Hello, girls! ¿Cómo han estado esta semana? Yo he de decir que ha sido rematadamente peor que la anterior. Esto de vivir sin Internet es una absoluta mierda, y ahora que lo he perdido por un tiempo, empiezo a valorarlo como es debido… Ahora sé que sin él no podría vivir, T_T (Vuelve pronto a casa por favor!) Bien, poniéndonos serios, aquí os presento el siguiente capitulo de esta historia que, sin duda, se está enredando cada vez más. He de decir que todavía no pensaba introducir al padre de Dai en ella teniendo el problema sin resolver con Dylan, pero ¡qué demonios! Tuve una idea que me iluminó de repente y que descubriréis en los próximos capítulos. Aún no voy a adelantar nada aunque espero que os guste. Ahora, sin más demora, el capítulo 8 que, aunque más corto que los anteriores, es mucho más intenso. Espero lo disfruten y pasen una increíble semana. Las quiero!
Capitulo 8
By Daiana
Cuando escuché aquellas palabras salir de la boca de aquel policía a través del teléfono sentí como mi mundo se venía abajo, como mi corazón se había parado de golpe, como la realidad me machacaba de una forma que no quise aceptar. No podía aceptarlo, no quería aceptarlo. Según mis cálculos, aquel bastardo no tendría que salir de chirona hasta dentro de dos años. Si no recordaba mal, la condena había sido de cinco años por maltratos físicos y psicológicos a mí y a mi madre. ¡Qué decir que había sido tarde para mi pobre madre! ¡Aquel hijo de puta la había matado golpe tras golpe, sin detenerse un instante! ¿Y qué recibía a cambio? ¿La libertad en tres años por buena conducta? ¿Y no entendían cómo nosotros, los de los barrios bajos, nos tomábamos tanto la justicia por nuestra mano? ¡Porque era la única justicia que se hacía! Odiaba la política alemana. ¿En serio creían que el país podía prosperar soltando a asesinos a las calles así como así? ¡Maldita sea! ¡Estábamos hablando de un jodido asesino que había asesinado a su mujer y violado a su propia hija! ¿Acaso no se daban cuenta de lo peligroso que era el asqueroso individuo que acababan de soltar a las calles creyendo que estaba completamente recuperado y que no volvería a poner su mano sobre una mujer? ¿Quién demonios se creía eso? ¡Era mi jodido padre! ¡El que nunca estaba en casa porque estaba más ocupado bebiendo en bares de mala muerte, el que cuando llegaba golpeaba brutalmente a su mujer, el que la tiraba en la cama y la tomaba sin preocuparle los gritos de la mujer, el que un día la mató a base de golpes, el que violó a su hija por descubrir que había estado con un chico! ¡Ese era mi padre! ¡No era más que un sucio bastardo, repugnante, el ser más jodidamente asqueroso en el mundo! Sentí como el móvil resbalaba por mis manos hasta caer al suelo, sentí mis piernas perder el equilibrio y caer de rodillas, tomando mi cabeza entre mis manos, mordiéndome el labio de pura rabia, de impotencia, de miedo… Miedo… Algo que hacía mucho tiempo había olvidado, algo que había desaparecido de mi vida tras el juicio que había declarado culpable a aquel ser, algo que desapareció de mi vocabulario cuando lo vi abandonar la sala vestido con un estúpido mono naranja y sus manos esposadas… Y ahora volvía a mí para recordarme todo el dolor, todas las lágrimas derramadas, todas las heridas, la sangre, los moratones, los gritos, los insultos… Me descubrí sentada en el suelo balanceándome sobre los talones, golpeando mi espalda contra la pared pero no me importó, ni siquiera dejé de hacer aquel movimiento acompasado y uniforme. Aquello no era nada comparado con lo que volvía a mi vida… No… Tenía que haber alguna manera para evitarlo, algún modo de alejar de nuevo a aquel engendro de mi vida. Recordé que había cambiado las cerraduras de la casa, todas y cada una, y solo había una persona además de mí que tenía acceso a ellas, la única persona que nunca me traicionaría, la única que había estado conmigo en aquellos momentos: Tom. Recordarlo me hizo pensar en la estúpida pelea que habíamos tenido en el baño que ahora parecía encontrarse lejana, a años luz de distancia cuando solo hacía apenas una hora que se había marchado de la puerta de casa con sus gritos y sus amenazas. Lamentaba haberlo echado, lo lamentaba de veras en estos momentos cuando me hacía tanta falta, cuando lo necesitaba aquí, conmigo, solo para saber que no estaba sola, que contaba con su apoyo, que él estaría conmigo en esto, que estaría conmigo cuando él volviera. Porque de eso estaba segura: él iba a volver, iba a volver a por mí. Después de que mi madre se hubiera ido, me convertí en el blanco de mi padre. Desde muy pequeña siempre me había quedado al margen cuando los veía discutir, recuerdo que siempre me escondía en un rincón de mi habitación, sentada en el suelo, tal como lo estaba ahora, encogida sobre mí misma, abrazada a mis piernas, derramando lágrimas silenciosas cada vez que escuchaba un nuevo golpe, sentía como si fuera yo y no mi madre quien estuviera pasando por aquella tortura, podía sentir cada golpe en mi piel, cada herida abierta, cada moratón… Recuerdo que, a la mañana siguiente de cada paliza, cuando mi padre desaparecía temprano para volver a su asqueroso vicio, iba corriendo a la cama de mi madre y la encontraba encogida sobre sí misma, tapando su desnudez con las sábanas de la cama, derramando lágrimas silenciosas, que hacía desaparecer cuando me veía aparecer por la puerta de su habitación e iba corriendo hasta ella, escondiéndome con ella bajo aquellas sábanas húmedas y frías, y la descubría sonriéndome mientras mis manos se posaban en el nuevo moratón en sus ojos, aquellos hermosos ojos verdes que poseía y que aquel que se hacía llamar mi padre había borrado cualquier rasgo de brillo que hubiera en ellos en su día. Día tras día, noche tras noche, semana tras semana, año tras año, me vi en la adolescencia, una hermosa edad para cualquier chica menos para mí, empezaba a entender ciertas cosas, entendía que aquello que estaba haciendo mi padre se pagaba con cárcel, empecé a entender que mi madre tenía el derecho de denunciar aquellos malos tratos que sufría, empecé a entender que debía deshacerme de ese maldito bastardo. Y no me callé, aquella misma noche salí de mi cuarto y me enfrenté a mi padre sin miedo. Recibí la peor bofetada de la historia que me hizo caer al suelo de espaldas a causa de mi enorme bocaza. Mi madre se lanzó hacía mí y se enfrentó a él, lo que pude entender era que no me hiciera daño a mí, que le pegara a ella todo lo que quisiera pero no a mí. No la entendí, ¿por qué mierda no se defendía?, ¿por qué no huía?, ¿por qué se escondía? Por aquel entonces empecé a odiarla de alguna forma, odiarla en ese sentido, el de no hacerse respetar, el de dejar que su marido hiciera con ella lo que quisiera, el de sublimizarse a un hombre… Intenté hablar con ella sobre ese tema pero me evadía, evadía cualquier respuesta en ese ámbito, siempre salía por la tangente preguntándome por chicos cuando ella sabía perfectamente que no me interesaban los chicos. La noche que la perdí marcó mi vida para siempre. Amaba a mi madre, la amaba más que a nada en este mundo, adoraba su dulce olor a frutas silvestres cuando utilizaba su champú favorito, amaba la forma de mover su extensa cabellera rubia, la forma en que se le achinaban los ojos cuando sonreía de verdad, amaba la forma en que se acomodaba a mi lado en mi cama todas las noches antes de ir a dormir y me contaba historias de mundos fantásticos y criaturas increíbles, amaba su comida casera, el aroma que desprendía la cocina cuando ella se encontraba en ésta… Todo, absolutamente todo. Ella había sido lo más parecido que había tenido a una mejor amiga y no había momento en el que no me acordara de ella. Por eso, la noche del trágico suceso siempre permanecerá en mi memoria. Eran las nueve y media de la noche. Por aquel entonces yo tenía solo trece años y me había quedado hasta tarde merodeando por las calles con Tom. Era el único amigo que tenía y como vivíamos cerca a ninguno de nuestros padres le importaba demasiado. Bueno, tampoco es que nos importara, ¿he dicho ya que habíamos empezado a dejar de hacer caso a nuestros padres y a empezar a robar y cometer delitos menores? El caso es que volvía tarde a casa, por aquel entonces todavía me dejaban fuera de casa hasta las ocho y media de la noche… Subiendo por las escaleras y maldiciendo por no tener un jodido ascensor que hiciera el trayecto más fácil – vivíamos en un maldito cuarto piso – escuché los golpes de mi padre, el llanto de mi madre y de repente un golpe seco y después silencio. ¿Qué mierda había pasado? ¿Se había cansado mi padre tan pronto? ¿Había caído redondo al suelo por su borrachera? Aceleré mi ritmo volando por las escaleras, estaba ansiosa por saber lo que había pasado pero al abrir la puerta y descubrir el por qué del cese de la pelea hizo que quedara petrificada en el marco de la puerta. Aquel bulto en el suelo era mi madre, encogida, con un golpe en la cabeza y un charco de sangre… Verla fue un trauma que aún me persigue en los sueños más macabros pero lo peor fue descubrir a mi padre mirándola entusiasmado bebiendo una cerveza como si nada hubiera pasado, como si esperara que se despertara y se levantara para seguir golpeándola, gritándole e insultándola. La rabia que me inundó hizo que me abalanzara sobre él, sorprendiéndolo de golpe, golpeándole todo lo fuerte que me permitían mis débiles brazos, ensañándome con él, llorando la pérdida de mi madre, culpándolo sin parar de esto, hasta que sentí perder las fuerzas sobre mi propio cuerpo, desplomándome al lado del cuerpo inerte de mi madre, abrazándola, llamándola… Los momentos siguientes están algo confusos en mi mente, recuerdo a la policía - el muy cabrón había dicho que se había caído y se había golpeado la cabeza -, a mi padre llevándome a mi cama, recuerdo risas, recuerdo llantos pero nada coherente, nada más relevante para mi que la repentina muerta de mi madre a manos de aquel hombre porque de una cosa si me acuerdo y es que aquella noche, mi padre había muerto para mí, total y definitivamente.
Escuché la llave de la puerta girar y volví a la realidad de golpe, dejando mis recuerdos apartados en algún rincón de mi mente. Oí pasos por la casa, pero no les presté atención, la noticia seguía rondando mi cabeza y costaba asimilar la idea. ¿Qué iba a hacer ahora? No tenía ni idea de cual sería mi siguiente paso, no quería esconderme, pero tampoco quería hacerle frente sola, no quería volver a verlo, para mí él hacía tiempo que había muerto, él no era nada mío, sin embargo, ¿por qué él seguía pensando que yo le pertenecía? Porque por eso iba a volver, lo sabía, sus palabras se habían grabado a fuego en mi mente el día que se atrevió a tocar donde ningún padre tocaría a su hija, que yo era suya solamente, que no iba a permitir que nadie se acercara de nuevo a mí. Por aquel entonces casi había ahogado a Tom sumando una muerte más a su lista. Tenía miedo, estaba atemorizada, por mí pero también por él, porque si aquel viejo bastardo se enteraba de la maldita relación que teníamos iba a ir a por él, costase lo que costase, y, aunque no dudaba de las capacidades de mi amigo para defenderse, temía por él, porque no sabía hasta qué punto alcanzaba la enfermedad de aquel desperdicio humano. Utilizaba aquella palabra porque estaba claro que aquel no se merecía la palabra hombre, no lo era, era un maldito bastardo, un jodido insecto, la mierda más mierda de todas… Alguien abrió la puerta de la habitación y entró con paso decidido caminando hacia mí. Alcé la cabeza deteniendo mi movimiento balanceante cuando noté que me había tocado, topándome con los acaramelados ojos de mi mejor amigo, la persona que necesitaba en esos instantes, la persona que necesitaba a mi lado… Rápida como un lince me levanté y me abracé a él sin darle tiempo a reaccionar. Me devolvió el abrazo aún sin saber por qué estaba así. Le agradecí aquello, casi pude notar la frialdad desaparecer de mi interior y sentir la calidez de aquel abrazo, la calidez que solo él podía darme haciendo que me volviera un poco más humana. Pero, no nos engañemos, él era tan frío como yo, él estaba tan muerto como yo. Alcé de nuevo la cabeza para mirarlo a los ojos y de mi boca salieron las palabras que hicieron que abriera los ojos de par en par, sintiendo la gravedad del asunto, sintiendo que el mundo como hasta ahora lo conocíamos iba a desaparecer, convertido en cenizas, como yo misma había pensado al escuchar las palabras de aquel policía tras el aparato…
By Tom
La única idea que pasó por mi cabeza al escuchar aquellas palabras salir de los labios de Dai fue que tenía que sacarla de aquellas cuatro paredes lo antes posible, tenía que esconderla, alejarla de aquella maldita casa. Tuve la ligera idea de huir de aquel barrio de mierda, coger nuestras cosas, meternos en el coche y largarnos sin mirar atrás. Por mi mente no podía dejar de navegar la imagen de ella como la había visto seis años atrás, tumbada en la cama, completamente desnuda, pálida, con las mejillas encharcadas, totalmente amoratada, completamente herida, desgarrada, sangrando… La rabia que había sentido al verla en aquella ocasión, la impotencia, la ira… Era un puto criajo de mierda que no levantaba dos palmos del suelo, y me sentía como una mierda por no poder ir y arrancarle la cabeza a aquel bastardo que le había hecho aquello, sobre todo, fluyendo por sus venas la misma sangre, la misma sangre que descendía por entre sus piernas. ¿Cómo había podido hacerle aquello? ¿Por qué? ¿Por que se había enterado de que habíamos estado juntos? ¡Joder! ¡Eso era normal a nuestra edad! ¡Teníamos catorce años, casi los quince! ¡¿Qué esperaba?! ¿Que todavía jugáramos a fútbol? Era absurdo, era patético, era enfermizo… Su propia hija completamente destrozada sangrando sobre la húmeda colcha y él bebiendo en el bar de la esquina. Recuerdo que en aquel momento lo hubiese matado con mis propias manos, lo hubiese estrangulado, apretar mis manos sobre su cuello y ver cómo su cara cambiaba de color por la falta de oxígeno, hubiese cogido un cuchillo de la cocina y me hubiera ensañado con él, hubiera hecho tantas cosas en su contra… pero era un maldito criajo. Sin embargo, el tiempo había pasado para ambos y ahora ya no era aquel patético niño, ahora era un adulto. Ahora iba a acabar con él. Iba a hacerle pagar por todo el daño que le había causado a Daiana, cada lágrima derramada por ella y por su madre… Desearás no haber salido de la cárcel, Jason. Voy a hacer de tu vida el más miserable de los infiernos.
La rubia alzó la cabeza y clavó su verde mirada en mí. Sus labios se movieron en un intento de hablar pero ningún sonido escapó de ellos. No la culpé. Sabía que ahora iba a intentar hacerse la fuerte a pesar de la escena que acababa de montar, la conocía y sabía que odiaba flaquear pero la entendía, ni siquiera se lo iba a echar en cara, y los demás no tenían por qué enterarse de esto. Esto formaba parte de nuestros abundantes secretos. A decir verdad, ninguno de los demás conocía esto. Sabían que el padre de Dai estaba en la cárcel pero ninguno sabía el por qué…
-Recoge tus cosas. – sentencié. – Te largas de aquí ahora.
Me volví para dejar que ella hiciera su maleta y empezar yo a llamar por teléfono buscando algún sitio dónde ella pudiera quedarse pero no se movió. La miré abriendo los ojos de par en par, sin poder entenderla del todo. Ella me miraba firme cuando anunció, firme y segura:
-Voy a quedarme. Voy a plantarle cara. – no titubeó, no titubeó ni una sola vez, en ninguna sílaba, en ninguna palabra, lo dijo así, sin más, totalmente decidida a cumplirlo.
No la entendí del todo, igual había escuchado mal, sabía que la tipa tenía un buen par de ovarios bien puestos, que no había nada en este mundo que la hiciera detenerse, pero estábamos hablando de su padre, de quien la había maltratado, de quien la había jodido, el hijo de puta mayor de todos los tiempos… Esta chica estaba más loca de lo que pensaba…
-Dai, no… - empecé a decir antes de que me interrumpiera
-No puedes obligarme. No puedes detenerme – Joder, odiaba que tuviera razón. Claro que no podía hacerlo, era su vida, no la mía.
-Lo sé, pero piénsalo, piensa en lo que estás diciendo…
-Necesito hacerlo, Tom, necesito enfrentarme a él, necesito recuperar mi orgullo, necesito vengarme por lo que me hizo, necesito vengar la muerte de mi madre… Pero te necesito conmigo. Sé que piensas que estoy loca por querer hacer esto, sé que ahora mismo eres tú el que quiere matarlo pero debo ser yo quien lo haga… Por mi, por mi madre…
Entonces la entendí. Entendí por qué quería cometer aquella estupidez, entendí que necesitaba hacerlo para poder seguir adelante, para enterrar de una vez el pasado, para deshacerse del miedo que la embriagaba por dentro que, a pesar de que ella negaba que lo tuviera, yo sabía la verdad. Sabía muchas de las cosas que ella se empeñaba en ocultar tras aquella máscara que había diseñado con sus propias manos, sabía que, por mucho que ella hablara de liarse con otros tíos, de tener sexo con quien quisiera, del “amor libre” como ella lo llamaba, sabía que yo era el único que podía tocarla de aquella manera tan privada. Puede que lo hubiera intentado con algunos pero sabía que no había funcionado, a pesar de sus palabras. Y vengarse de su padre era una de las cosas que debía hacer para aniquilar aquel temor que sentía en su interior cuando intentaba estar con alguien. Aquel hijo de puta la había marcado para siempre y debía pagarlo.
Volví sobre mis pies hacia ella de nuevo y la miré a los ojos. Solo un par de palabras hicieron falta para que sonriera, para que, por un momento, desapareciera el dolor en su mirada.
-Cuenta conmigo.
Un segundo después se abrazó a mí pasando los brazos por mi cintura y apoyando la cabeza sobre el pecho – a pesar de su metro setenta seguía siendo más baja que yo y al menos le sacaba dos cabezas – con una sonrisa dibujada sobre sus labios. Hice lo mismo casi sin darme cuenta, enredé mis manos sobre su fina cintura y apoyé el mentón sobre su cabeza, no supe por qué pero me gustó aquello, incluso deposité un beso sobre su frente antes de apoyar la cabeza sobre la suya, ni siquiera sé por qué, creo que aquello nos había hecho un poco más ¿normales?
By Bill
Tirado sobre el cómodo colchón de mi inmensa cama, con los brazos extendidos sobre mi nuca y con la mirada clavada en el techo empezaba a asimilar todo lo que mi madre me había contado acerca de mi hermano, todo lo que hacía años me ocultaba, recopilándolo todo en mi cabeza, intentando asimilarlo. ¿Cómo era posible que no me enterara de nada viviendo en esta casa todo este tiempo? ¿Cómo nunca fui consciente de las llamadas semanales entre mis padres? Y, sobre todo, ¿cómo es que nunca había sentido nada acerca de él? Se suponía que éramos gemelos, ¿no? El tipo de conexión y esas cosas que había leído… ¿No se suponía que estábamos conectados o algo así? Ash, esto era una absoluta mierda. No entendía nada. Solo datos que no me llevaban a nada, datos sin ninguna conclusión, hechos, algunas especulaciones, nada claro, nada seguro. Recordé la expresión en el rostro de mi madre conforme me hablaba de él, de mi hermano, de su hijo mayor. La embriagaba el dolor, la amargura, la tristeza, la nostalgia… Al parecer, ante el traslado, el tener que dejar los lujos de los que gozaba en los barrios altos, el tener que conformarse con una casa en los bajos, pero, sobre todo, el ser un chico de los barrios altos que se internaba en aquellas calles, le jugó a Tom una mala pasada. Mamá no me dio detalles pero supe lo que eso significaba, pude ponerme en sus zapatos, supe qué le había pasado sin necesidad de más palabras. Tragué saliva ante eso, no pude albergar esa idea, no podía siquiera asimilarlo del todo, pero me ayudó a entender mejor aquella mirada dura y desafiante que había descubierto en el hospital la noche anterior. Lo único que pude sacar en claro fue el cambio brusco que había dado mi hermano al verse en aquella odiosa situación y lo vi reflejado en las fotos que mamá me había enseñado. Papá solía enviarle enviarnos un número razonable de ellas, pude saber que mamá se las enviaba también y, de forma inmediata, también supe que, igual que mi madre me las había ocultado, Jörg también había hecho lo mismo. En aquellas viejas fotos pude ver a un niño sombrío, oscuro, con una mirada penetrante, dura y totalmente desafiante, recelosa a veces, había pasado de ser un niño siempre alegre a una sombra en la pared, algo oscuro y perecedero, con un brillo de maldad en su mirada. En todas ellas lo acompañaba una niña rubia con la misma mirada desconfiada y altanera que poseía él, me pregunté quien sería. Fui pasando las fotos una a una y fui viendo aquella evolución hasta la actualidad, hasta hacía dos años, más o menos, y pude observar que, en cada una de ellas, la foto estaba más alejada, y a veces, casi borrosa. Pude entender que aquellas últimas fotos estaban sacadas en la distancia, como si el que las hizo se estuviera escondiendo de mi hermano. No lo entendí, ¿qué había de malo en unas simples fotos? También me di cuenta que no había en ellas ningún tipo de celebración, no una graduación, ni una fiesta de cumpleaños, nada, ni una celebración de Navidad. ¿Por qué? ¿Por qué me costaba tanto comprender la vida de mi hermano? ¿Sería por que no lo conocía? ¿Por que la imagen que había tenido de él todos estos años ahora estaba hecha añicos en un rincón golpeándome con la realidad? Me sentía culpable, no totalmente, pero sí en gran parte, ¿por cuántas cosas ha tenido que pasar? ¿Qué es de su vida? ¿Dónde estará? Miles de preguntas empezaban a hacerse paso en mi mente y ninguna tenía respuesta. Quería hacer tantas cosas, quería hablar con él, quería conocerlo, quería recuperar el tiempo y… Un momento, ¿y por qué no lo hacía? No tenía nada que perder y sí mucho que ganar, recuperaría a mi hermano, el que creía condenadamente perdido, tendría un confidente, un amigo, una familia completa. Nada me impedía hacerlo. Ni siquiera mi madre, no ahora cuando mi mayoría de edad se había cumplido hacía dos años y, a pesar de vivir en su casa todavía, no había motivos para que me negara la búsqueda de mi hermano. Eso es, Bill, vamos a buscar al hermano perdido, vamos a buscar a Tom.
Capitulo 8
By Daiana
Cuando escuché aquellas palabras salir de la boca de aquel policía a través del teléfono sentí como mi mundo se venía abajo, como mi corazón se había parado de golpe, como la realidad me machacaba de una forma que no quise aceptar. No podía aceptarlo, no quería aceptarlo. Según mis cálculos, aquel bastardo no tendría que salir de chirona hasta dentro de dos años. Si no recordaba mal, la condena había sido de cinco años por maltratos físicos y psicológicos a mí y a mi madre. ¡Qué decir que había sido tarde para mi pobre madre! ¡Aquel hijo de puta la había matado golpe tras golpe, sin detenerse un instante! ¿Y qué recibía a cambio? ¿La libertad en tres años por buena conducta? ¿Y no entendían cómo nosotros, los de los barrios bajos, nos tomábamos tanto la justicia por nuestra mano? ¡Porque era la única justicia que se hacía! Odiaba la política alemana. ¿En serio creían que el país podía prosperar soltando a asesinos a las calles así como así? ¡Maldita sea! ¡Estábamos hablando de un jodido asesino que había asesinado a su mujer y violado a su propia hija! ¿Acaso no se daban cuenta de lo peligroso que era el asqueroso individuo que acababan de soltar a las calles creyendo que estaba completamente recuperado y que no volvería a poner su mano sobre una mujer? ¿Quién demonios se creía eso? ¡Era mi jodido padre! ¡El que nunca estaba en casa porque estaba más ocupado bebiendo en bares de mala muerte, el que cuando llegaba golpeaba brutalmente a su mujer, el que la tiraba en la cama y la tomaba sin preocuparle los gritos de la mujer, el que un día la mató a base de golpes, el que violó a su hija por descubrir que había estado con un chico! ¡Ese era mi padre! ¡No era más que un sucio bastardo, repugnante, el ser más jodidamente asqueroso en el mundo! Sentí como el móvil resbalaba por mis manos hasta caer al suelo, sentí mis piernas perder el equilibrio y caer de rodillas, tomando mi cabeza entre mis manos, mordiéndome el labio de pura rabia, de impotencia, de miedo… Miedo… Algo que hacía mucho tiempo había olvidado, algo que había desaparecido de mi vida tras el juicio que había declarado culpable a aquel ser, algo que desapareció de mi vocabulario cuando lo vi abandonar la sala vestido con un estúpido mono naranja y sus manos esposadas… Y ahora volvía a mí para recordarme todo el dolor, todas las lágrimas derramadas, todas las heridas, la sangre, los moratones, los gritos, los insultos… Me descubrí sentada en el suelo balanceándome sobre los talones, golpeando mi espalda contra la pared pero no me importó, ni siquiera dejé de hacer aquel movimiento acompasado y uniforme. Aquello no era nada comparado con lo que volvía a mi vida… No… Tenía que haber alguna manera para evitarlo, algún modo de alejar de nuevo a aquel engendro de mi vida. Recordé que había cambiado las cerraduras de la casa, todas y cada una, y solo había una persona además de mí que tenía acceso a ellas, la única persona que nunca me traicionaría, la única que había estado conmigo en aquellos momentos: Tom. Recordarlo me hizo pensar en la estúpida pelea que habíamos tenido en el baño que ahora parecía encontrarse lejana, a años luz de distancia cuando solo hacía apenas una hora que se había marchado de la puerta de casa con sus gritos y sus amenazas. Lamentaba haberlo echado, lo lamentaba de veras en estos momentos cuando me hacía tanta falta, cuando lo necesitaba aquí, conmigo, solo para saber que no estaba sola, que contaba con su apoyo, que él estaría conmigo en esto, que estaría conmigo cuando él volviera. Porque de eso estaba segura: él iba a volver, iba a volver a por mí. Después de que mi madre se hubiera ido, me convertí en el blanco de mi padre. Desde muy pequeña siempre me había quedado al margen cuando los veía discutir, recuerdo que siempre me escondía en un rincón de mi habitación, sentada en el suelo, tal como lo estaba ahora, encogida sobre mí misma, abrazada a mis piernas, derramando lágrimas silenciosas cada vez que escuchaba un nuevo golpe, sentía como si fuera yo y no mi madre quien estuviera pasando por aquella tortura, podía sentir cada golpe en mi piel, cada herida abierta, cada moratón… Recuerdo que, a la mañana siguiente de cada paliza, cuando mi padre desaparecía temprano para volver a su asqueroso vicio, iba corriendo a la cama de mi madre y la encontraba encogida sobre sí misma, tapando su desnudez con las sábanas de la cama, derramando lágrimas silenciosas, que hacía desaparecer cuando me veía aparecer por la puerta de su habitación e iba corriendo hasta ella, escondiéndome con ella bajo aquellas sábanas húmedas y frías, y la descubría sonriéndome mientras mis manos se posaban en el nuevo moratón en sus ojos, aquellos hermosos ojos verdes que poseía y que aquel que se hacía llamar mi padre había borrado cualquier rasgo de brillo que hubiera en ellos en su día. Día tras día, noche tras noche, semana tras semana, año tras año, me vi en la adolescencia, una hermosa edad para cualquier chica menos para mí, empezaba a entender ciertas cosas, entendía que aquello que estaba haciendo mi padre se pagaba con cárcel, empecé a entender que mi madre tenía el derecho de denunciar aquellos malos tratos que sufría, empecé a entender que debía deshacerme de ese maldito bastardo. Y no me callé, aquella misma noche salí de mi cuarto y me enfrenté a mi padre sin miedo. Recibí la peor bofetada de la historia que me hizo caer al suelo de espaldas a causa de mi enorme bocaza. Mi madre se lanzó hacía mí y se enfrentó a él, lo que pude entender era que no me hiciera daño a mí, que le pegara a ella todo lo que quisiera pero no a mí. No la entendí, ¿por qué mierda no se defendía?, ¿por qué no huía?, ¿por qué se escondía? Por aquel entonces empecé a odiarla de alguna forma, odiarla en ese sentido, el de no hacerse respetar, el de dejar que su marido hiciera con ella lo que quisiera, el de sublimizarse a un hombre… Intenté hablar con ella sobre ese tema pero me evadía, evadía cualquier respuesta en ese ámbito, siempre salía por la tangente preguntándome por chicos cuando ella sabía perfectamente que no me interesaban los chicos. La noche que la perdí marcó mi vida para siempre. Amaba a mi madre, la amaba más que a nada en este mundo, adoraba su dulce olor a frutas silvestres cuando utilizaba su champú favorito, amaba la forma de mover su extensa cabellera rubia, la forma en que se le achinaban los ojos cuando sonreía de verdad, amaba la forma en que se acomodaba a mi lado en mi cama todas las noches antes de ir a dormir y me contaba historias de mundos fantásticos y criaturas increíbles, amaba su comida casera, el aroma que desprendía la cocina cuando ella se encontraba en ésta… Todo, absolutamente todo. Ella había sido lo más parecido que había tenido a una mejor amiga y no había momento en el que no me acordara de ella. Por eso, la noche del trágico suceso siempre permanecerá en mi memoria. Eran las nueve y media de la noche. Por aquel entonces yo tenía solo trece años y me había quedado hasta tarde merodeando por las calles con Tom. Era el único amigo que tenía y como vivíamos cerca a ninguno de nuestros padres le importaba demasiado. Bueno, tampoco es que nos importara, ¿he dicho ya que habíamos empezado a dejar de hacer caso a nuestros padres y a empezar a robar y cometer delitos menores? El caso es que volvía tarde a casa, por aquel entonces todavía me dejaban fuera de casa hasta las ocho y media de la noche… Subiendo por las escaleras y maldiciendo por no tener un jodido ascensor que hiciera el trayecto más fácil – vivíamos en un maldito cuarto piso – escuché los golpes de mi padre, el llanto de mi madre y de repente un golpe seco y después silencio. ¿Qué mierda había pasado? ¿Se había cansado mi padre tan pronto? ¿Había caído redondo al suelo por su borrachera? Aceleré mi ritmo volando por las escaleras, estaba ansiosa por saber lo que había pasado pero al abrir la puerta y descubrir el por qué del cese de la pelea hizo que quedara petrificada en el marco de la puerta. Aquel bulto en el suelo era mi madre, encogida, con un golpe en la cabeza y un charco de sangre… Verla fue un trauma que aún me persigue en los sueños más macabros pero lo peor fue descubrir a mi padre mirándola entusiasmado bebiendo una cerveza como si nada hubiera pasado, como si esperara que se despertara y se levantara para seguir golpeándola, gritándole e insultándola. La rabia que me inundó hizo que me abalanzara sobre él, sorprendiéndolo de golpe, golpeándole todo lo fuerte que me permitían mis débiles brazos, ensañándome con él, llorando la pérdida de mi madre, culpándolo sin parar de esto, hasta que sentí perder las fuerzas sobre mi propio cuerpo, desplomándome al lado del cuerpo inerte de mi madre, abrazándola, llamándola… Los momentos siguientes están algo confusos en mi mente, recuerdo a la policía - el muy cabrón había dicho que se había caído y se había golpeado la cabeza -, a mi padre llevándome a mi cama, recuerdo risas, recuerdo llantos pero nada coherente, nada más relevante para mi que la repentina muerta de mi madre a manos de aquel hombre porque de una cosa si me acuerdo y es que aquella noche, mi padre había muerto para mí, total y definitivamente.
Escuché la llave de la puerta girar y volví a la realidad de golpe, dejando mis recuerdos apartados en algún rincón de mi mente. Oí pasos por la casa, pero no les presté atención, la noticia seguía rondando mi cabeza y costaba asimilar la idea. ¿Qué iba a hacer ahora? No tenía ni idea de cual sería mi siguiente paso, no quería esconderme, pero tampoco quería hacerle frente sola, no quería volver a verlo, para mí él hacía tiempo que había muerto, él no era nada mío, sin embargo, ¿por qué él seguía pensando que yo le pertenecía? Porque por eso iba a volver, lo sabía, sus palabras se habían grabado a fuego en mi mente el día que se atrevió a tocar donde ningún padre tocaría a su hija, que yo era suya solamente, que no iba a permitir que nadie se acercara de nuevo a mí. Por aquel entonces casi había ahogado a Tom sumando una muerte más a su lista. Tenía miedo, estaba atemorizada, por mí pero también por él, porque si aquel viejo bastardo se enteraba de la maldita relación que teníamos iba a ir a por él, costase lo que costase, y, aunque no dudaba de las capacidades de mi amigo para defenderse, temía por él, porque no sabía hasta qué punto alcanzaba la enfermedad de aquel desperdicio humano. Utilizaba aquella palabra porque estaba claro que aquel no se merecía la palabra hombre, no lo era, era un maldito bastardo, un jodido insecto, la mierda más mierda de todas… Alguien abrió la puerta de la habitación y entró con paso decidido caminando hacia mí. Alcé la cabeza deteniendo mi movimiento balanceante cuando noté que me había tocado, topándome con los acaramelados ojos de mi mejor amigo, la persona que necesitaba en esos instantes, la persona que necesitaba a mi lado… Rápida como un lince me levanté y me abracé a él sin darle tiempo a reaccionar. Me devolvió el abrazo aún sin saber por qué estaba así. Le agradecí aquello, casi pude notar la frialdad desaparecer de mi interior y sentir la calidez de aquel abrazo, la calidez que solo él podía darme haciendo que me volviera un poco más humana. Pero, no nos engañemos, él era tan frío como yo, él estaba tan muerto como yo. Alcé de nuevo la cabeza para mirarlo a los ojos y de mi boca salieron las palabras que hicieron que abriera los ojos de par en par, sintiendo la gravedad del asunto, sintiendo que el mundo como hasta ahora lo conocíamos iba a desaparecer, convertido en cenizas, como yo misma había pensado al escuchar las palabras de aquel policía tras el aparato…
By Tom
La única idea que pasó por mi cabeza al escuchar aquellas palabras salir de los labios de Dai fue que tenía que sacarla de aquellas cuatro paredes lo antes posible, tenía que esconderla, alejarla de aquella maldita casa. Tuve la ligera idea de huir de aquel barrio de mierda, coger nuestras cosas, meternos en el coche y largarnos sin mirar atrás. Por mi mente no podía dejar de navegar la imagen de ella como la había visto seis años atrás, tumbada en la cama, completamente desnuda, pálida, con las mejillas encharcadas, totalmente amoratada, completamente herida, desgarrada, sangrando… La rabia que había sentido al verla en aquella ocasión, la impotencia, la ira… Era un puto criajo de mierda que no levantaba dos palmos del suelo, y me sentía como una mierda por no poder ir y arrancarle la cabeza a aquel bastardo que le había hecho aquello, sobre todo, fluyendo por sus venas la misma sangre, la misma sangre que descendía por entre sus piernas. ¿Cómo había podido hacerle aquello? ¿Por qué? ¿Por que se había enterado de que habíamos estado juntos? ¡Joder! ¡Eso era normal a nuestra edad! ¡Teníamos catorce años, casi los quince! ¡¿Qué esperaba?! ¿Que todavía jugáramos a fútbol? Era absurdo, era patético, era enfermizo… Su propia hija completamente destrozada sangrando sobre la húmeda colcha y él bebiendo en el bar de la esquina. Recuerdo que en aquel momento lo hubiese matado con mis propias manos, lo hubiese estrangulado, apretar mis manos sobre su cuello y ver cómo su cara cambiaba de color por la falta de oxígeno, hubiese cogido un cuchillo de la cocina y me hubiera ensañado con él, hubiera hecho tantas cosas en su contra… pero era un maldito criajo. Sin embargo, el tiempo había pasado para ambos y ahora ya no era aquel patético niño, ahora era un adulto. Ahora iba a acabar con él. Iba a hacerle pagar por todo el daño que le había causado a Daiana, cada lágrima derramada por ella y por su madre… Desearás no haber salido de la cárcel, Jason. Voy a hacer de tu vida el más miserable de los infiernos.
La rubia alzó la cabeza y clavó su verde mirada en mí. Sus labios se movieron en un intento de hablar pero ningún sonido escapó de ellos. No la culpé. Sabía que ahora iba a intentar hacerse la fuerte a pesar de la escena que acababa de montar, la conocía y sabía que odiaba flaquear pero la entendía, ni siquiera se lo iba a echar en cara, y los demás no tenían por qué enterarse de esto. Esto formaba parte de nuestros abundantes secretos. A decir verdad, ninguno de los demás conocía esto. Sabían que el padre de Dai estaba en la cárcel pero ninguno sabía el por qué…
-Recoge tus cosas. – sentencié. – Te largas de aquí ahora.
Me volví para dejar que ella hiciera su maleta y empezar yo a llamar por teléfono buscando algún sitio dónde ella pudiera quedarse pero no se movió. La miré abriendo los ojos de par en par, sin poder entenderla del todo. Ella me miraba firme cuando anunció, firme y segura:
-Voy a quedarme. Voy a plantarle cara. – no titubeó, no titubeó ni una sola vez, en ninguna sílaba, en ninguna palabra, lo dijo así, sin más, totalmente decidida a cumplirlo.
No la entendí del todo, igual había escuchado mal, sabía que la tipa tenía un buen par de ovarios bien puestos, que no había nada en este mundo que la hiciera detenerse, pero estábamos hablando de su padre, de quien la había maltratado, de quien la había jodido, el hijo de puta mayor de todos los tiempos… Esta chica estaba más loca de lo que pensaba…
-Dai, no… - empecé a decir antes de que me interrumpiera
-No puedes obligarme. No puedes detenerme – Joder, odiaba que tuviera razón. Claro que no podía hacerlo, era su vida, no la mía.
-Lo sé, pero piénsalo, piensa en lo que estás diciendo…
-Necesito hacerlo, Tom, necesito enfrentarme a él, necesito recuperar mi orgullo, necesito vengarme por lo que me hizo, necesito vengar la muerte de mi madre… Pero te necesito conmigo. Sé que piensas que estoy loca por querer hacer esto, sé que ahora mismo eres tú el que quiere matarlo pero debo ser yo quien lo haga… Por mi, por mi madre…
Entonces la entendí. Entendí por qué quería cometer aquella estupidez, entendí que necesitaba hacerlo para poder seguir adelante, para enterrar de una vez el pasado, para deshacerse del miedo que la embriagaba por dentro que, a pesar de que ella negaba que lo tuviera, yo sabía la verdad. Sabía muchas de las cosas que ella se empeñaba en ocultar tras aquella máscara que había diseñado con sus propias manos, sabía que, por mucho que ella hablara de liarse con otros tíos, de tener sexo con quien quisiera, del “amor libre” como ella lo llamaba, sabía que yo era el único que podía tocarla de aquella manera tan privada. Puede que lo hubiera intentado con algunos pero sabía que no había funcionado, a pesar de sus palabras. Y vengarse de su padre era una de las cosas que debía hacer para aniquilar aquel temor que sentía en su interior cuando intentaba estar con alguien. Aquel hijo de puta la había marcado para siempre y debía pagarlo.
Volví sobre mis pies hacia ella de nuevo y la miré a los ojos. Solo un par de palabras hicieron falta para que sonriera, para que, por un momento, desapareciera el dolor en su mirada.
-Cuenta conmigo.
Un segundo después se abrazó a mí pasando los brazos por mi cintura y apoyando la cabeza sobre el pecho – a pesar de su metro setenta seguía siendo más baja que yo y al menos le sacaba dos cabezas – con una sonrisa dibujada sobre sus labios. Hice lo mismo casi sin darme cuenta, enredé mis manos sobre su fina cintura y apoyé el mentón sobre su cabeza, no supe por qué pero me gustó aquello, incluso deposité un beso sobre su frente antes de apoyar la cabeza sobre la suya, ni siquiera sé por qué, creo que aquello nos había hecho un poco más ¿normales?
By Bill
Tirado sobre el cómodo colchón de mi inmensa cama, con los brazos extendidos sobre mi nuca y con la mirada clavada en el techo empezaba a asimilar todo lo que mi madre me había contado acerca de mi hermano, todo lo que hacía años me ocultaba, recopilándolo todo en mi cabeza, intentando asimilarlo. ¿Cómo era posible que no me enterara de nada viviendo en esta casa todo este tiempo? ¿Cómo nunca fui consciente de las llamadas semanales entre mis padres? Y, sobre todo, ¿cómo es que nunca había sentido nada acerca de él? Se suponía que éramos gemelos, ¿no? El tipo de conexión y esas cosas que había leído… ¿No se suponía que estábamos conectados o algo así? Ash, esto era una absoluta mierda. No entendía nada. Solo datos que no me llevaban a nada, datos sin ninguna conclusión, hechos, algunas especulaciones, nada claro, nada seguro. Recordé la expresión en el rostro de mi madre conforme me hablaba de él, de mi hermano, de su hijo mayor. La embriagaba el dolor, la amargura, la tristeza, la nostalgia… Al parecer, ante el traslado, el tener que dejar los lujos de los que gozaba en los barrios altos, el tener que conformarse con una casa en los bajos, pero, sobre todo, el ser un chico de los barrios altos que se internaba en aquellas calles, le jugó a Tom una mala pasada. Mamá no me dio detalles pero supe lo que eso significaba, pude ponerme en sus zapatos, supe qué le había pasado sin necesidad de más palabras. Tragué saliva ante eso, no pude albergar esa idea, no podía siquiera asimilarlo del todo, pero me ayudó a entender mejor aquella mirada dura y desafiante que había descubierto en el hospital la noche anterior. Lo único que pude sacar en claro fue el cambio brusco que había dado mi hermano al verse en aquella odiosa situación y lo vi reflejado en las fotos que mamá me había enseñado. Papá solía enviarle enviarnos un número razonable de ellas, pude saber que mamá se las enviaba también y, de forma inmediata, también supe que, igual que mi madre me las había ocultado, Jörg también había hecho lo mismo. En aquellas viejas fotos pude ver a un niño sombrío, oscuro, con una mirada penetrante, dura y totalmente desafiante, recelosa a veces, había pasado de ser un niño siempre alegre a una sombra en la pared, algo oscuro y perecedero, con un brillo de maldad en su mirada. En todas ellas lo acompañaba una niña rubia con la misma mirada desconfiada y altanera que poseía él, me pregunté quien sería. Fui pasando las fotos una a una y fui viendo aquella evolución hasta la actualidad, hasta hacía dos años, más o menos, y pude observar que, en cada una de ellas, la foto estaba más alejada, y a veces, casi borrosa. Pude entender que aquellas últimas fotos estaban sacadas en la distancia, como si el que las hizo se estuviera escondiendo de mi hermano. No lo entendí, ¿qué había de malo en unas simples fotos? También me di cuenta que no había en ellas ningún tipo de celebración, no una graduación, ni una fiesta de cumpleaños, nada, ni una celebración de Navidad. ¿Por qué? ¿Por qué me costaba tanto comprender la vida de mi hermano? ¿Sería por que no lo conocía? ¿Por que la imagen que había tenido de él todos estos años ahora estaba hecha añicos en un rincón golpeándome con la realidad? Me sentía culpable, no totalmente, pero sí en gran parte, ¿por cuántas cosas ha tenido que pasar? ¿Qué es de su vida? ¿Dónde estará? Miles de preguntas empezaban a hacerse paso en mi mente y ninguna tenía respuesta. Quería hacer tantas cosas, quería hablar con él, quería conocerlo, quería recuperar el tiempo y… Un momento, ¿y por qué no lo hacía? No tenía nada que perder y sí mucho que ganar, recuperaría a mi hermano, el que creía condenadamente perdido, tendría un confidente, un amigo, una familia completa. Nada me impedía hacerlo. Ni siquiera mi madre, no ahora cuando mi mayoría de edad se había cumplido hacía dos años y, a pesar de vivir en su casa todavía, no había motivos para que me negara la búsqueda de mi hermano. Eso es, Bill, vamos a buscar al hermano perdido, vamos a buscar a Tom.
Siiiiiiiii vamos a buscar TOm !!!! pff que capitulo como siempre me encanto pero si fue cargado de cosas terribles para la pobre de Dai y pensar que hay niñas que pasaron por eso me aterra pensarlo !... pero ya espero con muchas ganas el lunes jaja quiero leer y leer muchas gracias amanda te mando un fuerte abrazo y esperemos que ese internet regrese pronto a casa ^^ byebyeee !!
ResponderEliminarAwww mi geme hermosa increíble el capítulo vida, me re angustió todas las terribles cosas que le hizo Jason a Dai y a su madre, es un hdp, lo odio. En fin, felicitaciones hermosa, me encantó el capítulo, y cada vez más te quedas con las ganas incontrolables de saber que va a pasar, así que te imaginarás como estoy ahora jaja, pero habra que esperar para saber. Un beso enorme vida, te quiere mucho mucho mucho y más que eso, tu geme, Dai
ResponderEliminarSiiiii wii yuhuhuuuuu yupii vamos bill thu puedes!!
ResponderEliminar& tom ke liindho x apoyar a dai haha! bueno amandiita muzas feliicidadez por este gran capi :) spero q sigas mejor cada dia :) TKM
aToO: pkniia
ayyy MUYYY emocionante e interesante!!! gracias Amanda por este EXCELENTE capitulo...muy muy bueno. Lo que dijo el moreno al ultimo fue tan lindo me quede con las ganas de leer MAS pero bueno tengo que esperar jajaja...y ese tipo tan malo si que me sorprendi con la historia de Dai, pero Tom como siempre apoyandola en todo...siiiiiii que Dai se vengue ese sujeto es una m..... podrida! jeje creo que ya me estoy exaltando =) ufff, bien esperare con ansias el siguiente capitulo.
ResponderEliminarBueno linda te cuidas muchisimooooo y FELICITACIONES! tqmmmmmm...te queremos, bye.
*//Jas//*
Buenisimooooooooo...ando algo atrazada en los capítulos pero me fascino...Bill correrá a buscar a su hermano!!!, y sobre Dai, maldito padre que le tocó, corro a leer el siguiente :P
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