco era consciente de la vida que él llevaba, no sabía lo mal que lo había estado pasando, de haberlo sabido, ¿creía que me iba a quedar de brazos cruzados? ¿Creía él, por un instante, que de haber sabido mamá todo lo que él estaba pasando lo hubiera dejado en esas calles? ¿Por qué no podía dejar su maldito odio y mirar más allá de todo eso? Estaba harto de eso, de esa actitud, y juré que la próxima vez le haría frente, así me diera un puñetazo que me estampara contra la pared, me daba igual, estaba harto de tenerle miedo, estaba harto de parecer que le daba la razón, quería hacerle ver que yo no había tenido la culpa de la mierda de vida que había tenido. Iba a tratar de hacerle ver las cosas desde mi perspectiva aunque eso me costase la vida. Aún no sabía cómo pero sabía que lo iba a hacer, al menos lo intentaría. Iba a poner todo mi empeño en eso.

Después de mi desvarío momentáneo me levanté de la cama dispuesto a comenzar un nuevo día, abrí la ventana para que entrara un poco de aire fresco, tiré las manta de la cama hacia atrás, tomé mi mochila sacando de ella un pantalón de deporte, una camiseta, una chaqueta también de deporte, y demás y corrí a darme una buena ducha matutina. Se sentía terriblemente bien después de eso, relajado y fresco para empezar bien el día. ¿Acababa de parecer un anuncio de televisión? Si, definitivamente, ser una estrella era lo mío. Ahora tenía que buscar el medio. Después de la ducha, hice la cama y recogí un poco la habitación. Sinceramente aún me daba un poco de miedo estar entre esas cuatro paredes e intenté no abrir demasiados cajones o el armario. No quería encontrarme con algo que posiblemente luego me arrepintiera de haber descubierto. Aún si mi curiosidad peleaba conmigo mismo. No. Esos cajones mejor cerrados. No sabía lo que podía encontrarme ahí. Si, la verdad es que era un poco trágico, ¿qué podría encontrarme en unos simples cajones de armario? ¿Un cadáver? Era un poco patético pero aún así seguía pensando que mejor alejarse de ellos. Además de miedo me producía respeto. Había sido la habitación de Tom, allí habría guardado infinidad de secretos que solo él conocía, secretos acumulados desde que tenía siete años, hasta que se fue a vivir con Dai, a los dieciocho. Once años. Demasiado tiempo, demasiadas experiencias, demasiadas confidencias. Algo que yo, un desconocido para él, no debía profanar. Me habían educado para saber cuando podía meter las narices en un sitio y cuando no debía hacerlo. Y éste era uno de esos momentos en los que convenía quedarse apartado del sitio. Este era el lugar de Tom, no el mío. A mí tampoco me hubiera gustado que un desconocido entrase en mi cuarto y lo revolviera todo para andar buscando cosas sobre mí asi que cogí mi mochila, la cargué al hombre, salí de la habitación dejándola exactamente como estaba y cerré la puerta tras de mí.

Encontré a mi padre en la cocina preparando café. Lo agradecí, realmente necesitaba uno en esos momentos, ayudaría a despejarme y me mantendría despierto durante toda la mañana mientras terminaba con lo que había empezado y me ponía en serio con los estudios de psicología aunque tenía en presentimiento de que eso no iba a funcionar y que caería dormido usando los libros como almohada, cosa que luego iba a pasar factura a mi dolorido cuello. Empecé a pensar que de todos los vicios terrenales, el café era sin duda, mi deliciosa pérdida… Además de Dai. Atacó de nuevo mi mente. Sacudí la cabeza, alejando esos pensamientos de mi cerebro, al menos con esa intención, pero, como siempre, no funcionó.

- Creí que dormirías hasta tarde… - casi ni escuché la voz de mi propio padre, hablándome. Asimilé lo que me había dicho. ¡Necesitaba ese café urgentemente o ni siquiera iba a ser capaz de saber dónde me encontraba!
- Si, suelo hacerlo… Pero esa persiana está rota y me despertó el sol… - Solté medio adormilado, sin saber muy bien lo que estaba diciendo. Perfecto, acababa de sonar como un niño mimado y consentido. La persiana está rota, arréglala si quieres que vuelva a dormir ahí. Había sonado exactamente como eso… ¿O quizá estaba volviéndome un paranoico? Quizá era esa la respuesta más sencilla a todo…
- Oh, es cierto, lo olvidé. Tendré que arreglarla como sea. – sabía que acabaría diciendo una cosa así. Casi estuve a punto de darme un golpe en la frente diciéndome a mí mismo lo estúpido y lo mucho que me faltaba tener tacto con estas cosas…
- ¡No! – dije de pronto- No es necesario la verdad… Además tenía que levantarme temprano para hacer algunas cosas y…

Mi padre rió, y poco después dio un sorbo a su café, con la sonrisa dibujada en sus labios, haciendo que en mis propios labios se curvaba una sonrisa. Ambos bebimos en silencio durante un largo tiempo, poco después nos enfrascamos en una interesante conversación en la que mi padre, haciendo caso omiso a las cartas de mi madre sobre mi vida que él mismo había leído, fingiendo que no lo había hecho; me preguntó sobre todo lo que se había perdido esos años. Le conté las cosas me habían hecho reír, las veces que había sido feliz, nunca mencioné las lágrimas, el dolor, las extensas cartas sin destinatario, las canciones guardadas bajo llave debajo del tablón suelto de debajo de mi cama, las miles de peleas del colegio, en las que había salido herido y llorando, dejé aquellas cosas y tantas otras bajo llave en mi cabeza, él no tenía por qué saberlas, no era que no confiara en él, era simplemente que no quería que se sintiera más culpable de lo que ya se sentía, no solo por haber permitido que mi hermano se convirtiera en el monstruo que era, si no también por haber permitido que yo mismo hubiera sufrido tanto en mi niñez. Quería que él pensara que todo había sido perfecto para mí y que realmente no era un mal padre. No lo era. Él no tenía la culpa de la transformación de Tom, tampoco de la separación con mamá, había sido de mutuo acuerdo, asi que no podía culparlo de nada. Él era mi padre biológico y, aunque llevaba sin verlo tantos años, él se había interesado siempre por mí, había escrito a mamá para que le contara todo lo que me pasaba, y había intentado educar a Tom lo mejor posible. Había puesto su mayor esfuerzo aunque no hubiera dado el resultado que él esperaba, pero que no hubiera sido ese su fin no significaba que fuera mal padre…

Después de hablar largo rato, me anunció que iba a salir con sus amigos por ahí, ya que el domingo era su día libre y quería aprovecharlo. Le sonreí. No tenía que darme explicaciones de lo que iba a hacer, era ya mayorcito para hacer su vida, pero de pronto comprendí que no lo hacía de forma que pudiera pensar que me estaba pidiendo permiso para salir si no mas bien era por decírselo a alguien, esa expresión usada tan frecuentemente en los hogares, el decir: “Voy a salir un momento, vuelvo en unas horas” y al regresar simplemente decir “Ya estoy en casa”,; mi padre hacía tiempo que las había perdido. Posiblemente desde mucho antes de que Tom se mudara. Conociendo lo poco que sabía de mi hermano gemelo podía apostar que mi padre se sentía demasiado solo… Solo, vacío y decepcionado consigo mismo. ¿Cómo podía ser el cabrón de mi hermano tan insensible como para no darse cuenta de lo mal que lo estaba pasando nuestro padre? ¿Era retrasado o que? Porque otra explicación no le daba… Así que me vi sonriendo y deseándole la mejor de las diversiones. Se lo había ganado. Él intentó ayudarme a recoger la cocina poniendo las cosas del desayuno en su sitio y los vasos en el fregadero. Se dispuso también a lavarlos pero no me fié demasiado así que le dije que lo haría yo y que podía irse si quería. Él se mostró ceñudo e insistió en ayudarme pero yo era más cabezota que él, e insistía el doble así que, después de mucho persistir en aquella causa sin sentido él accedió así que cogió su chaqueta, se despidió y salió por la puerta. Increíblemente me había quedado solo… otra vez. Con el miedo que me daban a mí estas malditas calles. Seguía preguntándome cómo demonios se las había ingeniado mi padre para que nadie entrara a la casa todos esos años, e incluso me preguntaba cómo hacían mi padre y mi hermano para no tener miedo. Quiero decir, no el Tom de ahora, si no el niño que yo conocí una vez. El Tom que ahora andaba por esas calles no le tenía miedo a nada. Eso me hizo pensar. ¿Realmente podía ser mi hermano tan frío? ¿Tan insensible al sufrimiento ajeno? Quiero decir, ¿no temía que lo hirieran? ¿Qué lo mataran? ¿Era consciente de que podían joderle la vida? No entendía de dónde mierda sacaba ese valor que tenía, porque estoy seguro que si hubiera sido yo el que estuviese en su lugar me habría ido de aquí hace muchísimo tiempo, pero claro, que yo hiciera eso no significaba que todos aquí tuvieran que ser unos miedosos como lo estaba siendo yo. Intenté olvidarme de aquel pequeño detalle y concentrarme en lo que tenía que hacer, y me puse a ello. Cuanto antes me pusiera a ello, antes acabaría. Me hubiera gustado tener algún CD de música que poner en el viejo DVD, lo que me hizo recordar que si que me había traído conmigo los altavoces del iPod. Así que fui hasta el sofá donde había dejado la mochila y los saqué de ella, los puse sobre la mesa de la cocina, que ya estaba limpia y sin ningún trasto sobre ella, los conecté y la música inundó la estancia. Me gustaba hacer estas cosas con música, parecía que todo era más ameno y que casi se podía hacer todo más rápido. Al menos eso pareció pasar. En menos del tiempo que me había planteado, la cocina estaba acabada, los platos secándose, el suelo barrido y fregado, el cuarto de baño totalmente limpio, en el salón no había ningún trasto inservible que molestara… Estaba todo perfectamente listo. Supongo que la casa fuera tan pequeña y que mi padre no pasar mucho tiempo en ella influía un poco. Así que apagué la música, guardé de nuevo los altavoces y el iPod en la mochila y saqué de ella los libros y apuntes que me había traído. Miré el reloj del móvil. Casi la una de la tarde. ¿Tan rápido se había pasado el tiempo? Realmente me sentí muy extrañado. Había parecido que había sido menos… Igual dentro de poco mi estómago no me iba a dejar estudiar y tendría que preparar algo para comer. No me molestaba, pero papá tendría que traer algo porque yo mismo había vaciado el frigorífico el día anterior, sacando toda la comida que consideré en mal estado. Antes de ponerme con los libros, que dejé sobre la mesita del salón, la que se encontraba entre el sofá y la televisión y llamé a mi padre. Él me dijo que no me preocupara, que compraría algo para comer a la vuelta. Me esperancé que no se le olvidaría. Al menos confié en eso. Poco después de poner el móvil en silencio y dejarlo sobre la mesa, me senté en el sofá y abrí los libros. Empecé a leer, perfecto, hoy estaba inspirado para estudiar, se me quedaban las cosas en la cabeza con mucha mayor facilidad que en los otros días, todo lo que tenía que hacer era no pensar en la rubia de ojos claros… Mierda. Bill, acabas de hacerlo. No, no, no, no Nada de eso, esta vez no me controlaras, puto cerebro. Voy a estudiar, voy a concentrarme 100% en las páginas que tengo delante y no en los claros ojos, ni la inmaculada piel de la rubia, ¡basta! No, ¡se acabó! No quiero pensar en eso, no iba a hacerlo, no iba a volver a caer, había decidido olvidarme de ese asunto, alejarlo de mí, como si no tuviera nada que ver conmigo, y es lo que iba a hacerlo… Alejarlo todo de mí. Así que traté de ignorar los pensamientos que me relacionaban con la ru… con Daiana e intenté concentrarme al máximo con las líneas que tenía delante. No parecía demasiado difícil, así que empecé a memorizar, dándome cuenta de que esas cosas me las sabía de haber estado en clase, genial, si todo iba a ser así de fácil estaba seguro que iba a bordar los finales. Una media sonrisa de satisfacción se curvó en mis labios. Esto iba a estar tirado. Pero no debía relajarme demasiado, tenía que mantener mis notas altas hasta el final.

Cerca de una hora después, alcé la vista del libro para ver la hora en el reloj de la cocina, y vi que eran las dos de la tarde y mi estómago me pedía comida a gritos. ¡Y mi padre aún no había llegado! Miré el móvil, ninguna llamada, nada que me señalara que venía de camino. Joder, me estaba muriendo de hambre y allí no había nada que mereciera la pena comer, al menos no para matar el apetito. Me levanté del sofá y me dirigí de nuevo a la cocina, mirando por todos los sitios buscando algo que me ayudara a matar el hambre que tenía al menos hasta que llegara mi padre con algo más. Estaba buscando como loco por los cajones y armarios cuando llamaron al timbre, esperanzado de que fuera mi padre corrí a abrir, no solo no pensando que mi padre tenía llaves y que podía abrir cuando llegara si no también no pensando con quien me encontraría al otro lado de aquel trozo de madera. Mi reacción fue un tanto inaudita. No me esperaba nada ver allí, plantada, con una bolsa en la mano derecha y un periódico en la otra, a Daiana. ¿Qué hacía allí? Me pregunté, sin pararme a pensar en lo que su visita supondría para mi mente descompuesta, y ahí es cuando me di cuenta del gran problema que se me venía encima. No había pensado en mi mente partida en dos, en aquella lucha que tenía lugar en mi interior entre la razón y los sentimientos, entre el hecho de recuperar a mi hermano, su amigo, su amante, y el de amarla a ella. Bill, eres un jodido masoquista, ¿lo sabías? Sin saber muy por qué, aquellos sentimientos encontrados se vieron desplazados a un segundo lugar cuando vi aquella sonrisa dibujadas en sus delicados y suaves labios, los que tanto me moría por besar, y los que me mataba no poder hacerlo. Agité levemente la cabeza, tratando de quitar esos pensamientos de mi mente, tenía que atenderla, sin permitir que mis pensamientos me delatasen. Ella seguramente habría venido a ver a mi padre para hablarle de Tom… La verdad, seguía sin entender por qué venían sus amigos a hablarle de él a mi padre. ¿No podía él simplemente mover las piernas hasta aquí? ¡Solo había dos calles de distancia! Ni que le fueran a salir ampollas en los pies por caminar un poquito y venir a visitar a su padre de vez en cuando… No, él mandaba a sus colegas, que le salía más fácil.

- Que bien que te encuentro, Moreno, vine a hablar contigo. – me sorprendí. ¿Había dicho que había venido a buscarme? Las mariposas en mi estómago bailaron de felicidad.
- ¿A mí? – intenté disimular mi entusiasmo, enarcando una ceja. Ella asintió con la cabeza. – En ese caso, pasa. No vaya a ser que te congeles ahí fuera. – la había visto, solo llevaba una simple chaqueta, seguramente la camiseta de debajo no abrigara demasiado.

Ella sonrió y la hice pasar, cerré la puerta tras ella, casi estuve a punto de saltar de alegría sin que me viera, incluso hice algún movimiento con el brazo que indicaba mi extremada felicidad pero lo disimulé antes de que ella se diera cuenta de ello. No quería parecer un completo desesperado, asi que la invité a sentarse en el sofá, mientras yo recogía los libros que estaban por toda la mesa, algunos abiertos, otros aún por abrir. Ella clavó los ojos en ellos con cierta fascinación, y, recelosa, posó su mano sobre la tapa de uno de ellos, pasando su dedo delicadamente, como si temiera romperse, por ella. Sentí una extraña sensación, era como si ella estuviera diciéndome algo con aquel simple gesto.

- ¿Sabes? Siempre quise ir a la universidad. Quería estudiar y salir de este mundo de mierda… - dijo agachando la cabeza, clavando su mirada en el libro pero poco después, en cuanto dejó escapar esas palabras, rompió el contacto con el trozo de papel, alzó la vista con una sonrisa falsa y mal disimulada – En fin, mi mundo de fantasía y el real no han ido nunca de la mano…

No supe que decir, me puse a pensar en mi propia vida, yo mismo había decidido ir a la universidad para poder sacarme una buena carrera para en un futuro valerme por mí mismo, pero si nos poníamos a pensar no era algo que necesitase. Mi madre era una honorable doctora, teníamos bastante dinero, nos movíamos en círculos cercanos a la alta sociedad, no estábamos en ella, pero casi, realmente podía haber pasado una buena vida sin necesidad de pasar cuatro o cinco años estudiando. En cambio ahora pensaba en Dai, ella podía haberlo hecho, podía haber ido a la universidad, podía haber estudiado una buena carrera, salir de esta mierda, sabía que podía… ¿Y por qué no lo había hecho? No lo entendía del todo, ¿por no dejar a Tom atrás? ¿Había algo que la ataba a este mundo de mierda tan fuerte que no la dejaba abandonarlo? Quería saber, quería entenderlo… Quería que ella avanzara, que no se quedara estancada en un lugar al que no pertenecía, que fuera libre, que abriese las alas y echara a volar… Conmigo. Maldito pensamiento traicionero y egoísta. Pero admítelo, Bill, eso es lo que realmente quieres.

- ¿Por qué no lo hiciste? – me atreví a preguntar. No sabía si me estaba excediendo demasiado en mi intento de querer más confianza entre los dos pero mi curiosidad había alcanzado límites insospechados. Normalmente, habría investigado por mi cuenta, no preguntaría abiertamente.
- La fantasía nunca vence a la realidad.

Su voz sonó rota, quebradiza, como si sus sueños se hubieran esfumado hacía años, su voz sonó llena de sabiduría, como quien ha tenido una vida larga y llena de injusticias y luchas. Una vida que no le correspondía a una joven de 20 años. No volví a tocar ese tema, me pareció que era algo de lo que ella no quería hablar y por eso no iba a volver a sacar el tema, aquella lucha interior en la que tenían parte su cruda realidad y su mundo perfecto le correspondía solo a ella y entre nosotros no existía la confianza plena por la que se suelen contar estas cosas. Me dediqué simplemente a seguir recogiendo los libros y a guardarlos en la mochila mientras ella clavaba la mirada en un punto perdido en el horizonte, completamente inmersa en sus pensamientos. No tenía que haber preguntado nada, ahora ella estaba en esa especie de trance y yo no sabía exactamente como hacer para que volviera al mundo real, aquel en el que me había visitado sin ninguna razón aparente.

- ¿Y puedo saber por qué me buscabas? – pregunté, poniendo la mochila en el suelo y sentándome en el otro extremo del sofá. La miré a los ojos intentando no perderme en aquella mirada de ojos verdes que tanto adoraba, ella me miró a su vez, borrando esa sonrisa falsa que había tenido desde que me había contestado a mi indiscreta pregunta y dedicándome una más simple y sencilla que adoré con el alma, sobre todo por el pequeño detalle que no era fingida.
- A decir verdad a pedirte ayuda… - ahí es cuando más me sorprendí.
- ¿Ayuda? – pregunté, enarcando una ceja, totalmente sorprendido
- Ajam. Necesito trabajo. He estado mirando los anuncios en este periódico pero todos los buenos que he encontrado estén en los barrios altos por lo que necesito tu ayuda. No sé como mierda los voy a conseguir pero los necesito.

Asimilé la información. Genial, me buscaba para que la ayudara a buscar trabajo… No sabía como debía interpretar eso. Significaba que me llamaba por que era el único que conocía que vivía en los altos, o que realmente no tenía ni idea de cómo hacer que le dieran ese trabajo. Tampoco entendí qué tenía que ver yo en eso, en qué quería que la ayudara. Así que, volví a preguntar.

- Y exactamente, ¿en qué quieres que te ayude? – hice algún movimiento con las manos, pero eso eran cosas mías, siempre movía las manos cuando hablaba. Ella me miró.
- Es muy largo de contar. ¿Te parece que te invite a comer y lo hablamos?- preguntó ella a su vez mientras señalaba la bolsa que había traído consigo.

Con la idea de tenerla a ella aquí, hablándome de verdad, que no era un sueño ni un pensamiento absurdo de mi propia mente que me mostraba lo que yo tanto deseaba; me había olvidado completamente de comer pero cuando ella lo había mencionado mi estómago y mi intestino montaron la fiesta del año, ella rió con aquella melódica risa que la caracterizaba y que me enamoraba cada vez más mientras mi reacción fue la de llevar mi mano al vientre, queriendo que mis tripas dejaran la música para otro momento, insinuando que aquel no era el momento más adecuado.

- Voy a creer que ese es un sí. – bromeó ella, yo sonreí tímidamente como única respuesta aunque en realidad estaba pensando en que la tierra se abriera en ese momento y me tragara entero.

Ella abrió la bolsa y sacó algunas cajitas que dejó sobre la mesita. Las reconocí. Comida china. Ya sabía algo más de ella. Me gustaba. Prefería la pizza pero podría fingir que adoraba esa clase de comida. No, Bill, fingimientos nada que luego te acaba saliendo todo mal. Mi mente debía anotarse otro punto. Empezaba a ganarme por goleada. Tenía que ponerme las pilas pronto y ver como la tumbaba pero ahora tenía que estar con todos mis sentidos alerta. Si mirábamos la situación desde otro punto de vista, esto se podía considerar casi una cita. Ash, Bill, no pienses en eso, ella solo quiere tu ayuda nada más. No hay nada más allá de eso, pero tú siempre con tus ideas románticas y luego mira lo que te pasa, que te cuelgas de alguien y luego ¿Quién sana las heridas? No hace falta ser tan trágico, cerebro, ya había captado el mensaje.

- Comida china- simplifiqué. No sé muy bien por qué.
- Mi favorita. ¿Te gusta? Si no puedo ir a una pizzería o lo que sea…
- No, no tranquila, estoy bien. Me gusta.
- Entonces bien, esto era para Tom y para mí pero nada… Ya se buscará la vida.
- Espera, espera. ¿No será mejor que vayas y se la lleves? Podemos hablar después.
- No te preocupes, aún estará dormido. - ¿estaba segura ella de eso? Miró el reloj- Si, está dormido.

Ambos empezamos a comer en silencio, pero poco después ella empezó a relatarme su plan. Quería conseguir un trabajo en los barrios altos porque allí pagaban mejor, que necesitaba la pasta, y que, además de que yo sabía deambular por aquellas calles, con lo que quería decir que me las conocía mejor, la ayudara también a conseguir un buen atuendo para la entrevista de trabajo. La escuché sin interrumpir. No le pregunté por qué necesitaba tanto el dinero, estaba seguro de que no me lo diría y que solo me dedicaría otra de sus sonrisas juguetonas de burla, por eso me abstuve a preguntar, pero me pareció buena idea. De repente me dí cuenta lo que eso significaba: que podía volver a verla. No, no, no había algo en mí que quería saltar de felicidad, y creo que se me noto en seguida a pesar de mis intentos por disimularlo. Ella pareció no notarlo pero mi pierna empezó a moverse levemente, posé la mano encima y la obligué a dejar de temblar. Demonios, ¿qué me estaba pasando? No era nada normal, a decir verdad desde que la había conocido ya nada en mi parecía normal, aunque os contaré un secreto, sinceramente me daba igual, esa chica me gustaba, me gustaba demasiado, era verla y temblar, dejar de verla y querer volver a tenerla frente a mí. Era querer besarla, sostenerla, apoyarla, escucharla, caminar con ella, era… Todo. No se muy bien donde me dejaba eso, sobre todo teniendo en cuenta que ella me estaba buscando en plan conocidos, buscando ayuda en mí, y yo estaba terriblemente emocionado, como si fuera el fin del mundo, como si de repente todo fuera color rosa, aunque sabía que eso solo me parecía a mí y que esto no significaba nada para ella, sin embargo, para mi se había convertido en el mejor momento de mi vida. Aquel momento no me pareció tan malo ser usado por ella, porque todo era para un bien común, si ella lograba el trabajo en los altos podría ir a verla siempre que quisiera, lejos de Tom, lejos de la idea de que él pudiera aparecer en cualquier momento y me matara. Y así es como me propuse ayudarla en eso, sí, era egoísta y lo siento por eso, pero mi egoísmo nos iba a ayudar a los dos.

1 comentario:

  1. Amanditaaaaa no tienes idea de lo mucho que extrañe tu historia ! de vdd !!! me alegro mucho que estas en la uni y le pones el empeño y esfuerzo que se merece! mucha suerte ya sabes que cuentas conmigo y bueno q decir otro excelente capitulo q me deja como siempre con ganas de leer mas jeje habrá q esperar, muchas graciassss xD .. con cariño .. ae !

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