Hello, Aliens! En primer lugar, lo siento, siento muchísimo el retraso del capítulo. Como les comunicaron las chicas a través de Facebook, acabo de comenzar las clases en la universidad, estoy full de tarea, me tocó el horario de tarde y casi no tengo tiempo para escribir. Intento escribir algo todos los días pero no me alcanza para acabar el capítulo, espero poder ponerme al día pronto y tener los capítulos listos para el día señalado. En segundo lugar, gracias por su enorme paciencia! Sin ustedes esto no sería posible y mi ineptitud ha sido perdonada… Gracias! Y ahora, por último, aquí el capítulo 14 de Fallen Angel, espero que sea de su agrado! ;)
Capítulo 14
By Bill
Hacía un par de horas que había visto como aquella chica rubia que había conseguido hacerme suspirar como nunca antes lo había hecho desparecer calle abajo en dirección a su propia casa, aquel piso que ahora sabía que era suyo por “herencia” de sus padres y al que Tom se había acoplado. Habíamos pasado toda la tarde charlando, sin saber cómo, habíamos entablado una conversión fluida llena de risas y anécdotas, como si fuéramos viejos amigos que se volvían a encontrar después de una larga temporada. No me importó sin embargo. Disfruté de su compañía cada segundo que permaneció sentada a mi lado, viéndola reír, charlar conmigo, infinitas habían sido las veces que me había quedado totalmente perdido en su mirada, en aquellos ojos verdes tan profundos que parecían haber vivido muchas experiencias, completamente absorto en su delicado y hermoso rostro, deseando que se detuviera el tiempo, que las horas se congelase, deseando que ella no se fuera nunca. Parezco un loco paranoico estúpido y enamorado pero me daba igual. Es lo que había deseado y no me importa admitirlo. Tenía que reconocer que esa chica me tenía totalmente enganchado, casi parecía perder la consciencia sobre mí mismo y eso no era nada normal en mí. Siempre me había mantenido firme y algo frío en lo que se corresponde a estos temas. La única chica con la que había estado si, me gustaba, pero no me volvía loco como lo hacía la que acababa de conocer, la que se hacía paso entre mis pensamientos para llegar hasta la única parte de mí que me había jurado mantener a salvo: mi corazón. ¿Cómo lo estaba haciendo?¿Cómo lo conseguía? No tenía respuesta para ninguna de estas dos preguntas, tampoco me importaba demasiado. Me sorprendí ante esto. No era normal en mí, siempre me había mantenido receloso en estos temas. No quería que me hicieran daño, pensamiento que puede que sacara de las muchas películas norteamericanas que había visto o simplemente observando la propia experiencia de mi madre con los hombres. Sin embargo ahora permanecía completamente a su merced, tan jodida y asquerosamente. Parecía un maldito títere con el que ella podía jugar hasta cansarse, nunca diría nada, siempre permanecería en silencio, no importaba cuantas veces me despreciara, me tirara, me cortara en mil pedazos, yo le seguiría perteneciendo sin importar nada. Y lo peor de todo era que sabía que no tenía ningún tipo de oportunidad. Solo había que mirarla para saber que tipo de chico le gustaba: los rebeldes, los tipos rudos y en cierta forma marginal. Porque ella se sentía exactamente como ellos. Era imposible que se fijara en mí, un tipo de los barrios altos que se había criado en los mejores colegios, y estaba estudiando en la universidad. No tenía nada que ver con la clase de vida que ella llevaba, éramos personas completamente diferentes y que nuestros caminos se hubieran hecho paralelos por cosas del destino no significaba que fueran a entrelazarse. Era algo imposible, es lo que decía mi mente, pero mi corazón no quería aceptarlo. ¿Por qué iba a abandonar la lucha sin ni siquiera haber dado mi primer paso? No sé como estaba sucediendo pero en mi interior comenzaba la batalla entre mi razón y mis sentimientos, enfrentados en bandos distintos, apuntados por cañones y pistolas. ¿Quién ganaría? No tenía la más mínima idea de aquella respuesta. Solo quería seguir en el juego. Ella no me había dado indicios a que desapareciera de su vida, al contrario que mi hermano, ella se había acercado, habíamos hablado, habíamos pasado un momento divertido. Me gustó aquella sensación de paz que flotó en el ambiente cuando estábamos sentados en aquel viejo sofá del salón. Era diferente a cuanto hubiera sentido y se sentía absurda y jodidamente genial. Sin embargo, había un problema, no solo las diferencias palpables entre nosotros, si no también mi hermano. Ella había dejado claro que no estaban juntos, a pesar de todo, ella no lo quería de la forma en que yo me había imaginado. Al menos eso había dicho. Mi apuesta era otra completamente diferente. Puede que ella no se hubiera dado cuenta pero ahí había algo rematadamente extraño. Recordaba la forma en que él me demostraba su “propiedad” el día que nos habíamos visto por primera vez en mucho tiempo con el simple gesto de tomarla por la cintura y apartarla de mi vista. Sin duda se había dado cuenta de que la había estado mirando, fascinado y extrañado a la vez, fascinado por haberla visto después de haberme auto convencido de que no la volvería a ver y extrañado por encontrarla en el lugar dónde menos me había esperado, sorprendido por descubrir que era ella la chica con la que vivía mi gemelo. Ese era el problema. Que aunque ella tuviera claro su papel, al parecer mi hermano no lo tenía del todo asimilado, con ese simple gesto me demostró mucho más que las palabras pronunciadas por ella en toda una tarde. Y lo peor es que no sabía cómo luchar contra eso o si debería hacerlo. Ella me gustaba, me gustaba muchísimo, pero él era mi hermano, a pesar de todo su odio hacía mí y sus palabras cargadas de rencor. ¿Qué debía hacer? Me pregunté aún sabiendo que la respuesta a esa pregunta no me la iba a otorgar yo mismo. Suspiré. No había mucho que yo mismo pudiera hacer. Tenía que alejarme, era la mejor solución, aunque no quisiera. Era algo injusto, lo sabía, aún no comprendía del todo por qué debía hacerlo pero era la realidad, mi triste y oscura realidad, la que me decía que era más importante recuperar a mi hermano perdido que no pelearme con él por una chica. Aunque esa chica fuera Daiana… No, eso no ayudaba. Debía apartar ese pensamiento de mi mente, no me ayudaría en nada en mi propósito y me causaría más daño del que ya albergaba. Por eso debía alejarme completamente de ella, aunque era tan jodidamente difícil…
“¡Basta!”Me dije a mí mismo agitando la cabeza en ambas direcciones, intentando de alguna forma evitar que ese pensamiento volviera a mí. Tenía que hacerlo aunque doliera, aunque me jodiera, era por mi bien, una chica como ella no me haría bien, era diferente a mí y jamás se iba a fijar en alguien como yo. Asunto zanjado. No pensaba darle más vueltas al tema, ahora iba a cerrar los ojos y a intentar dormir. Ella había pasado prácticamente la tarde aquí en casa, después había llegado mi padre de trabajar, habían intercambiado algunas palabras con respecto a mi hermano y luego ella se había marchado. Poco después había preparado algo de cena para mi padre y para mí, me había dado una ducha rápida y me había tumbado… en la cama que había pertenecido a mi propio hermano. Mi plan había sido dormir en el sofá, pero mi padre había insistido y me había visto obligado a entrar a esta habitación que yo mismo me había dedicado a criticar pensando en cualquiera de las posibilidades que había de encontrar algo extraño entre esas cuatro paredes. Ahora que estaba dentro, me parecía de lo más normal. La habitación no tenía apenas muebles, solo contaba con una cama, un armario en el que una de las puertas no cerraba del todo, un pequeño escritorio situado en la pared opuesta a donde estaba la cama y una silla. Era bastante modesta la verdad, y a pesar de la capa de polvo que cubría los pocos muebles y la puerta que acabaría descolgándose algún día, estaba bastante bien. La pintura de las paredes también estaba algo desgastada y posiblemente necesitaba una nueva capa pero no iba a hacerlo, aunque supiera y pudiera. Comprendía por qué mi padre mantenía la habitación intacta, por qué permanecía cerrada, albergaba la idea de que Tom algún día regresara. En el fondo pensaba que era una idea absurda, que el cabrón de Tom nunca volvería a pisar el suelo de esa casa pero no quería arruinar la ilusión de mi padre. Él era feliz pensando en eso y no tenía por que estropear eso.
Girando de nuevo sobre mí mismo y quedando con la vista clavada en la pared intenté desvanecer mis horribles pensamientos de mi mente sin ningún éxito. Me preguntaba por qué me costaba tanto deshacerme de ellos, ¿sería por la culpa que me invadía por dentro? Debía ser eso porque otra explicación no conseguía obtener. Cerré los ojos e intenté por todos los medios posibles que aquellos pensamientos que me habían estado invadiendo desde que ella se fuera se esfumaran por completo. No los quería conmigo, no debía pensar en ella, me estaba haciendo daño a mí mismo, tenía que evadir aquellos como fuera. Y lo iba a conseguir. ¿Cómo? Aún no tenía ni idea pero estaba en ello. Lo importante era mantenerme ocupado como fuera. Así que mañana temprano acabaría de limpiar la casa de mi padre y me pondría a estudiar. Faltaba poco para los exámenes y no quería bajar mi nota media, debía mantenerla como fuera. Ok, ya tenía un buen plan para pasar el tiempo, esperaba que no se me fuera al traste y, sobre todo, esperaba que ella no apareciera porque si lo hacía iba a tirar todos mis planes a la mierda. Eso debía hacer. Mantenerme ocupado. Y eso es lo que iba a hacer ahora, iba a cerrar los ojos y a dejar mi mente completamente en blanco. Si no pensaba en nada mi cuerpo se rendiría solo a los brazos de Morfeo y todo sería mucho más fácil así. Ya no sería consciente de mí mismo y durmiendo yo no podía controlar a mi subconsciente. Genial, Bill, estás hecho un completo paranoico. Lo mejor sería apartar todas estas ideas absurdas que se te cruzan por la mente en cuanto tienes una oportunidad para pensar. Realmente estás fatal de la cabeza, amigo mío. Dices que quieres estudiar psicología pero eso es exactamente lo que necesitas, my friend, un puto psicólogo antes de que pase alguna desgracia y acabes, no se, creyéndote atacado por tu propia mente. Ahí tenía que darle un punto a mi cabecita, iba a volverme loco en cualquier momento y debía tranquilizarme. Todo iba a estar bien, tenía que hablar con Gus, contarle todo, confiar en él como lo había estado haciendo todo este tiempo, seguro él me iba a ayudar en todo lo que necesitara. A decir verdad, todavía no sabía por qué no se lo había contado ya. Era mi mejor amigo, el que siempre había estado conmigo en cualquiera de los malos momentos de mi vida, también en los buenos. ¿Por qué demonios le estaba ocultando algo como aquello? ¿A él que merecía antes que nadie saber la verdad? ¿Tenía preferencia el idiota de Jeremy antes que él? Claro que no. Entonces, amigo mío, ¿por qué se lo contaste todo antes al rubiales que a tu mejor amigo? Ni yo mismo me podía entender. Se lo había contado a Jeremy por la situación en la que me había visto involucrado. Jeremy me había visto en los barrios bajos y por mucho que yo le negara este hecho era imposible que me creyera. Estaba comprobado, no había nadie igual a mí en aquellas calles, quitando a mi hermano gemelo que quedaba descartado inmediatamente debido a nuestras grandes diferencias palpables a la vista de cualquiera. El rubiales me había visto sin margen alguno de error. Y por eso me había visto casi obligado a contarle todo. ¿A quién estaba intentando engañar? ¿A mí mismo otra vez? Había terminado contándoselo todo a Jeremy porque me lo había encontrado justo en el momento en el que más necesitaba hablar con alguien, él no me había hecho preguntas absurdas, las preguntas que me había hecho eran simplemente necesarias, necesarias para hacerme ver la mala persona que había sido durante todos estos años. Aunque eso no justificaba por qué no le había dicho nada a Gus después, por qué no había cogido el teléfono y le había hablado sobre todo lo que se me pasaba por la cabeza, sabiendo que él estaba al otro lado, que me escuchaba como lo había estado haciendo todo este largo tiempo. Ahora empezaba a sentirme realmente mal. Le había estado ocultando la gran verdad de mi vida a una de las personas más importantes que estaba en ella. ¿Qué nombre le podía poner a eso? Tenía que hacer algo… Tenía que disculparme por lo que había hecho, tenía que decirle la verdad…
Segundos más tarde me vi enganchado al teléfono, escuchando el tono de llamada del móvil de mi mejor amigo, y con los ojos un poco humedecidos cuando escuché su voz al otro lado del teléfono. No pude articular ni una sola palabra coherente. La culpa me abrasaba por dentro y no mucho más que estúpidos balbuceos ininteligibles escapaban de mis labios. Tenía que tranquilizarme, decirme a mí mismo que así no solucionaba nada, sin embargo, lo que podía sentir en mi interior era peor que toda mi estúpida razón…
- ¿Bill?
Escuché su voz pero no pude hacer nada, un par de lágrimas escaparon de mis ojos sin yo poder hacer nada para retenerlas. Sabía que me estaba comportando como un completo idiota, un niño estúpido incapaz de afrontar sus propios problemas, pero eso mismo, en esos mismos momentos pasaba a un jodido segundo plano. No me importaba, estaba solo, nadie podía verme y solo él podía escucharme. Mi padre había salido y estaba solo en casa. ¿Si tenía miedo? Estaba muerto de miedo. Nunca había pasado una noche en estas calles y aunque la casa parecía segura, no tenía ni una maldita alarma. ¿Qué clase de ciudadano viviría en esas calles sin una alarma que advirtiera a la policía en caso de posible allanamiento de morada? Pero estaba hablando de mi padre, el que nunca estaba en casa y que no poseía nada realmente de valor y lo poco que tenía, lo conservaba consigo. ¿Qué demonios estaba pensando ahora? Tenía a mi mejor amigo al otro lado del teléfono y solo pensaba en lo atemorizado que estaba, y en lo que ocurriría si alguno de los chicos del barrio entraban por esa puerta buscando algo que robar. Me había asegurado bien que todas las puertas y ventanas con acceso directo a la casa estuvieran completamente cerradas antes de acostarme así que mi miedo era una jodida mierda de la que debía desprenderme, afrontando así la conversación que tenía pendiente con el rubio y que me estaba sentando peor que una patada en el estómago. Debía decirle todo. Cuanto antes. Lo sabía, la cuestión era: ¿cómo? Después de todo este tiempo que había pasado ocultándole aquel hecho qué iba a decirle. ¿Hola, Gus. Adivina qué: encontré a mi gemelo? Sonaba tan jodidamente estúpido y falso… Pero era algo. Y era mejor que nada.
- Hola, Gus… - saludé con voz temblorosa
- ¡Al fin contestas! Estaba empezando a preocuparme… - contestó él a su vez, aliviado. - ¿Dónde estás? Llamé a tu casa para quedar porque no me cogías el teléfono y tu madre me dijo que…
- Gus, estoy en casa de mi padre. – lo solté tan rápido que tuvo que tomarse un tiempo para asimilar la idea.
- ¿Qué? – logró pronunciar después de un tiempo de asimilación. – Bill, ¿dónde te has metido?
No iba a ocultarle por más tiempo la verdad, así que empecé a narrarle todo cuanto había pasado desde la noche en que lo había estado esperando en la sala de espera del hospital mientras atendían su mano hasta el instante en que me había despedido de Daiana en la puerta de la casa de mi padre. Él me escuchó sin apenas decir nada, tal y como yo mismo sabía que iba a hacer, escuchó todas y cada una de mis palabras, interrumpiéndome cada cierto tiempo para recopilar todo lo que le había estado diciendo en su intento de asimilar la nueva información que le estaba aportando. No me podía creer que resultara tan jodidamente fácil hablar de esto con él. Y me dí cuenta demasiado tarde. Había pasado demasiado tiempo, y eso me lo echaba en cara yo mismo una y otra vez, a pesar de que él nunca mencionó nada al respecto. Debía haber hecho esto mucho antes, antes de que me jodiera a mí mismo, antes de que todo se complicara. Pero era demasiado tarde para intentar borrar el pasado, debía hacer frente a la situación que vivía en esos momentos y afrontarla. Él seguía escuchando al otro lado del teléfono sin decir nada que indicase algún tiempo de explicación. Y eso se lo agradecía con el alma. No sabría qué decirle si no.
- Entonces, ¿quieres decir que estás intentando recuperar a tu hermano, que te odia, y encima que te has enamorado de su novia?
- Algo así… - ¿cómo iba a explicarle a él la complicada relación que unía a Tom con la rubia si yo mismo no lo entendía? –
- Estás jodido, tío.
- ¿Realmente lo crees? Dime algo que no sepa, Gustav…
Él rió ante mi sarcasmo exagerado y poco después lo acompañé. Tenía razón, estaba bien metido en la mierda, y encima no encontraba la forma de salir. La preocupación que se había apoderado de mí antes de hablar con mi mejor amigo se esfumó en escasos minutos, dando paso a la risa paradójica, la despreocupada, la que sabía que iba a contar con el apoyo del rubio en todo, que me iba a ayudar, que no iba a parar hasta que tuviera a ambas cosas: a mi hermano y a la chica. Aunque fuera la cosa más imposible del mundo. Sabía que para él no había nada imposible. Difícil puede pero no imposible.
By Daiana
Intenté hacer el menos ruido posible cuando abrí la puerta de casa con la llave y pasaba dentro. Había pasado toda la tarde fuera y me preguntaba qué le iba a decir a Tom si se había despertado y había visto que no estaba. No era que me controlara excesivamente ni que tuviera que darle explicaciones sobre lo que hacía o dejaba de hacer, pero desde que nos habíamos enterado de que mi padre había salido de la cárcel estaba mucho más pendiente de mí de lo que a mí me gustaba. Quería saber siempre donde estaba, qué hacía y con quién estaba lo que consideraba un poco exagerado de su parte y se lo había dicho muchas veces pero él seguía en las mismas. No me dejaba ni un instante. Empezaba a preguntarme si había sido buena idea volver a dejarlo entrar en mi casa así sin más. No me malinterpreten, no quería que se fuera, me gustaba vivir con él, a pesar de todo lo que podía traer consigo en su contra, pero eso era algo con lo que ya había vivido dos años y a lo que estaba completamente acostumbrada. Lo que me hacía querer echarlo de nuevo era su excesiva preocupación, como si yo no pudiera cuidarme sola, como si no fuera capaz de defenderme. Y eso me ponía de los nervios porque claro que era capaz, nada me impedía levantar la navaja y utilizarla contra alguien que intentara joderme la vida en cualquiera de los sentidos posibles. Y eso él lo sabía mejor que nadie. Por eso no entendía su extrema y jodida manía por controlar mi vida como hasta ahora nunca había hecho. Lo odiaba, odiaba que hiciera eso, pero lo entendía, de alguna forma demostraba que realmente le importaba. No contaba con esa preocupación cuando se trataba de los otros tres… No digo que no se preocupara por ellos también, en cierta forma, solo digo que al menos no de forma tan extrema. Despacio fui caminando por el pasillo haciendo el menor ruido posible y cuando estaba a punto de cruzar la puerta de la cocina siguiendo a mi fiel amigo, un carraspeo procedente del sofá a mis espaldas me hizo girar la cabeza, sorprendiendo allí a mi amigo, que me miraba con mirada acusadora…
- ¿No podrías llamar? – me preguntó directamente clavando su acaramelada mirada en mis ojos verdes.
- Me quedé sin batería… - fue lo único que se me ocurrió decir, lo cual era bastante cierto. Ya había salido de casa con poca batería en el teléfono y las horas muertas que había pasado en la antigua casa de mi compañero de piso en compañía de su reaparecido hermano gemelo habían agotado hasta la última gota que le quedaba.
- Eso no es excusa. ¿Estabas con Anne? – negué con la cabeza - ¿T.J.? – volví a negar - ¿Georg? – asentí levemente. No podía decirle la verdad. Seria perfectamente capaz de salir corriendo en busca de su hermano y darle un buen golpe. Le había dejado completamente claro que yo era suya, cosa que no era cierta pero que él seguía empeñado en creer. Lo cual aún no entendía por qué. Yo era la más hija de puta de todas las chicas con las que había tenido la oportunidad de cruzarse, no podía ofrecerle nada… ¿por qué ese apego hacia mí? - ¿Y no pudiste coger su móvil y darme un toque? – volví a prestarle atención, me había quedado completamente fuera de órbita y por un segundo no sabía de lo que me estaba hablando.
- Me olvidé. – él puso los ojos en blanco.
- ¿Qué mierda estabas haciendo con el melenudo que te olvidaste de llamarme? – me hizo gracia lo de “melenudo” mira quien estaba hablando… Aunque noté la segunda intención con la que iba esa pregunta. Torcí el gesto. Odiaba cuando se creía que era mi dueño, cuando pensaba que no podía follar con nadie más que con él.
- Lo que haga o deje de hacer con Georg no es asunto tuyo.- remarqué las dos últimas palabras junto con la negación. Acompañé mis palabras con un giro brusco de cabeza, dispuesta a seguir mi camino, ligeramente enfadada. Pude escuchar sus pies sobre el suelo de madera caminando hacia mí. Obviamente la discusión no había acabado aquí. Era demasiado fácil… y demasiado pronto.
- ¿Me estás diciendo que te estás acostando con Georg? – preguntó, cabreado, aferrando mi muñeca y girándome de golpe de forma que quedara mirándolo a los ojos. Sonreí para mis adentros. Empezaba a notar su vena posesiva, la que se demostraba un poco celosa de mis posibles otros amantes…
- ¿Estás celoso, Kaulitz? – enarqué una ceja, divertida, provocándole, al tiempo que de mi boca surgían estas palabras. Funcionó. Él empezó a reír a carcajadas como un loco maníaco que podía dar miedo a cualquiera… Para mí significaba otra cosa bien distinta: intentaba proteger su ego. Había dado en el clavo. No estaba celoso pero tampoco quería que me fuera por ahí buscando algo que él podía darme. Estúpido Kaulitz… Estaba harta de toda esta mierda. De su jodida estupidez. De su mierda. De su juego… Había sido divertido ahora empezaba a cansarme…
- No me provoques, rubia… -
Eso me pareció gracioso. No sé muy bien por qué pero no pude evitar reirme a carcajadas, la expresión en su rostros, sus ojos fijos en mí, su mano aferrando mi muñeca, claramente cabreado, todo me parecía de lo más gracioso. Y mi risa estaba haciendo que se cabreara aún más todavía. Me importaba una mierda. No le tenía miedo. Estaba preparada, esta vez no iba a ser como en el baño, esta vez no lograría alcanzar mi cuello con sus manos, esta vez la pelea se daría de forma más interesante, con cada uno de nosotros en los lados opuestos del cuadrilátero, sin importar la considerable fuerza que él tenía y de la que ni yo misma poseía la mitad, eso no importaba demasiado, él podía ser fuerte pero yo era más rápida.
Clavando la mirada en aquellos ojos del color de la miel, mirándolo desafiante, pude anticiparme a sus movimientos, sabía que él creía que me tenía bajo control solo porque me tuviera sujeta por la muñeca, pero eso no era cierto, rápidamente podía deshacerme de su agarre y ser yo quien lo tuviera a él. Había estado practicando mucho ese movimiento últimamente y había llegado la hora de ponerlo en práctica. Pero no había llegado todavía el momento, estaba esperando cualquier movimiento suyo, esperando para ver cual sería su próximo paso, quería observarlo antes de atacar, como un depredador observa a su presa escondido entre la sabana. Parecía que sus pensamientos eran exactamente iguales que los míos, ambos nos manteníamos al acecho, clavando la mirada en el otro, esperando a que el otro hiciera o dijera algo… Y entonces comprendí que aquello no iba a llevar a ninguna parte, los dos estábamos acostumbrados a esto, utilizábamos la misma técnica de combate y ninguno se iba a cansar, podíamos estar así toda la noche que no iba a pasar absolutamente nada. Por eso me decidí a dar el primer paso. Me relajé. Inspiré y expiré el aire que llenaba mis pulmones en forma de rendición. Él aprovechó para acercar su rostro al mío, reposar sus labios sobre los míos y pronunciar las palabras que yo estaba esperando:
- Jaque mate.
Mi momento había llegado. Rápida como un lince y con una sonrisa burlona dibujada en mis labios aferré su muñeca con mis dos manos y en un veloz y certero movimiento conseguí paralizarlo clavando su propio brazo sobre su espalda presionándolo con el mío propio.
- Jaque mate, Kaulitz. – sonreí, burlona.
Casi pude escuchar sus pensamientos ante mi simple gesto, estaba segura de que me estaba maldiciendo y acordándose de toda mi familia al completo pero la satisfacción no podía quitármela por muchos insultos o muchas maldiciones que soltara. Sin embargo, sabía que el juego había empezado, que él no iba a quedarse de brazos cruzados viendo como lo ganaba en una batalla, él iba a atacar, pronto, de la manera más cruel y violenta que jamás hubiera habido. Iba a ir a por mí y yo estaba preparada para ello. En cierta forma lo echaba de menos. Desde mucho tiempo atrás, puede que desde que nos hubiéramos conocido, nuestra relación había estado basada en todas estas batallas. No había pasado ni una sola semana, ni un solo día, que no dedicáramos un tiempo a pelear como dos condenados, repartiendo puñetazos, patadas, mordiscos y demás que nada tenían que ver con la broma. Nos peleábamos en serio, acabábamos llenos de moratones, de marcas y con un gran dolor pero siempre acabábamos riendo a carcajadas, tirados por los suelos, y luego nos comportábamos como dos amigos normales que nunca hubieran tenido alguna pelea de aquella índole. Pero eso había sido mucho antes de entrar en la adolescencia, cuando no éramos más que un par de críos que peleaban para tener algo con lo que matar el aburrimiento, algo que les permitía entrenarse, con lo que podían hacerse un poco más fuertes cada día, preparándose para lo que podía pasar en la vida real, donde perfectamente podían ser atacados por cualquiera sin ser ninguna broma, dónde sus vidas dependían de su forma de defenderse. Por eso, mientras los críos de los barrios altos y los más mimados de los bajos fardaban y se metían en estúpidas peleas, nosotros estábamos preparándonos para el futuro, el que siempre habíamos querido para nosotros y el que ahora poseíamos, el respeto de la gente del barrio. Ah, bueno, lo que estaba hablando. Las risas y las bromas habían estado bien cuando éramos unos niños pero al llegar a la adolescencia y descubrir lo unidos que podíamos llegar a sentirnos todo quedó eso se desplazó a un bonito segundo plano, y mezclamos las peleas con lo que habíamos descubierto: el sexo. La violencia que podía salir de allí era demasiada, puede que si fuera una película todas esas escenas estarían jodidamente censuradas. Y eso era lo que iba a venir a continuación.
Cual adivina sentí cómo el se giraba tan rápido como se deshizo de mi brazo, sin parecer apenas que mi certero movimiento le hubiera causado daño alguno, se giró hacia mí cuando yo ya estaba preparada para volver a atacar.
- Cuidado, rubia, no juegues con fuego…
- Genial, hoy me siento de lo más pirómana.
- Tú te lo has buscado.
Y entonces atacó. Levantó el puño decidido a darme un puñetazo pero lo esquivé. Acababa de decirlo, él era fuerte, claro, era un tío, que me sacaba más de cabeza y media, y el cabrón era asquerosamente bueno en la lucha. Eso contaba a su favor pero yo era mucho más ágil. Podía escaquearme de todos sus golpes. Y así lo hice, me agaché en el último momento y empecé a correr, no por miedo, si no por juego, sabía que él me perseguiría poco después y que volvería a intentar pegarme, no lo conseguiría, y entonces se cabrearía pero le gustaría y solo así comenzaría de nuevo nuestro juego. Fascinante, hacía poco comenzaba a creer que me estaba cansando de nuestro estúpido juego y ahora me encontraba con ganas de volver a ponerlo en práctica. ¿Momento bipolar? Puede. Esos momentos abundaban en mi vida más de lo que me veía capaz de admitir.
Así me vi cara a cara con mi deseable compañero de piso, con el mugriento sofá de por medio. Él me miraba y sonreía, esa típica media sonrisa suya de satisfacción que tanto le caracterizaba, siguiendo con la mirada todos mis movimientos; yo me reía a carcajadas al verlo tan concentrado. Sabía como iba a acabar aquello pero era divertido fingir que me daban igual sus encantos de don Juan, que a mi no me afectaba su don para la seducción, que realmente él no me interesaba nada en el plano sexual… Solo era un juego, claro. Y así me vi corriendo por todo el pasillo, el salón y parte de la cocina en un intento de huida totalmente frustrado riendo como una loca desquiciada mientras él me seguía muy de cerca…
- Sabes que no puedes escapar de mí, rubia… ¿Por qué lo intentas siquiera? – preguntó él con una media sonrisa dibujada en los labios, esa estúpida media sonrisa que lo hacía tan jodidamente irresistible. ¿Estaba rindiéndome tan fácilmente? ¡Jamás!
- No te creas tan irresistible, Kaulitz… - intenté hacerme la dura, aunque mi tono de voz sonó totalmente a guasa.
- Dime eso mientras te follo, rubia. –
No se andaba con chiquilladas, nunca lo había hecho, ¿por qué iba a empezar a hacerlo ahora. Lo observé mientras le echaba una ojeada a mi alrededor. Maldición, no veía ni un solo hueco por el que escabullirme esta vez, me había dejado totalmente alejada de cualquier punto que pudiera darme una escapada fácil. Sin saber cómo me había quedado aislada entre su cuerpo y la pared. ¿Cómo demonios había conseguido hacer aquello? Miré a mi alrededor buscando una mísera salida pero no encontré ninguna. Y él lo sabía. El muy cabrón me miraba completamente satisfecho, clavando sus ojos del color de la miel en los míos, mordiendo el labio inferior, jugando con aquel aro plateado del mismo. Jodido cabrón. Me sentía casi perdida… casi hasta que se encendió una bombillita en mi cerebro, él me había ganado esta partida pero el juego continuaba, yo había jugado mis cartas y había perdido, ahora le a él jugar las suyas y esta vez si que no pensaba perder…
El rastafari avanzó un par de pasos en mi dirección, tan jodidamente seguro de sí mismo, estaba a punto de darle una buena patada en la entrepierna pero me contuve, me recordé que ahora él creía que yo había perdido y que me encontraba sumisa. Jugaría mi papel un poco más, solo el tiempo que me permitiera pensar en cómo continuar con aquello antes de lo previsto. Si le propinaba un rodillazo en la entrepierna el juego se acabaría demasiado pronto y eso no estaba en mis planes, quería disfrutar hasta el final.
- ¿Te diste ya por vencida? –
Preguntó en un susurro dejando su aliento sobre mi cuello, haciendo que me estremeciera de puro placer… Pero eso no iba a poder conmigo, era mucho más fuerte que eso, podía resistir, solo tenia que pensar en cosas frías, Alaska, nieve, avalanchas, tormentas de nieve… ¡no funcionaba nada! Maldita sea… ¿Cómo podía llegar a sentirme de aquella manera por un simple gesto tan cotidiano y tan… jodidamente sexy? Entonces él empeoró las cosas, cuando creía que mis piernas empezaban a fallarme, cuando mi mente se estaba acostumbrando a la idea de que iba a volver a perder y que no iba a estar tan mal el premio de consolación, a pesar de mis ganas de seguir fingiendo que cosas como esta no me afectaban en lo más absoluto, él dio un paso más allá, posando su mano sobre mi cadera, subiendo la camiseta despacio, haciendo que mi mente empezara a hacerse trizas, y para joder más y sentirse más poderoso sobre mí, empecé a notar su lengua en mi cuello, trazando algún camino hacia mi oído donde con la voz mas jodidamente seductora que había escuchado en mi vida pronunció las palabras:
- ¿Cuánto más piensas seguir haciéndote la dura?
Juro que morí. Al menos eso creí antes de decirme a mí misma que debía ser fuerte, que nada de eso me afectaba, que era una estatua de piedra, que no era humana que… ¡Dios! ¿Por qué me estaba engañando de esa manera? Nunca había sabido cómo mierda conseguía hacerme enloquecer de esa manera pero lo hacía, desde la primera jodida vez, me hacia sentir como ahora, completamente abandonada a él, y no entendía por qué. No lo entendía o no quería entenderlo. Porque de una cosa estaba segura, no era amor lo que sentía, antes muerta que ese estúpido sentimiento de adolescente que te hacía olvidarse hasta de uno mismo, no ese estado alucinógeno en el que te hacía entrar en un mundo aparte y el que te alejaba de la jodida realidad, aquello solo tenía una definición: era simplemente sexo. No había nada más que eso. No significaba nada más. ¿Por qué seguía empeñada en buscarle alguna explicación a lo que él influía en mí? Joder, solo había una que necesitaba saber, que él sí sabia lo que hacía, que no era un niñato de mierda, que sabía donde y como tocar para hacerme enloquecer… Entonces, maldita rubia, ¿por qué buscas más explicaciones?
Entonces fui yo la que actué, empujándolo contra la otra pared del pasillo en el que me había visto arrinconada, buscando sus labios tan jodidamente desesperada, mientras él con una sonrisa burlona atendía mis caprichos, correspondiendo mis besos, mordiendo mi labio inferior hasta que éste sangrara, lamiendo la herida, arrastrándome de nuevo sobre la pared con violencia, haciendo que me golpeara la espalda contra el duro ladrillo una vez más, todo mientras sus manos se aferraban a mi trasero. No me quejé, en ningún momento le advertí que dejara de hacerme daño de aquella forma tan cruel, sobre todo, porque me gustaba. Nunca dije que nuestro juego fuera algo delicado, tampoco un cuento de hadas, así que no es de extrañar que todo aquello no fuera claramente normal. Como es obvio ninguno de los dos cabíamos en la definición de normal pero tampoco éramos masoquistas. Disfrutábamos con los mordiscos, la violencia, la brusquedad pero nunca iba a entrar en nuestra habitación un jodido látigo ni nada que reflejara ese tipo de sumisión. Un mordisco en el cuello me hizo volver a la realidad, tenía que estar aquí, con los cinco sentidos, no podía permitir que mi mente volviera a viajar a su antojo, sentí como mi camiseta ascendía por mi costado hasta que abandonó mi cuerpo, una de mis manos aferrando sus rastas entre mis dedos, la otra se relamía de gusto con sus machacados abdominales debajo de su camiseta, que no tardó en desaparecer, tirada en el suelo haciéndole compañía a la mía propia. Sentía cómo mi cabeza empezaba a dar vueltas sin control, como mi cuerpo aumentaba de temperatura simplemente con el solo e increíble roce de su piel contra la mía, como mi ropa interior comenzaba a humedecerse, sobre todo al sentir la presión de su sexo contra él… Estaba empezando a perder la razón y eso no era nada bueno para mí, porque no sabía con exactitud lo que podría pasar si mi casi inexistente parte razonable de mí me abandonara en un momento como aquel. Descubrí, a sí mismo, que tampoco me importaba, sobre todo porque no iba a ser la primera vez que ocurriera. Había vivido esto otras veces y no me había pasado nada… Sin embargo, ¿por qué empezaba a sentirme un poco culpable si que es que era eso lo que sentía? Ni siquiera sabía qué mierda se me estaba pasando por la cabeza, sabía que debía mantener toda esa mierda lejos de mí y estar allí, en ese pasillo, en esa casa, con los cinco sentidos puestos en lo que estaba haciendo pero mi mente empezaba a divagar sin saber muy bien por qué. No era una estúpida mojigata, joder, me gustaba esto, ¿por qué de repente me paraba a pensar en estupideces? Mi jodida mente me estaba poniendo de los nervios últimamente, no hacía más que pensar y pensar y eso me fastidiaba realmente, sobre todo porque, en situaciones como aquella, no me dejaban disfrutar el delicioso momento…
Sentí mis piernas alejarse del suelo al tiempo que él me embestía de nuevo sobre la pared y me alzaba mientras mordisqueaba sin cesar mi cuello descendiendo con sus mordidas hasta mi escote, las sentí enredarse en su cintura, sentí sus manos aferrarse a la cintura de mi pantalón, su lengua en mi piel, mi cuerpo estremecerse, un suspiro escapando de lo más profundo de mi garganta y en mi mente la imagen tierna de un chico moreno, de pelo largo, ojos ahumados, mirada pura, tierna, clara, transparente… Bill.
Abrí los ojos de par en par.
¿Qué demonios había sido eso?
Capítulo 14
By Bill
Hacía un par de horas que había visto como aquella chica rubia que había conseguido hacerme suspirar como nunca antes lo había hecho desparecer calle abajo en dirección a su propia casa, aquel piso que ahora sabía que era suyo por “herencia” de sus padres y al que Tom se había acoplado. Habíamos pasado toda la tarde charlando, sin saber cómo, habíamos entablado una conversión fluida llena de risas y anécdotas, como si fuéramos viejos amigos que se volvían a encontrar después de una larga temporada. No me importó sin embargo. Disfruté de su compañía cada segundo que permaneció sentada a mi lado, viéndola reír, charlar conmigo, infinitas habían sido las veces que me había quedado totalmente perdido en su mirada, en aquellos ojos verdes tan profundos que parecían haber vivido muchas experiencias, completamente absorto en su delicado y hermoso rostro, deseando que se detuviera el tiempo, que las horas se congelase, deseando que ella no se fuera nunca. Parezco un loco paranoico estúpido y enamorado pero me daba igual. Es lo que había deseado y no me importa admitirlo. Tenía que reconocer que esa chica me tenía totalmente enganchado, casi parecía perder la consciencia sobre mí mismo y eso no era nada normal en mí. Siempre me había mantenido firme y algo frío en lo que se corresponde a estos temas. La única chica con la que había estado si, me gustaba, pero no me volvía loco como lo hacía la que acababa de conocer, la que se hacía paso entre mis pensamientos para llegar hasta la única parte de mí que me había jurado mantener a salvo: mi corazón. ¿Cómo lo estaba haciendo?¿Cómo lo conseguía? No tenía respuesta para ninguna de estas dos preguntas, tampoco me importaba demasiado. Me sorprendí ante esto. No era normal en mí, siempre me había mantenido receloso en estos temas. No quería que me hicieran daño, pensamiento que puede que sacara de las muchas películas norteamericanas que había visto o simplemente observando la propia experiencia de mi madre con los hombres. Sin embargo ahora permanecía completamente a su merced, tan jodida y asquerosamente. Parecía un maldito títere con el que ella podía jugar hasta cansarse, nunca diría nada, siempre permanecería en silencio, no importaba cuantas veces me despreciara, me tirara, me cortara en mil pedazos, yo le seguiría perteneciendo sin importar nada. Y lo peor de todo era que sabía que no tenía ningún tipo de oportunidad. Solo había que mirarla para saber que tipo de chico le gustaba: los rebeldes, los tipos rudos y en cierta forma marginal. Porque ella se sentía exactamente como ellos. Era imposible que se fijara en mí, un tipo de los barrios altos que se había criado en los mejores colegios, y estaba estudiando en la universidad. No tenía nada que ver con la clase de vida que ella llevaba, éramos personas completamente diferentes y que nuestros caminos se hubieran hecho paralelos por cosas del destino no significaba que fueran a entrelazarse. Era algo imposible, es lo que decía mi mente, pero mi corazón no quería aceptarlo. ¿Por qué iba a abandonar la lucha sin ni siquiera haber dado mi primer paso? No sé como estaba sucediendo pero en mi interior comenzaba la batalla entre mi razón y mis sentimientos, enfrentados en bandos distintos, apuntados por cañones y pistolas. ¿Quién ganaría? No tenía la más mínima idea de aquella respuesta. Solo quería seguir en el juego. Ella no me había dado indicios a que desapareciera de su vida, al contrario que mi hermano, ella se había acercado, habíamos hablado, habíamos pasado un momento divertido. Me gustó aquella sensación de paz que flotó en el ambiente cuando estábamos sentados en aquel viejo sofá del salón. Era diferente a cuanto hubiera sentido y se sentía absurda y jodidamente genial. Sin embargo, había un problema, no solo las diferencias palpables entre nosotros, si no también mi hermano. Ella había dejado claro que no estaban juntos, a pesar de todo, ella no lo quería de la forma en que yo me había imaginado. Al menos eso había dicho. Mi apuesta era otra completamente diferente. Puede que ella no se hubiera dado cuenta pero ahí había algo rematadamente extraño. Recordaba la forma en que él me demostraba su “propiedad” el día que nos habíamos visto por primera vez en mucho tiempo con el simple gesto de tomarla por la cintura y apartarla de mi vista. Sin duda se había dado cuenta de que la había estado mirando, fascinado y extrañado a la vez, fascinado por haberla visto después de haberme auto convencido de que no la volvería a ver y extrañado por encontrarla en el lugar dónde menos me había esperado, sorprendido por descubrir que era ella la chica con la que vivía mi gemelo. Ese era el problema. Que aunque ella tuviera claro su papel, al parecer mi hermano no lo tenía del todo asimilado, con ese simple gesto me demostró mucho más que las palabras pronunciadas por ella en toda una tarde. Y lo peor es que no sabía cómo luchar contra eso o si debería hacerlo. Ella me gustaba, me gustaba muchísimo, pero él era mi hermano, a pesar de todo su odio hacía mí y sus palabras cargadas de rencor. ¿Qué debía hacer? Me pregunté aún sabiendo que la respuesta a esa pregunta no me la iba a otorgar yo mismo. Suspiré. No había mucho que yo mismo pudiera hacer. Tenía que alejarme, era la mejor solución, aunque no quisiera. Era algo injusto, lo sabía, aún no comprendía del todo por qué debía hacerlo pero era la realidad, mi triste y oscura realidad, la que me decía que era más importante recuperar a mi hermano perdido que no pelearme con él por una chica. Aunque esa chica fuera Daiana… No, eso no ayudaba. Debía apartar ese pensamiento de mi mente, no me ayudaría en nada en mi propósito y me causaría más daño del que ya albergaba. Por eso debía alejarme completamente de ella, aunque era tan jodidamente difícil…
“¡Basta!”Me dije a mí mismo agitando la cabeza en ambas direcciones, intentando de alguna forma evitar que ese pensamiento volviera a mí. Tenía que hacerlo aunque doliera, aunque me jodiera, era por mi bien, una chica como ella no me haría bien, era diferente a mí y jamás se iba a fijar en alguien como yo. Asunto zanjado. No pensaba darle más vueltas al tema, ahora iba a cerrar los ojos y a intentar dormir. Ella había pasado prácticamente la tarde aquí en casa, después había llegado mi padre de trabajar, habían intercambiado algunas palabras con respecto a mi hermano y luego ella se había marchado. Poco después había preparado algo de cena para mi padre y para mí, me había dado una ducha rápida y me había tumbado… en la cama que había pertenecido a mi propio hermano. Mi plan había sido dormir en el sofá, pero mi padre había insistido y me había visto obligado a entrar a esta habitación que yo mismo me había dedicado a criticar pensando en cualquiera de las posibilidades que había de encontrar algo extraño entre esas cuatro paredes. Ahora que estaba dentro, me parecía de lo más normal. La habitación no tenía apenas muebles, solo contaba con una cama, un armario en el que una de las puertas no cerraba del todo, un pequeño escritorio situado en la pared opuesta a donde estaba la cama y una silla. Era bastante modesta la verdad, y a pesar de la capa de polvo que cubría los pocos muebles y la puerta que acabaría descolgándose algún día, estaba bastante bien. La pintura de las paredes también estaba algo desgastada y posiblemente necesitaba una nueva capa pero no iba a hacerlo, aunque supiera y pudiera. Comprendía por qué mi padre mantenía la habitación intacta, por qué permanecía cerrada, albergaba la idea de que Tom algún día regresara. En el fondo pensaba que era una idea absurda, que el cabrón de Tom nunca volvería a pisar el suelo de esa casa pero no quería arruinar la ilusión de mi padre. Él era feliz pensando en eso y no tenía por que estropear eso.
Girando de nuevo sobre mí mismo y quedando con la vista clavada en la pared intenté desvanecer mis horribles pensamientos de mi mente sin ningún éxito. Me preguntaba por qué me costaba tanto deshacerme de ellos, ¿sería por la culpa que me invadía por dentro? Debía ser eso porque otra explicación no conseguía obtener. Cerré los ojos e intenté por todos los medios posibles que aquellos pensamientos que me habían estado invadiendo desde que ella se fuera se esfumaran por completo. No los quería conmigo, no debía pensar en ella, me estaba haciendo daño a mí mismo, tenía que evadir aquellos como fuera. Y lo iba a conseguir. ¿Cómo? Aún no tenía ni idea pero estaba en ello. Lo importante era mantenerme ocupado como fuera. Así que mañana temprano acabaría de limpiar la casa de mi padre y me pondría a estudiar. Faltaba poco para los exámenes y no quería bajar mi nota media, debía mantenerla como fuera. Ok, ya tenía un buen plan para pasar el tiempo, esperaba que no se me fuera al traste y, sobre todo, esperaba que ella no apareciera porque si lo hacía iba a tirar todos mis planes a la mierda. Eso debía hacer. Mantenerme ocupado. Y eso es lo que iba a hacer ahora, iba a cerrar los ojos y a dejar mi mente completamente en blanco. Si no pensaba en nada mi cuerpo se rendiría solo a los brazos de Morfeo y todo sería mucho más fácil así. Ya no sería consciente de mí mismo y durmiendo yo no podía controlar a mi subconsciente. Genial, Bill, estás hecho un completo paranoico. Lo mejor sería apartar todas estas ideas absurdas que se te cruzan por la mente en cuanto tienes una oportunidad para pensar. Realmente estás fatal de la cabeza, amigo mío. Dices que quieres estudiar psicología pero eso es exactamente lo que necesitas, my friend, un puto psicólogo antes de que pase alguna desgracia y acabes, no se, creyéndote atacado por tu propia mente. Ahí tenía que darle un punto a mi cabecita, iba a volverme loco en cualquier momento y debía tranquilizarme. Todo iba a estar bien, tenía que hablar con Gus, contarle todo, confiar en él como lo había estado haciendo todo este tiempo, seguro él me iba a ayudar en todo lo que necesitara. A decir verdad, todavía no sabía por qué no se lo había contado ya. Era mi mejor amigo, el que siempre había estado conmigo en cualquiera de los malos momentos de mi vida, también en los buenos. ¿Por qué demonios le estaba ocultando algo como aquello? ¿A él que merecía antes que nadie saber la verdad? ¿Tenía preferencia el idiota de Jeremy antes que él? Claro que no. Entonces, amigo mío, ¿por qué se lo contaste todo antes al rubiales que a tu mejor amigo? Ni yo mismo me podía entender. Se lo había contado a Jeremy por la situación en la que me había visto involucrado. Jeremy me había visto en los barrios bajos y por mucho que yo le negara este hecho era imposible que me creyera. Estaba comprobado, no había nadie igual a mí en aquellas calles, quitando a mi hermano gemelo que quedaba descartado inmediatamente debido a nuestras grandes diferencias palpables a la vista de cualquiera. El rubiales me había visto sin margen alguno de error. Y por eso me había visto casi obligado a contarle todo. ¿A quién estaba intentando engañar? ¿A mí mismo otra vez? Había terminado contándoselo todo a Jeremy porque me lo había encontrado justo en el momento en el que más necesitaba hablar con alguien, él no me había hecho preguntas absurdas, las preguntas que me había hecho eran simplemente necesarias, necesarias para hacerme ver la mala persona que había sido durante todos estos años. Aunque eso no justificaba por qué no le había dicho nada a Gus después, por qué no había cogido el teléfono y le había hablado sobre todo lo que se me pasaba por la cabeza, sabiendo que él estaba al otro lado, que me escuchaba como lo había estado haciendo todo este largo tiempo. Ahora empezaba a sentirme realmente mal. Le había estado ocultando la gran verdad de mi vida a una de las personas más importantes que estaba en ella. ¿Qué nombre le podía poner a eso? Tenía que hacer algo… Tenía que disculparme por lo que había hecho, tenía que decirle la verdad…
Segundos más tarde me vi enganchado al teléfono, escuchando el tono de llamada del móvil de mi mejor amigo, y con los ojos un poco humedecidos cuando escuché su voz al otro lado del teléfono. No pude articular ni una sola palabra coherente. La culpa me abrasaba por dentro y no mucho más que estúpidos balbuceos ininteligibles escapaban de mis labios. Tenía que tranquilizarme, decirme a mí mismo que así no solucionaba nada, sin embargo, lo que podía sentir en mi interior era peor que toda mi estúpida razón…
- ¿Bill?
Escuché su voz pero no pude hacer nada, un par de lágrimas escaparon de mis ojos sin yo poder hacer nada para retenerlas. Sabía que me estaba comportando como un completo idiota, un niño estúpido incapaz de afrontar sus propios problemas, pero eso mismo, en esos mismos momentos pasaba a un jodido segundo plano. No me importaba, estaba solo, nadie podía verme y solo él podía escucharme. Mi padre había salido y estaba solo en casa. ¿Si tenía miedo? Estaba muerto de miedo. Nunca había pasado una noche en estas calles y aunque la casa parecía segura, no tenía ni una maldita alarma. ¿Qué clase de ciudadano viviría en esas calles sin una alarma que advirtiera a la policía en caso de posible allanamiento de morada? Pero estaba hablando de mi padre, el que nunca estaba en casa y que no poseía nada realmente de valor y lo poco que tenía, lo conservaba consigo. ¿Qué demonios estaba pensando ahora? Tenía a mi mejor amigo al otro lado del teléfono y solo pensaba en lo atemorizado que estaba, y en lo que ocurriría si alguno de los chicos del barrio entraban por esa puerta buscando algo que robar. Me había asegurado bien que todas las puertas y ventanas con acceso directo a la casa estuvieran completamente cerradas antes de acostarme así que mi miedo era una jodida mierda de la que debía desprenderme, afrontando así la conversación que tenía pendiente con el rubio y que me estaba sentando peor que una patada en el estómago. Debía decirle todo. Cuanto antes. Lo sabía, la cuestión era: ¿cómo? Después de todo este tiempo que había pasado ocultándole aquel hecho qué iba a decirle. ¿Hola, Gus. Adivina qué: encontré a mi gemelo? Sonaba tan jodidamente estúpido y falso… Pero era algo. Y era mejor que nada.
- Hola, Gus… - saludé con voz temblorosa
- ¡Al fin contestas! Estaba empezando a preocuparme… - contestó él a su vez, aliviado. - ¿Dónde estás? Llamé a tu casa para quedar porque no me cogías el teléfono y tu madre me dijo que…
- Gus, estoy en casa de mi padre. – lo solté tan rápido que tuvo que tomarse un tiempo para asimilar la idea.
- ¿Qué? – logró pronunciar después de un tiempo de asimilación. – Bill, ¿dónde te has metido?
No iba a ocultarle por más tiempo la verdad, así que empecé a narrarle todo cuanto había pasado desde la noche en que lo había estado esperando en la sala de espera del hospital mientras atendían su mano hasta el instante en que me había despedido de Daiana en la puerta de la casa de mi padre. Él me escuchó sin apenas decir nada, tal y como yo mismo sabía que iba a hacer, escuchó todas y cada una de mis palabras, interrumpiéndome cada cierto tiempo para recopilar todo lo que le había estado diciendo en su intento de asimilar la nueva información que le estaba aportando. No me podía creer que resultara tan jodidamente fácil hablar de esto con él. Y me dí cuenta demasiado tarde. Había pasado demasiado tiempo, y eso me lo echaba en cara yo mismo una y otra vez, a pesar de que él nunca mencionó nada al respecto. Debía haber hecho esto mucho antes, antes de que me jodiera a mí mismo, antes de que todo se complicara. Pero era demasiado tarde para intentar borrar el pasado, debía hacer frente a la situación que vivía en esos momentos y afrontarla. Él seguía escuchando al otro lado del teléfono sin decir nada que indicase algún tiempo de explicación. Y eso se lo agradecía con el alma. No sabría qué decirle si no.
- Entonces, ¿quieres decir que estás intentando recuperar a tu hermano, que te odia, y encima que te has enamorado de su novia?
- Algo así… - ¿cómo iba a explicarle a él la complicada relación que unía a Tom con la rubia si yo mismo no lo entendía? –
- Estás jodido, tío.
- ¿Realmente lo crees? Dime algo que no sepa, Gustav…
Él rió ante mi sarcasmo exagerado y poco después lo acompañé. Tenía razón, estaba bien metido en la mierda, y encima no encontraba la forma de salir. La preocupación que se había apoderado de mí antes de hablar con mi mejor amigo se esfumó en escasos minutos, dando paso a la risa paradójica, la despreocupada, la que sabía que iba a contar con el apoyo del rubio en todo, que me iba a ayudar, que no iba a parar hasta que tuviera a ambas cosas: a mi hermano y a la chica. Aunque fuera la cosa más imposible del mundo. Sabía que para él no había nada imposible. Difícil puede pero no imposible.
By Daiana
Intenté hacer el menos ruido posible cuando abrí la puerta de casa con la llave y pasaba dentro. Había pasado toda la tarde fuera y me preguntaba qué le iba a decir a Tom si se había despertado y había visto que no estaba. No era que me controlara excesivamente ni que tuviera que darle explicaciones sobre lo que hacía o dejaba de hacer, pero desde que nos habíamos enterado de que mi padre había salido de la cárcel estaba mucho más pendiente de mí de lo que a mí me gustaba. Quería saber siempre donde estaba, qué hacía y con quién estaba lo que consideraba un poco exagerado de su parte y se lo había dicho muchas veces pero él seguía en las mismas. No me dejaba ni un instante. Empezaba a preguntarme si había sido buena idea volver a dejarlo entrar en mi casa así sin más. No me malinterpreten, no quería que se fuera, me gustaba vivir con él, a pesar de todo lo que podía traer consigo en su contra, pero eso era algo con lo que ya había vivido dos años y a lo que estaba completamente acostumbrada. Lo que me hacía querer echarlo de nuevo era su excesiva preocupación, como si yo no pudiera cuidarme sola, como si no fuera capaz de defenderme. Y eso me ponía de los nervios porque claro que era capaz, nada me impedía levantar la navaja y utilizarla contra alguien que intentara joderme la vida en cualquiera de los sentidos posibles. Y eso él lo sabía mejor que nadie. Por eso no entendía su extrema y jodida manía por controlar mi vida como hasta ahora nunca había hecho. Lo odiaba, odiaba que hiciera eso, pero lo entendía, de alguna forma demostraba que realmente le importaba. No contaba con esa preocupación cuando se trataba de los otros tres… No digo que no se preocupara por ellos también, en cierta forma, solo digo que al menos no de forma tan extrema. Despacio fui caminando por el pasillo haciendo el menor ruido posible y cuando estaba a punto de cruzar la puerta de la cocina siguiendo a mi fiel amigo, un carraspeo procedente del sofá a mis espaldas me hizo girar la cabeza, sorprendiendo allí a mi amigo, que me miraba con mirada acusadora…
- ¿No podrías llamar? – me preguntó directamente clavando su acaramelada mirada en mis ojos verdes.
- Me quedé sin batería… - fue lo único que se me ocurrió decir, lo cual era bastante cierto. Ya había salido de casa con poca batería en el teléfono y las horas muertas que había pasado en la antigua casa de mi compañero de piso en compañía de su reaparecido hermano gemelo habían agotado hasta la última gota que le quedaba.
- Eso no es excusa. ¿Estabas con Anne? – negué con la cabeza - ¿T.J.? – volví a negar - ¿Georg? – asentí levemente. No podía decirle la verdad. Seria perfectamente capaz de salir corriendo en busca de su hermano y darle un buen golpe. Le había dejado completamente claro que yo era suya, cosa que no era cierta pero que él seguía empeñado en creer. Lo cual aún no entendía por qué. Yo era la más hija de puta de todas las chicas con las que había tenido la oportunidad de cruzarse, no podía ofrecerle nada… ¿por qué ese apego hacia mí? - ¿Y no pudiste coger su móvil y darme un toque? – volví a prestarle atención, me había quedado completamente fuera de órbita y por un segundo no sabía de lo que me estaba hablando.
- Me olvidé. – él puso los ojos en blanco.
- ¿Qué mierda estabas haciendo con el melenudo que te olvidaste de llamarme? – me hizo gracia lo de “melenudo” mira quien estaba hablando… Aunque noté la segunda intención con la que iba esa pregunta. Torcí el gesto. Odiaba cuando se creía que era mi dueño, cuando pensaba que no podía follar con nadie más que con él.
- Lo que haga o deje de hacer con Georg no es asunto tuyo.- remarqué las dos últimas palabras junto con la negación. Acompañé mis palabras con un giro brusco de cabeza, dispuesta a seguir mi camino, ligeramente enfadada. Pude escuchar sus pies sobre el suelo de madera caminando hacia mí. Obviamente la discusión no había acabado aquí. Era demasiado fácil… y demasiado pronto.
- ¿Me estás diciendo que te estás acostando con Georg? – preguntó, cabreado, aferrando mi muñeca y girándome de golpe de forma que quedara mirándolo a los ojos. Sonreí para mis adentros. Empezaba a notar su vena posesiva, la que se demostraba un poco celosa de mis posibles otros amantes…
- ¿Estás celoso, Kaulitz? – enarqué una ceja, divertida, provocándole, al tiempo que de mi boca surgían estas palabras. Funcionó. Él empezó a reír a carcajadas como un loco maníaco que podía dar miedo a cualquiera… Para mí significaba otra cosa bien distinta: intentaba proteger su ego. Había dado en el clavo. No estaba celoso pero tampoco quería que me fuera por ahí buscando algo que él podía darme. Estúpido Kaulitz… Estaba harta de toda esta mierda. De su jodida estupidez. De su mierda. De su juego… Había sido divertido ahora empezaba a cansarme…
- No me provoques, rubia… -
Eso me pareció gracioso. No sé muy bien por qué pero no pude evitar reirme a carcajadas, la expresión en su rostros, sus ojos fijos en mí, su mano aferrando mi muñeca, claramente cabreado, todo me parecía de lo más gracioso. Y mi risa estaba haciendo que se cabreara aún más todavía. Me importaba una mierda. No le tenía miedo. Estaba preparada, esta vez no iba a ser como en el baño, esta vez no lograría alcanzar mi cuello con sus manos, esta vez la pelea se daría de forma más interesante, con cada uno de nosotros en los lados opuestos del cuadrilátero, sin importar la considerable fuerza que él tenía y de la que ni yo misma poseía la mitad, eso no importaba demasiado, él podía ser fuerte pero yo era más rápida.
Clavando la mirada en aquellos ojos del color de la miel, mirándolo desafiante, pude anticiparme a sus movimientos, sabía que él creía que me tenía bajo control solo porque me tuviera sujeta por la muñeca, pero eso no era cierto, rápidamente podía deshacerme de su agarre y ser yo quien lo tuviera a él. Había estado practicando mucho ese movimiento últimamente y había llegado la hora de ponerlo en práctica. Pero no había llegado todavía el momento, estaba esperando cualquier movimiento suyo, esperando para ver cual sería su próximo paso, quería observarlo antes de atacar, como un depredador observa a su presa escondido entre la sabana. Parecía que sus pensamientos eran exactamente iguales que los míos, ambos nos manteníamos al acecho, clavando la mirada en el otro, esperando a que el otro hiciera o dijera algo… Y entonces comprendí que aquello no iba a llevar a ninguna parte, los dos estábamos acostumbrados a esto, utilizábamos la misma técnica de combate y ninguno se iba a cansar, podíamos estar así toda la noche que no iba a pasar absolutamente nada. Por eso me decidí a dar el primer paso. Me relajé. Inspiré y expiré el aire que llenaba mis pulmones en forma de rendición. Él aprovechó para acercar su rostro al mío, reposar sus labios sobre los míos y pronunciar las palabras que yo estaba esperando:
- Jaque mate.
Mi momento había llegado. Rápida como un lince y con una sonrisa burlona dibujada en mis labios aferré su muñeca con mis dos manos y en un veloz y certero movimiento conseguí paralizarlo clavando su propio brazo sobre su espalda presionándolo con el mío propio.
- Jaque mate, Kaulitz. – sonreí, burlona.
Casi pude escuchar sus pensamientos ante mi simple gesto, estaba segura de que me estaba maldiciendo y acordándose de toda mi familia al completo pero la satisfacción no podía quitármela por muchos insultos o muchas maldiciones que soltara. Sin embargo, sabía que el juego había empezado, que él no iba a quedarse de brazos cruzados viendo como lo ganaba en una batalla, él iba a atacar, pronto, de la manera más cruel y violenta que jamás hubiera habido. Iba a ir a por mí y yo estaba preparada para ello. En cierta forma lo echaba de menos. Desde mucho tiempo atrás, puede que desde que nos hubiéramos conocido, nuestra relación había estado basada en todas estas batallas. No había pasado ni una sola semana, ni un solo día, que no dedicáramos un tiempo a pelear como dos condenados, repartiendo puñetazos, patadas, mordiscos y demás que nada tenían que ver con la broma. Nos peleábamos en serio, acabábamos llenos de moratones, de marcas y con un gran dolor pero siempre acabábamos riendo a carcajadas, tirados por los suelos, y luego nos comportábamos como dos amigos normales que nunca hubieran tenido alguna pelea de aquella índole. Pero eso había sido mucho antes de entrar en la adolescencia, cuando no éramos más que un par de críos que peleaban para tener algo con lo que matar el aburrimiento, algo que les permitía entrenarse, con lo que podían hacerse un poco más fuertes cada día, preparándose para lo que podía pasar en la vida real, donde perfectamente podían ser atacados por cualquiera sin ser ninguna broma, dónde sus vidas dependían de su forma de defenderse. Por eso, mientras los críos de los barrios altos y los más mimados de los bajos fardaban y se metían en estúpidas peleas, nosotros estábamos preparándonos para el futuro, el que siempre habíamos querido para nosotros y el que ahora poseíamos, el respeto de la gente del barrio. Ah, bueno, lo que estaba hablando. Las risas y las bromas habían estado bien cuando éramos unos niños pero al llegar a la adolescencia y descubrir lo unidos que podíamos llegar a sentirnos todo quedó eso se desplazó a un bonito segundo plano, y mezclamos las peleas con lo que habíamos descubierto: el sexo. La violencia que podía salir de allí era demasiada, puede que si fuera una película todas esas escenas estarían jodidamente censuradas. Y eso era lo que iba a venir a continuación.
Cual adivina sentí cómo el se giraba tan rápido como se deshizo de mi brazo, sin parecer apenas que mi certero movimiento le hubiera causado daño alguno, se giró hacia mí cuando yo ya estaba preparada para volver a atacar.
- Cuidado, rubia, no juegues con fuego…
- Genial, hoy me siento de lo más pirómana.
- Tú te lo has buscado.
Y entonces atacó. Levantó el puño decidido a darme un puñetazo pero lo esquivé. Acababa de decirlo, él era fuerte, claro, era un tío, que me sacaba más de cabeza y media, y el cabrón era asquerosamente bueno en la lucha. Eso contaba a su favor pero yo era mucho más ágil. Podía escaquearme de todos sus golpes. Y así lo hice, me agaché en el último momento y empecé a correr, no por miedo, si no por juego, sabía que él me perseguiría poco después y que volvería a intentar pegarme, no lo conseguiría, y entonces se cabrearía pero le gustaría y solo así comenzaría de nuevo nuestro juego. Fascinante, hacía poco comenzaba a creer que me estaba cansando de nuestro estúpido juego y ahora me encontraba con ganas de volver a ponerlo en práctica. ¿Momento bipolar? Puede. Esos momentos abundaban en mi vida más de lo que me veía capaz de admitir.
Así me vi cara a cara con mi deseable compañero de piso, con el mugriento sofá de por medio. Él me miraba y sonreía, esa típica media sonrisa suya de satisfacción que tanto le caracterizaba, siguiendo con la mirada todos mis movimientos; yo me reía a carcajadas al verlo tan concentrado. Sabía como iba a acabar aquello pero era divertido fingir que me daban igual sus encantos de don Juan, que a mi no me afectaba su don para la seducción, que realmente él no me interesaba nada en el plano sexual… Solo era un juego, claro. Y así me vi corriendo por todo el pasillo, el salón y parte de la cocina en un intento de huida totalmente frustrado riendo como una loca desquiciada mientras él me seguía muy de cerca…
- Sabes que no puedes escapar de mí, rubia… ¿Por qué lo intentas siquiera? – preguntó él con una media sonrisa dibujada en los labios, esa estúpida media sonrisa que lo hacía tan jodidamente irresistible. ¿Estaba rindiéndome tan fácilmente? ¡Jamás!
- No te creas tan irresistible, Kaulitz… - intenté hacerme la dura, aunque mi tono de voz sonó totalmente a guasa.
- Dime eso mientras te follo, rubia. –
No se andaba con chiquilladas, nunca lo había hecho, ¿por qué iba a empezar a hacerlo ahora. Lo observé mientras le echaba una ojeada a mi alrededor. Maldición, no veía ni un solo hueco por el que escabullirme esta vez, me había dejado totalmente alejada de cualquier punto que pudiera darme una escapada fácil. Sin saber cómo me había quedado aislada entre su cuerpo y la pared. ¿Cómo demonios había conseguido hacer aquello? Miré a mi alrededor buscando una mísera salida pero no encontré ninguna. Y él lo sabía. El muy cabrón me miraba completamente satisfecho, clavando sus ojos del color de la miel en los míos, mordiendo el labio inferior, jugando con aquel aro plateado del mismo. Jodido cabrón. Me sentía casi perdida… casi hasta que se encendió una bombillita en mi cerebro, él me había ganado esta partida pero el juego continuaba, yo había jugado mis cartas y había perdido, ahora le a él jugar las suyas y esta vez si que no pensaba perder…
El rastafari avanzó un par de pasos en mi dirección, tan jodidamente seguro de sí mismo, estaba a punto de darle una buena patada en la entrepierna pero me contuve, me recordé que ahora él creía que yo había perdido y que me encontraba sumisa. Jugaría mi papel un poco más, solo el tiempo que me permitiera pensar en cómo continuar con aquello antes de lo previsto. Si le propinaba un rodillazo en la entrepierna el juego se acabaría demasiado pronto y eso no estaba en mis planes, quería disfrutar hasta el final.
- ¿Te diste ya por vencida? –
Preguntó en un susurro dejando su aliento sobre mi cuello, haciendo que me estremeciera de puro placer… Pero eso no iba a poder conmigo, era mucho más fuerte que eso, podía resistir, solo tenia que pensar en cosas frías, Alaska, nieve, avalanchas, tormentas de nieve… ¡no funcionaba nada! Maldita sea… ¿Cómo podía llegar a sentirme de aquella manera por un simple gesto tan cotidiano y tan… jodidamente sexy? Entonces él empeoró las cosas, cuando creía que mis piernas empezaban a fallarme, cuando mi mente se estaba acostumbrando a la idea de que iba a volver a perder y que no iba a estar tan mal el premio de consolación, a pesar de mis ganas de seguir fingiendo que cosas como esta no me afectaban en lo más absoluto, él dio un paso más allá, posando su mano sobre mi cadera, subiendo la camiseta despacio, haciendo que mi mente empezara a hacerse trizas, y para joder más y sentirse más poderoso sobre mí, empecé a notar su lengua en mi cuello, trazando algún camino hacia mi oído donde con la voz mas jodidamente seductora que había escuchado en mi vida pronunció las palabras:
- ¿Cuánto más piensas seguir haciéndote la dura?
Juro que morí. Al menos eso creí antes de decirme a mí misma que debía ser fuerte, que nada de eso me afectaba, que era una estatua de piedra, que no era humana que… ¡Dios! ¿Por qué me estaba engañando de esa manera? Nunca había sabido cómo mierda conseguía hacerme enloquecer de esa manera pero lo hacía, desde la primera jodida vez, me hacia sentir como ahora, completamente abandonada a él, y no entendía por qué. No lo entendía o no quería entenderlo. Porque de una cosa estaba segura, no era amor lo que sentía, antes muerta que ese estúpido sentimiento de adolescente que te hacía olvidarse hasta de uno mismo, no ese estado alucinógeno en el que te hacía entrar en un mundo aparte y el que te alejaba de la jodida realidad, aquello solo tenía una definición: era simplemente sexo. No había nada más que eso. No significaba nada más. ¿Por qué seguía empeñada en buscarle alguna explicación a lo que él influía en mí? Joder, solo había una que necesitaba saber, que él sí sabia lo que hacía, que no era un niñato de mierda, que sabía donde y como tocar para hacerme enloquecer… Entonces, maldita rubia, ¿por qué buscas más explicaciones?
Entonces fui yo la que actué, empujándolo contra la otra pared del pasillo en el que me había visto arrinconada, buscando sus labios tan jodidamente desesperada, mientras él con una sonrisa burlona atendía mis caprichos, correspondiendo mis besos, mordiendo mi labio inferior hasta que éste sangrara, lamiendo la herida, arrastrándome de nuevo sobre la pared con violencia, haciendo que me golpeara la espalda contra el duro ladrillo una vez más, todo mientras sus manos se aferraban a mi trasero. No me quejé, en ningún momento le advertí que dejara de hacerme daño de aquella forma tan cruel, sobre todo, porque me gustaba. Nunca dije que nuestro juego fuera algo delicado, tampoco un cuento de hadas, así que no es de extrañar que todo aquello no fuera claramente normal. Como es obvio ninguno de los dos cabíamos en la definición de normal pero tampoco éramos masoquistas. Disfrutábamos con los mordiscos, la violencia, la brusquedad pero nunca iba a entrar en nuestra habitación un jodido látigo ni nada que reflejara ese tipo de sumisión. Un mordisco en el cuello me hizo volver a la realidad, tenía que estar aquí, con los cinco sentidos, no podía permitir que mi mente volviera a viajar a su antojo, sentí como mi camiseta ascendía por mi costado hasta que abandonó mi cuerpo, una de mis manos aferrando sus rastas entre mis dedos, la otra se relamía de gusto con sus machacados abdominales debajo de su camiseta, que no tardó en desaparecer, tirada en el suelo haciéndole compañía a la mía propia. Sentía cómo mi cabeza empezaba a dar vueltas sin control, como mi cuerpo aumentaba de temperatura simplemente con el solo e increíble roce de su piel contra la mía, como mi ropa interior comenzaba a humedecerse, sobre todo al sentir la presión de su sexo contra él… Estaba empezando a perder la razón y eso no era nada bueno para mí, porque no sabía con exactitud lo que podría pasar si mi casi inexistente parte razonable de mí me abandonara en un momento como aquel. Descubrí, a sí mismo, que tampoco me importaba, sobre todo porque no iba a ser la primera vez que ocurriera. Había vivido esto otras veces y no me había pasado nada… Sin embargo, ¿por qué empezaba a sentirme un poco culpable si que es que era eso lo que sentía? Ni siquiera sabía qué mierda se me estaba pasando por la cabeza, sabía que debía mantener toda esa mierda lejos de mí y estar allí, en ese pasillo, en esa casa, con los cinco sentidos puestos en lo que estaba haciendo pero mi mente empezaba a divagar sin saber muy bien por qué. No era una estúpida mojigata, joder, me gustaba esto, ¿por qué de repente me paraba a pensar en estupideces? Mi jodida mente me estaba poniendo de los nervios últimamente, no hacía más que pensar y pensar y eso me fastidiaba realmente, sobre todo porque, en situaciones como aquella, no me dejaban disfrutar el delicioso momento…
Sentí mis piernas alejarse del suelo al tiempo que él me embestía de nuevo sobre la pared y me alzaba mientras mordisqueaba sin cesar mi cuello descendiendo con sus mordidas hasta mi escote, las sentí enredarse en su cintura, sentí sus manos aferrarse a la cintura de mi pantalón, su lengua en mi piel, mi cuerpo estremecerse, un suspiro escapando de lo más profundo de mi garganta y en mi mente la imagen tierna de un chico moreno, de pelo largo, ojos ahumados, mirada pura, tierna, clara, transparente… Bill.
Abrí los ojos de par en par.
¿Qué demonios había sido eso?
Ohhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhh Mas que perdonada que buen cap y sobre todo el final.
ResponderEliminarSaludos y buena suerte en la U!
jajajaja no sabes como me solte a las carcajadas con pensar en nieve alaska etc jajaj xD buenisisisisisismo cap valio cada seg la espera tqm amandita y suerte en la uni ^^ caray ese final quedo sublime bueno saluditos a todas y amandita sigue asi !!! byebye !
ResponderEliminarUn respiro antes de decir algo... ahora si, hermosa, que capítulo, y que final, me mato jajaja, en serio, esa imagen tan tierna de Bill... uii creo que esto me afecto y mucho. En fin, dejo todos mis problemas mentales de lado para felcitarte por este grandioso capítulo que me encanto como cada uno de los que has escrito.
ResponderEliminarComo ya te habras dado cuenta y porque tambien te lo dije, tu hermana no quedo bien del todo, así que se va a despedir antes de que diga más tonterías.
Una vez más te felicito vida. Un beso enorme, te ama muchisimo, tu geme, Dai.
ay Amanda Dios como me podido perder un capitulo asi...demore en leer, siempre se me presentaba algo y me impedia leer ¬¬ rayos ya no me quiero perder ningun capitulo mas, quiero ser fiel fiel al fic xD pero bueno aunque ya halla pasado un mes igual te dejo mi comentario jajaja como siempre felicitandote porque tu si sabes como ponerme loca ajjajaja y ps agradeciendote por otro increible capitulo aww me encanto y me dio risa algunas partes jajajaja ejemplo "El rastafari" jajajaja esa si me mato de la risa que buena! xD dormire feliz jajajajaja...
ResponderEliminarTe adoro linda...mucha suerte en todo y ps ahi le voy con el capitulo 15 que debe estar bien bueno cuidate TQM.
*//Jas//*