Lo siento, lo siento, lo siento! Mil veces lo lamento. Quería enviar el capitulo antes pero ocurrió que era fiesta en mi pueblo y los locus estaban cerrados. (Este finde continuaba sin Internet, ahora ya lo tengo por fin) y tampoco pude contactar con alguno de mis amigos que si tuvieran. Hoy, cuando me lo han puesto, entonces ha sido cuando he podido enviárselo a las chicas del blog. Por eso, disculpen por la tardanza! Ahora, las dejo leer. Espero lo disfruten. ;)
Capítulo 11
By Daiana
Aún no puedo explicar con exactitud qué fue lo que sentí cuando vi al Moreno entrar por la puerta de mi piso detrás del padre de Tom, tampoco la razón de que quedara totalmente inmovilizada al escuchar la palabra “hermano” salir de los labios de Jörg. Mi cabeza se había quedado totalmente en blanco, no podía sacar nada en claro, por más que quisiera me sentía totalmente en shock, fuera de lugar, increíblemente perdida. Así que era cierto, Tom tenía un hermano, y ese hermano era el que yo misma me había encontrado en el hospital durante mi estancia y a quien había ayudado a encontrar la casa del que me había dicho que era si tío. ¿Por qué me había mentido el Moreno? ¿Por qué me ocultaba Tom la existencia de su hermano? Siempre había creído que no nos ocultábamos nada, ¿por qué ahora, de repente, descubría que me había estado ocultando cosas de su vida? No entendía nada, no entendía el por qué de sus palabras, por qué renegaba de su propio hermano, por qué el odio de cada sílaba pronunciada, por qué simplemente se comportaba como lo hacía. Observé la expresión en el rostro de ¿había dicho que se llamaba Bill?, estaba atónito, mantenía la mirada fija en su hermano sin embargo, pude ver algo mucho mas allá de eso, estaba entre decepcionado y hundido. Pude ponerme en su lugar. Yo no tenía hermanos, no tenía ningún tipo de familia pero sabía que si la tuviera y ésta me repudiara de la forma en que mi compañero de piso lo estaba haciendo estaba segura de que me sentiría igual que él en aquellos momentos. Quise decir tantas cosas, quise gritarle a Tom muchas de las cosas que se me estaban pasando por la cabeza, quise golpearle, hacer cualquier cosa para que reaccionara de alguna forma, hacerle ver de alguna forma la gravedad de sus palabras, lo mucho que a su hermano le dolían cada una de las palabras mencionadas pero no pude hacer nada, estaba totalmente petrificada, observando la situación desde lejos, como un espectador cualquiera, sin poder interferir, siendo consciente del odio y el rencor por parte del rastafari, y del dolor por parte del moreno. ¿Podía ser más violenta aquella maldita situación?
-¡Es tu hermano, Tom! – exclamó su padre - ¿No vas a decirle nada? Ha estado buscándote…
-Como si quiere ser el diablo en persona. Ya te lo he dicho: yo no tengo hermanos.
-Estás comportándote como…
-¿Cómo qué, eh? ¿Cómo un jodido cabrón? Bien, últimas noticias, soy un jodido cabrón. Ahora, fuera.
-Déjalo, papá. – intervino el Moreno viendo como su padre iba a comenzar a hablar de nuevo, clavando aquella mirada transparente y pura con la que me había hipnotizado la primera vez que lo había visto en su hermano, éste ni siquiera parpadeó. – Vamos. – Jörg fijó la vista en su hijo mayor por unos instantes y aquella forma de mirarlo hizo que me estremeciera de pies a cabeza. Nunca entendí por qué Tom trataba tan mal a su padre, conocía a ese hombre y no tenía nada de maldad en él, era como si la oscuridad que lo rodeaba nunca hubiera hecho efecto sobre él. – Diría que fue un placer, Tom, pero creo que no lo fue. Cuídate. – se despidió Bill antes de voltearse y caminar hacia la puerta de casa, siguiendo a su propio padre. Tom no contestó.
El sonido de la puerta al cerrarse me hizo volver a la realidad. Respiré hondo un par de veces intentando asimilar la escena que acababa de presenciar, siendo consciente de que había sido real, que no era producto de mi imaginación ni había sido sacada de una película de Hollywood. Fijé mi mirada en mi compañero de piso, vi sus puños apretados, lo descubrí totalmente en tensión con la mirada clavada en la puerta por la que acababan de desaparecer dos miembros de su familia. Quise llamarlo, quise decirle algo pero ninguna palabra surgió por mis labios, el nudo en la garganta seguía presente, ahogándome, haciéndome daño… Pero no mostré sensación alguna, me lo estaba guardando para mí, como todas las cosas que presenciaba y que no me gustaban. Sabía que el día menos esperado iba a explotar si seguía acumulando las cosas como lo hacía. Pero esto no era de mi incumbencia. Yo no tenía que meterme en la vida de esa familia por muy amiga que fuera del cabrón que tenía al lado, aunque moría por saber qué mierda acababa de pasar ahí, porque seguía sin entender absolutamente nada…
-Ahí tienes tu respuesta. – susurró Tom aún con la mirada fija en la puerta de madera. No supe a qué se refería. Lo miré enarcando una ceja. – Me preguntaste si tenía hermanos. – ahora si lo empezaba a entender, esperé que siguiera hablando. – Tengo un hermano gemelo, al menos en lo que se refiere genéticamente. Por lo demás, Bill no existe para mí. Esta muerto. Tan muerto como lo está mi madre.
Quise llevarme una mano a la boca ante aquellas palabras, quise reaccionar de alguna manera ante aquella declaración tan abierta, pero me sorprendí al ver que lo entendía, que empezaba a entender un poco mejor a Tom, el por qué de sus palabras, el por qué del odio y el rencor de cada sílaba, de cada letra. Había visto al Moreno, las ropas que vestía, las joyas, el maquillaje, todo. Saltaba a la vista la buena vida que llevaba y por esa misma razón el odio de Tom se acentuaba. Porque también había podido tener esa vida y no la había tenido. Porque Bill se quedó con la parte buena, y Tom se había visto en situaciones en las que no estaba acostumbrado. Ahora parecía entender. Y era totalmente comprensible.
-Tom… - empecé a decir pero me hizo callar de inmediato.
-No lo digas. No digas que lo sientes. No lo hagas. - ¿entonces qué quería que dijera? - ¿Sabes? Recuerdo que cuando me mudé aquí, a menudo por las noches, imaginaba que mi madre vendría a por mí, que volvería a mi casa, a mi cama, el mundo al que pertenecía pero los días fueron pasando y ella nunca llegaba, ahí es cuando empezó el rencor hacia ella. No puedo olvidar que me hubiera abandonado en estas calles. Y en cuanto a Bill… Él sí tuvo la vida que yo merecía, ¿y por qué? ¿por ser el favorito?, ¿porque yo había sido un cabrón siempre que no me merecía esa vida?
Ahora sí que me quedé muda ante aquello. No sabía qué decir, no sabía como actuar, no podía creer que acabara de contarme algo que había ocultado todo este tiempo. Si, ya sabía que antes vivía en los altos, que sus padres se habían divorciado y que, debido a los escasos ahorros de su padre, habían venido a parar en este enorme estercolero, pero jamás me había contado nada como aquello. No sería debido a la falta de confianza, de eso estaba completamente segura. Creo que más bien fue por él, porque nunca contaba nada, porque se cerraba a la gente, al igual que yo, era un jodido lobo solitario, que no necesitaba de los demás, que se la sudaba la gente. Eso, de todas formas, seguía sin explicar por qué no me lo había contado a mí en todos estos años cuando había estado claro que nos habían unido miles de cosas, miles de heridas, batallas, fiestas, balazos, navajazos, cuando vivíamos en el mismo sitio, cuando dormíamos uno al lado del otro… No había pensado en esto antes pero ahora que aparecía ante mí la idea tan clara, me hizo preguntarme. ¿Qué pensaba él de todo esto que habíamos montado? Me sorprendió descubrir que, aunque para mí la respuesta estaba clara, no podía saber cuál era su parte. Para mí aquello no tenía ninguna palabra para describirlo, simplemente estaba bien así. Pero la pregunta no era esa ¿Confiaba en él? Mi mente decía que no debía, pero lo hacía. Confiaba plenamente en él, sabía, de alguna forma, que, de todas las personas en el mundo, él era el único que no me vendería, que no me traicionaría, en contra de todos mis principios, sabía que en él sí podía confiar. ¿Era él la excepción? Tenía toda la pinta de ello, pero, ¿desde cuando toda esta confianza? ¿Qué era lo que me había llevado a confiar en él? Eso si que no tenía respuesta. No lograba encontrarla por más que buscara. Porque, ante mis ojos, él realmente no era el jodido cabrón hijo de puta que solía aparentar ser. No era cómo los demás malditos que había conocido, y aunque fuera vengativo, rencoroso, irascible y violento, no podía evitar que tenía un cierto encanto… Pero, ¿qué demonios estaba pensando ahora? Dai, vuelve a la maldita realidad de una jodida vez, donde los cuentos de hadas no existían, donde los príncipes azules solo eran un mero cuento para niñas que al crecer se daban cuenta de que éstos no blandían magníficas espadas ni montaban en caballos blancos si no que luchaban de la forma más cruel y violenta que fuera posible con la mejor arma que podían encontrar, que solía ser siempre sus propios puños, y su única forma de transporte se resumía en coches y motos robadas. Intenté concentrarme de nuevo en el hilo de la conversación que manteníamos pero al volver a la Tierra descubrí que me había quedado plantada en mitad del salón con la mirada fija en la puerta, totalmente ajena a todo y él se había largado, al menos no lo encontré cerca. Escuché algún ruido en la cocina y supe que se encontraba allí, retomando lo que había estado haciendo antes de que yo llegara con la comida, desde luego, la visita de su padre y de su hermano, nos había cortado totalmente el rollo. Otro gallo hubiera cantado de no ser por la interrupción repentina. Caminé hacia la cocina y empecé a ayudar, sacando todos los trastos de los armarios, mirando las fechas de caducidad de los alimentos y tirando a la basura los que estaban pasados. Cada uno lo hacía en completo silencio, sumidos en nuestros propios pensamientos, me sentí incapaz de decir nada, sobre todo porque no sabía qué decir, ¿qué se suponía que debía decir en estos momentos? Él sabía que podía contar conmigo siempre que quisiera, que podía contarme todo lo que quisiera en cualquier momento, ¿debía recordárselo? No quería ser una pesada, tampoco parecer ansiosa por saber. Pero lo cierto era que no soportaba el silencio que se había apoderado de la situación, la forma en que cada uno estaba enfrascado en su propia mente, sobre todo creyendo que hasta ahora no había habido ningún secreto, confiando en que nos lo contábamos todo… Claro que me había dolido sentirme desplazada, descubrir que lo que yo creía estaba muy lejos de ser cierto, pero no podía culparlo. Aunque él no lo hubiera mencionado, sabía que detrás de su odio se escondía el dolor, el dolor de sentirse olvidado, perdido, tirado como un trapo viejo. Y me dolía, me dolía por él, siempre había agradecido el hecho de haberlo conocido pero ahora que sabía que lo que él de verdad quería era la vida que había llevado su hermano y que le había sido cruelmente arrebatada, el hecho de haberme encontrado con él cobraba otro sentido…
By Bill
La impotencia que se había apoderado de mí al abandonar el piso donde vivía mi hermano se hacía cada vez más profunda mientras caminaba de vuelta a casa. Por mi mente no podían dejar de pasar una y otra vez las palabras que me había dedicado. El encuentro había sido totalmente un error. Quizá porque el hecho de contarle la verdad acerca de quien era había sido demasiado pronto, quizá porque realmente me odiara aún sin conocerme. Incluso podía entenderlo, me odiaba por la vida que yo había llevado, la que le había quitado a él. ¡Pero no había sido mi culpa! Si no la de nuestros padres por distanciarnos de esta manera, por haber puesto distancia entre ambos durante todo este largo tiempo, porque las cosas ahora hubieran sido diferentes si ellos dos hubieran hecho las cosas bien, si eso hubiese pasado, mi madre ahora no tendría que ver a su propio hijo desde la lejanía, podría acercarse a él y hablarme de la forma en que me hablaba a mí, mi padre no se hubiera comportado de la forma avergonzada que lo había hecho cuando me había visto y, lo más importante, Tom no sería como lo era ahora, al menos no una persona tan fría e indiferente. Pero eso él no lo entendía, al menos, creo que tampoco lo había pensado de esa forma, si lo hubiera hecho no me habría tratado de la forma en la que lo había hecho. Claro que no esperaba un recibimiento con los brazos abiertos, no pensaba en un abrazo ni nada de eso pero sí un estrechón de manos y algo como “Me alegra verte. ¿Cómo estás?” Y en lugar de eso, ¿qué había recibido? Solo desprecio y maldad por parte de mi propio hermano, ¿cómo se suponía que tenía que tomarme eso? ¿Debía volver a intentarlo en otra ocasión? ¿Podía empezar de nuevo? Miles de preguntas como esa pasaban a toda velocidad por mi mente y no encontraba respuesta alguna. ¿Cómo iba a empezar de nuevo si estaba claro que él no quería ni verme? ¿Por qué habían acabado mis planes en el fondo de una papelera, completamente enterrados por toneladas de mierda? Porque así es como había acabado toda mi ilusión, este afán por encontrar lo que me habían arrebatado y poder completar mi vida, pero, de alguna forma, todo se había convertido en un espejismo, una quimera, algo en lo que creía fiel y ciegamente y que se había desvanecido tan rápido que apenas me había dado cuenta.
-Hey, Bill. – me volteé al escuchar mi nombre.
Sin saber cómo había acabado en uno de los parques de mi barrio, uno alejado de casa, recuerdo este parque, solía venir aquí cuando estaba en el instituto con algunos compañeros para beber. Aquí fue donde me enrollé con Brittany la primera vez… Detrás de mi vi al rubiales de Jeremy, con su mirada azul grisácea puesta en mí. Genial, si el tipo quería pelear ahora me había descubierto con la moral por los suelos.
-No empieces, Jeremy, no estoy de humor. – sentencié dándome la vuelta de nuevo y continuando mi paso hacia mi casa. Él acortó la distancia que nos separaba en dos zancadas, tenía piernas largas pero seguía siendo más bajo que yo.
-Tranquilo, vengo en son de paz. – aclaró alzando las manos a la altura de la cabeza con las palmas hacia el frente. Lo miré extrañado pero no dije nada, continué mi caminata. – Te vi en los barrios bajos. – me paré en seco. ¿Qué demonios hacía Jeremy, un niño rico que tenía cuanto quisiera poseer, en los barrios bajos? – Tengo algunos colegas por ahí. – enarqué una ceja. ¿Qué había dicho? – En serio, Bill. – Bien, vale, le creería. – No todos son malos. En realidad no lo son. No a menos que te metas con ellos o con algo de su propiedad. Pero por lo demás, son tratables. Y, por Dios, Bill, ¿cómo se te ocurre ir allí con esas pintas? Tienes suerte de que no te atracaran. - ¿qué? ¿cómo? ¿había tenido suerte? ¡unos tipos habían estado a punto de violarme sin importarles que fuera un tío! – La próxima ve algo más discreto, es un consejo. - ¿qué hacía el idiota de Jeremy dándome consejos a mí? Pero tenía razón, viendo las pintas que él llevaba, unos pantalones vaqueros normales un poco anchos y una sudadera que no era nada del otro mundo. Me apunté el dato para la próxima. Esta vez si debería hacerle caso, al menos por mi bien. Nada de maquillaje también para evitar ciertas situaciones. - ¿Puedo preguntarte qué hacías en los barrios bajos? Tengo que decir que me intriga un poco, prometo no decir nada.
-¿A cambio de qué? – estaba receloso y eso se me notaba. No le había dicho a nadie, no siquiera a Gustav, que iba a ir a aquellas calles. Y sin embargo… Necesitaba hacerlo.
-A cambio de nada, tienes mi palabra.
-Fui a buscar a mi hermano. – lo solté así sin más, sin percatarme de la estupidez que desprendían mis palabras.
-¿Fuiste a buscar a Tom? – espera, ¿qué? ¿Cómo mierda sabía Jeremy que mi hermano era Tom?
-¿Cómo demonios sabes…? ¿Lo conoces? – empecé a preguntar.
-Lo conocía, al menos cuando tenía siete años – cierto, olvidé que habíamos ido al mismo colegio. – Como te he dicho, tengo algunos colegas por aquellas calles, y voy de vez en cuando. Me contaron de Tom, allí lo conoce todo el mundo, a él y a la rubia, Daiana. Algo también de TJ, Anne y Georg. Son como un puto ejército, tío, arrasan con lo que ven. Exagero, son buenos negociadores. Controlan la droga que entra en las calles, no la trafican, Bill. – añadió al ver la expresión en mi rostro de clara sorpresa y desagrado – Solo la controlan. Y si, sacan buen pellizco de eso. También andan con algún negocio en alguno de los clubs pero de eso no se sabe nada realmente. El caso es que tu hermano es una leyenda en esas calles, no hay persona que no lo conozca. Y cuando supe su apellido, rápidamente até cabos. Estaba claro que el tal Tom Kaulitz del que hablaban solo podía ser tu hermano.
Me quedé en silencio, pensando en todo lo que acababa de decirme Jeremy. Era increíble pensar que mi total archienemigo supiera más de mi hermano que yo mismo. También pensé en la posición de la que me acababa de hablar. ¿Se suponía que Tom era el cabecilla de todo aquello? El rubiales había dicho algo sobre la droga, el control o no se qué, no sabía lo que significaba aquello exactamente pero tampoco quería saberlo. ¿De qué me iba a servir? ¿Me iba a devolver eso a mi hermano? La respuesta ante esa pregunta era claramente negativa, y dolía… Dolía como el infierno. Y por partida doble. Mi mente se había centrado en Tom, pero lo cierto era que una parte de ella, también pensaba en la chica de larga melena bicolor y grandes ojos verdes. No sabía bien el papel que ella jugaba en todo esto pero verla allí, en el lugar donde vivía mi hermano, y la forma en que él la había agarrado de la cintura solo podía significar una cosa. Y me dolía. No era que me hubiera hecho ilusiones, no era que hubiera pensado en tener algo con ella, pero me había dolido, porque ella estaba con mi hermano, de todos los tíos que había en este universo, tenía que estar con mi hermano, con mi gemelo, con la persona que poseía la misma sangre que yo. ¿Acaso eso no dolía? ¿Ver a la persona que amas con otro que es tu hermano, encima gemelo, no era doloroso? Porque si no lo era yo estaba claramente fuera de lo que puede definirse como normal. Porque me dolía. Y mucho.
-¿Lo has encontrado? – me preguntó el rubiales a mi lado. Habíamos estado gran parte del tiempo caminando en silencio y no me había dado cuenta de lo callado que me había quedado. Tampoco entendí su interés, pero no quería ser grosero, así que le contesté. Me apetecía hablar con alguien con tal de hacer desaparecer todo el dolor que sentía de mi interior…
-Si… Nos hemos visto, pero… Renegó de mí. Decía sin parar que no tenía hermanos…
-Joder, Bill, cuanto lo siento. Pero, una pregunta, ¿por qué después de tanto tiempo? ¿por qué has esperado hasta ahora para ir a buscarle?
Medité la pregunta y realmente me di cuenta de que él tenía razón. Aunque tuviera la excusa de que mi madre me había estado mintiendo todos estos años, la verdadera razón era que no me había preocupado por él. Siempre había creído que él estaría bien donde estuviera y no me había parado a pensar realmente si mis suposiciones eran ciertas o solo una forma vaga de auto convencerme a mi mismo de que todo iba bien, porque a pesar de las mentiras de mi madre, yo podía haber insistido en saber más de él cuando alcancé la edad de comprender más cosas de las que mi madre solía aceptar y puedo jurar que si hubiera investigado algo en su momento, ahora no me encontraría en la encrucijada en la que estaba envuelto. Y así se lo dije, sin saber cómo, sin saber bien por qué me descubrí contándole todo al odioso de mi amigo-enemigo. Él se limitaba a escucharme y a asentir con la cabeza, no me interrumpió en ningún momento, le conté todo lo que pude recordar, haciendo hincapié en las mentiras de mi madre y mi plena confianza en ellas, también medité sobre lo acababa de darme cuenta, sabiendo que iba a ser lo que me diría él cuando yo acabara mi relato. Lo solté todo, sin guardarme nada para mí, estaba harto de guardar todo para mí y ahora que tenía la oportunidad de contar con alguien más que sabía que tenía un hermano delincuente no iba a dejarlo ir. Él abrió los ojos de par en par cuando acabé mi extenso relato. Cerré la boca mientras mis últimas palabras resonaban en el aire, quedando totalmente exhausto, había pasado mucho tiempo hablando, y aunque era algo que me gustara, mi garganta necesitaba un descanso.
-Eres increíble – sonrió el rubiales. Fijé mi mirada en él, ¿qué había querido decir con eso? – Me refiero a tu entusiasmo puesto en esto. Cualquiera, conociendo la reputación de tu hermano, se hubiera quedado en su sitio… Pero tú no. Tú fuiste a buscarlo con dos cojones. – forcé una sonrisa tímida. Si él solo supiera que acababa de enterarme de la reputación de la que él hablaba… No sé si fue por esa misma expresión en mi rostro lo que le hizo darse cuenta de mi ignorancia, y que se riera a carcajada limpia. – Joder, Bill, ¿no tienes vida social o qué? – achiné la mirada.
-Claro que la tengo, solo que tus compañías y las mías no son las mismas.
Entonces me dí cuenta de que todos a mi alrededor conocían de la existencia de mi hermano, de la vida que llevaba, de la mayor parte de las cosas que tuvieran relación con él… Todos…. Menos yo. ¿Tan ciego había estado todos estos años? ¿Tan egoísta? ¿Había estado tan centrado en mí mismo que no había sido capaz de mirar hacia delante y ver y escuchar lo que decía la gente a mi alrededor? ¿Sabían que éramos hermanos? ¿Por eso cuchicheaban a mis espaldas? ¿Me juzgaban por vivir la vida que tenía mientras él luchaba por sobrevivir día tras día? De repente, sentí miradas acusadoras a mi espalda, miradas que clavaban su mirada en mi nuca, miradas que empezaban a atormentarme, sentí un escalofrío recorrer mi espina dorsal, ¿significaba eso que me estaba volviendo loco por momentos? ¿tenían las cosas otro significado ahora? Puedo apostar que sí, por mucho que me duela aceptarlo…
-Así que todos sabíais que era mi hermano… - susurré. Me costaba asimilar esa idea. Él negó con la cabeza.
-No, no todos lo saben. Solo unos pocos. Quienes te conozcan y quien conozcan su apellido, y solo aquellos que tengan algún enchufe en los bajos pueden saberlo. Así que estás salvado, Moreno. Solo lo sabemos dos personas. – imaginé que se refería a él y a Derek, su mejor amigo. ¿Eso podía ser suerte?
-¿Alguna vez…? ¿Alguna vez me juzgasteis? – pregunté sin saber muy bien por qué. Sabía que la respuesta era afirmativa pero, por educación, diría lo contrario.
-Nunca. Puedes creerlo o no. Pero si nos preguntábamos el por qué. Ahora tengo la respuesta.
Quise ofenderme por eso. Demostrar cualquier tipo de reacción ante aquellas palabras pero sentía que no podía hacer nada, no sé muy bien la razón por la que sentía en mi interior este tipo de apatía. Pero ni siquiera los comentarios de Jeremy me afectaban, me sentía roto por dentro, decepcionado, dolido, un millón de sensaciones que no eran nada buenas. Contarle a alguien lo que me pasaba por la cabeza había servido, al menos en parte, me había tranquilizado un tanto pero no servía para sentirme mejor. No para olvidar los interminables años que había vivido en la más absoluta ignorancia, en los que yo lo había tenido todo y él no había tenido nada más que oscuridad en su vida… Era imposible no sentirse como me sentía al descubrir la verdad, la realidad que le perseguía desde la niñez, ¿podía ser alguien tan insensible de apartar la mirada al ver aquello, al ser consciente de eso? ¿Podía hacerlo yo? La respuesta pasó por mi mente a la velocidad del rayo y un claro No hizo eco en ella. No podía ser tan hijo de puta, no iba a seguir viviendo en la ingenuidad, iba a luchar por lo que quería, iba a recuperar a mi hermano, costase lo que costase.
By Tom
Eran más de las doce de la noche cuando me encontraba patrullando por las calles cerca del Xydex, el garito que habían abierto ese mismo verano, clavando la mirada en cualquiera con pinta sospechosa que se acercara. Las calles no estaban nada concurridas, quizá un par de transeúntes cada cierto tiempo, pero debía seguir ahí al menos una hora más. Durante el verano, estas mismas calles alrededor del club habían estado a rebosar de gente y mi trabajo había sido controlar los conflictos dentro y fuera, descubrir a camellos no autorizados, y cosas por el estilo. El dueño, tras una difícil conversación, aceptó darnos el trabajo, sobre todo, después de meterle el miedo en el cuerpo con las exageraciones de Dai. Durante los meses de verano había estado bien, teníamos diversión cuando queríamos, prácticamente el dueño nos invitaba a las copas, y teníamos abundantes peleas en las que participar. Era ciertamente divertido. Pero los meses de verano quedaron atrás y la gente ya no salía tanto de fiesta. Y no los culpaba, con el maldito frío que hacía, la nieve cayendo y derritiéndose bajo tus pasos, el plan ideal para una noche sería quedarse en casa con cualquier tipo de calefacción asequible, viendo pelis, devorando palomitas. Haría lo mismo si no me estuvieran pagando por lo que estaba haciendo. Había quedado con el jefe que daría vueltas alrededor de la manzana durante un par de horas todas las noches mirando si algún ladrón u ocupa entraba. Claro, ¿por qué iba a hacerlo él, que prefería quedarse en su mansión de lujo con la calefacción, su esposa, sus engreídos críos? Lo hacía porque me pagaba bastante bien, si no ya habría recibido su merecida patada en las pelotas. O quizá lo estaba haciendo ahora por evitar pensar en lo sucedido esta tarde en el salón de mi propia casa… Mierda, Tom, concéntrate, joder… Me dije a mí mismo, pero era algo imposible en aquella situación. El momento pasaba una y otra vez por mi cabeza sin que yo pudiera hacer nada para detenerlo. ¿Estaba teniendo remordimientos por como había tratado a aquel ser que se hacía llamar mi hermano, a mi padre quizá? ¿Yo? No, no creía que fuera eso, creo que es algo que va más allá, algo que no sabía explicar. El hecho de haber visto a Bill después de tantos años había hecho que el odio que sentía en mi interior hacia él y hacia la zorra de mi madre se incrementara, se hiciera más presente en mí, aunque seguía sin saber cuan de peligroso podía llegar a ser ese rencor. Pero, ¿qué demonios estaba diciendo? Me importaba una mierda Bill. ¡Podía irse al infierno! ¡Me daba exactamente igual! Para mí, él no era nada, nada que pudiera ejercer algún tipo de compasión sobre mí, nada que fuera a lamentar al día siguiente. ¿Por qué estaba dándole vueltas sin parar a algo que no tenía nada que ver conmigo, al menos que no quería que la tuviera? Giré el volante con brusquedad apartando esas ideas absurdas de la cabeza. Lo que tenía que hacer era volver a casa, tomar un par de birras con Dai, con los demás si es que estaban por ahí, luego algo de folleteo con la rubia y ¡ala!, a sobar un rato. Algo tan normal y frecuente en mi vida que no implicaba nada a mi supuesto hermano gemelo ni a nada que tuviera con su visita de esa misma tarde. Así que me decidí a continuar con mi vida como hasta ahora la había vivido, apartando aquella estúpida experiencia a un tercer o cuarto plano, como si nunca hubiera pasado. ¿Por qué iba a ser tan importante para mi algo que estaba muerto, que había enterrado hacía años, que estaba en el más profundo olvido? Debía continuar con mi vida, sin importar nada más que yo mismo, tal y como había vivido estos últimos años. Total, él no iba a regresar, ¿verdad?
La penumbra me iluminó cuando abrí la puerta del piso y descubrí el más puro silencio. ¿Dónde se había metido la rubia? Me pregunté. Sabía que estaba un poco cansada de pasar los días allí metida y que quería hacer algo, pero era casi la una y media de la madrugada, y en las calles hacía un frío que congelaba a cualquiera, transformándolo en un estúpido muñeco de hielo y nieve, ¿dónde habría ido? No, no la estaba controlando, solo me lo preguntaba. Ella podía salir cuando y dónde le diera la gana, sabía que se defendería si algo le pasara, eso no me preocupaba en lo más mínimo, al menos no ahora. Pero era bastante tarde para andar por las calles como si nada. Avancé por el pasillo hacia la habitación, sin necesidad de encender las luces, estaba acostumbrado a la oscuridad y conocía cada rincón de aquella diminuta casa, así que no me era necesario, y, abriendo la puerta del dormitorio, escuché las voces provenientes del televisor y vi un bulto sobre la cama, escondido entre las mantas. Con sigilo me acerqué hasta la cama y me tumbé al lado de la rubia, ésta alzó la mirada y la clavó en mis ojos. Habíamos pasado la tarde casi sin dirigirnos la palabra, intercambiando nada más que escasos monosílabos y frases cortas que carecían de cualquier significado. Entendía el por qué. Sabía que ella quería que le contara mi parte de aquel encuentro, por qué había dicho lo que había dicho, por qué los había tratado así a ambos, en cambio, yo no quería hablar del tema. Y ella lo sabía. Me conocía lo suficientemente bien como para saberlo. Por eso me había dejado que pensara, me había dejado el espacio que yo necesitaba para acomodarme a la situación. Y tenerla ahí ahora, después de todo aquello que nos había pasado me resultaba un poco violento. Porque ella me había contado todo, había confiado en mí cuando jamás nadie lo había hecho, me había contado cosas que nadie podía llegar a imaginar, habíamos compartido tanto… Que saber que yo la había mantenido alejada de mi situación familiar y que, de todas formas, ella seguía conmigo, era una jodida mierda. Me sentía un absoluto gilipollas. Así, con todas las letras. Un estúpido, un egoísta, un cabrón de lo peor… Y lo jodidamente peor era que sabía que era cierto. Que lo era realmente. ¿No era irónico?
-¿Has estado sola todo el tiempo? – pregunté sin saber muy bien por qué. El silencio que se había apoderado de la habitación, acompañado del sonido lejano del viejo televisor, me había puesto nervioso. Odiaba estas situaciones un tanto comprometidas. Ella negó con la cabeza.
-Los chicos se fueron hace como media hora. Estuvimos charlando y bebiendo algo. Buscábamos algún tipo de plan para quitarle el negocio de nuevo a Dylan. Hay que hacer algo pronto, Tom, o el cabrón nos lo quitará todo. El odio que te tiene es demasiado fuerte. Hacemos algo o… empezamos a buscar trabajo.
Lo sabía. Los ingresos que teníamos vigilando el Xydex todas las noches no bastaban para sobrevivir bien. Al menos no ahora, en pleno invierno, cuando el sueldo nos lo habían reducido a la mitad, porque el jefe sabía que por las calles heladas no iba a haber mucha gente en esta estación. No cuando había que pagar la luz y el agua todos los putos meses que duraba el maldito invierno, la comida, la gasolina para el coche que subía de precio cada vez más… Necesitábamos lo que Dylan nos había robado, y lo necesitábamos pronto. Con todos los camellos que había por la zona que controlar, y todos los drogadictos enganchados sacábamos el doble o el triple que estando de vigilancia. El negocio era algo extraño pero nos limpiaba a nosotros de cualquier manejo de droga que se nos pudiera dañar. Lo bueno era que la policía de los barrios bajos no hacía nada y eso facilitaba el acceso a ella. No, no la tenía escondida, mis manos nunca llegaban a tocarla, sé que se esconde en el sótano del pub dónde atacaron a Dai la otra noche, pero yo no era quien la traía, mi trabajo era controlar a los camellos, aportándoles la mercancía que debían vender, dónde venderla y qué me debían dar a cambio. Lo parezca o no, el trabajo requería una buena estratagema para evitar posibles movidas policiales, por lo demás era bastante sencillo. Lo malo aparecía cuando un jodido cabrón como el rubiales se ganaba a los camellos con alguna de sus mierdas y éstos le creían. Había que hacer algo que hiciera callar al gilipollas y había que hacerlo pronto. Teníamos que pensar en eso en serio, pero estos días mis pensamientos habían estado ocupados en buscar al hijo de puta de Jason y no me había dado cuenta de la autentica realidad de perder mi mayor negocio. Debía recuperarlo con urgencia. Asentí con la cabeza dando a entender que estaba en ello, cuando no lo estaba, pero descubrí que hacía tiempo que Dai había dejado de mirarme por lo que me dí cuenta de que no había visto mi gesto.
-Estoy en ello. – tres simples palabras que no provocaron ni una reacción en ella más que un encogimiento de hombros.
Poco después le dí la espalda y empecé a desnudarme, dejando la ropa en el suelo de cualquier manera. Ella no volvió a mirarme ni una sola vez. Eso me hizo ver que algo le pasaba, que algo le estaba atormentando, algo que me concernía completamente. Me giré, sentado en la cama, clavando la mirada en ella. Me pregunté qué es lo que había pasado, no lo entendía, todo había estado bien todos estos días y, ahora, al mínimo cambio, nada era igual entre nosotros. Me acerqué a ella con la intención de besarla, sin saber muy bien por qué lo hacía, y en ese mismo momento, en que mis labios iban a rozar su cuello, tiró de las mantas para taparse mejor. El simple gesto me molestó, me enfadó por que no sabía por qué, y eso hizo que buscara una explicación de la forma más estúpida que se me ocurrió: atacándola de nuevo. Me vi encima de ella, mirándola fijamente, pidiéndole una explicación, pero no contestó. Apartó la mirada y de su boca solo fluyeron tres palabras: “No tengo ganas” Y una mierda. Aquí pasaba algo y no iba a parar hasta saberlo. Me jodía esto, porque de pronto la complicidad que teníamos se había desvanecido, ya no me miraba, no me aguantaba la mirada como antes, ya no peleaba conmigo… Y no era divertido. No entiendo a las tías, lo juro, por más que lo intento, no las entiendo. ¿Qué demonios le pasaba ahora? Me aparté de ella con un gran suspiro. Bien, vale, se acabó. Estaba hasta los cojones de esta mierda. Iban ya dos veces que por más que quisiera, ella no hacía nada. Dos veces que me había dejado con las ganas, dos las que me había rechazado abiertamente. Como hubiera una tercera… mal íbamos. La dejé tumbada en la cama y salí a la cocina a por una cerveza. Comida no teníamos demasiada pero lo que se decía bebidas alcohólicas… Creo podíamos tener una tienda de licores ilegal perfectamente. Abrí la lata y bebí un trago sin poder apartar de mi cabeza la mirada de ella, la forma en que clavaba sus ojos en mí… Mierda, la respuesta a su comportamiento llegó a mi cabeza como si hubiera encendido una bombilla. Sabía por qué ella rehuía de mí, por qué me evadía… La confianza… La confianza que tenía puesta en mí se había roto, había quedado echa añicos en algún rincón, y todo por mi estupidez, por no contarle las cosas, por dejar que ella me confiara todos sus secretos sin yo hacer nada que me permitiera abrir mi mente hacia ella, pudiendo contarle las cosas que ahora estaban pasando a mi alrededor y ella había descubierto por causalidad. Porque, admitámoslo, si no hubiera sido que Bill no hubiese aparecido por esa puerta yo nunca le hubiera dicho que tenía un hermano gemelo. Sabía que tenía una madre que vivía en los barrios altos pero no sabía nada más. ¿Por qué me había comportado así? Por más que quisiera saber la respuesta a esa pregunta, no se la encontraba. Quizá, en mi intento de enterrar mi pasado en el olvido, había supuesto que no era necesario que ella lo supiera, y puede que, algún día, cuando había pensado en decíserlo, había surgido cualquier otra cosa que me hubiera hecho guardármelo. ¿Significaba aquello que había sido un cobarde? No, eso no, Tom Kaulitz podía ser un cabrón, un hijo de puta, un sádico, un pirómano desquiciado… Pero jamás un cobarde.
By Daiana
Aún no puedo explicar con exactitud qué fue lo que sentí cuando vi al Moreno entrar por la puerta de mi piso detrás del padre de Tom, tampoco la razón de que quedara totalmente inmovilizada al escuchar la palabra “hermano” salir de los labios de Jörg. Mi cabeza se había quedado totalmente en blanco, no podía sacar nada en claro, por más que quisiera me sentía totalmente en shock, fuera de lugar, increíblemente perdida. Así que era cierto, Tom tenía un hermano, y ese hermano era el que yo misma me había encontrado en el hospital durante mi estancia y a quien había ayudado a encontrar la casa del que me había dicho que era si tío. ¿Por qué me había mentido el Moreno? ¿Por qué me ocultaba Tom la existencia de su hermano? Siempre había creído que no nos ocultábamos nada, ¿por qué ahora, de repente, descubría que me había estado ocultando cosas de su vida? No entendía nada, no entendía el por qué de sus palabras, por qué renegaba de su propio hermano, por qué el odio de cada sílaba pronunciada, por qué simplemente se comportaba como lo hacía. Observé la expresión en el rostro de ¿había dicho que se llamaba Bill?, estaba atónito, mantenía la mirada fija en su hermano sin embargo, pude ver algo mucho mas allá de eso, estaba entre decepcionado y hundido. Pude ponerme en su lugar. Yo no tenía hermanos, no tenía ningún tipo de familia pero sabía que si la tuviera y ésta me repudiara de la forma en que mi compañero de piso lo estaba haciendo estaba segura de que me sentiría igual que él en aquellos momentos. Quise decir tantas cosas, quise gritarle a Tom muchas de las cosas que se me estaban pasando por la cabeza, quise golpearle, hacer cualquier cosa para que reaccionara de alguna forma, hacerle ver de alguna forma la gravedad de sus palabras, lo mucho que a su hermano le dolían cada una de las palabras mencionadas pero no pude hacer nada, estaba totalmente petrificada, observando la situación desde lejos, como un espectador cualquiera, sin poder interferir, siendo consciente del odio y el rencor por parte del rastafari, y del dolor por parte del moreno. ¿Podía ser más violenta aquella maldita situación?
-¡Es tu hermano, Tom! – exclamó su padre - ¿No vas a decirle nada? Ha estado buscándote…
-Como si quiere ser el diablo en persona. Ya te lo he dicho: yo no tengo hermanos.
-Estás comportándote como…
-¿Cómo qué, eh? ¿Cómo un jodido cabrón? Bien, últimas noticias, soy un jodido cabrón. Ahora, fuera.
-Déjalo, papá. – intervino el Moreno viendo como su padre iba a comenzar a hablar de nuevo, clavando aquella mirada transparente y pura con la que me había hipnotizado la primera vez que lo había visto en su hermano, éste ni siquiera parpadeó. – Vamos. – Jörg fijó la vista en su hijo mayor por unos instantes y aquella forma de mirarlo hizo que me estremeciera de pies a cabeza. Nunca entendí por qué Tom trataba tan mal a su padre, conocía a ese hombre y no tenía nada de maldad en él, era como si la oscuridad que lo rodeaba nunca hubiera hecho efecto sobre él. – Diría que fue un placer, Tom, pero creo que no lo fue. Cuídate. – se despidió Bill antes de voltearse y caminar hacia la puerta de casa, siguiendo a su propio padre. Tom no contestó.
El sonido de la puerta al cerrarse me hizo volver a la realidad. Respiré hondo un par de veces intentando asimilar la escena que acababa de presenciar, siendo consciente de que había sido real, que no era producto de mi imaginación ni había sido sacada de una película de Hollywood. Fijé mi mirada en mi compañero de piso, vi sus puños apretados, lo descubrí totalmente en tensión con la mirada clavada en la puerta por la que acababan de desaparecer dos miembros de su familia. Quise llamarlo, quise decirle algo pero ninguna palabra surgió por mis labios, el nudo en la garganta seguía presente, ahogándome, haciéndome daño… Pero no mostré sensación alguna, me lo estaba guardando para mí, como todas las cosas que presenciaba y que no me gustaban. Sabía que el día menos esperado iba a explotar si seguía acumulando las cosas como lo hacía. Pero esto no era de mi incumbencia. Yo no tenía que meterme en la vida de esa familia por muy amiga que fuera del cabrón que tenía al lado, aunque moría por saber qué mierda acababa de pasar ahí, porque seguía sin entender absolutamente nada…
-Ahí tienes tu respuesta. – susurró Tom aún con la mirada fija en la puerta de madera. No supe a qué se refería. Lo miré enarcando una ceja. – Me preguntaste si tenía hermanos. – ahora si lo empezaba a entender, esperé que siguiera hablando. – Tengo un hermano gemelo, al menos en lo que se refiere genéticamente. Por lo demás, Bill no existe para mí. Esta muerto. Tan muerto como lo está mi madre.
Quise llevarme una mano a la boca ante aquellas palabras, quise reaccionar de alguna manera ante aquella declaración tan abierta, pero me sorprendí al ver que lo entendía, que empezaba a entender un poco mejor a Tom, el por qué de sus palabras, el por qué del odio y el rencor de cada sílaba, de cada letra. Había visto al Moreno, las ropas que vestía, las joyas, el maquillaje, todo. Saltaba a la vista la buena vida que llevaba y por esa misma razón el odio de Tom se acentuaba. Porque también había podido tener esa vida y no la había tenido. Porque Bill se quedó con la parte buena, y Tom se había visto en situaciones en las que no estaba acostumbrado. Ahora parecía entender. Y era totalmente comprensible.
-Tom… - empecé a decir pero me hizo callar de inmediato.
-No lo digas. No digas que lo sientes. No lo hagas. - ¿entonces qué quería que dijera? - ¿Sabes? Recuerdo que cuando me mudé aquí, a menudo por las noches, imaginaba que mi madre vendría a por mí, que volvería a mi casa, a mi cama, el mundo al que pertenecía pero los días fueron pasando y ella nunca llegaba, ahí es cuando empezó el rencor hacia ella. No puedo olvidar que me hubiera abandonado en estas calles. Y en cuanto a Bill… Él sí tuvo la vida que yo merecía, ¿y por qué? ¿por ser el favorito?, ¿porque yo había sido un cabrón siempre que no me merecía esa vida?
Ahora sí que me quedé muda ante aquello. No sabía qué decir, no sabía como actuar, no podía creer que acabara de contarme algo que había ocultado todo este tiempo. Si, ya sabía que antes vivía en los altos, que sus padres se habían divorciado y que, debido a los escasos ahorros de su padre, habían venido a parar en este enorme estercolero, pero jamás me había contado nada como aquello. No sería debido a la falta de confianza, de eso estaba completamente segura. Creo que más bien fue por él, porque nunca contaba nada, porque se cerraba a la gente, al igual que yo, era un jodido lobo solitario, que no necesitaba de los demás, que se la sudaba la gente. Eso, de todas formas, seguía sin explicar por qué no me lo había contado a mí en todos estos años cuando había estado claro que nos habían unido miles de cosas, miles de heridas, batallas, fiestas, balazos, navajazos, cuando vivíamos en el mismo sitio, cuando dormíamos uno al lado del otro… No había pensado en esto antes pero ahora que aparecía ante mí la idea tan clara, me hizo preguntarme. ¿Qué pensaba él de todo esto que habíamos montado? Me sorprendió descubrir que, aunque para mí la respuesta estaba clara, no podía saber cuál era su parte. Para mí aquello no tenía ninguna palabra para describirlo, simplemente estaba bien así. Pero la pregunta no era esa ¿Confiaba en él? Mi mente decía que no debía, pero lo hacía. Confiaba plenamente en él, sabía, de alguna forma, que, de todas las personas en el mundo, él era el único que no me vendería, que no me traicionaría, en contra de todos mis principios, sabía que en él sí podía confiar. ¿Era él la excepción? Tenía toda la pinta de ello, pero, ¿desde cuando toda esta confianza? ¿Qué era lo que me había llevado a confiar en él? Eso si que no tenía respuesta. No lograba encontrarla por más que buscara. Porque, ante mis ojos, él realmente no era el jodido cabrón hijo de puta que solía aparentar ser. No era cómo los demás malditos que había conocido, y aunque fuera vengativo, rencoroso, irascible y violento, no podía evitar que tenía un cierto encanto… Pero, ¿qué demonios estaba pensando ahora? Dai, vuelve a la maldita realidad de una jodida vez, donde los cuentos de hadas no existían, donde los príncipes azules solo eran un mero cuento para niñas que al crecer se daban cuenta de que éstos no blandían magníficas espadas ni montaban en caballos blancos si no que luchaban de la forma más cruel y violenta que fuera posible con la mejor arma que podían encontrar, que solía ser siempre sus propios puños, y su única forma de transporte se resumía en coches y motos robadas. Intenté concentrarme de nuevo en el hilo de la conversación que manteníamos pero al volver a la Tierra descubrí que me había quedado plantada en mitad del salón con la mirada fija en la puerta, totalmente ajena a todo y él se había largado, al menos no lo encontré cerca. Escuché algún ruido en la cocina y supe que se encontraba allí, retomando lo que había estado haciendo antes de que yo llegara con la comida, desde luego, la visita de su padre y de su hermano, nos había cortado totalmente el rollo. Otro gallo hubiera cantado de no ser por la interrupción repentina. Caminé hacia la cocina y empecé a ayudar, sacando todos los trastos de los armarios, mirando las fechas de caducidad de los alimentos y tirando a la basura los que estaban pasados. Cada uno lo hacía en completo silencio, sumidos en nuestros propios pensamientos, me sentí incapaz de decir nada, sobre todo porque no sabía qué decir, ¿qué se suponía que debía decir en estos momentos? Él sabía que podía contar conmigo siempre que quisiera, que podía contarme todo lo que quisiera en cualquier momento, ¿debía recordárselo? No quería ser una pesada, tampoco parecer ansiosa por saber. Pero lo cierto era que no soportaba el silencio que se había apoderado de la situación, la forma en que cada uno estaba enfrascado en su propia mente, sobre todo creyendo que hasta ahora no había habido ningún secreto, confiando en que nos lo contábamos todo… Claro que me había dolido sentirme desplazada, descubrir que lo que yo creía estaba muy lejos de ser cierto, pero no podía culparlo. Aunque él no lo hubiera mencionado, sabía que detrás de su odio se escondía el dolor, el dolor de sentirse olvidado, perdido, tirado como un trapo viejo. Y me dolía, me dolía por él, siempre había agradecido el hecho de haberlo conocido pero ahora que sabía que lo que él de verdad quería era la vida que había llevado su hermano y que le había sido cruelmente arrebatada, el hecho de haberme encontrado con él cobraba otro sentido…
By Bill
La impotencia que se había apoderado de mí al abandonar el piso donde vivía mi hermano se hacía cada vez más profunda mientras caminaba de vuelta a casa. Por mi mente no podían dejar de pasar una y otra vez las palabras que me había dedicado. El encuentro había sido totalmente un error. Quizá porque el hecho de contarle la verdad acerca de quien era había sido demasiado pronto, quizá porque realmente me odiara aún sin conocerme. Incluso podía entenderlo, me odiaba por la vida que yo había llevado, la que le había quitado a él. ¡Pero no había sido mi culpa! Si no la de nuestros padres por distanciarnos de esta manera, por haber puesto distancia entre ambos durante todo este largo tiempo, porque las cosas ahora hubieran sido diferentes si ellos dos hubieran hecho las cosas bien, si eso hubiese pasado, mi madre ahora no tendría que ver a su propio hijo desde la lejanía, podría acercarse a él y hablarme de la forma en que me hablaba a mí, mi padre no se hubiera comportado de la forma avergonzada que lo había hecho cuando me había visto y, lo más importante, Tom no sería como lo era ahora, al menos no una persona tan fría e indiferente. Pero eso él no lo entendía, al menos, creo que tampoco lo había pensado de esa forma, si lo hubiera hecho no me habría tratado de la forma en la que lo había hecho. Claro que no esperaba un recibimiento con los brazos abiertos, no pensaba en un abrazo ni nada de eso pero sí un estrechón de manos y algo como “Me alegra verte. ¿Cómo estás?” Y en lugar de eso, ¿qué había recibido? Solo desprecio y maldad por parte de mi propio hermano, ¿cómo se suponía que tenía que tomarme eso? ¿Debía volver a intentarlo en otra ocasión? ¿Podía empezar de nuevo? Miles de preguntas como esa pasaban a toda velocidad por mi mente y no encontraba respuesta alguna. ¿Cómo iba a empezar de nuevo si estaba claro que él no quería ni verme? ¿Por qué habían acabado mis planes en el fondo de una papelera, completamente enterrados por toneladas de mierda? Porque así es como había acabado toda mi ilusión, este afán por encontrar lo que me habían arrebatado y poder completar mi vida, pero, de alguna forma, todo se había convertido en un espejismo, una quimera, algo en lo que creía fiel y ciegamente y que se había desvanecido tan rápido que apenas me había dado cuenta.
-Hey, Bill. – me volteé al escuchar mi nombre.
Sin saber cómo había acabado en uno de los parques de mi barrio, uno alejado de casa, recuerdo este parque, solía venir aquí cuando estaba en el instituto con algunos compañeros para beber. Aquí fue donde me enrollé con Brittany la primera vez… Detrás de mi vi al rubiales de Jeremy, con su mirada azul grisácea puesta en mí. Genial, si el tipo quería pelear ahora me había descubierto con la moral por los suelos.
-No empieces, Jeremy, no estoy de humor. – sentencié dándome la vuelta de nuevo y continuando mi paso hacia mi casa. Él acortó la distancia que nos separaba en dos zancadas, tenía piernas largas pero seguía siendo más bajo que yo.
-Tranquilo, vengo en son de paz. – aclaró alzando las manos a la altura de la cabeza con las palmas hacia el frente. Lo miré extrañado pero no dije nada, continué mi caminata. – Te vi en los barrios bajos. – me paré en seco. ¿Qué demonios hacía Jeremy, un niño rico que tenía cuanto quisiera poseer, en los barrios bajos? – Tengo algunos colegas por ahí. – enarqué una ceja. ¿Qué había dicho? – En serio, Bill. – Bien, vale, le creería. – No todos son malos. En realidad no lo son. No a menos que te metas con ellos o con algo de su propiedad. Pero por lo demás, son tratables. Y, por Dios, Bill, ¿cómo se te ocurre ir allí con esas pintas? Tienes suerte de que no te atracaran. - ¿qué? ¿cómo? ¿había tenido suerte? ¡unos tipos habían estado a punto de violarme sin importarles que fuera un tío! – La próxima ve algo más discreto, es un consejo. - ¿qué hacía el idiota de Jeremy dándome consejos a mí? Pero tenía razón, viendo las pintas que él llevaba, unos pantalones vaqueros normales un poco anchos y una sudadera que no era nada del otro mundo. Me apunté el dato para la próxima. Esta vez si debería hacerle caso, al menos por mi bien. Nada de maquillaje también para evitar ciertas situaciones. - ¿Puedo preguntarte qué hacías en los barrios bajos? Tengo que decir que me intriga un poco, prometo no decir nada.
-¿A cambio de qué? – estaba receloso y eso se me notaba. No le había dicho a nadie, no siquiera a Gustav, que iba a ir a aquellas calles. Y sin embargo… Necesitaba hacerlo.
-A cambio de nada, tienes mi palabra.
-Fui a buscar a mi hermano. – lo solté así sin más, sin percatarme de la estupidez que desprendían mis palabras.
-¿Fuiste a buscar a Tom? – espera, ¿qué? ¿Cómo mierda sabía Jeremy que mi hermano era Tom?
-¿Cómo demonios sabes…? ¿Lo conoces? – empecé a preguntar.
-Lo conocía, al menos cuando tenía siete años – cierto, olvidé que habíamos ido al mismo colegio. – Como te he dicho, tengo algunos colegas por aquellas calles, y voy de vez en cuando. Me contaron de Tom, allí lo conoce todo el mundo, a él y a la rubia, Daiana. Algo también de TJ, Anne y Georg. Son como un puto ejército, tío, arrasan con lo que ven. Exagero, son buenos negociadores. Controlan la droga que entra en las calles, no la trafican, Bill. – añadió al ver la expresión en mi rostro de clara sorpresa y desagrado – Solo la controlan. Y si, sacan buen pellizco de eso. También andan con algún negocio en alguno de los clubs pero de eso no se sabe nada realmente. El caso es que tu hermano es una leyenda en esas calles, no hay persona que no lo conozca. Y cuando supe su apellido, rápidamente até cabos. Estaba claro que el tal Tom Kaulitz del que hablaban solo podía ser tu hermano.
Me quedé en silencio, pensando en todo lo que acababa de decirme Jeremy. Era increíble pensar que mi total archienemigo supiera más de mi hermano que yo mismo. También pensé en la posición de la que me acababa de hablar. ¿Se suponía que Tom era el cabecilla de todo aquello? El rubiales había dicho algo sobre la droga, el control o no se qué, no sabía lo que significaba aquello exactamente pero tampoco quería saberlo. ¿De qué me iba a servir? ¿Me iba a devolver eso a mi hermano? La respuesta ante esa pregunta era claramente negativa, y dolía… Dolía como el infierno. Y por partida doble. Mi mente se había centrado en Tom, pero lo cierto era que una parte de ella, también pensaba en la chica de larga melena bicolor y grandes ojos verdes. No sabía bien el papel que ella jugaba en todo esto pero verla allí, en el lugar donde vivía mi hermano, y la forma en que él la había agarrado de la cintura solo podía significar una cosa. Y me dolía. No era que me hubiera hecho ilusiones, no era que hubiera pensado en tener algo con ella, pero me había dolido, porque ella estaba con mi hermano, de todos los tíos que había en este universo, tenía que estar con mi hermano, con mi gemelo, con la persona que poseía la misma sangre que yo. ¿Acaso eso no dolía? ¿Ver a la persona que amas con otro que es tu hermano, encima gemelo, no era doloroso? Porque si no lo era yo estaba claramente fuera de lo que puede definirse como normal. Porque me dolía. Y mucho.
-¿Lo has encontrado? – me preguntó el rubiales a mi lado. Habíamos estado gran parte del tiempo caminando en silencio y no me había dado cuenta de lo callado que me había quedado. Tampoco entendí su interés, pero no quería ser grosero, así que le contesté. Me apetecía hablar con alguien con tal de hacer desaparecer todo el dolor que sentía de mi interior…
-Si… Nos hemos visto, pero… Renegó de mí. Decía sin parar que no tenía hermanos…
-Joder, Bill, cuanto lo siento. Pero, una pregunta, ¿por qué después de tanto tiempo? ¿por qué has esperado hasta ahora para ir a buscarle?
Medité la pregunta y realmente me di cuenta de que él tenía razón. Aunque tuviera la excusa de que mi madre me había estado mintiendo todos estos años, la verdadera razón era que no me había preocupado por él. Siempre había creído que él estaría bien donde estuviera y no me había parado a pensar realmente si mis suposiciones eran ciertas o solo una forma vaga de auto convencerme a mi mismo de que todo iba bien, porque a pesar de las mentiras de mi madre, yo podía haber insistido en saber más de él cuando alcancé la edad de comprender más cosas de las que mi madre solía aceptar y puedo jurar que si hubiera investigado algo en su momento, ahora no me encontraría en la encrucijada en la que estaba envuelto. Y así se lo dije, sin saber cómo, sin saber bien por qué me descubrí contándole todo al odioso de mi amigo-enemigo. Él se limitaba a escucharme y a asentir con la cabeza, no me interrumpió en ningún momento, le conté todo lo que pude recordar, haciendo hincapié en las mentiras de mi madre y mi plena confianza en ellas, también medité sobre lo acababa de darme cuenta, sabiendo que iba a ser lo que me diría él cuando yo acabara mi relato. Lo solté todo, sin guardarme nada para mí, estaba harto de guardar todo para mí y ahora que tenía la oportunidad de contar con alguien más que sabía que tenía un hermano delincuente no iba a dejarlo ir. Él abrió los ojos de par en par cuando acabé mi extenso relato. Cerré la boca mientras mis últimas palabras resonaban en el aire, quedando totalmente exhausto, había pasado mucho tiempo hablando, y aunque era algo que me gustara, mi garganta necesitaba un descanso.
-Eres increíble – sonrió el rubiales. Fijé mi mirada en él, ¿qué había querido decir con eso? – Me refiero a tu entusiasmo puesto en esto. Cualquiera, conociendo la reputación de tu hermano, se hubiera quedado en su sitio… Pero tú no. Tú fuiste a buscarlo con dos cojones. – forcé una sonrisa tímida. Si él solo supiera que acababa de enterarme de la reputación de la que él hablaba… No sé si fue por esa misma expresión en mi rostro lo que le hizo darse cuenta de mi ignorancia, y que se riera a carcajada limpia. – Joder, Bill, ¿no tienes vida social o qué? – achiné la mirada.
-Claro que la tengo, solo que tus compañías y las mías no son las mismas.
Entonces me dí cuenta de que todos a mi alrededor conocían de la existencia de mi hermano, de la vida que llevaba, de la mayor parte de las cosas que tuvieran relación con él… Todos…. Menos yo. ¿Tan ciego había estado todos estos años? ¿Tan egoísta? ¿Había estado tan centrado en mí mismo que no había sido capaz de mirar hacia delante y ver y escuchar lo que decía la gente a mi alrededor? ¿Sabían que éramos hermanos? ¿Por eso cuchicheaban a mis espaldas? ¿Me juzgaban por vivir la vida que tenía mientras él luchaba por sobrevivir día tras día? De repente, sentí miradas acusadoras a mi espalda, miradas que clavaban su mirada en mi nuca, miradas que empezaban a atormentarme, sentí un escalofrío recorrer mi espina dorsal, ¿significaba eso que me estaba volviendo loco por momentos? ¿tenían las cosas otro significado ahora? Puedo apostar que sí, por mucho que me duela aceptarlo…
-Así que todos sabíais que era mi hermano… - susurré. Me costaba asimilar esa idea. Él negó con la cabeza.
-No, no todos lo saben. Solo unos pocos. Quienes te conozcan y quien conozcan su apellido, y solo aquellos que tengan algún enchufe en los bajos pueden saberlo. Así que estás salvado, Moreno. Solo lo sabemos dos personas. – imaginé que se refería a él y a Derek, su mejor amigo. ¿Eso podía ser suerte?
-¿Alguna vez…? ¿Alguna vez me juzgasteis? – pregunté sin saber muy bien por qué. Sabía que la respuesta era afirmativa pero, por educación, diría lo contrario.
-Nunca. Puedes creerlo o no. Pero si nos preguntábamos el por qué. Ahora tengo la respuesta.
Quise ofenderme por eso. Demostrar cualquier tipo de reacción ante aquellas palabras pero sentía que no podía hacer nada, no sé muy bien la razón por la que sentía en mi interior este tipo de apatía. Pero ni siquiera los comentarios de Jeremy me afectaban, me sentía roto por dentro, decepcionado, dolido, un millón de sensaciones que no eran nada buenas. Contarle a alguien lo que me pasaba por la cabeza había servido, al menos en parte, me había tranquilizado un tanto pero no servía para sentirme mejor. No para olvidar los interminables años que había vivido en la más absoluta ignorancia, en los que yo lo había tenido todo y él no había tenido nada más que oscuridad en su vida… Era imposible no sentirse como me sentía al descubrir la verdad, la realidad que le perseguía desde la niñez, ¿podía ser alguien tan insensible de apartar la mirada al ver aquello, al ser consciente de eso? ¿Podía hacerlo yo? La respuesta pasó por mi mente a la velocidad del rayo y un claro No hizo eco en ella. No podía ser tan hijo de puta, no iba a seguir viviendo en la ingenuidad, iba a luchar por lo que quería, iba a recuperar a mi hermano, costase lo que costase.
By Tom
Eran más de las doce de la noche cuando me encontraba patrullando por las calles cerca del Xydex, el garito que habían abierto ese mismo verano, clavando la mirada en cualquiera con pinta sospechosa que se acercara. Las calles no estaban nada concurridas, quizá un par de transeúntes cada cierto tiempo, pero debía seguir ahí al menos una hora más. Durante el verano, estas mismas calles alrededor del club habían estado a rebosar de gente y mi trabajo había sido controlar los conflictos dentro y fuera, descubrir a camellos no autorizados, y cosas por el estilo. El dueño, tras una difícil conversación, aceptó darnos el trabajo, sobre todo, después de meterle el miedo en el cuerpo con las exageraciones de Dai. Durante los meses de verano había estado bien, teníamos diversión cuando queríamos, prácticamente el dueño nos invitaba a las copas, y teníamos abundantes peleas en las que participar. Era ciertamente divertido. Pero los meses de verano quedaron atrás y la gente ya no salía tanto de fiesta. Y no los culpaba, con el maldito frío que hacía, la nieve cayendo y derritiéndose bajo tus pasos, el plan ideal para una noche sería quedarse en casa con cualquier tipo de calefacción asequible, viendo pelis, devorando palomitas. Haría lo mismo si no me estuvieran pagando por lo que estaba haciendo. Había quedado con el jefe que daría vueltas alrededor de la manzana durante un par de horas todas las noches mirando si algún ladrón u ocupa entraba. Claro, ¿por qué iba a hacerlo él, que prefería quedarse en su mansión de lujo con la calefacción, su esposa, sus engreídos críos? Lo hacía porque me pagaba bastante bien, si no ya habría recibido su merecida patada en las pelotas. O quizá lo estaba haciendo ahora por evitar pensar en lo sucedido esta tarde en el salón de mi propia casa… Mierda, Tom, concéntrate, joder… Me dije a mí mismo, pero era algo imposible en aquella situación. El momento pasaba una y otra vez por mi cabeza sin que yo pudiera hacer nada para detenerlo. ¿Estaba teniendo remordimientos por como había tratado a aquel ser que se hacía llamar mi hermano, a mi padre quizá? ¿Yo? No, no creía que fuera eso, creo que es algo que va más allá, algo que no sabía explicar. El hecho de haber visto a Bill después de tantos años había hecho que el odio que sentía en mi interior hacia él y hacia la zorra de mi madre se incrementara, se hiciera más presente en mí, aunque seguía sin saber cuan de peligroso podía llegar a ser ese rencor. Pero, ¿qué demonios estaba diciendo? Me importaba una mierda Bill. ¡Podía irse al infierno! ¡Me daba exactamente igual! Para mí, él no era nada, nada que pudiera ejercer algún tipo de compasión sobre mí, nada que fuera a lamentar al día siguiente. ¿Por qué estaba dándole vueltas sin parar a algo que no tenía nada que ver conmigo, al menos que no quería que la tuviera? Giré el volante con brusquedad apartando esas ideas absurdas de la cabeza. Lo que tenía que hacer era volver a casa, tomar un par de birras con Dai, con los demás si es que estaban por ahí, luego algo de folleteo con la rubia y ¡ala!, a sobar un rato. Algo tan normal y frecuente en mi vida que no implicaba nada a mi supuesto hermano gemelo ni a nada que tuviera con su visita de esa misma tarde. Así que me decidí a continuar con mi vida como hasta ahora la había vivido, apartando aquella estúpida experiencia a un tercer o cuarto plano, como si nunca hubiera pasado. ¿Por qué iba a ser tan importante para mi algo que estaba muerto, que había enterrado hacía años, que estaba en el más profundo olvido? Debía continuar con mi vida, sin importar nada más que yo mismo, tal y como había vivido estos últimos años. Total, él no iba a regresar, ¿verdad?
La penumbra me iluminó cuando abrí la puerta del piso y descubrí el más puro silencio. ¿Dónde se había metido la rubia? Me pregunté. Sabía que estaba un poco cansada de pasar los días allí metida y que quería hacer algo, pero era casi la una y media de la madrugada, y en las calles hacía un frío que congelaba a cualquiera, transformándolo en un estúpido muñeco de hielo y nieve, ¿dónde habría ido? No, no la estaba controlando, solo me lo preguntaba. Ella podía salir cuando y dónde le diera la gana, sabía que se defendería si algo le pasara, eso no me preocupaba en lo más mínimo, al menos no ahora. Pero era bastante tarde para andar por las calles como si nada. Avancé por el pasillo hacia la habitación, sin necesidad de encender las luces, estaba acostumbrado a la oscuridad y conocía cada rincón de aquella diminuta casa, así que no me era necesario, y, abriendo la puerta del dormitorio, escuché las voces provenientes del televisor y vi un bulto sobre la cama, escondido entre las mantas. Con sigilo me acerqué hasta la cama y me tumbé al lado de la rubia, ésta alzó la mirada y la clavó en mis ojos. Habíamos pasado la tarde casi sin dirigirnos la palabra, intercambiando nada más que escasos monosílabos y frases cortas que carecían de cualquier significado. Entendía el por qué. Sabía que ella quería que le contara mi parte de aquel encuentro, por qué había dicho lo que había dicho, por qué los había tratado así a ambos, en cambio, yo no quería hablar del tema. Y ella lo sabía. Me conocía lo suficientemente bien como para saberlo. Por eso me había dejado que pensara, me había dejado el espacio que yo necesitaba para acomodarme a la situación. Y tenerla ahí ahora, después de todo aquello que nos había pasado me resultaba un poco violento. Porque ella me había contado todo, había confiado en mí cuando jamás nadie lo había hecho, me había contado cosas que nadie podía llegar a imaginar, habíamos compartido tanto… Que saber que yo la había mantenido alejada de mi situación familiar y que, de todas formas, ella seguía conmigo, era una jodida mierda. Me sentía un absoluto gilipollas. Así, con todas las letras. Un estúpido, un egoísta, un cabrón de lo peor… Y lo jodidamente peor era que sabía que era cierto. Que lo era realmente. ¿No era irónico?
-¿Has estado sola todo el tiempo? – pregunté sin saber muy bien por qué. El silencio que se había apoderado de la habitación, acompañado del sonido lejano del viejo televisor, me había puesto nervioso. Odiaba estas situaciones un tanto comprometidas. Ella negó con la cabeza.
-Los chicos se fueron hace como media hora. Estuvimos charlando y bebiendo algo. Buscábamos algún tipo de plan para quitarle el negocio de nuevo a Dylan. Hay que hacer algo pronto, Tom, o el cabrón nos lo quitará todo. El odio que te tiene es demasiado fuerte. Hacemos algo o… empezamos a buscar trabajo.
Lo sabía. Los ingresos que teníamos vigilando el Xydex todas las noches no bastaban para sobrevivir bien. Al menos no ahora, en pleno invierno, cuando el sueldo nos lo habían reducido a la mitad, porque el jefe sabía que por las calles heladas no iba a haber mucha gente en esta estación. No cuando había que pagar la luz y el agua todos los putos meses que duraba el maldito invierno, la comida, la gasolina para el coche que subía de precio cada vez más… Necesitábamos lo que Dylan nos había robado, y lo necesitábamos pronto. Con todos los camellos que había por la zona que controlar, y todos los drogadictos enganchados sacábamos el doble o el triple que estando de vigilancia. El negocio era algo extraño pero nos limpiaba a nosotros de cualquier manejo de droga que se nos pudiera dañar. Lo bueno era que la policía de los barrios bajos no hacía nada y eso facilitaba el acceso a ella. No, no la tenía escondida, mis manos nunca llegaban a tocarla, sé que se esconde en el sótano del pub dónde atacaron a Dai la otra noche, pero yo no era quien la traía, mi trabajo era controlar a los camellos, aportándoles la mercancía que debían vender, dónde venderla y qué me debían dar a cambio. Lo parezca o no, el trabajo requería una buena estratagema para evitar posibles movidas policiales, por lo demás era bastante sencillo. Lo malo aparecía cuando un jodido cabrón como el rubiales se ganaba a los camellos con alguna de sus mierdas y éstos le creían. Había que hacer algo que hiciera callar al gilipollas y había que hacerlo pronto. Teníamos que pensar en eso en serio, pero estos días mis pensamientos habían estado ocupados en buscar al hijo de puta de Jason y no me había dado cuenta de la autentica realidad de perder mi mayor negocio. Debía recuperarlo con urgencia. Asentí con la cabeza dando a entender que estaba en ello, cuando no lo estaba, pero descubrí que hacía tiempo que Dai había dejado de mirarme por lo que me dí cuenta de que no había visto mi gesto.
-Estoy en ello. – tres simples palabras que no provocaron ni una reacción en ella más que un encogimiento de hombros.
Poco después le dí la espalda y empecé a desnudarme, dejando la ropa en el suelo de cualquier manera. Ella no volvió a mirarme ni una sola vez. Eso me hizo ver que algo le pasaba, que algo le estaba atormentando, algo que me concernía completamente. Me giré, sentado en la cama, clavando la mirada en ella. Me pregunté qué es lo que había pasado, no lo entendía, todo había estado bien todos estos días y, ahora, al mínimo cambio, nada era igual entre nosotros. Me acerqué a ella con la intención de besarla, sin saber muy bien por qué lo hacía, y en ese mismo momento, en que mis labios iban a rozar su cuello, tiró de las mantas para taparse mejor. El simple gesto me molestó, me enfadó por que no sabía por qué, y eso hizo que buscara una explicación de la forma más estúpida que se me ocurrió: atacándola de nuevo. Me vi encima de ella, mirándola fijamente, pidiéndole una explicación, pero no contestó. Apartó la mirada y de su boca solo fluyeron tres palabras: “No tengo ganas” Y una mierda. Aquí pasaba algo y no iba a parar hasta saberlo. Me jodía esto, porque de pronto la complicidad que teníamos se había desvanecido, ya no me miraba, no me aguantaba la mirada como antes, ya no peleaba conmigo… Y no era divertido. No entiendo a las tías, lo juro, por más que lo intento, no las entiendo. ¿Qué demonios le pasaba ahora? Me aparté de ella con un gran suspiro. Bien, vale, se acabó. Estaba hasta los cojones de esta mierda. Iban ya dos veces que por más que quisiera, ella no hacía nada. Dos veces que me había dejado con las ganas, dos las que me había rechazado abiertamente. Como hubiera una tercera… mal íbamos. La dejé tumbada en la cama y salí a la cocina a por una cerveza. Comida no teníamos demasiada pero lo que se decía bebidas alcohólicas… Creo podíamos tener una tienda de licores ilegal perfectamente. Abrí la lata y bebí un trago sin poder apartar de mi cabeza la mirada de ella, la forma en que clavaba sus ojos en mí… Mierda, la respuesta a su comportamiento llegó a mi cabeza como si hubiera encendido una bombilla. Sabía por qué ella rehuía de mí, por qué me evadía… La confianza… La confianza que tenía puesta en mí se había roto, había quedado echa añicos en algún rincón, y todo por mi estupidez, por no contarle las cosas, por dejar que ella me confiara todos sus secretos sin yo hacer nada que me permitiera abrir mi mente hacia ella, pudiendo contarle las cosas que ahora estaban pasando a mi alrededor y ella había descubierto por causalidad. Porque, admitámoslo, si no hubiera sido que Bill no hubiese aparecido por esa puerta yo nunca le hubiera dicho que tenía un hermano gemelo. Sabía que tenía una madre que vivía en los barrios altos pero no sabía nada más. ¿Por qué me había comportado así? Por más que quisiera saber la respuesta a esa pregunta, no se la encontraba. Quizá, en mi intento de enterrar mi pasado en el olvido, había supuesto que no era necesario que ella lo supiera, y puede que, algún día, cuando había pensado en decíserlo, había surgido cualquier otra cosa que me hubiera hecho guardármelo. ¿Significaba aquello que había sido un cobarde? No, eso no, Tom Kaulitz podía ser un cabrón, un hijo de puta, un sádico, un pirómano desquiciado… Pero jamás un cobarde.
Mi geme hermosa, muy bueno el capítulo, me encanto, como cada uno que has escrito. Felicitaciones vida.
ResponderEliminarAww me dio mucha pena como trato Tom a Bill y a su padre, pero también se lo entiende a él. Y... ¿qué sera lo que estara pensando Dai, se sentira mal porque su compañero le oculto cosas o sera algo más? umm muero por saber. Y desde este momento empieza mi cuenta regresiva jaja
Un beso enorme hermanita, felicitaciones de nuevo. Te amo, tu geme, Dai.
Caray pobre Bill pero en parte tiene la culpa el pudo contactarlo antes y lo dejo solito a su hermano!pff que buen capitulo je valio la pena la espera por supuesto que si :)y que bueno que ya tienes internet amandita ^^ te veremos más seguido espero que estes bn te mando un gran abrazo y si ya estoy esperando el sig capitulo :D cuidate mucho y saludos a las chicas que se toman la molestia de leer esta fic que esta genial!!! besos byebye !
ResponderEliminarTu fic tiene algo adictivo sabes?
ResponderEliminarYa estaba empezando a desesperarme un poco jaja no pero se entiende esas cosas pasan.
Creo que no me voy a cansar de decirlo tu historia es genial es realista, cruda y original fics abuandan mucho pero como el tuyo muy pocos de verdad
Saludos
Pobre Billito :(, era el unico que no sabia bien que pasaba con Tom, se le junto todo al pobre, saber que su mama no le contaba la verdad, el odio de tom por el, ver que la chica que quiere esta con su hermano, awwww.... Buenisimo capitulo Amanda!!!!
ResponderEliminarmuy buenoooooooooooooo como siempre! xD gracias Amandita
ResponderEliminar"Jas"