Hey! ¿Cómo pasaron esta semana? Espero que todo haya sido perfecto. La mía fue aburridísima salvo por las noches que es cuando me dedicaba a escribir y a hablar con my twin (L) Bueno, aquí os dejo el siguiente capítulo que parece que está teniendo más seguidoras que la anterior, eso o al menos ahora más gente deja comentarios ;) Soy feliz igualmente si pasan a leerla. Se las quiere! Besitos y que disfruten de este capitulo tanto como yo disfruté escribiéndolo.
Capitulo 5
By Daiana
Otra vez sola en la habitación con la confusión apoderándose de mi mente evité a toda costa pensar en lo que acababa de pasar entre aquellas cuatro paredes. Pero… ¿qué había pasado realmente? Quise creer que solo había tenido lugar un intercambio de bienes, algo totalmente común en mi día a día. Pero había algo más que yo misma me obligaba a negar, olvidar, enterrar. El momento en que miré a los ojos a aquel desconocido y mi mundo se vino abajo. Solo una vez había visto esos ojos, tan inconfundibles para mi, aquellos ojos eran los de mi mejor amigo, mi compañero de piso, mi confidente, mi camarada, mi amante, mi Tom. Aquellos ojos marrones acaramelados eran parte de mi vida y era imposible no reconocerlos en cualquier parte… Pero, ¿en otra persona? ¿Eso era realmente posible? Me estaba volviendo loca, definitivamente, ¿qué otra opción tenía? ¿Qué otra explicación podía haber? Porque de una cosa estaba segura, aunque tuviera sus mismos ojos, él no era Tom. Al menos hasta ahí mi cabeza llegaba. Él era mucho más delgado y estilizado, quizá algunos centímetros más alto que mi amigo, su tez era mucho más pálida, llevaba un piercing en la ceja derecha, los ojos maquillados con abundante negro, cosa que Tom jamás haría, y lo más importante, al contrario que el hiphopero que era rubio, éste era claramente moreno, o tal vez lo disimulaba con tinte de ese color. Tampoco se parecían en la forma de mirar, la mirada del chico que acababa de estar en la habitación era pura, cristalina, limpia, puede que un poco recelosa y asustada ligeramente pero no era la dura mirada de mi amigo. Podía apostar por eso. La fría y malévola mirada de Tom no podía ser cambiada por algo tan puro y limpio como la expresión en los ojos del moreno. Recordé cómo me había sentido al mirarlo a los ojos… ¿Calidez en mi interior, seguridad, confianza? ¿Cómo…? ¿Cómo una simple mirada de un desconocido podía devolverme las emociones que creía perdidas? ¿Cómo era posible que un simple chico que aparentemente parecía mil veces más débil que yo podía inspirarme tanta salvación? “Estas loca, Daiana, loca de remate” dijo una voz en mi mente al tiempo al tiempo que inconscientemente meneaba la cabeza de un lado a otro con el propósito de apartar aquellas descabelladas de mi mente. Tu futuro está con Tom, quieras o no aceptarlo. ¿Quién fue el que el que siempre estuvo contigo? ¿Quién fue el que recibió golpes por ti? ¿Quién fue el que sangró por ti? ¿Quién estuvo a tu lado cuando estabas sola en tu cuarto llorando por las heridas causadas por tu propio padre? ¿Quién fue el que limpió, desinfectó, curó y besó esas mismas heridas? ¿Quién fue el que impidió que acabaras con tu vida cuando te sentías la peor mierda en esta vida? ¿Cómo mierda no me había dado cuenta antes? Mi mejor amigo era mi vida, mi otra mitad, con quien había vivido durante los últimos doce o trece años, con el que compartía absolutamente todo… Mi mente tenía razón: Tom era mi pasado, mi presente y mi futuro. No de la forma en que las personas normales entienden el significado de esa frase. Yo no amaba a Tom, así como él mismo no me amaba a mi. No de la forma en que un hombre y una mujer se aman. Nosotros jamás pronunciaremos un “Te quiero”, nunca un “vivieron felices y comieron perdices”, no una vida feliz y plena con niños, suegras, tíos, nietos… Todo eso no era para nosotros pero aun así, por mucho que me doliera admitirlo, lo necesitaba. Podía ser completamente independiente a los ojos de los demás, pero lo necesitaba a él. Sé que sola no podría con esto, con esta vida de mierda que llevaba que me consumía por dentro y aunque intentaba poner mi mejor cara sabía que me estaba comiendo por dentro, que me estaba consumiendo poco a poco, que aunque era consciente de que no me deparaba mucho más allá de aquellas cuatro callejas, lo ansiaba, ansiaba salir de allí… Me descubrí otra vez agitando la cabeza, apartando esas ideas de la cabeza. No vas a salir de esas calles. Asúmelo. Suficiente tienes con el respeto que te has ganado. Si, claro, como si eso lo solucionara todo…
-Hey…
Giré la cabeza hacia el interior de la habitación para encontrarme de nuevo con la mirada que yo conocía realmente bien: la de mi mejor amigo. Es curioso, ¿no? Minutos antes justo donde se encontraba él ahora había estado aquel chico que me había hecho sentir tantas cosas que creía perdidas y olvidadas… y ahora… Ahora sentía aquella desconfianza de nuevo, aquel frío en mi interior, aquella inseguridad que me provocaba el estar cerca de Tom, porque, asumámoslo, si continuaba cerca de Tom acabaría muerta. ¿Qué no? ¿Qué es lo que pretendía hacer Dylan conmigo? Asesinarme solo por que así haría daño a Tom. Si esa era la esperanza de todos sus enemigos, entonces era un milagro que no me hubieran encontrado muerta en un rincón todavía.
-¿Estás bien?
Asentí con la cabeza antes de bajar del alfeizar de la ventana de un solo salto. Cogí la ropa que él me había traído y comencé a desnudarme llevando cuidado de no ser vista por el tío que estaba al otro lado de la habitación, al que Tom vigilaba solo por si se atrevía a echar el ojo. Una camiseta larga de manga corta algo estropeada, unos vaqueros largos rotos de fábrica, mis botas negras y una chaqueta que aunque no era mi favorita como mi agujereada cazadora de cuero de la noche anterior al menos me servía para resguardarme del frío. Cuando estaba colocándome la camiseta fui totalmente consciente del dolor que me causaba la herida en mi brazo. Un dolor punzante y agudo que consiguió que me doblara por la mitad al tiempo que me sentaba en la cama y dejaba el brazo caer a un lado totalmente flácido. Necesitaba una puta pastilla que me quitara aquel dolor. ¿Ya se había pasado el efecto de todos los sedantes? Me cago en todo, con lo a gusto que estaba antes ignorando el dolor…
-Trae…
Tom se acercó a donde estaba y con cuidado me ayudó a pasar el brazo por la manga de la camiseta. Dolía, claro, pero era necesario para poder salir de allí. Solo un poco… Listo. Oh, no, la chaqueta… Creo que no podré aguantarlo de nuevo. Saldré así a la calle, total qué podía pasarme peor que intentaran matarme de un disparo. Un resfriado no iba a ser de gran cosa después de esto. Rápidamente me coloqué los pantalones y las botas, bueno tan rápido como me permitía mi brazo malherido. Miré a mi amigo indicándole que estaba lista y entonces me di cuenta de que en mi atuendo improvisado me faltaba algo, algo sin lo cual nunca salía a la calle, algo que me daba algo de seguridad en estas calles de mierda: mi navaja. La pistola me daba igual, era robada y tarde o temprano las balas se iban a agotar, balas que aunque no eran difíciles de conseguir, costaban su dinero, dinero con el que ahora no contábamos… de momento. Debía pensar en como recuperar el negocio o encontrar algo nuevo con el que ganar pasta de forma rápida. Y no… No iba a meterme en el tema de la prostitución. Ni de coña. Siempre había sido yo la que dominara la situación en el tema del trabajo y el dinero y no iba a cambiar ahora porque me hubiera quedado sin fuente de dinero. Total, el piso estaba totalmente pagado lo único que tenía que pagar todos los meses era el agua y la luz aunque no la utilizáramos muy a menudo. A veces un buen baño de agua caliente apetecía después de un día en aquellas malditas calles con el frío invernal colándose por todos los poros de la piel y la maldita nieve derritiéndose a tus pies mojando tus botas y tus calcetines. Uhm… Creo que me estaba apeteciendo un largo baño de agua calentita... Ash, céntrate en el tema principal. Tus armas.
-¿Dónde...? – empecé a preguntar. Él me entendió sin más llevando la mano al bolsillo de su pantalón, sacando la navaja y entregándomela.
-La otra está en el coche. – asentí con la cabeza mientras guardaba el arma blanca entre los pliegues del interior de mi bota que yo misma había hecho para ella.
Ahora si estaba lista para salir de aquella maldita habitación, y sobre todo de aquel limpio hospital que olía a lejía y desinfectante. Con paso decidido anduve hasta la puerta abriendo esta de un tirón esquivando la mirada del tipo de al lado que seguro me miraba boquiabierto por irme de allí sin ni siquiera esperar el alta médica, sabía aquello tanto como sabía que ahora tenía la vista clavada en mi trasero. Estúpido viejo verde… Tres, dos, uno… Manotazo en el trasero por parte de mi querido amiguito. No estaba celoso, no lo era en absoluto, pero odiaba que tipos como aquellos se quedaran mirando algo que a veces era suyo. No, realmente él sabía que yo no le pertenecía, que yo no era su premio, que no era su muñequita; pero a veces se le olvidaba… o simplemente era parte de nuestro juego, un papel que interpretar, algo parecido a las parejas normales; sin embargo dos cosas a aclarar: uno, obviamente no éramos pareja y segundo, nosotros no éramos para nada normales. Caminando por aquellos cálidos pasillos uno al lado del otro lo pude comprobar, en solo los minutos que duró mi paseo hasta la salida vi el cariño reflejado en ojos ajenos, en la forma de mirar de parejas jóvenes, madres con recién nacidos, padres orgullosos, padres atormentados y destrozados, niños correteando junto la cuna de un recién nacido… En aquel centro había de todo, amor, cariño, respeto pero también dolor, sangre y muerte. Unos nacían, unos morían, otros se debilitaban. Ley de vida tal vez. Pero no vi nada parecido a lo que yo sentía en mi interior, la frialdad, la oscuridad de un alma que había sido destrozada a lo largo de los años, rota, echa pedazos que nadie podría volver a unir, y sabía por qué, porque yo no iba a dejar que nadie volviera a tocar mi alma, estaba ya bastante despedazada para permitir que alguien llegara para quebrarla más. No podía sanar, las heridas aún continuaban abiertas, derramando sangre que nadie limpiaba, gritando en susurros, susurros que nadie podía escuchar…
By Bill
Abriendo la puerta de casa tiré la cazadora de cuero sobre el amplio sofá y me descalcé. Amaba andar descalzo por el suelo de madera, sin importar lo helado que éste estuviera, incluso en los días más helados del invierno. Supongo que era la costumbre. Avancé por el pasillo hasta la sala de estar donde se encontraba el teléfono fijo. Tenía que llamar a Gustav a su casa para informarle de que tenía su móvil. Paso tras paso no dejaba de pensar en las palabras de mi madre: “No, claro que no lo conozco. Lo he visto alguna vez por aquí. Me comentaron que es de los barrios bajos y que siempre viene con sus amigos por heridas de peleas o que se yo… Pero no importa cielo. No tengo idea de quien es” ¿Por qué tenía la jodida sensación de que mi madre me estaba mintiendo? Ciertamente no sé por qué lo haría, mi madre y yo teníamos ese tipo de relación en que nos lo contábamos todo, no había secretos entre ambos, siempre habíamos ido por la verdad por delante por eso no entendía por qué sentía que empezaba a hacerlo ahora, a mentirme, a ocultarme algo. Aunque quizá yo estaba paranoico y todo eran alucinaciones mías. Quizá mi madre se había puesto tensa por que solo había que mirarlo, el tipo emanaba respeto y pánico por todos los costados, quizá fuera eso… quizá solo… Si, tenía que ser eso. ¿Por qué iba a mentirme mi madre por una simple tontería? ¿Quién era él para mí? Un total desconocido, un rostro entre un millón de personas que olvidaría a la mañana siguiente o quizá en las próximas horas…
- ¿Bill…? – la voz de mi mejor amigo me llamó por quinta o sexta vez tras el auricular. . Volví a la tierra en cuestión de segundos.
-Perdona, ¿qué?
-Eso tendría que decirlo yo. Que para qué me llamas… - me recordó Gus. Cierto, había sido yo quien lo había llamado a él. Que olvidadizo estaba hoy…
-¡Ah, eso! Te llamaba para decirte que tengo tu móvil. Te lo dejaste en el hospital anoche.
-¿Cómo lo recuperaste? – quiso saber él.
-Es una larga historia… - resumí al tiempo que llegaban a mi mente los grandes ojos verdes de aquella desconocida que tan hondo me había llegado. Oh, mierda, tenia que sacármela de la cabeza cuanto antes o iba a poder conmigo…
-De acuerdo, luego paso a recogerlo. No mires los mensajes que te conozco… - rió.
-Gracioso… - me hice el ofendido achinando la mirada a sabiendas de que él no podía verme.
Él rió antes me comentario alegando que era como un niño pequeño. No se lo discutí, a veces yo también podía llegar a creerlo y no por mi falta de madurez. Siempre había sido un niño precoz ante ese tema. Mientras los demás niños jugaban yo solía encerrarme en mi cuarto sin parar de escribir, letras de canciones que me llenaban la mente, largas cartas destinadas a nadie en particular, extensas hojas, cuadernos enteros repletos de mis pensamientos, mis sentimientos, grabados que me ayudaban a seguir adelante tal vez alejándome de aquel vacío que sentía en mi interior ante la pérdida de mi hermano mayor, mi gemelo; y que ahora estaban escondidos y olvidados en alguna parte de mi habitación, quizá en alguna caja en el desván.¿Por qué? Quien sabe, dejé de necesitarlo, pasé página, me olvidé de Tom. ¿Es eso posible? Lo es. ¿Cómo? No tengo ni idea. Solo se que al pasar el tiempo e ir conociendo gente nueva, mi hermano pasó a un segundo plano. Él no estaba aquí conmigo, se había ido con papá, se había alejado de mi vida, de mi día a día, no era tan importante para mi. Claro que me había parado a pensar algunas veces en cómo estaría, qué estaría haciendo, pero me contestaba a mi mismo que él estaba bien, feliz, seguro. ¿Por qué iba a estar mal? Estaba seguro de que al igual que yo estaba haciendo mi vida, él estaría haciendo la suya. Nunca me preocupé demasiado. ¿Mi culpa? No totalmente, él tampoco dio señales de vida.
Después de hablar con Gus, dejé el teléfono en su sitio y subí a mi habitación, donde me quité los vaqueros y me puse un pantalón de deporte que solo utilizaba para estar en casa. Hacía siglos que no salía a correr o practicar algún deporte. Odiaba el deporte, básicamente. Lo de correr, sudar y hacer esfuerzos estúpidos no iba conmigo. Tampoco me hacía falta. Me dispuse a sacar los libros y los apuntes y colocarlos sobre el escritorio. Tenía que ponerme a estudiar, en unas semanas comenzaban los exámenes y tenía que estar preparado para ello. Al ser este mi segundo año en la universidad ya estaba un poco más acostumbrado pero los nervios podían jugarme una mala pasada si no estudiaba lo suficiente. Sentado en el sillón giratorio y con la mirada fija en el libro leía cada una de las frases de las páginas sin leer nada realmente. ¿Qué mierda pasaba ahora? Venga, Bill, tú puedes. Me di ánimos a mí mismo. Lo intenté de nuevo. “La psicología social es el estudio científico de cómo los pensamientos, sentimientos y comportamientos de las personas son influidos por la presencia real, imaginada o implicada de otras personas a partir de la noción de grupo. Según esta definición, científico refiere al método empírico de investigación. Los términos pensamientos, sentimientos y comportamientos incluyen todas las variables psicológicas que se pueden medir en un ser humano. La afirmación de que otras personas pueden ser imaginadas o implicadas sugiere que, de manera indefectible, estamos influenciados socialmente, incluso cuando:
a) No hay otros individuos presentes -como cuando vemos la televisión-, o
b) Seguimos normas culturales internalizadas.”
¿Qué mierda es esto? Volví a pensar. Ok, Bill, sabes lo que es, el problema es que no te puedes concentrar porque… porque… porque tienes hambre. Pero si había desayunado con mamá en la cafetería del hospital hacía como una hora. No era eso. ¿Demasiadas emociones por un día? El momento tenso que había vivido con mamá cuando había visto a aquel tipo de ropa ancha y aquella chica de misteriosos ojos verdes… Mi cuerpo sufrió una especie de convulsión al recrear de nuevo el rostro de aquella chica. ¿Por qué? ¿Por qué no podía sacármela de la cabeza? ¿Por qué seguía ahí? Vamos, Bill, esto no es nada, puedes superarlo, hombre, no te has enamorado de ella, solo ha sido… atracción, pura atracción física nada más… Pero no había sido mi entrepierna quien había respondido al verla si no mi corazón acelerando su ritmo. Y ahora no estaba imaginando su cuerpo… sino su rostro. Su delicado rostro, sus grandes ojos, sus labios perfectos, su nariz respingona…. ¿Qué mierda acababa de hacer en el libro? Había… Mierda, lo había hecho. Sin querer había estado trazando líneas en el intento de plasmar su rostro en papel. Eso me dio una idea. Hacía tiempo que no lo hacía. Bien porque nunca había sido una artista, bien por falta de tiempo pero ahora me apetecía probarlo. Dejando los libros de psicología a un lado, saqué de uno de los cajones de mi escritorio mi bloc de dibujo que hacía tiempo creía olvidado. Busqué una hoja limpia sin ningún dibujo y uno de mis lápices. Busqué una buena perspectiva, recreé aquel rostro en mi mente de nuevo, bueno, he de decir que lo tuve presente y nítido en mi cabeza; y empecé a dibujar. Trazando línea tras línea, desde su pelo alborotado hasta su largo cuello pasando por sus ojos, su mirada, las sombras que se pronunciaban en su rostro, sus rosados labios y su pronunciado mentón. No sabía muy bien lo que estaba haciendo, sabía que era algo estúpido, que este vago dibujo que intentaba hacer no me serviría para olvidarme de ella pero al menos conseguiría quitármela de la cabeza e tiempo suficiente para concentrarme en las páginas de mis libros. . Al menos tenía que intentarlo, si ni así funcionaba tenía que buscar otra manera.
No sé el tiempo que pasé allí sentado trazando líneas, sombreando, borrando y volviendo a delinear. Sé que mamá llamó un par de veces, una para comprobar si había llegado bien a casa y la otra para avisarme de que no vendría a comer. No me importó, hacía tiempo que ya no comíamos juntos igual porque ella se quedaba en el hospital o bien porque yo me quedaba en la cafetería de la universidad comiendo con Gus o tal vez solo. A veces comíamos algún fin de semana juntos, eso si yo me levantaba de dormir, si no tampoco me llamaba para comer. Sin embargo, cenar si cenábamos juntos a veces hasta con Gordon y nos poníamos al día contándonos todo lo que antes no habíamos podido. Volviendo a mi intento de ser dibujante, había pasado la mañana y media tarde – haciendo una parada para comer algo ya que mi estómago empezaba a pedírmelo a gritos tras el café que me había tomado con mamá en la cafetería del hospital – y creo que ya esta terminado. Alcé el bloc y lo miré fijamente. No le hacía justicia. Ella era mil veces más hermosa pero… creo que me había quedado bastante aproximado. Me gustó especialmente como me habían quedado los ojos. Me había detenido gran parte del tiempo en ellos, borrando, delineando, sombreando, quería plasmar aquella verde mirada en el papel, aquella forma de mirar tan característica de ella, burlona, fría, seductora de alguna forma. Y allí estaba. Suspiré. Terminado. Ahora tenía que buscar un sitio para aquel dibujo evitando así que sea encontrado por otras personas, quería ser el único que supiera de su existencia, quería ser el único…. El único en su vida. Me asusté ante ese pensamiento. No la conocía, no sabía nada de ella, y había caído tan profundamente en sus redes que me sentía como un absurdo títere con el que ella podía jugar hasta el cansancio. Me sentía estúpida y jodidamente patético pero afortunadamente iba a ser yo solo el que supiera de esta situación, no le contaría nada a mamá, tampoco a Gus. Lo siento, chicos, por ocultar esto pero es necesario para mi. Solo yo seré consciente de esto. Me gustaría gritarlo a los cuatro vientos si no fuera por esta sensación de patético enamorado que siento dentro. Me levanté de la silla con otro suspiro, arranqué el dibujo de entre las hojas de aquel viejo bloc y lo guardé en una funda de plástico transparente al fondo del cajón del escritorio. Poco después me abandoné de nuevo entre las páginas de los libros de psicología. Al menos quería estudiar unas cuantas páginas que me devolvieran de nuevo a la tierra, a mi realidad, alejándome de aquella fantasía que me hacía a su lado, cuidándola, escuchándola, amándola.
Unas horas más tarde mamá llamó de nuevo. Esta vez para avisarme que ya había salido del trabajo y que iba a comprar la cena, me preguntó si me apetecía chino o pizza italiana. Me decanté por la pizza. Dejando los libros cerrados, de los que había conseguido aprender algunas páginas, bajé de nuevo a la planta baja y fui hasta la cocina. Mi fiel perro me siguió lo que hizo que se dibujara una sonrisa en mis labios. Amaba aquel animalito. Siempre me traía un poco de compañía cuando estaba solo en casa y aunque a mi madre no le gustaba demasiado, tampoco le desagradaba, además de hacerme compañía, cuidaba la casa cuando ninguno de nosotros estaba o cuando estábamos durmiendo. ¡Lanzaba unos ladridos cuando husmeaba a algún extraño demasiado cerca! Poniendo la mesa, mamá entró por la puerta de casa con una caja de la pizzería de la esquina del tamaño familiar. Dejó la caja sobre la mesa y luego besó mi mejilla, teniendo yo que agacharme para que hiciera eso. Luego fue a dejar el bolso sobre el sofá. Se volvió de nuevo hacia mí.
-Cielo, puedes empezar a comer. Tengo que hacer antes una llamada.
-No te preocupes, te espero.
Me senté en una de las sillas de la cocina y Scotty se sentó a mi lado. Estaba jugando con él cuando escuché la voz de mamá en la salita:
-Lo vi, Jörg… Vi a Tom… Estaba en el hospital esta mañana… No… No era para él. Por lo que pude averiguar creo que fue su novia o su amiga o lo que sea… Le dispararon… ¿Por qué, Jörg? ¿Por qué está mi hijo mayor metido en ese mundo?
Sentí cómo mi corazón se aceleraba y mi respiración se agitaba. Con que no sabía nada… ¿eh? ¡Mi hermano! ¡Aquel chico era mi hermano! ¡Mi gemelo! ¡Tom! ¡Y ella lo sabía! ¡Mamá lo había sabido desde el principio! Y… y me había mentido.
Capitulo 5
By Daiana
Otra vez sola en la habitación con la confusión apoderándose de mi mente evité a toda costa pensar en lo que acababa de pasar entre aquellas cuatro paredes. Pero… ¿qué había pasado realmente? Quise creer que solo había tenido lugar un intercambio de bienes, algo totalmente común en mi día a día. Pero había algo más que yo misma me obligaba a negar, olvidar, enterrar. El momento en que miré a los ojos a aquel desconocido y mi mundo se vino abajo. Solo una vez había visto esos ojos, tan inconfundibles para mi, aquellos ojos eran los de mi mejor amigo, mi compañero de piso, mi confidente, mi camarada, mi amante, mi Tom. Aquellos ojos marrones acaramelados eran parte de mi vida y era imposible no reconocerlos en cualquier parte… Pero, ¿en otra persona? ¿Eso era realmente posible? Me estaba volviendo loca, definitivamente, ¿qué otra opción tenía? ¿Qué otra explicación podía haber? Porque de una cosa estaba segura, aunque tuviera sus mismos ojos, él no era Tom. Al menos hasta ahí mi cabeza llegaba. Él era mucho más delgado y estilizado, quizá algunos centímetros más alto que mi amigo, su tez era mucho más pálida, llevaba un piercing en la ceja derecha, los ojos maquillados con abundante negro, cosa que Tom jamás haría, y lo más importante, al contrario que el hiphopero que era rubio, éste era claramente moreno, o tal vez lo disimulaba con tinte de ese color. Tampoco se parecían en la forma de mirar, la mirada del chico que acababa de estar en la habitación era pura, cristalina, limpia, puede que un poco recelosa y asustada ligeramente pero no era la dura mirada de mi amigo. Podía apostar por eso. La fría y malévola mirada de Tom no podía ser cambiada por algo tan puro y limpio como la expresión en los ojos del moreno. Recordé cómo me había sentido al mirarlo a los ojos… ¿Calidez en mi interior, seguridad, confianza? ¿Cómo…? ¿Cómo una simple mirada de un desconocido podía devolverme las emociones que creía perdidas? ¿Cómo era posible que un simple chico que aparentemente parecía mil veces más débil que yo podía inspirarme tanta salvación? “Estas loca, Daiana, loca de remate” dijo una voz en mi mente al tiempo al tiempo que inconscientemente meneaba la cabeza de un lado a otro con el propósito de apartar aquellas descabelladas de mi mente. Tu futuro está con Tom, quieras o no aceptarlo. ¿Quién fue el que el que siempre estuvo contigo? ¿Quién fue el que recibió golpes por ti? ¿Quién fue el que sangró por ti? ¿Quién estuvo a tu lado cuando estabas sola en tu cuarto llorando por las heridas causadas por tu propio padre? ¿Quién fue el que limpió, desinfectó, curó y besó esas mismas heridas? ¿Quién fue el que impidió que acabaras con tu vida cuando te sentías la peor mierda en esta vida? ¿Cómo mierda no me había dado cuenta antes? Mi mejor amigo era mi vida, mi otra mitad, con quien había vivido durante los últimos doce o trece años, con el que compartía absolutamente todo… Mi mente tenía razón: Tom era mi pasado, mi presente y mi futuro. No de la forma en que las personas normales entienden el significado de esa frase. Yo no amaba a Tom, así como él mismo no me amaba a mi. No de la forma en que un hombre y una mujer se aman. Nosotros jamás pronunciaremos un “Te quiero”, nunca un “vivieron felices y comieron perdices”, no una vida feliz y plena con niños, suegras, tíos, nietos… Todo eso no era para nosotros pero aun así, por mucho que me doliera admitirlo, lo necesitaba. Podía ser completamente independiente a los ojos de los demás, pero lo necesitaba a él. Sé que sola no podría con esto, con esta vida de mierda que llevaba que me consumía por dentro y aunque intentaba poner mi mejor cara sabía que me estaba comiendo por dentro, que me estaba consumiendo poco a poco, que aunque era consciente de que no me deparaba mucho más allá de aquellas cuatro callejas, lo ansiaba, ansiaba salir de allí… Me descubrí otra vez agitando la cabeza, apartando esas ideas de la cabeza. No vas a salir de esas calles. Asúmelo. Suficiente tienes con el respeto que te has ganado. Si, claro, como si eso lo solucionara todo…
-Hey…
Giré la cabeza hacia el interior de la habitación para encontrarme de nuevo con la mirada que yo conocía realmente bien: la de mi mejor amigo. Es curioso, ¿no? Minutos antes justo donde se encontraba él ahora había estado aquel chico que me había hecho sentir tantas cosas que creía perdidas y olvidadas… y ahora… Ahora sentía aquella desconfianza de nuevo, aquel frío en mi interior, aquella inseguridad que me provocaba el estar cerca de Tom, porque, asumámoslo, si continuaba cerca de Tom acabaría muerta. ¿Qué no? ¿Qué es lo que pretendía hacer Dylan conmigo? Asesinarme solo por que así haría daño a Tom. Si esa era la esperanza de todos sus enemigos, entonces era un milagro que no me hubieran encontrado muerta en un rincón todavía.
-¿Estás bien?
Asentí con la cabeza antes de bajar del alfeizar de la ventana de un solo salto. Cogí la ropa que él me había traído y comencé a desnudarme llevando cuidado de no ser vista por el tío que estaba al otro lado de la habitación, al que Tom vigilaba solo por si se atrevía a echar el ojo. Una camiseta larga de manga corta algo estropeada, unos vaqueros largos rotos de fábrica, mis botas negras y una chaqueta que aunque no era mi favorita como mi agujereada cazadora de cuero de la noche anterior al menos me servía para resguardarme del frío. Cuando estaba colocándome la camiseta fui totalmente consciente del dolor que me causaba la herida en mi brazo. Un dolor punzante y agudo que consiguió que me doblara por la mitad al tiempo que me sentaba en la cama y dejaba el brazo caer a un lado totalmente flácido. Necesitaba una puta pastilla que me quitara aquel dolor. ¿Ya se había pasado el efecto de todos los sedantes? Me cago en todo, con lo a gusto que estaba antes ignorando el dolor…
-Trae…
Tom se acercó a donde estaba y con cuidado me ayudó a pasar el brazo por la manga de la camiseta. Dolía, claro, pero era necesario para poder salir de allí. Solo un poco… Listo. Oh, no, la chaqueta… Creo que no podré aguantarlo de nuevo. Saldré así a la calle, total qué podía pasarme peor que intentaran matarme de un disparo. Un resfriado no iba a ser de gran cosa después de esto. Rápidamente me coloqué los pantalones y las botas, bueno tan rápido como me permitía mi brazo malherido. Miré a mi amigo indicándole que estaba lista y entonces me di cuenta de que en mi atuendo improvisado me faltaba algo, algo sin lo cual nunca salía a la calle, algo que me daba algo de seguridad en estas calles de mierda: mi navaja. La pistola me daba igual, era robada y tarde o temprano las balas se iban a agotar, balas que aunque no eran difíciles de conseguir, costaban su dinero, dinero con el que ahora no contábamos… de momento. Debía pensar en como recuperar el negocio o encontrar algo nuevo con el que ganar pasta de forma rápida. Y no… No iba a meterme en el tema de la prostitución. Ni de coña. Siempre había sido yo la que dominara la situación en el tema del trabajo y el dinero y no iba a cambiar ahora porque me hubiera quedado sin fuente de dinero. Total, el piso estaba totalmente pagado lo único que tenía que pagar todos los meses era el agua y la luz aunque no la utilizáramos muy a menudo. A veces un buen baño de agua caliente apetecía después de un día en aquellas malditas calles con el frío invernal colándose por todos los poros de la piel y la maldita nieve derritiéndose a tus pies mojando tus botas y tus calcetines. Uhm… Creo que me estaba apeteciendo un largo baño de agua calentita... Ash, céntrate en el tema principal. Tus armas.
-¿Dónde...? – empecé a preguntar. Él me entendió sin más llevando la mano al bolsillo de su pantalón, sacando la navaja y entregándomela.
-La otra está en el coche. – asentí con la cabeza mientras guardaba el arma blanca entre los pliegues del interior de mi bota que yo misma había hecho para ella.
Ahora si estaba lista para salir de aquella maldita habitación, y sobre todo de aquel limpio hospital que olía a lejía y desinfectante. Con paso decidido anduve hasta la puerta abriendo esta de un tirón esquivando la mirada del tipo de al lado que seguro me miraba boquiabierto por irme de allí sin ni siquiera esperar el alta médica, sabía aquello tanto como sabía que ahora tenía la vista clavada en mi trasero. Estúpido viejo verde… Tres, dos, uno… Manotazo en el trasero por parte de mi querido amiguito. No estaba celoso, no lo era en absoluto, pero odiaba que tipos como aquellos se quedaran mirando algo que a veces era suyo. No, realmente él sabía que yo no le pertenecía, que yo no era su premio, que no era su muñequita; pero a veces se le olvidaba… o simplemente era parte de nuestro juego, un papel que interpretar, algo parecido a las parejas normales; sin embargo dos cosas a aclarar: uno, obviamente no éramos pareja y segundo, nosotros no éramos para nada normales. Caminando por aquellos cálidos pasillos uno al lado del otro lo pude comprobar, en solo los minutos que duró mi paseo hasta la salida vi el cariño reflejado en ojos ajenos, en la forma de mirar de parejas jóvenes, madres con recién nacidos, padres orgullosos, padres atormentados y destrozados, niños correteando junto la cuna de un recién nacido… En aquel centro había de todo, amor, cariño, respeto pero también dolor, sangre y muerte. Unos nacían, unos morían, otros se debilitaban. Ley de vida tal vez. Pero no vi nada parecido a lo que yo sentía en mi interior, la frialdad, la oscuridad de un alma que había sido destrozada a lo largo de los años, rota, echa pedazos que nadie podría volver a unir, y sabía por qué, porque yo no iba a dejar que nadie volviera a tocar mi alma, estaba ya bastante despedazada para permitir que alguien llegara para quebrarla más. No podía sanar, las heridas aún continuaban abiertas, derramando sangre que nadie limpiaba, gritando en susurros, susurros que nadie podía escuchar…
By Bill
Abriendo la puerta de casa tiré la cazadora de cuero sobre el amplio sofá y me descalcé. Amaba andar descalzo por el suelo de madera, sin importar lo helado que éste estuviera, incluso en los días más helados del invierno. Supongo que era la costumbre. Avancé por el pasillo hasta la sala de estar donde se encontraba el teléfono fijo. Tenía que llamar a Gustav a su casa para informarle de que tenía su móvil. Paso tras paso no dejaba de pensar en las palabras de mi madre: “No, claro que no lo conozco. Lo he visto alguna vez por aquí. Me comentaron que es de los barrios bajos y que siempre viene con sus amigos por heridas de peleas o que se yo… Pero no importa cielo. No tengo idea de quien es” ¿Por qué tenía la jodida sensación de que mi madre me estaba mintiendo? Ciertamente no sé por qué lo haría, mi madre y yo teníamos ese tipo de relación en que nos lo contábamos todo, no había secretos entre ambos, siempre habíamos ido por la verdad por delante por eso no entendía por qué sentía que empezaba a hacerlo ahora, a mentirme, a ocultarme algo. Aunque quizá yo estaba paranoico y todo eran alucinaciones mías. Quizá mi madre se había puesto tensa por que solo había que mirarlo, el tipo emanaba respeto y pánico por todos los costados, quizá fuera eso… quizá solo… Si, tenía que ser eso. ¿Por qué iba a mentirme mi madre por una simple tontería? ¿Quién era él para mí? Un total desconocido, un rostro entre un millón de personas que olvidaría a la mañana siguiente o quizá en las próximas horas…
- ¿Bill…? – la voz de mi mejor amigo me llamó por quinta o sexta vez tras el auricular. . Volví a la tierra en cuestión de segundos.
-Perdona, ¿qué?
-Eso tendría que decirlo yo. Que para qué me llamas… - me recordó Gus. Cierto, había sido yo quien lo había llamado a él. Que olvidadizo estaba hoy…
-¡Ah, eso! Te llamaba para decirte que tengo tu móvil. Te lo dejaste en el hospital anoche.
-¿Cómo lo recuperaste? – quiso saber él.
-Es una larga historia… - resumí al tiempo que llegaban a mi mente los grandes ojos verdes de aquella desconocida que tan hondo me había llegado. Oh, mierda, tenia que sacármela de la cabeza cuanto antes o iba a poder conmigo…
-De acuerdo, luego paso a recogerlo. No mires los mensajes que te conozco… - rió.
-Gracioso… - me hice el ofendido achinando la mirada a sabiendas de que él no podía verme.
Él rió antes me comentario alegando que era como un niño pequeño. No se lo discutí, a veces yo también podía llegar a creerlo y no por mi falta de madurez. Siempre había sido un niño precoz ante ese tema. Mientras los demás niños jugaban yo solía encerrarme en mi cuarto sin parar de escribir, letras de canciones que me llenaban la mente, largas cartas destinadas a nadie en particular, extensas hojas, cuadernos enteros repletos de mis pensamientos, mis sentimientos, grabados que me ayudaban a seguir adelante tal vez alejándome de aquel vacío que sentía en mi interior ante la pérdida de mi hermano mayor, mi gemelo; y que ahora estaban escondidos y olvidados en alguna parte de mi habitación, quizá en alguna caja en el desván.¿Por qué? Quien sabe, dejé de necesitarlo, pasé página, me olvidé de Tom. ¿Es eso posible? Lo es. ¿Cómo? No tengo ni idea. Solo se que al pasar el tiempo e ir conociendo gente nueva, mi hermano pasó a un segundo plano. Él no estaba aquí conmigo, se había ido con papá, se había alejado de mi vida, de mi día a día, no era tan importante para mi. Claro que me había parado a pensar algunas veces en cómo estaría, qué estaría haciendo, pero me contestaba a mi mismo que él estaba bien, feliz, seguro. ¿Por qué iba a estar mal? Estaba seguro de que al igual que yo estaba haciendo mi vida, él estaría haciendo la suya. Nunca me preocupé demasiado. ¿Mi culpa? No totalmente, él tampoco dio señales de vida.
Después de hablar con Gus, dejé el teléfono en su sitio y subí a mi habitación, donde me quité los vaqueros y me puse un pantalón de deporte que solo utilizaba para estar en casa. Hacía siglos que no salía a correr o practicar algún deporte. Odiaba el deporte, básicamente. Lo de correr, sudar y hacer esfuerzos estúpidos no iba conmigo. Tampoco me hacía falta. Me dispuse a sacar los libros y los apuntes y colocarlos sobre el escritorio. Tenía que ponerme a estudiar, en unas semanas comenzaban los exámenes y tenía que estar preparado para ello. Al ser este mi segundo año en la universidad ya estaba un poco más acostumbrado pero los nervios podían jugarme una mala pasada si no estudiaba lo suficiente. Sentado en el sillón giratorio y con la mirada fija en el libro leía cada una de las frases de las páginas sin leer nada realmente. ¿Qué mierda pasaba ahora? Venga, Bill, tú puedes. Me di ánimos a mí mismo. Lo intenté de nuevo. “La psicología social es el estudio científico de cómo los pensamientos, sentimientos y comportamientos de las personas son influidos por la presencia real, imaginada o implicada de otras personas a partir de la noción de grupo. Según esta definición, científico refiere al método empírico de investigación. Los términos pensamientos, sentimientos y comportamientos incluyen todas las variables psicológicas que se pueden medir en un ser humano. La afirmación de que otras personas pueden ser imaginadas o implicadas sugiere que, de manera indefectible, estamos influenciados socialmente, incluso cuando:
a) No hay otros individuos presentes -como cuando vemos la televisión-, o
b) Seguimos normas culturales internalizadas.”
¿Qué mierda es esto? Volví a pensar. Ok, Bill, sabes lo que es, el problema es que no te puedes concentrar porque… porque… porque tienes hambre. Pero si había desayunado con mamá en la cafetería del hospital hacía como una hora. No era eso. ¿Demasiadas emociones por un día? El momento tenso que había vivido con mamá cuando había visto a aquel tipo de ropa ancha y aquella chica de misteriosos ojos verdes… Mi cuerpo sufrió una especie de convulsión al recrear de nuevo el rostro de aquella chica. ¿Por qué? ¿Por qué no podía sacármela de la cabeza? ¿Por qué seguía ahí? Vamos, Bill, esto no es nada, puedes superarlo, hombre, no te has enamorado de ella, solo ha sido… atracción, pura atracción física nada más… Pero no había sido mi entrepierna quien había respondido al verla si no mi corazón acelerando su ritmo. Y ahora no estaba imaginando su cuerpo… sino su rostro. Su delicado rostro, sus grandes ojos, sus labios perfectos, su nariz respingona…. ¿Qué mierda acababa de hacer en el libro? Había… Mierda, lo había hecho. Sin querer había estado trazando líneas en el intento de plasmar su rostro en papel. Eso me dio una idea. Hacía tiempo que no lo hacía. Bien porque nunca había sido una artista, bien por falta de tiempo pero ahora me apetecía probarlo. Dejando los libros de psicología a un lado, saqué de uno de los cajones de mi escritorio mi bloc de dibujo que hacía tiempo creía olvidado. Busqué una hoja limpia sin ningún dibujo y uno de mis lápices. Busqué una buena perspectiva, recreé aquel rostro en mi mente de nuevo, bueno, he de decir que lo tuve presente y nítido en mi cabeza; y empecé a dibujar. Trazando línea tras línea, desde su pelo alborotado hasta su largo cuello pasando por sus ojos, su mirada, las sombras que se pronunciaban en su rostro, sus rosados labios y su pronunciado mentón. No sabía muy bien lo que estaba haciendo, sabía que era algo estúpido, que este vago dibujo que intentaba hacer no me serviría para olvidarme de ella pero al menos conseguiría quitármela de la cabeza e tiempo suficiente para concentrarme en las páginas de mis libros. . Al menos tenía que intentarlo, si ni así funcionaba tenía que buscar otra manera.
No sé el tiempo que pasé allí sentado trazando líneas, sombreando, borrando y volviendo a delinear. Sé que mamá llamó un par de veces, una para comprobar si había llegado bien a casa y la otra para avisarme de que no vendría a comer. No me importó, hacía tiempo que ya no comíamos juntos igual porque ella se quedaba en el hospital o bien porque yo me quedaba en la cafetería de la universidad comiendo con Gus o tal vez solo. A veces comíamos algún fin de semana juntos, eso si yo me levantaba de dormir, si no tampoco me llamaba para comer. Sin embargo, cenar si cenábamos juntos a veces hasta con Gordon y nos poníamos al día contándonos todo lo que antes no habíamos podido. Volviendo a mi intento de ser dibujante, había pasado la mañana y media tarde – haciendo una parada para comer algo ya que mi estómago empezaba a pedírmelo a gritos tras el café que me había tomado con mamá en la cafetería del hospital – y creo que ya esta terminado. Alcé el bloc y lo miré fijamente. No le hacía justicia. Ella era mil veces más hermosa pero… creo que me había quedado bastante aproximado. Me gustó especialmente como me habían quedado los ojos. Me había detenido gran parte del tiempo en ellos, borrando, delineando, sombreando, quería plasmar aquella verde mirada en el papel, aquella forma de mirar tan característica de ella, burlona, fría, seductora de alguna forma. Y allí estaba. Suspiré. Terminado. Ahora tenía que buscar un sitio para aquel dibujo evitando así que sea encontrado por otras personas, quería ser el único que supiera de su existencia, quería ser el único…. El único en su vida. Me asusté ante ese pensamiento. No la conocía, no sabía nada de ella, y había caído tan profundamente en sus redes que me sentía como un absurdo títere con el que ella podía jugar hasta el cansancio. Me sentía estúpida y jodidamente patético pero afortunadamente iba a ser yo solo el que supiera de esta situación, no le contaría nada a mamá, tampoco a Gus. Lo siento, chicos, por ocultar esto pero es necesario para mi. Solo yo seré consciente de esto. Me gustaría gritarlo a los cuatro vientos si no fuera por esta sensación de patético enamorado que siento dentro. Me levanté de la silla con otro suspiro, arranqué el dibujo de entre las hojas de aquel viejo bloc y lo guardé en una funda de plástico transparente al fondo del cajón del escritorio. Poco después me abandoné de nuevo entre las páginas de los libros de psicología. Al menos quería estudiar unas cuantas páginas que me devolvieran de nuevo a la tierra, a mi realidad, alejándome de aquella fantasía que me hacía a su lado, cuidándola, escuchándola, amándola.
Unas horas más tarde mamá llamó de nuevo. Esta vez para avisarme que ya había salido del trabajo y que iba a comprar la cena, me preguntó si me apetecía chino o pizza italiana. Me decanté por la pizza. Dejando los libros cerrados, de los que había conseguido aprender algunas páginas, bajé de nuevo a la planta baja y fui hasta la cocina. Mi fiel perro me siguió lo que hizo que se dibujara una sonrisa en mis labios. Amaba aquel animalito. Siempre me traía un poco de compañía cuando estaba solo en casa y aunque a mi madre no le gustaba demasiado, tampoco le desagradaba, además de hacerme compañía, cuidaba la casa cuando ninguno de nosotros estaba o cuando estábamos durmiendo. ¡Lanzaba unos ladridos cuando husmeaba a algún extraño demasiado cerca! Poniendo la mesa, mamá entró por la puerta de casa con una caja de la pizzería de la esquina del tamaño familiar. Dejó la caja sobre la mesa y luego besó mi mejilla, teniendo yo que agacharme para que hiciera eso. Luego fue a dejar el bolso sobre el sofá. Se volvió de nuevo hacia mí.
-Cielo, puedes empezar a comer. Tengo que hacer antes una llamada.
-No te preocupes, te espero.
Me senté en una de las sillas de la cocina y Scotty se sentó a mi lado. Estaba jugando con él cuando escuché la voz de mamá en la salita:
-Lo vi, Jörg… Vi a Tom… Estaba en el hospital esta mañana… No… No era para él. Por lo que pude averiguar creo que fue su novia o su amiga o lo que sea… Le dispararon… ¿Por qué, Jörg? ¿Por qué está mi hijo mayor metido en ese mundo?
Sentí cómo mi corazón se aceleraba y mi respiración se agitaba. Con que no sabía nada… ¿eh? ¡Mi hermano! ¡Aquel chico era mi hermano! ¡Mi gemelo! ¡Tom! ¡Y ella lo sabía! ¡Mamá lo había sabido desde el principio! Y… y me había mentido.
QUE BARBARAAAA pff ya sabeeeee aaah!!!!! jaja OMG todo se pondra muy interesante en los siguientes capitulos muchas felicidades amandita creo ke no me cansare de decirlo ^^ esperamos con muchas ganas el sig ... te mando un fuerte abrazo byebye!!
ResponderEliminarohhhh noo rayos se molestara o se resentira Bill con su mamá?? =( bueno bueno a esperar hasta el siguiente capitulo. Jajajaja Amandaaaa esta ves si que me dejaste con esta duda y esta desesperacion por saber lo que va a pasar y ps si tienes razon, estuvo mucho mas bueno y muyy interesante.....bahhh la verdad es que todos los capitulos lo son!! tu sabes que aqui estoy para alegrarme, alabar y perderme en estas historias tan increibles que la chica mas querida hace!!! jajajaja Amanda nuevamente GRACIAS por otro increible capitulo de verdad eres la mejor y no me voy a cansar de decirlo.
ResponderEliminarTe quiero mucho linda!!! y suerte para todoo todo lo que hagas y te propongas, tkmmmmm.... bye y hasta la proxima.
[[[JAS]]]
Aiii mi geme hermosa, que linda forma de terminar my B-day, leyendo tu magnifica historia. Felicitaciones amor, me encanto el capitulo, fue genial, y gracias por decir que yo te quito el aburrimiento me hace sentir especial jajaja. Como cada semana sigo acumulando intriga, y ahora más, ya que se revelo algo muy importante, y hay unos extraños y nuevos sentimientos que me estan haciendo delirar de una forma... Bueno mi vida, un beso enorme, te quiero mucho mucho mucho, tu geme, Dai
ResponderEliminarhallO amandaa!!!^^
ResponderEliminarwaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaa!!! iia lo sabeee!!! qee emocioonaneee aaaaa m dejastee en suspensoo noo see valeee!!! hareee mii berrincheee!!! aaii iia qiieroo qee seaa laa prox semaana pa saber mass!!! soii tu fan amandaa!!! eres excelenteee!!!!
aaa iia hizee mii cuentaa en stee blog jejje
atte: criztinaa
Grüße von jemandem, der nicht mehr.
ResponderEliminar†
OHHHHHHHHH esta demasiado bueno me encanta como narras las cosas.
ResponderEliminarEspero con ancias el proximo
Waaaaaaaaaaaaa amandita!!! apenas hoy me hice tiempo para leer el capitulo, pff la escuela y tareas me tenian ocupada...rayos!!!! Bill ya descubrió que es su hermano...OMG haaaa buenisimo amanda!!!! corro a poner el próximo capítulo para que todas podamos leer la continuación...de nuevo Amanda muchas felicidades y gracias por este genial capítulo!!!
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