martes, 19 de octubre de 2010

FALLEN ANGEL CAPITULO 13


Hello! Quería volver a pedir disculpas por el retraso del capítulo. La semana pasada estuve realmente ocupada porque el sábado se casaba mi primo, así que prácticamente no tenía tiempo para escribir. Pasado el casamiento me puse a escribir como loca las ideas que se me estaban acumulando en mi cerebrito. Hasta que recién hoy lo terminé. Espero lo disfruten ^^ Besitos!

Capitulo 13















By Bill

¡Al fin! Después de más de cinco horas casi sin hacer descansos había conseguido limpiar a fondo aquella minúscula cocina y el salón. Lo único que quedaba era el baño, que haría mañana por la mañana, y… aquella habitación al otro lado del pasillo que permanecía cerrada siempre. Pude intuir que aquella había sido la habitación de Tom, pero no me atrevía a entrar, no porque mi curiosidad empezara a fallarme, a decir verdad, aumentaba con forme pasaba más tiempo en aquella casa; si no por miedo, puede que por respeto, por que no sabía lo que podía encontrarme allí. Claro, como si fuera a encontrarme algún cadáver o que se yo… A decir verdad, no descartaba aquella idea, explicaba de alguna forma el hedor que parecía provenir del pasillo, pero la parte racional de mi me decía que era imposible. Si así fuera, ¿no se hubiera dado ya cuenta mi padre? Esto me llevaba a dos vías: la lógica, que se resumía en que mi padre se diera cuenta por el olor; y la no tan lógica pero tampoco ilógica, que no se diera cuenta porque no solía pasar tiempo en casa además del olor que ya tenía en la casa. Pero, ¿qué mierda estoy pensando? Ya estaba con mis estúpidas paranoias que no me llevaban a ninguna parte. A decir verdad, acababa de llamar a mi propio hermano asesino, algo realmente asustadizo, no lo conocía y ya lo estaba juzgando. ¿Dónde iba a ir a parar? Intenté centrarme en lo que debería hacer a continuación pero el recuerdo de la extraña visita de la rubia a casa de mi padre me devolvió de nuevo a mi estupendo mundo de fantasía. Era consciente de que esto no podía ser bueno, sabía que ella estaba con mi hermano y que nada de lo que yo hiciera iba a llamar su atención. A sus ojos yo solo era un niño pijo y mimado que no tenía ni idea de las leyes de las calles, que no sabía nada de la vida. Y en cierto modo tenía razón. ¿ En cierto modo? Tenía razón. Por no mencionar mi estética. Solo había que verme. No tenía nada que ver con ella, no pegábamos por mucho que yo me esforzara en vestir algo más simple de lo que solía llevar. Mis pantalones de marca, a pesar de estar viejos y desgastados, sobresalían muchísimo más que su simple chaqueta ancha. Éramos claramente personas muy diferentes, pero, ¿no seria precisamente eso lo que me atraía de ella? Había estado bien con Brittany, a pesar de que habíamos sido personas diferentes, ahora cuando se trataba de Daiana me daba cuenta de cuan profunda podía ser esa diferencia entre dos personas. No encajábamos en nada, mientras yo iba a la escuela quien sabe dónde estaría ella. ¿Había sido como esas chicas que había visto todos estos días en las calles? Solo rezaba porque no fuera así. No quería que ella estuviera metida en ese mundo. ¿Egoísta? Puede. Pero no conseguía entender muy bien el por qué. Ella era libre para hacer la vida que quisiera y yo no tenía ningún derecho a juzgarla por ello, tampoco a mi propio hermano y eso era lo que había estado haciendo desde un principio. ¿En qué me convertía eso? Siempre me había visto rodeado de gente hipócrita y falsa, era con lo que tenía que lidiar cada día allá donde fuera, el mundo de los ricos. ¡Ja! El mundo de los corruptos, el de los mentirosos, el de los hipócritas. Un mundo mucho peor que este y, sin embargo, nunca lo había juzgado. Ahora, por el contrario, si estaba haciéndolo de este mundo que no conocía, o que no había querido conocer. Creo que la segunda expresión sería la más lógica. Como niño pijo criado en los barrios altos, nada tenía aquí que se me hubiera perdido para estar pensando en estas calles. ¡Quien me hubiera dicho que estaba terriblemente equivocado! Todo hubiera sido más fácil si alguien me hubiera hecho ver la realidad. Y ese alguien debió ser mi madre, que era la única que sabía la verdad pero no, ella calló, ocultó su secreto todos estos años, manteniéndome en la fría ignorancia, , y ahora esto me estaba pasando factura. Empezaba a darme cuenta de la clase de mundo en el que había vivido todos estos años. ¿Acaso merecía la pena tener dinero sabiendo todo lo que pasaba a tu alrededor, sintiendo que no podías hacer nada por aquellas personas? O mucho peor, sabiendo que había gente con dinero que prefería gastarlo en un beneficio propio en vez de sacar adelante aquellas calles en las que reinaba la más pura miseria. Sin duda, esto era mucho peor que la primera opción. Te demostraba cuan egoísta podía ser la gente. Porque de nada servía que aquellos buitres fueran a la Iglesia todas las semanas, de nada servía que extendieran un cheque para los hospitales o escuelas del tercer mundo; si luego dirigían la mirada en otra dirección al pasar por enfrente de algún marginado. Aquellas personas no eran buenas, ¿acaso no saltaba a la vista? Aquí reposaban mis ganas de cambiar el mundo. Estaba claro que no podía hacer nada por toda aquella gente, pero sí podía hacer algo por mi familia destruida y estaba dispuesto a hacerlo, fuera lo que fuese y costase lo que costase.

By Tom

Los días después de la inesperada visita de mi hermano Bill habían sido extraños y completamente irrefrenables. Parecía que la rubia se había negado a hablarme, aunque yo tampoco daba indicios de conversación. Y la verdad no lograba entender muy bien por qué. Sabía lo que le pasaba, sabía que estaba enfadada conmigo, y esta vez de verdad. Sabía que había sido mi culpa por callarme algo así tanto tiempo, por tener que descubrirlo por mi padre, y en una situación que nada tenía que ver con la típica escena familiar. Sin embargo, no sabía que decirle. Había preferido mil veces que me atacara, que me golpeara, que lucháramos pero no esto, no el silencio incómodo y frío. De la otra manera, todo hubiese sido más fácil, ambos hubiésemos acabado con algún moratón, alguna brecha en la ceja, nada que se pudiera lamentar realmente, y después nos hubiéramos reído, y el enfado se habría esfumado tan rápido como había llegado. Pero no, día tras día, hora tras hora, él seguía ahí, mirándonos divertido sentado sobre el televisor. Tenía esa asquerosa sonrisa curvada en los labios y nos miraba como si le divirtiera esta situación, como si se riera de nosotros a nuestra costa. Me estaba volviendo loco, más loco de lo que ya me consideraba, le echaba la culpa a aquella maldita marioneta que solo existía en mi imaginación. No soportaba pasar las horas encerrado en aquella casa y me había visto encerrado en mi propio coche con el motor en marcha y dando constantes vueltas en aquellas calles. Había abandonado los bajos para hacer una visita a los altos. Hacía tiempo que no pasaba por ellos y la cosa había cambiado considerablemente. No, la última vez que había pisado aquellas calles no habían sido a los siete años, cuando me había mudado, apenas hacía un año que había estado allí. Odiaba esas calles tal y como odiaba dónde yo mismo vivía, odiaba todo lo relacionado con Hamburgo, ya había dicho que quería largarme de aquí en cuanto me fuera posible, y lo haría sin mirar atrás, sin sentir nada por aquella asquerosa ciudad. Había estado en los barrios altos a buscar algo de diversión, alguna pelea callejera, algún incendio que provocar, alguna niña rica de la que reirme humillándola de cualquier de las formas que mi perversa mente me proporcionara. Y lo había conseguido. Me había peleado con unos tipos a la salida de un estúpido pub, había prendido fuego a uno de los coches de los que me habían cabreado y encima, me había follado a su novia. Todo hubiese sido mucho más divertido si Dai hubiese estado ahí también, nos hubiéramos reído todo lo que hubiésemos podido, tal y como habíamos hecho en ocasiones anteriores. Pero ella no estaba allí, estaba en casa, trazando algún plan para vengarse de su padre, si es que éste se atrevía a aparecer por allí, estaba seguro que había empezado a machacar aquel viejo saco de boxeo que tenía desde hacía años y que aporreaba cada vez que se sentía tensa y con ganas de un chute de adrenalina. Daría patadas, puñetazos, apretaría los dientes cada vez que se hiciera daño. Después lo abandonaría, se sentaría en el sofá, encendería le tele, sacaría un cigarro y fumaría un par, apagaría la tele, se daría una ducha, saldría a la calle. Daría un par de vueltas a la manzana y regresaría a casa. ¿La conocía o no? Podía saber cada uno de sus movimientos sin ninguna necesidad de estar cerca. Aunque eso no me servía para nada. Cada uno tenia su forma de pasar el tiempo evitando así cualquier indicio de pensamiento relacionado con lo sucedido a pesar de saber que lo mejor será hablar claramente. Sabía que tenía que yo quien hablase y contara todo de una vez y ese mismo es lo que hacía que mi silencio fuera la única solución para mi orgullo. Había sido un completo imbécil, claro está, con eso solo potenciaba más el inmenso vacío que empezaba a separarnos y no fue hasta aquella escasa conversación de la noche anterior cuando la venda que me tapaba los ojos empezó a resbalar. De nada me había servido estar a la defensiva, tampoco cerrarme en banda a contar nada sobre mí, ella me conocía tanto que no me hizo faltar contarle el por qué de mi odio hacia la otra parte de lo que sería mi “familia” aunque no lo fuera. No podía considerarla como tal. No me conocían, no sabían quién era, no les había importado nada a lo largo de estos años. ¿Por qué iba a quererlos? Solo eran desconocidos, simples estorbos en mi vida, insectos que debía apartar de mi camino. No quería tener nada que ver con ellos, ¿por qué el gilipollas de mi hermano seguía entrometiéndose en mi vida? No lo necesitaba, no quería nada de él, ni su compasión, ni su dinero, ni sus jodidas mierdas sentimentales. Pasaba del tema. No quería nada relacionado con aquel tipo. Absolutamente nada. Pensé en la noche anterior, en la pobre conversación que había tenido con la rubia mientras bebíamos un par de cervezas. Tenía que darle un punto, había sabido lo que pasaba por mi cabeza sin tener yo la necesidad de contarle nada. También me pregunté dónde había quedado la confianza que ella me tenía, la que me había tenido todos estos años y que yo mismo me había encargado de destruir, me pregunté si habría vuelto, aunque lo dudaba. Ella era tan jodidamente rencorosa que era incapaz de olvidar los hechos y volver a confiar en mí como si nada de esto hubiera pasado. Pero la entendía. Confiar en mí no era nada fácil, creo que nadie más, salvo ella, lo hacía. Georg, T.J., Anne… Podían ser buenos colegar con los que gozar de un buen ataque, algún robo, alguna venganza, pero no podía haber más que eso. No tenían ni idea sobre mi, no sabían nada acerca de mí, el hecho de haberlos ayudado en ciertas ocasiones en los que me parecía que la injusticia de la vida los estaba jodiendo no era necesariamente algo por lo que entablar alguna especie de relación amistosa. Ellos me seguían porque querían, estaban conmigo por voluntad propia, nunca les obligué a unirse a mí, ni siquiera los volví a llamar después, fueron ellos los que se convirtieron en mis sombras, cubriéndome las espaldas. ¿Debería sentirme agradecido por ellos? Posiblemente, y lo estaba, en cierto modo, pero no podía confiar en ellos. Simplemente no podía, había algo que me impedía hacerlo. ¿Confiaban ellos en mí? Mi respuesta, y creencia, era una clara negativa, pero claro todo dependía de ellos no de mí. Yo no les había dado motivos para que lo hicieran y sin embargo, ahí seguían, atentos siempre a cualquier cosa que se nos antojara a Dai y a mí, como una nueva pelea, o cualquier cosa que pudiéramos hacer para matar el aburrimiento. En cuanto a Dai… Bien, la rubia era otro tema. Realmente la consideraba alguien importante en mi vida aunque no lo demostraba. Y sabía que si no hubiese sido por ella yo no estaría donde ahora estoy. Ella había sido la única que me había tendido la mano cuando los demás solo me despreciaban. Sin embargo, eso no había bastado para que le confesase el único secreto que le guardaba: la existencia de mi hermano gemelo. Ahora lo había descubierto y empezaba a dudar de mí, de todo cuanto yo le hubiera contado a lo largo de estos años y la verdad podía entenderla en cierto modo. Ella le daba a esa información más valor de lo que lo tenía para mí. Ahora sabía lo que me tocaba, que volviera a confiar en mí, tal y como yo confiaba en ella, como todo había sido antes de la aparición del pijo de los barrios altos. ¿Cómo? No tenía la menor idea, pero estaba seguro de que algo se me ocurriría.

By Daiana

Abrí los ojos de par en par cuando me encontré cara a cara con el Moreno en la casa de Jörg. No me imaginaba que pudiera estar allí, era algo imposible que lo hiciera. Después de todos estos años, saber que el camionero tenía además otro hijo que se había criado en los barrios altos con su madre no era fácil de asimilar. Tenía que empezar a acostumbrarme a la idea, por mucho que costase. Había ido a aquella casa para hablar seriamente con el mayor de los Kaulitz, no se muy bien por qué. Yo no tenía por qué meterme en medio de aquella situación, no era nada de mi incumbencia, yo no pertenecía a esa familia. ¿Por qué tenía la extraña sensación de que debía hacerlo? Simplemente había sido un impulso y le había dado vueltas durante horas mientras caminaba por la calle hasta que me vi enfrente de aquella puerta desgastada golpeándola suavemente. Me había sorprendido considerablemente cuando vi al otro lado de la puerta al Moreno, con unos pantalones desgastados y rotos, una camiseta de manga corta – a pesar del frío que hacía por allí en invierno – y los ojos, tan profundos y dulces, apenas maquillados. Me miró a los ojos y entablamos una escasa conversación. Me sentí estúpida con cada una de las palabras que salían de mi boca. No sé por qué pero empecé a sentirme nerviosa. Dios, ¿me estaba volviendo tonta por momentos? Tenía que centrarme, eso es todo. Tenía que evadir aquellos ojos que me estaban mirando directamente… ¡Imposible! Aquella era la primera vez que hablaba con un tío y éste no dirigía la mirada hacia abajo, clavándola claramente en mi escaso pecho. Me pregunté si es que tendría novia y la querría muchísimo o si era gay. Pero, ¿qué demonios hacía pensando en esas cosas? Tenía que irme de allí y centrarme en mi misión: buscar un jodido plan con el que desbancar a Dylan de mi trono, hacer que el muy cabrón me devolviera lo que me había robado y que me pertenecía, y sobre todo vengarme por aquella herida de bala en mi brazo que sanaba muy lentamente. Me despedí del moreno con mucha torpeza y corrí calle abajo, hacia mi casa, para encerrarme en esas cuatro paredes y pensar con claridad qué me había pasado estando allí enfrente de la casa de su padre, por qué me había puesto tan nerviosa, cosa que aunque había disimulado bien, había pasado y me había sacado de quicio. Porque nunca antes me había pasado. Solía dominar la situación siempre pero esa vez la situación había podido conmigo. Lo jodidamente peor era que no sabía hasta que punto podía resultar peligroso aquel hecho.

Encontré a Tom todavía durmiendo sobre el sofá por lo que avancé por el salón-comedor con cuidado. Algo realmente estúpido. El cabrón tenía el sueño tan pesado que no siquiera un huracán podría despertarlo. Avancé con sigilo para el pasillo y me encerré en la habitación. Intenté pensar en millones de cosas, por ejemplo buscarme algún tipo de trabajo provisional que me proporcionara el dinero que necesitaba solo hasta que pudiera quitarle a Dylan mi territorio, el que dominaba, el que me gustaba hacer, sobre todo. Me hacía falta el dinero así que tenía que empezar a pensar en esto seriamente. Al menos para sobrevivir este invierno. El dueño del Xydex no era de los que pagaban una fortuna, sobre todo por estas fechas que casi nadie salía de fiesta, las consumiciones en el pub eran mínimas, los típicos borrachos de siempre, los adolescentes que necesitaban algún trago de vez en cuando para sentirse adultos y aquellos tragos solitarios de los que creían ahogar sus penas en el fondo de una botella. Con todo, la delincuencia en las calles disminuía con el frío. Todo el mundo sabía que la mayoría de los locales cerraba por estas fechas debido a la escasa clientela, y si no había clientes a los que cobrar, no había dinero que robar. Suficiente suerte habíamos tenido con que el cabrón del dueño se acobardara y nos dejara cuidar del antro por una suma de dinero que era claramente inferior a la que nos pagaba durante el verano. Además del frío, esa era otra de las razones por las que odiaba el invierno. Y ahora el doble. Sin el negocio de la droga estábamos jodidos. Así que definitivamente tenía que buscarme algún trabajo cutre en el que, por muy mala que fuera la paga, era constante y fija. Al menos hasta que me durara el empleo. La cuestión era: ¿dónde? Mis estudios se limitaban a un certificado en el que afirmaba que había cursado la secundaria y que me había graduado a los 16 años. De eso hacía cuatro años. Estaba a punto de cumplir veinte y no había trabajado en mi vida, en ninguno de esos años que habían pasado desde que abandoné el instituto. . Al menos no por lo que se entiende un trabajo limpio y legal, con contrato y esas mierdas. Ese mismo hecho me cerraba las puertas a casi la mayoría de los trabajos, sobre todo porque en la mayoría pedían experiencia. Aunque… Eso era fácil de remediar. ¿Para qué existían las mentiras si no? Además, aprendía rápido. Bien, estaba convencida, ahora faltaba colársela al jefe o jefa. Que extraño, ya me había acostumbrado a que me llamaran así a mí, me resultaría extraño llamar a otra persona así, sabiendo que mi vida dependía de ello. Ok, estaba decidido, buscaría algún tipo de trabajo pasajero con el que mantenerme ocupada y que me permitiera tener algo de dinero suelto en el bolsillo.

Desde el salón escuché a mi compañero despertarse desorientado sin duda. Escuché sus maldiciones, el sonido de buscar algo sobre la mesa y poco después el de un encendedor prender llama. Estaba fumando. Poco después salí de la habitación para encontrarme la escena. Reí cuando lo vi con los ojos medio cerrados más que abiertos, sentado sobre el mohoso sofá y fumando un cigarrillo. Él dirigió la mirada hacía mí.

- No me jodas, ¿te has ido a dormir a la cama y no me has despertado para ir yo también? Este sofá es una mierda.
- Me desperté hace horas y salí. – eso tampoco pareció convencerlo, la mirada que me dirigió fue claramente de rencor. Pero ¡eh! No había sido mi culpa que él decidiera dormir en el sofá.
- Te mataré. – amenazó, reí. – Vamos, tengo hambre. Te invito a una hamburguesa.
- Nunca me acostumbraré a tus cambios de humor… - meneé la cabeza hacia ambos lados, resignada. Él rió mientras se levantaba y cogía cu chaqueta que reposaba sobre el sillón.

Ambos salimos por la puerta completamente abrigados y subimos al coche. El burger al que solíamos ir no estaba tan lejos después de todo pero el frío que hacía impedía recorrer las calles así como así. Dentro del coche estábamos mucho mejor. Al menos ahí teníamos calefacción. Una vez en el mugroso recinto pedimos y nos sentamos en una mesa apartada. Pude ver a varios conocidos sentados en mesas a una cierta distancia de donde nos encontrábamos nosotros. Reconocí a una chica, Evelynn, había sido mi compañera de clase y pupitre cuando estábamos en secundaria. La pelirroja había sido una estupenda estudiante, tenía un prometedor futuro, todos estábamos seguros de que le ofrecerían una beca de estudios en la universidad de Hamburgo… hasta que lo conoció a él. Ethan. Su ahora marido. La historia era simple, lo conoció, se enamoró, se quedó embarazada y abandonó los estudios. La vida de esa chica tirada por la borda. Vi como me miraba dudosa por saber si realmente era yo o no hasta que me reconoció. Me saludó efusivamente con la mano y le correspondí con una sonrisa. Después señaló a Tom e hizo un movimiento extraño juntando los dedos de ambas manos. La entendí, me preguntaba si estábamos juntos. Negué con la cabeza. A su vez le pregunté por su bebé con torpes movimientos señalando su vientre, ahora tan plano como entonces. Ella alzó los pulgares en sentido de “Todo bien” y alzó cuatro dedos. Iba a cumplir cuatro años. Se la veía feliz y me alegré por ella. A pesar de haber perdido el prometedor futuro que hubiese poseído si no llega a ser por el jodido cabrón que ahora estaba a su lado; había conseguido encontrar la felicidad. Me alegraba por ella. Le sonreí por última vez antes de volver la vista de nuevo hacia mi hamburguesa, a la que despedacé de un mordisco.

Comimos en silencio. La verdad nunca hablábamos demasiado cuando comíamos, era parte de nuestra rutina diaria, además, ¡que coño! Para comer no hacía falta hablar. Sin embargo, cuando ya habíamos devorado nuestra hamburguesa y comíamos las patatas con aire distraído, rompí ese silencio armonioso que se había producido.

- He pensado en buscarme algún trabajo… - comenté. Él alzó la mirada y clavó sus ojos en mí.
- Me parece bien. No nos vendría nada mal un dinero extra. Ahora que hemos perdido nuestra principal fuente de ingresos cualquier cosa que nos pueda ayudar a sobrevivir el jodido invierno sería bien recibida.
- ¿Significa eso que también buscarás uno? – pregunté.
- Puede.

Esa fue su simple respuesta. No esperaba más de él la verdad. Terminamos de comer y nos dirigimos de nuevo al coche después de pagar la cuenta. Dimos varias vueltas a la manzana pero viendo que no había nada que nos llamara la atención volvimos a casa. Vi como a Tom se le abría la boca varias veces de puro sueño. Pensé en las noches que había pasado durmiendo en aquel jodido sofá. Conocía aquel mueble inservible. Dormir ahí era como dormir sobre una maldita tabla de madera corta, escasa y dura Era incómodo, no podías moverte bien, al menos si no querías caerte al suelo, las piernas sobresalían por el otro extremo, sobre todo las suyas que eran altamente más largas que las mías. Pero era su culpa. En ningún momento yo lo había echado de la cama, él solito había cogido las mantas y había salido de la habitación. Aunque si, en cierto modo, yo tampoco le dije que no lo hiciera. En fin… Cuando llegamos de nuevo a casa vi como desaparecía tras la puerta de la habitación. Tenía que descansar. Esta noche le tocaba patrullar. Así que no dije nada y lo dejé hacer. En cuanto a mí, necesitaba algo con lo que pasar el rato. Vi a Dobby tendido en el suelo de la cocina, completamente aburrido, y noté las monedas en mi bolsillo. Tuve una idea. Si tenía que ponerme a buscar trabajo de forma segura sin morir congelada en el intento lo mejor sería buscarlo en el periódico local. Así que, como tenía que sacar al perro a que estirara las piernas, pensé en comprar el periódico en mi paseo. Mas tarde, en casa, me pondría a leer las ofertas de trabajo y a llamar donde me más me interesara. Busqué la correa de mi fiel amigo y ambos salimos por la puerta sin mirar atrás.

Las calles estaban desiertas, no había ni un alma deambulando por ahí. El frío era pesado pero afortunadamente aún no había comenzado a nevar. Estaba segura de que muy pronto el frío se acentuaría y que las primeras tormentas de nieve empezarían a aflorar por todo el país. Aunque esperaba que eso no me pillara a mí en mitad de la calle. Ya sabía lo que era estar en mitad de una tempestad con el viento soplándote en los oídos, mientras tus pies se clavaban en la nieve y te hundías poco a poco en ella, tus miembros se congelaban y comenzabas a dejar de sentirlos… Algo completamente jodido que no le desearía a nadie. Bueno, puede que Dylan o a mi padre. No, solo a mi padre. No odiaba tanto al rubiales. El viento había empezado a azotar un poco más fuerte en mi camino de regreso a casa por lo que aceleré mi paso. Sobre todo por mi perrito, no quería que enfermase. Como labrador que era tenía un buen pelaje que lo protegía del frío pero no quería arriesgarme. Era lo que más quería en este mundo y no quería que le pasara nada malo. Así que volví sobre mis propios pasos y me dirigí de nuevo a casa. Entonces fue cuando lo vi. Mirando por la ventana de la casa de su padre estaba el moreno. Tenía una taza en las manos de la que podía ver que salía humo. Dios, ahora mataría por un chocolate o un café calentito. Había recogido su larga melena con una goma y miraba por la ventana. No pude evitar pensar en lo hermoso que se veía… Céntrate, Dai, céntrate, joder… Estaba a punto de volver a caminar de nuevo siguiendo con mi dirección cuando él me vio y me hizo señas para que me esperara. Suspiré. Poco después lo vi abrir la puerta de casa y mirarme apoyado sobre el marco. Se había colocado su cara cazadora de cuero.

- ¿Se puede saber que haces dando vueltas con el frío que hace? – me preguntó sin ningun tapujo.
- P-p-pu-pue-pues… - mierda, había empezado a temblar, los dientes me rechinaban. Estaba muerta de frío.
- Pasa antes de que te congeles. – lo dudé, debía mantenerme alejada de Bill. – Tengo café recién hecho. – intentó convencerme. Debía mantenerme… Un momento, ¿por qué tendría que mantenerme alejada de él?

Asentí con la cabeza y dirigí a mi perro hacia el interior de la casa. Dios, aquella casa olía a fresco, a limpio. No había duda, Bill había hecho un excelente trabajo en aquellas cuatro paredes. Respiré hondo inhalando el perfecto perfume que se olía en la estancia. Casi pude creerme en las verdes praderas escocesas.

- Bill… ¿Lo has hecho tú solo? – pregunté aún sabiendo la respuesta – Nunca antes había visto esta casa tan limpia. Incluso cuando conocí a Tom, poco después de la mudanza, ya estaba patas arriba.

El moreno rió mientras iba a la cocina. Le seguí. Allí me quedé doblemente alucinada. Todo estaba en su sitio, la encimera estaba limpia, la vitrocerámica reluciente, no había ningún plato ni vaso sucio en el fregadero.

- Bill, eres increíble. – él sonrió y me tendió una taza de café caliente. Se lo agradecí con el alma. – Te debo una.
- No, esto es simplemente algo que hago por ti. No lo consideres un favor que cobrar en otra ocasión – dijo mientras nos sentábamos en el sofá. Incluso éste parecía cambiado a pesar de verse claramente que seguía siendo el mismo.
- Eres increíble – repetí. – Es algo que no llego a entender. Eres bueno, Bill, eres una buena persona. Haces favores a la gente sin esperar nada a cambio, buscas a tu hermano después de tanto tiempo, arreglas la casa de tu padre, quieres mantener la relación que perdiste con él… Eres fantástico. O muy tonto. – añadí con sorna.
- ¡Oye! – se hizo el ofendido él, sonreí tomando un sorbo de mi café. – Si, supongo que soy un poco tonto por querer recuperar a mi hermano sabiendo que es el jefe hijo de puta de los barrios bajos. Perdona si te ofendo… - sonreí
- Para nada. Tom es un cabrón hijo de puta. El mayor capullo que ha conocido Alemania después de Hitler. – me reí – No pongas esa cara, estaba bromeando. No es tan malo, al menos cuando lo conoces realmente.
- Iba a decir algo pero me callo.
- Puedes decir todo lo que quieras. Yo no diré nada, pero sí puedo pegarte una buena paliza.

Silencio absoluto por uno segundos…

- ¿Por qué lo defiendes tanto? – me preguntó clavando su mirada en mí. Suspiré. Ni yo misma conocía la respuesta a esa pregunta.
- Porque Tom… -

Ni siquiera sabía qué decir. No podía explicar con palabras todo lo que Tom representaba. Es cierto que no lo amaba, no como una mujer ama a un hombre, no del modo que hace suspirar a cualquier chica de mi edad, Tom y yo nos peleábamos, nos gritábamos el uno al otro, nos golpeábamos, nos insultábamos… Pero siempre nos entendíamos. Siempre acabábamos riendo, comiéndonos la boca y teniendo sexo desenfrenado en cualquier rincón de la casa. Él era importante para mí. Siempre lo había sido y sin él, no sabría como vivir.

- Porque Tom es la persona más especial que hay en mi vida. – confesé. Él solo asintió con la cabeza. Agradecí que no quisiera seguir escuchando sobre ese tema porque ni yo misma me sentía cómoda hablando de ello. Entonces entendí que él había intuido por ello que éramos novios. – No, no es mi novio.
- Vivís juntos y…
- Si, y dormimos juntos, y foll… Pero no. – concluí al ver la expresión en el rostro del Moreno. – Sé que no lo entiendes del todo, a muchas personas le cuesta entenderlo, pero no te hagas una falsa idea. Tu hermano y yo no somos un par de colegas normales que comparten piso y follan de vez en cuando. Somos mas que eso pero menos que pareja. No nos queremos de esa forma.

Él solo asintió con la cabeza al tiempo que mi perrito se acomodaba en la alfombra, justo a los pies de Bill. Alzó la cabeza y buscó la mano del Moreno para que éste le acariciara.

- ¡Le gustas! – exclamé. – Dobby es muy reservado y elige a la gente con cuidado. No se fía de nadie.
- Igual que la dueña –bromeó él a su vez.
- Exactamente.


El resto de la tarde la pasamos contando historias divertidas que me hicieron reir y olvidarme de todos los problemas que me atacaban siempre que me quedaba sola y que mi mente era incapaz de remediar. Bill era un buen chico, atento, divertido, simpático, a veces un poco irritante pero… Era hermoso. ¿Significaba eso algo para mi? ¿Significaba que estaba empezando a ver a Bill con otros ojos?

4 comentarios:

  1. AAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAHHHHHHHHH! seria tan complicado no ver a Bill con otros ojos hay que beio cap lo adoreeeeeee si si esto se pone muuuuy bueno ^^ jaja grax amandita por otro capitulo genial! te mando un fuerte abrazo cuidate mucho y sigue inspirandote! xD

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  2. Dios... mi hermanita adorada, no te das idea del estado en que me dejaste. Estoy en las nubes. Esta más que claro que me enamore de este capítulo, es hermosamente perfecto. Felicitaciones vida, y te juro que ahora no se que decir, estoy embobada y muero por saber como sigue esto, esta maravillosa y adictiva historia. Hasta entonces habra que esperar. Te felicito de nuevo hermosa. Un beso enorme, tu geme que te adora con el ama, Dai.

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  3. uffffffff wow!!! que te puedo escribir Amanda de que eres MARAVILLOSA porque haces que nos impacientemos bueno eso sucede conmigo no me quedo tranquila jajajaja quiero saber mas! esto se esta poniendo demasiado interesante y bueno, eso me encanta!!! aww ya me imagino al moreno tan lindoooo xD mientras que su hermano durmiendo y no sabe nada de lo que esta pasando jajajajaja...mmmmm uf ps Amandita te deseo muchisimaaa suerte con todo ah estoy de acuerdo con mi estimada y querida Aemara ¡sigue inspirandote! en eso tiene razon jeje pobre Amanda ya me imagino todas esas ideas acumuladas en tu cerebrito jajajaja (esa parte me gusto tan linda tu) jajaja tqmmm Amanda y lo importante cuidateee bastante ok? hablamos y hasta la proxima!
    */Jas/*

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  4. awwwwwwww ya se esta enamorando de Bill, que hermoso capitulo!!!!!!!!!!!

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