Hello, aliens! ¿Qué tal todo esta semanita? Vieron, ya Bill sabe que el desconocido que lo había tomado por una chica ¡era su propio hermano! ¿Qué le dirá a su madre ahora? Eso lo sabremos en el próximo capitulo, este va dedicado a Daiana y a Tom, me gusta la relación que ambos mantienen, sin ataduras, sin compromisos, ¿sin mentiras? Descubrámoslo juntos en el sexto capitulo de esta historia que adoro escribir. Gracias una vez más por su valioso tiempo y por sus amables comentarios que me animan cada día a seguir adelante. ¡Se las quiere! ¡Besos! ^_^
Capítulo 6
By Daiana
Nada más entrar por la puerta de casa tiré la cazadora sobre el sucio sofá y fui directa al baño, abriendo el grifo de la bañera. Fui a mi habitación a buscar algo de ropa interior limpia y allí encima de la cama descubrí mi agujerada chaqueta. Me acerqué y la cogí. Estaba terriblemente manchada de sangre, de mi sangre, y el agujero en la manga izquierda era claramente visible pero todavía me servía. Podía cortar las mangas y usarla como chaleco, aunque no sabía como quedaría eso…
-Sabía que le buscarías alguna situación por eso te la guardé. La camiseta la tiré
Me giré para ver a Tom apoyado sobre el borde de la puerta llevándose a los labios la lata de cerveza que había cogido de la nevera clavando sus acaramelados ojos en los míos. Asentí con la cabeza, le agradecí por esto. Al menos demostraba que aunque el mundo le daba igual y que apostaba una mierda por él, me tenía un cierto aprecio. Reí ante eso. Él me tenía el mismo aprecio que yo a él. Nos aguantábamos por que no teníamos más remedio. No, que va, eso no era nada cierto y lo sabía, pero me costaba imaginar que Tom tuviera algún aprecio por nadie. Dejé la chaqueta de nuevo sobre la colcha, ya pensaría más tarde que hacer con ella, cogí de nuevo la ropa que había dejado sobre ésta para poder coger la cazadora con las dos manos, y me dispuse a salir de la habitación para ir a tomar mi merecido baño. Al pasar por su lado me puse de puntillas para estar un poco más a su altura y le di las gracias con un beso sobre la comisura del labio que él desvió hacia la boca moviendo la cabeza, agarrándome del pelo obligándome así a abrir la mía y dándose paso a ella con brutalidad. Saboree el delicioso sabor agridulce que la cerveza había dejado en su húmeda boca, sentí su agitada respiración tan cerca de mí, sus dedos aferrando mi pelo y tirando de él, la lata fría de cerveza sobre mi espalda, sus dedos sobre la cintura de mi pantalón… Estaba jugando conmigo, y yo lo sabía, conocía todas sus artimañas, sus maneras de hacerme caer, y normalmente me dejaba, le hacía creer que tenía un cierto dominio sobre mí, pero… ahora no me sentía con ganas de jugar a su juego. Estaba cansada. Lentamente me separé de él dejando escapar un leve gemido.
-Solo… Solo déjame que me bañe – pedí. Él enarcó una ceja. ¿Para qué si luego tendrías que hacerlo otra vez? Leí en ese simple gesto. Reí. – Impaciente… - susurré lamiendo su labio inferior. Él bufó.
-Ok, te doy diez minutos. – reí dejándolo ahí parado mientras iba hacia al baño.
Volví la vista atrás solo un segundo y lo vi todavía apoyado y bebiendo de nuevo. Me encerré en el baño, corrí hasta la bañera y cerré el grifo. Si hubiera tardado solo dos minutos más tarde hubiera inundado toda la casa. Eché al agua el jabón y me volví hacia el armario donde solía guardar los medicamentos. No era que los necesitáramos muy a menudo, casi nunca nos poníamos enfermos, igual algún resfriado pasajero pero nada más serio que eso, pero siempre guardaba algún calmante para dolores, cremas para quemaduras o vendas, alcohol y Betadine para posibles heridas. Y ahora necesitaba un jodido calmante para aliviar el dolor que tenía en el brazo. Tomando una pastilla de la pequeña caja me lo llevé a la boca y lo tragué sin más. Bebí un poco de agua del grifo y me miré en espejo cuando levanté la cabeza, secando con el dorso del brazo el agua que se escapa por entre las comisuras del labio. Tampoco estaba tan mal después de estar casi desangrada… Reí y levanté el brazo para guardar la caja de calmantes pero mis ojos se toparon con algo que creía que había desaparecido completamente de mi vida y por lo que sentía ahora cierto respeto: cuchillas, afiladas cuchillas de afeitar. Me quedé largo tiempo mirándolas, observando su brillante filo, y mi corazón se agitó. No, no, no… Me obligué a mi misma a cerrar el armario de golpe, apartándolas de mi vista, las necesitaba lejos de mí… Cuando recobré la consciencia sobre mi misma, agité la cabeza en ambas direcciones, intentando apartar de mi mente la loca idea de volver a abrir el armario, tomar una de ellas, llevarla a mi brazo y… ¡NO! Basta, te ordeno que dejes de pensar en eso. No es la única forma, es una forma inútil y cobarde de huir. Me convencí a mi misma. Rapidamente me acerqué a la bañera y comencé a desnudarme. Tenía que tener la mente ocupada con cualquier otra cosa, sentir que yo era más fuerte que eso, sentirme valiente, saber que lo era. Entré a la bañera con la idea de dejar mi mente en blanco, alejarme del mundo, tener ese tiempo para mí… Aunque sabía que había vuelto al mundo de mierda donde vivía y que no podía tranquilizarme del todo, mantuve mi navaja en el bordo de la bañera, dispuesta para ser utilizada si algo iba mal.
Sin saber cómo acabe bajando la guardia, cerrando los ojos, sintiendo mi cuerpo totalmente relajado sumergido en el agua. Parecía incluso flotar en alguna nube, alejada completamente de aquel mundo de mierda, lejos de las preocupaciones, lejos de los tiroteos, el dinero sucio, las peleas, el alcohol rancio y barato, la miseria, el dolor, las heridas, la pobreza… Por unos escasos momentos me alejé de todo aquello, me sumergí en mis sueños prohibidos, mi libertad, mi mundo. Un mundo propio al que nadie tenía acceso, nadie salvo… unos acaramelados ojos marrones.
Me levanté rápidamente de un salto cuando aquellos ojos irrumpieron en mis pensamientos, unos ojos que tardé en ubicar, ¿qué demonios había pasado? ¡Era mi mundo! ¡Mi mundo perfecto! ¿Por qué aparecía él? ¿El desconocido chico moreno con pinta de chica? ¿Por qué? No paraba de repetirme lo mismo sin encontrar ninguna respuesta y mi mente estaba mucho más confundida que antes. Porque no lo conocía de nada y de repente se había abierto paso a una parte de mí que nadie más podía, me puso de los nervios esto. Era un maldito desconocido que no volvería a ver en la vida, un niño pijo y mimado que lo tenía todo con chasquear los dedos, alguien que no sabía lo que era luchar para sobrevivir, odiaba estos tipos… ¿por qué ahora él se aparecía de ese modo en mis fantasías? Intenté quitarme aquella estúpida idea de la cabeza llevando mis manos al rostro y frotándome los ojos. Sabía que no iba a ser de gran ayuda pero al menos lo intenté. Maldije cuando me di cuenta de lo estúpido de mi acto, haciendo un brusco movimiento con el brazo que hizo que la herida me ardiera. Grité. No sé por qué pero lo hice. No era de gritar por algo así, no solía gritar de dolor pero lo hice. Dejé escapar un maldito grito. La puerta del baño se abrió y por ella entró Tom aún con la lata de cerveza en la mano. Enarcó una ceja cuando me vio.
-¿Pasó algo? – me preguntó.
-No, solo me dolió esta mierda… - él rió y pasó dentro, sentándose sobre la tapa del inodoro, justo detrás de mi, alcé la cabeza y vi que él ya me miraba, con aquella media sonrisa que lo caracterizaba dibujada en sus labios.
No hablamos durante un tiempo, nos quedamos mirándonos a los ojos, me pregunté qué hacía allí y por qué no salía para dejarme intimidad pero conocía a mi amigo, el dejarme sola no estaba nunca en sus planes. Me recordé que tenía que comprar algún pestillo para la dichosa puerta. No me importaba demasiado que entrara de aquella manera, tampoco temía que me viera como ahora lo hacía, totalmente desnuda, pues… ¿qué iba a ocultarle a estas alturas? Sin embargo, necesitaba soledad cada cierto tiempo, tener un tiempecito para mi, mis pensamientos y mis sueños. No era que lo estuviera echando de mi vida, eso nunca, pero lo necesitaba…
-Tom, ¿te ofenderías si te dijera que me dejaras sola? – él enarcó una ceja- Bien, pues hazlo. – él rió
-No he contestado. – esta vez fui yo quien enarcó la ceja. Me daba igual que se ofendiera, quería estar sola, aunque pensándolo bien, si estando sola iba a estar pensando en el moreno desconocido que necesitaba sacar de mi mente, igual me convenía la compañía de Tom…
-¿Te ofende? – pregunté.
-No realmente. Solo que no quiero. – ah, bien, eso lo hacía todo mucho más fácil… Odiaba cuando se ponía en ese plan. – Además se te acabaron los diez minutos. - ¿de qué demonios hab…? Ni me dejó replicar, selló mi boca con un beso que casi me desencaja la mandíbula. Ok, ya sabía a qué se refería con los diez minutos.
No sé cómo pero al cabo de tan solo un instante me vi alzando la cabeza, completamente enganchada a su boca, lanzando el brazo hacia atrás, sintiendo mis dedos aferrarse a sus rastas, mi boca abrirse y cerrarse al mismo compás que la suya y mi lengua librando una batalla con la suya. Sabía que ahora estaba riendo para sus adentros, orgulloso de sí mismo, regozándose por haber conseguido lo que quería, tenerme de nuevo en esa misma posición. Que te lo has creído, cabronazo. Con un movimiento rápido aparté sus labios de los míos, me levanté, me giré y me alcé sobre él, quedando por encima de él, ahora quien estaba debajo era él. Él rió contra mi boca, agarrando mis muñecas y tirando de ellas hacia abajo, con la intención de doblegarme de nuevo. Funcionó, al menos en parte. Al principio luché contra eso pero estaba débil y eso él lo aprovechó al máximo, haciendo que volviera a doblarme por la mitad y tuviera que sentarme de nuevo, sin embargo aproveché esto para mojarle entero. Me miró con la boca abierta. Eso era claramente juego sucio, nunca habíamos dictado las reglas en este juego asi que todo valía. Y él también lo sabía Solo un segundo después se dibujó en sus labios su típica sonrisa maléfica que indicaba que algo tramaba.
-No te tengo miedo, Tom Kaulitz. – lo provoqué con una sonrisa sorna dibujada en mis labios. Él me miró pero eso no duró mucho.
Solo unos segundos más tarde se metió a la bañera, con ropa incluida, y me amordazó debajo de él. La malévola sonrisa no había desaparecido de su rostro y me estaba mirando como si fuera una maldita presa, orgulloso, engreído, arrogante, altanero… Te odio, te odio, te odio… Me revolví intentando levantarme pero no funcionó, él me tenía agarrada por las muñecas y su cuerpo se encontraba pegado al mío, así que desistí. Odiaba perder, verme de nuevo a su merced, pero me encontraba sin fuerzas para luchar en algo que sabía que iba a perder de todas formas. Sabía que iba a quedar de nuevo en aquella misma posición, como siempre. ¿Por qué? Bien, no tenía ninguna respuesta para esa pregunta. Me gustaba lo que teníamos, me gustaba esa libertad, la libertad de hacer con mi vida lo que quería sin dar explicaciones a nadie. Y me gustaba hacer esto con él, este algo que habíamos montado sin saber bien cómo, era algo que dentro de aquella mierda de vida que llevábamos me daba satisfacción, aquel juego que habíamos iniciado con trece años y que, hasta ahora no se había detenido…
Me sorprendí besándolo efusivamente en los labios mientras los dedos de una mano se aferraban con fuerza a sus largas rastas y la otra lo agarraba de la nuca para acercar su boca aún más a la mía. Sentí sus manos aferrarse a mi cintura mientras penetraba bruscamente su lengua en mi boca, nuestras respiraciones agitadas, su boca abandonando mi boca para centrarse en mi cuello donde solo un segundo después sentí que hincaba sus dientes en mi piel, mordiéndome, y lamiendo la zona dañada. Adoraba cuando hacía eso… Eché la cabeza hacía atrás mientras sentía que su boca seguía descendiendo continuamente entre besos, mordiscos y lametazos. Tampoco me quede atrás, en un movimiento rápido le arranqué la camiseta y bajé la cremallera de sus pantalones rozando con la mano su abultado miembro, tomando este entre mis manos, acompasado de suaves movimientos ascendentes y descendentes que se iban haciendo cada vez más rápidos. Como he dicho, no era una niña tonta y estúpida y sabía lo que estaba haciendo, sabía sus puntos débiles, todos y cada uno. Sonreí ampliamente cuando acaricié la punta de su erección al tiempo que un líquido espeso y caliente comenzaba a confundirse con el agua de la bañera. Él gruñó contra mi cuello, y yo reí. Ése era uno de sus puntos débiles, que lo tocara de esa misma forma en esa misma zona cuando estaba a punto de irse… Él contraatacó poco después, agarrando mis piernas y abriéndolas aún más con una brusquedad insólita que me hizo suspirar, no sé como pero amaba su brutalidad, decía demasiado de él, y jamás esperé que me tratara como algo que no era. Esto no era una historia de cuento de hadas, yo no era una princesa que tenía que ser rescatada y ni él mucho menos era mi principe azul. Por eso no me sorprendió que empezara a tocarme sin ningún reparo, sin delicadeza alguna, con total brusquedad, rudeza y violencia. Estaba acostumbrada… y me encantaba. No iba a mentir, cada vez que me tocaba, cada vez que me buscaba de esa manera, me hacía enloquecer de modo que ningún otro podía. Claro que tenía sexo con otros tipos, rostros que no recordaba, nombres que había olvidado por completo, experiencias repartidas a lo largo de los años que habían quedado completamente olvidadas en algún rincón de mi mente, pero no podía olvidar todas y cada una de las veces en las que él me tocaba de aquella forma tan prohibida en la que estaba haciéndolo ahora, buscando la manera de hacerme enloquecer, hurgando en mi interior como le daba la gana. Un grito se escapó por mi boca desde lo más profundo de mi garganta cuando sentí que el primer orgasmo me recorría de pies a cabeza. ¿Cómo demonios lo conseguía? ¿Cómo diablos podía hacerlo? La respuesta era sencilla, me conocía, tanto como yo lo conocía a él. Acerqué mi cuerpo mucho más al suyo, abriendo la boca e hincando mis dientes en su hombro tal y cómo él había estado haciendo en mi cuello, era parte de aquel juego que teníamos, no se lo permitía a nadie más que a mí, puede que nadie se atreviera a hacerle eso. El muy cabrón se había ganado el respeto de casi la mitad de la ciudad y ni la zorra más experimentada podía dejarle marca alguna. Él era siempre el que dominaba, el que marcaba a sus juguetes, proclamándose dueño de cada uno de ellas. ¿Qué si me cabreaba que hiciera lo mismo conmigo? En parte sí, parte no. Si me molestaba porque yo no era como ellas, no era su muñeca con la que podía jugar cuando le diera la gana, aquí era yo quien decidía cuando tener sexo y cuando no. Si, él me insistía una y otra vez pero no todas las veces ganaba. Y segunda no, porque yo también lo hacía. Jugaba con otros tipos, aunque siempre volviera a él. Quid pro quo. Alcé la mirada para mirarlo a los ojos pero él no me miraba, estaba acomodándose para seguir adelante, buscar una forma cómoda de tomarme, de conseguir lo que había estado proclamando desde que habíamos llegado del hospital. El hospital… que lejos parecía estar aquello, ahora después de todo esto parecía que había pasado un mes desde que salí de aquel asqueroso antro sin embargo no era así, hacía solo una hora puede que más que lo había dejado atrás… Junto al muchacho de ojos acaramelados. Abrí los ojos de par en par cuando me descubrí encima de mi amigo, sentada a horcajadas sobre su vientre, ¿cómo demonios se había movido de esa forma tan rápida en un lugar tan diminuto? Me había tomado por la cintura y me había dado la vuelta mientras me besaba, eso había pasado, y yo ni cuenta me había dado por estar pensando en aquel desconocido. Ahora seguía aferrado a mi cintura, esperando que me moviera unos centímetros hacia abajo y me uniera a él, pero me detuve mirándolo a los ojos. ¿Por qué tenía la extraña sensación de que eran idénticos a los del chico que había visto en el hospital? Era claramente imposible pero…
-Tom, ¿tienes hermanos? – la pregunta fluyó por mis labios sin que pudiera hacer nada para detenerla, la misma pregunta que había pasado por mi cabeza cuando lo había visto en el hospital, la misma pregunta que me moría por formular desde que había conocido a aquel misterioso chico… Él clavó su mirada en mí.
-¿Me preguntas eso ahora? ¿Ahora mismo? Por si no lo has notado estoy esperando a que te muevas y la metas. – no me sorprendí por su espontáneo enfado y tampoco me moví de donde estaba
-Nunca me has hablado de tu madre o la otra parte de tu familia… Siempre Jörg. Nunca tu madre o…
Rápido como un lince se levantó de golpe agarrándome por el cuello, presionando sus dedos alrededor de él, cortando mi respiración, haciéndome daño… Clavé mis ojos en los suyos, nunca lo había visto tan furioso, con tanta rabia contenida, tanto odio, tanta maldad… ¿Qué demonios pasaba con él? ¿Por qué mencionar la otra parte de su familia lo hacia ponerse así?
-Jamás vuelvas a mencionar a esa zorra, ¿me oíste? Nunca vuelvas a tener la palabra madre para hablar conmigo. No tengo madre. ¿queda claro?
Asentí con la cabeza como pude y poco después me soltó, con brusquedad, contra la pared, levantándose y saliendo de la bañera. Cogió su camiseta que había quedado empapada y sus deportivas y se dirigió a la puerta sin ni siquiera mirarme a pesar de que mi mirada seguía clavada en él, sin creer que hubiera hecho lo que acababa de hacer, sin creer la maldad en su mirada… Todo su odio dirigido hacia mí. Me llevé la mano a mi garganta, acariciando la zona donde su mano había estado a punto de acabar conmigo, no lo pude creer, Tom… Tom casi me había matado, estaba dispuesto a hacerlo el muy cabrón, y todo por una maldita pregunta, una pregunta que podía haberme respondido, ¿Qué había de malo que tuviera hermanos, una familia, alguien que lo quisiera? ¡maldita sea, hubiese matado por tener lo que él tenía! Él odiaba a todo el mundo a su alrededor, entendía que los hubiera atacado a ellos, ¡pero había sido yo el blanco de su maldita ira! ¿Qué se suponía que debía hacer ahora? ¿Dejar que entrara de nuevo a mi casa como si nada? ¿Dejar que durmiera de nuevo como si nada hubiera pasado? ¿Dejarlo seguir en mi vida? Te has equivocado de persona, Tom Kaulitz, no soy tu maldita zorra, no soy alguien a quien puedes manipular. Ahora, tú serias mi blanco, estúpido engreído.
By Tom
Furioso como estaba salí de aquella maldita casa sin ni siquiera volver la vista atrás. Había actuado como un maldito hijo de puta, pero no soportaba aquel tema, odiaba a mi madre y a mi hermano por encima de todo. ¿Por qué? Los muy hijos de puta me habían abandonado a mi suerte, nunca se habían preocupado por mi, nunca una carta de “Espero que estés bien” ni una llamada de “Feliz cumpleaños” ni siquiera para felicitarme la malditas navidades. Por lo que a mi me respecta, estaban muertos. No quería verlos, no quería saber de ellos, no quería tener nada que ver con ellos. Me habían abandonado en este mundo de mierda como si fuera un perro viejo e inútil, por eso, si tan poco les importaba, ¿por qué iban a importarme ellos a mí? Y encima, venia Dai a recordármelos justo en aquel momento cuando la mayor parte de mi sangre estaba concentrada entre mis piernas, esperando que ella se moviera, sin esperar a acabar… No, ella tenía que soltármelo así, sin más, con toda la tranquilidad del mundo. ¿Había actuado bien? Maldita sea, no. No tenía por qué haberme enfadado con ella de aquel modo, había visto como mis manos se enredaban en su cuello, había visto sus ojos desorbitados, abiertos de par en par de pura sorpresa, su rostro cambiar de color por la falta de oxígeno. ¿En qué clase de monstruo me había convertido en aquel baño? Yo no era así, al menos no con ella, con los demás hubiera seguido hasta el final, no apostaba una mierda por ellos, pero ella, que casi ya la había estado a punto de perder la noche anterior… Definitivamente me había comportado como un maldito bastardo. En cierta forma la comprendía. Yo lo sabía todo de su familia, sabía los maltratos que habían recibido ella y su madre por parte de su padre hasta la muerte de esta otra, el acoso, las heridas que había sufrido… Y yo siempre había callado, le contaba de Jörg, mi viejo, pero no mucho más que eso. Nunca le había hablado de esos dos personajillos que sabía que vivían en los barrios altos, sabía por que aquel que se hacía llamar mi padre me lo contaba, igual que siempre me decía “Bill te manda saludos” o “Mamá quiere verte pronto, Tom” ¡Y una mierda! Mentiras, todas mentiras. ¿Acaso creía que me tragaba todas esas farsas? Si de verdad le hubiera importado tanto a mi madre o al pequeño Bill hubieran venido en mi búsqueda, ¿o no? De todas formas ya me daba igual. Hacía tiempo que tenía planeado largarme de aquella asquerosa ciudad, tal vez, empezar de cero, alejarme de estas malditas calles. ¿Algún día podría cumplir esto? Lo dudaba seriamente, pero al menos tenía esa esperanza. Esperanza… Que reconfortante palabra. ¿La tenía? Lo dudaba. No me veía lejos de aquí, de esta pocilga llena de cerdos, que cada vez iba aumentando más su tamaño. Aquí tenía mi sitio, tenía respeto, me temían, me tenían cierta confianza. Sin embargo, esto no era sitio para mi. Ya me había cansado de todo esto. Si me quedaba era por Dai y vistas las cosas, debería empezar a pensar en hacer las maletas, la rubia no me querría cerca al menos en tres semanas, lo mínimo. Suspiré dando un giro al volante, pasando cerca de una niña vestida con harapos que empezó a insinuárseme. Desvié la mirada. ¿Cómo podían permitir que una niña de trece, catorce años quizá, se prostituyera de aquella forma? Era la vida en los malditos barrios bajos, sobrevivir al precio que fuera incluso si eso conllevaba a vender a una hija a cambio de llevarse algo de pan a la boca. Odiaba esto, de verdad lo odiaba a pesar de intentar disimular mi repulsión por este sitio cuando me encontraba a solas la verdad salía a la luz. ¿Qué tal si intentaba arreglarlo todo con Dai? ¿Pedirle…? ¡Como si todo fuera tan fácil! ¿De verdad crees que porque vuelvas y le pidas perdón ella lo olvidará asi por que si? ¡Recuerda de quien estás hablando! Te va a cortar las pelotas si tiene ocasión de hacerlo… Le contaré la verdad, le diré lo que quiere saber, me disculparé aunque eso signifique perder mi orgullo por unos momentos. Me hubiese importado una mierda estar así con otra persona, pero no Dai. Ella era mi única vía de escape en esta mierda de vida que llevaba, y no solo porque viviéramos en la misma casa si no también porque me había tendido la mano cuando ningún otro lo había hecho, había estado siempre conmigo, siempre habíamos estado juntos, el uno para el otro, sin importar cuan mala fuera la situación a la que nos enfrentáramos, siempre codo con codo, éramos una misma persona. Por esa misma razón me descubrí dando un brusco giro al volante, volviendo por la misma dirección en la que había venido. Tenía que ir a casa, ni siquiera tenía que haberme ido. Maldita seas, Daiana por ponerme de los nervios… Ahora ¿ves lo que me haces hacer? Conduje el coche a gran velocidad, cuanto más tardara en disculparme más aumentaba el enfado de ella, aparqué el coche en el pequeño garaje y empecé a subir las escaleras. Mi sorpresa se hizo evidente cuando descubrí, justo en frente de la puerta de madera, dos enormes maletas con mi ropa. ¿Acababa de echarme?
Capítulo 6
By Daiana
Nada más entrar por la puerta de casa tiré la cazadora sobre el sucio sofá y fui directa al baño, abriendo el grifo de la bañera. Fui a mi habitación a buscar algo de ropa interior limpia y allí encima de la cama descubrí mi agujerada chaqueta. Me acerqué y la cogí. Estaba terriblemente manchada de sangre, de mi sangre, y el agujero en la manga izquierda era claramente visible pero todavía me servía. Podía cortar las mangas y usarla como chaleco, aunque no sabía como quedaría eso…
-Sabía que le buscarías alguna situación por eso te la guardé. La camiseta la tiré
Me giré para ver a Tom apoyado sobre el borde de la puerta llevándose a los labios la lata de cerveza que había cogido de la nevera clavando sus acaramelados ojos en los míos. Asentí con la cabeza, le agradecí por esto. Al menos demostraba que aunque el mundo le daba igual y que apostaba una mierda por él, me tenía un cierto aprecio. Reí ante eso. Él me tenía el mismo aprecio que yo a él. Nos aguantábamos por que no teníamos más remedio. No, que va, eso no era nada cierto y lo sabía, pero me costaba imaginar que Tom tuviera algún aprecio por nadie. Dejé la chaqueta de nuevo sobre la colcha, ya pensaría más tarde que hacer con ella, cogí de nuevo la ropa que había dejado sobre ésta para poder coger la cazadora con las dos manos, y me dispuse a salir de la habitación para ir a tomar mi merecido baño. Al pasar por su lado me puse de puntillas para estar un poco más a su altura y le di las gracias con un beso sobre la comisura del labio que él desvió hacia la boca moviendo la cabeza, agarrándome del pelo obligándome así a abrir la mía y dándose paso a ella con brutalidad. Saboree el delicioso sabor agridulce que la cerveza había dejado en su húmeda boca, sentí su agitada respiración tan cerca de mí, sus dedos aferrando mi pelo y tirando de él, la lata fría de cerveza sobre mi espalda, sus dedos sobre la cintura de mi pantalón… Estaba jugando conmigo, y yo lo sabía, conocía todas sus artimañas, sus maneras de hacerme caer, y normalmente me dejaba, le hacía creer que tenía un cierto dominio sobre mí, pero… ahora no me sentía con ganas de jugar a su juego. Estaba cansada. Lentamente me separé de él dejando escapar un leve gemido.
-Solo… Solo déjame que me bañe – pedí. Él enarcó una ceja. ¿Para qué si luego tendrías que hacerlo otra vez? Leí en ese simple gesto. Reí. – Impaciente… - susurré lamiendo su labio inferior. Él bufó.
-Ok, te doy diez minutos. – reí dejándolo ahí parado mientras iba hacia al baño.
Volví la vista atrás solo un segundo y lo vi todavía apoyado y bebiendo de nuevo. Me encerré en el baño, corrí hasta la bañera y cerré el grifo. Si hubiera tardado solo dos minutos más tarde hubiera inundado toda la casa. Eché al agua el jabón y me volví hacia el armario donde solía guardar los medicamentos. No era que los necesitáramos muy a menudo, casi nunca nos poníamos enfermos, igual algún resfriado pasajero pero nada más serio que eso, pero siempre guardaba algún calmante para dolores, cremas para quemaduras o vendas, alcohol y Betadine para posibles heridas. Y ahora necesitaba un jodido calmante para aliviar el dolor que tenía en el brazo. Tomando una pastilla de la pequeña caja me lo llevé a la boca y lo tragué sin más. Bebí un poco de agua del grifo y me miré en espejo cuando levanté la cabeza, secando con el dorso del brazo el agua que se escapa por entre las comisuras del labio. Tampoco estaba tan mal después de estar casi desangrada… Reí y levanté el brazo para guardar la caja de calmantes pero mis ojos se toparon con algo que creía que había desaparecido completamente de mi vida y por lo que sentía ahora cierto respeto: cuchillas, afiladas cuchillas de afeitar. Me quedé largo tiempo mirándolas, observando su brillante filo, y mi corazón se agitó. No, no, no… Me obligué a mi misma a cerrar el armario de golpe, apartándolas de mi vista, las necesitaba lejos de mí… Cuando recobré la consciencia sobre mi misma, agité la cabeza en ambas direcciones, intentando apartar de mi mente la loca idea de volver a abrir el armario, tomar una de ellas, llevarla a mi brazo y… ¡NO! Basta, te ordeno que dejes de pensar en eso. No es la única forma, es una forma inútil y cobarde de huir. Me convencí a mi misma. Rapidamente me acerqué a la bañera y comencé a desnudarme. Tenía que tener la mente ocupada con cualquier otra cosa, sentir que yo era más fuerte que eso, sentirme valiente, saber que lo era. Entré a la bañera con la idea de dejar mi mente en blanco, alejarme del mundo, tener ese tiempo para mí… Aunque sabía que había vuelto al mundo de mierda donde vivía y que no podía tranquilizarme del todo, mantuve mi navaja en el bordo de la bañera, dispuesta para ser utilizada si algo iba mal.
Sin saber cómo acabe bajando la guardia, cerrando los ojos, sintiendo mi cuerpo totalmente relajado sumergido en el agua. Parecía incluso flotar en alguna nube, alejada completamente de aquel mundo de mierda, lejos de las preocupaciones, lejos de los tiroteos, el dinero sucio, las peleas, el alcohol rancio y barato, la miseria, el dolor, las heridas, la pobreza… Por unos escasos momentos me alejé de todo aquello, me sumergí en mis sueños prohibidos, mi libertad, mi mundo. Un mundo propio al que nadie tenía acceso, nadie salvo… unos acaramelados ojos marrones.
Me levanté rápidamente de un salto cuando aquellos ojos irrumpieron en mis pensamientos, unos ojos que tardé en ubicar, ¿qué demonios había pasado? ¡Era mi mundo! ¡Mi mundo perfecto! ¿Por qué aparecía él? ¿El desconocido chico moreno con pinta de chica? ¿Por qué? No paraba de repetirme lo mismo sin encontrar ninguna respuesta y mi mente estaba mucho más confundida que antes. Porque no lo conocía de nada y de repente se había abierto paso a una parte de mí que nadie más podía, me puso de los nervios esto. Era un maldito desconocido que no volvería a ver en la vida, un niño pijo y mimado que lo tenía todo con chasquear los dedos, alguien que no sabía lo que era luchar para sobrevivir, odiaba estos tipos… ¿por qué ahora él se aparecía de ese modo en mis fantasías? Intenté quitarme aquella estúpida idea de la cabeza llevando mis manos al rostro y frotándome los ojos. Sabía que no iba a ser de gran ayuda pero al menos lo intenté. Maldije cuando me di cuenta de lo estúpido de mi acto, haciendo un brusco movimiento con el brazo que hizo que la herida me ardiera. Grité. No sé por qué pero lo hice. No era de gritar por algo así, no solía gritar de dolor pero lo hice. Dejé escapar un maldito grito. La puerta del baño se abrió y por ella entró Tom aún con la lata de cerveza en la mano. Enarcó una ceja cuando me vio.
-¿Pasó algo? – me preguntó.
-No, solo me dolió esta mierda… - él rió y pasó dentro, sentándose sobre la tapa del inodoro, justo detrás de mi, alcé la cabeza y vi que él ya me miraba, con aquella media sonrisa que lo caracterizaba dibujada en sus labios.
No hablamos durante un tiempo, nos quedamos mirándonos a los ojos, me pregunté qué hacía allí y por qué no salía para dejarme intimidad pero conocía a mi amigo, el dejarme sola no estaba nunca en sus planes. Me recordé que tenía que comprar algún pestillo para la dichosa puerta. No me importaba demasiado que entrara de aquella manera, tampoco temía que me viera como ahora lo hacía, totalmente desnuda, pues… ¿qué iba a ocultarle a estas alturas? Sin embargo, necesitaba soledad cada cierto tiempo, tener un tiempecito para mi, mis pensamientos y mis sueños. No era que lo estuviera echando de mi vida, eso nunca, pero lo necesitaba…
-Tom, ¿te ofenderías si te dijera que me dejaras sola? – él enarcó una ceja- Bien, pues hazlo. – él rió
-No he contestado. – esta vez fui yo quien enarcó la ceja. Me daba igual que se ofendiera, quería estar sola, aunque pensándolo bien, si estando sola iba a estar pensando en el moreno desconocido que necesitaba sacar de mi mente, igual me convenía la compañía de Tom…
-¿Te ofende? – pregunté.
-No realmente. Solo que no quiero. – ah, bien, eso lo hacía todo mucho más fácil… Odiaba cuando se ponía en ese plan. – Además se te acabaron los diez minutos. - ¿de qué demonios hab…? Ni me dejó replicar, selló mi boca con un beso que casi me desencaja la mandíbula. Ok, ya sabía a qué se refería con los diez minutos.
No sé cómo pero al cabo de tan solo un instante me vi alzando la cabeza, completamente enganchada a su boca, lanzando el brazo hacia atrás, sintiendo mis dedos aferrarse a sus rastas, mi boca abrirse y cerrarse al mismo compás que la suya y mi lengua librando una batalla con la suya. Sabía que ahora estaba riendo para sus adentros, orgulloso de sí mismo, regozándose por haber conseguido lo que quería, tenerme de nuevo en esa misma posición. Que te lo has creído, cabronazo. Con un movimiento rápido aparté sus labios de los míos, me levanté, me giré y me alcé sobre él, quedando por encima de él, ahora quien estaba debajo era él. Él rió contra mi boca, agarrando mis muñecas y tirando de ellas hacia abajo, con la intención de doblegarme de nuevo. Funcionó, al menos en parte. Al principio luché contra eso pero estaba débil y eso él lo aprovechó al máximo, haciendo que volviera a doblarme por la mitad y tuviera que sentarme de nuevo, sin embargo aproveché esto para mojarle entero. Me miró con la boca abierta. Eso era claramente juego sucio, nunca habíamos dictado las reglas en este juego asi que todo valía. Y él también lo sabía Solo un segundo después se dibujó en sus labios su típica sonrisa maléfica que indicaba que algo tramaba.
-No te tengo miedo, Tom Kaulitz. – lo provoqué con una sonrisa sorna dibujada en mis labios. Él me miró pero eso no duró mucho.
Solo unos segundos más tarde se metió a la bañera, con ropa incluida, y me amordazó debajo de él. La malévola sonrisa no había desaparecido de su rostro y me estaba mirando como si fuera una maldita presa, orgulloso, engreído, arrogante, altanero… Te odio, te odio, te odio… Me revolví intentando levantarme pero no funcionó, él me tenía agarrada por las muñecas y su cuerpo se encontraba pegado al mío, así que desistí. Odiaba perder, verme de nuevo a su merced, pero me encontraba sin fuerzas para luchar en algo que sabía que iba a perder de todas formas. Sabía que iba a quedar de nuevo en aquella misma posición, como siempre. ¿Por qué? Bien, no tenía ninguna respuesta para esa pregunta. Me gustaba lo que teníamos, me gustaba esa libertad, la libertad de hacer con mi vida lo que quería sin dar explicaciones a nadie. Y me gustaba hacer esto con él, este algo que habíamos montado sin saber bien cómo, era algo que dentro de aquella mierda de vida que llevábamos me daba satisfacción, aquel juego que habíamos iniciado con trece años y que, hasta ahora no se había detenido…
Me sorprendí besándolo efusivamente en los labios mientras los dedos de una mano se aferraban con fuerza a sus largas rastas y la otra lo agarraba de la nuca para acercar su boca aún más a la mía. Sentí sus manos aferrarse a mi cintura mientras penetraba bruscamente su lengua en mi boca, nuestras respiraciones agitadas, su boca abandonando mi boca para centrarse en mi cuello donde solo un segundo después sentí que hincaba sus dientes en mi piel, mordiéndome, y lamiendo la zona dañada. Adoraba cuando hacía eso… Eché la cabeza hacía atrás mientras sentía que su boca seguía descendiendo continuamente entre besos, mordiscos y lametazos. Tampoco me quede atrás, en un movimiento rápido le arranqué la camiseta y bajé la cremallera de sus pantalones rozando con la mano su abultado miembro, tomando este entre mis manos, acompasado de suaves movimientos ascendentes y descendentes que se iban haciendo cada vez más rápidos. Como he dicho, no era una niña tonta y estúpida y sabía lo que estaba haciendo, sabía sus puntos débiles, todos y cada uno. Sonreí ampliamente cuando acaricié la punta de su erección al tiempo que un líquido espeso y caliente comenzaba a confundirse con el agua de la bañera. Él gruñó contra mi cuello, y yo reí. Ése era uno de sus puntos débiles, que lo tocara de esa misma forma en esa misma zona cuando estaba a punto de irse… Él contraatacó poco después, agarrando mis piernas y abriéndolas aún más con una brusquedad insólita que me hizo suspirar, no sé como pero amaba su brutalidad, decía demasiado de él, y jamás esperé que me tratara como algo que no era. Esto no era una historia de cuento de hadas, yo no era una princesa que tenía que ser rescatada y ni él mucho menos era mi principe azul. Por eso no me sorprendió que empezara a tocarme sin ningún reparo, sin delicadeza alguna, con total brusquedad, rudeza y violencia. Estaba acostumbrada… y me encantaba. No iba a mentir, cada vez que me tocaba, cada vez que me buscaba de esa manera, me hacía enloquecer de modo que ningún otro podía. Claro que tenía sexo con otros tipos, rostros que no recordaba, nombres que había olvidado por completo, experiencias repartidas a lo largo de los años que habían quedado completamente olvidadas en algún rincón de mi mente, pero no podía olvidar todas y cada una de las veces en las que él me tocaba de aquella forma tan prohibida en la que estaba haciéndolo ahora, buscando la manera de hacerme enloquecer, hurgando en mi interior como le daba la gana. Un grito se escapó por mi boca desde lo más profundo de mi garganta cuando sentí que el primer orgasmo me recorría de pies a cabeza. ¿Cómo demonios lo conseguía? ¿Cómo diablos podía hacerlo? La respuesta era sencilla, me conocía, tanto como yo lo conocía a él. Acerqué mi cuerpo mucho más al suyo, abriendo la boca e hincando mis dientes en su hombro tal y cómo él había estado haciendo en mi cuello, era parte de aquel juego que teníamos, no se lo permitía a nadie más que a mí, puede que nadie se atreviera a hacerle eso. El muy cabrón se había ganado el respeto de casi la mitad de la ciudad y ni la zorra más experimentada podía dejarle marca alguna. Él era siempre el que dominaba, el que marcaba a sus juguetes, proclamándose dueño de cada uno de ellas. ¿Qué si me cabreaba que hiciera lo mismo conmigo? En parte sí, parte no. Si me molestaba porque yo no era como ellas, no era su muñeca con la que podía jugar cuando le diera la gana, aquí era yo quien decidía cuando tener sexo y cuando no. Si, él me insistía una y otra vez pero no todas las veces ganaba. Y segunda no, porque yo también lo hacía. Jugaba con otros tipos, aunque siempre volviera a él. Quid pro quo. Alcé la mirada para mirarlo a los ojos pero él no me miraba, estaba acomodándose para seguir adelante, buscar una forma cómoda de tomarme, de conseguir lo que había estado proclamando desde que habíamos llegado del hospital. El hospital… que lejos parecía estar aquello, ahora después de todo esto parecía que había pasado un mes desde que salí de aquel asqueroso antro sin embargo no era así, hacía solo una hora puede que más que lo había dejado atrás… Junto al muchacho de ojos acaramelados. Abrí los ojos de par en par cuando me descubrí encima de mi amigo, sentada a horcajadas sobre su vientre, ¿cómo demonios se había movido de esa forma tan rápida en un lugar tan diminuto? Me había tomado por la cintura y me había dado la vuelta mientras me besaba, eso había pasado, y yo ni cuenta me había dado por estar pensando en aquel desconocido. Ahora seguía aferrado a mi cintura, esperando que me moviera unos centímetros hacia abajo y me uniera a él, pero me detuve mirándolo a los ojos. ¿Por qué tenía la extraña sensación de que eran idénticos a los del chico que había visto en el hospital? Era claramente imposible pero…
-Tom, ¿tienes hermanos? – la pregunta fluyó por mis labios sin que pudiera hacer nada para detenerla, la misma pregunta que había pasado por mi cabeza cuando lo había visto en el hospital, la misma pregunta que me moría por formular desde que había conocido a aquel misterioso chico… Él clavó su mirada en mí.
-¿Me preguntas eso ahora? ¿Ahora mismo? Por si no lo has notado estoy esperando a que te muevas y la metas. – no me sorprendí por su espontáneo enfado y tampoco me moví de donde estaba
-Nunca me has hablado de tu madre o la otra parte de tu familia… Siempre Jörg. Nunca tu madre o…
Rápido como un lince se levantó de golpe agarrándome por el cuello, presionando sus dedos alrededor de él, cortando mi respiración, haciéndome daño… Clavé mis ojos en los suyos, nunca lo había visto tan furioso, con tanta rabia contenida, tanto odio, tanta maldad… ¿Qué demonios pasaba con él? ¿Por qué mencionar la otra parte de su familia lo hacia ponerse así?
-Jamás vuelvas a mencionar a esa zorra, ¿me oíste? Nunca vuelvas a tener la palabra madre para hablar conmigo. No tengo madre. ¿queda claro?
Asentí con la cabeza como pude y poco después me soltó, con brusquedad, contra la pared, levantándose y saliendo de la bañera. Cogió su camiseta que había quedado empapada y sus deportivas y se dirigió a la puerta sin ni siquiera mirarme a pesar de que mi mirada seguía clavada en él, sin creer que hubiera hecho lo que acababa de hacer, sin creer la maldad en su mirada… Todo su odio dirigido hacia mí. Me llevé la mano a mi garganta, acariciando la zona donde su mano había estado a punto de acabar conmigo, no lo pude creer, Tom… Tom casi me había matado, estaba dispuesto a hacerlo el muy cabrón, y todo por una maldita pregunta, una pregunta que podía haberme respondido, ¿Qué había de malo que tuviera hermanos, una familia, alguien que lo quisiera? ¡maldita sea, hubiese matado por tener lo que él tenía! Él odiaba a todo el mundo a su alrededor, entendía que los hubiera atacado a ellos, ¡pero había sido yo el blanco de su maldita ira! ¿Qué se suponía que debía hacer ahora? ¿Dejar que entrara de nuevo a mi casa como si nada? ¿Dejar que durmiera de nuevo como si nada hubiera pasado? ¿Dejarlo seguir en mi vida? Te has equivocado de persona, Tom Kaulitz, no soy tu maldita zorra, no soy alguien a quien puedes manipular. Ahora, tú serias mi blanco, estúpido engreído.
By Tom
Furioso como estaba salí de aquella maldita casa sin ni siquiera volver la vista atrás. Había actuado como un maldito hijo de puta, pero no soportaba aquel tema, odiaba a mi madre y a mi hermano por encima de todo. ¿Por qué? Los muy hijos de puta me habían abandonado a mi suerte, nunca se habían preocupado por mi, nunca una carta de “Espero que estés bien” ni una llamada de “Feliz cumpleaños” ni siquiera para felicitarme la malditas navidades. Por lo que a mi me respecta, estaban muertos. No quería verlos, no quería saber de ellos, no quería tener nada que ver con ellos. Me habían abandonado en este mundo de mierda como si fuera un perro viejo e inútil, por eso, si tan poco les importaba, ¿por qué iban a importarme ellos a mí? Y encima, venia Dai a recordármelos justo en aquel momento cuando la mayor parte de mi sangre estaba concentrada entre mis piernas, esperando que ella se moviera, sin esperar a acabar… No, ella tenía que soltármelo así, sin más, con toda la tranquilidad del mundo. ¿Había actuado bien? Maldita sea, no. No tenía por qué haberme enfadado con ella de aquel modo, había visto como mis manos se enredaban en su cuello, había visto sus ojos desorbitados, abiertos de par en par de pura sorpresa, su rostro cambiar de color por la falta de oxígeno. ¿En qué clase de monstruo me había convertido en aquel baño? Yo no era así, al menos no con ella, con los demás hubiera seguido hasta el final, no apostaba una mierda por ellos, pero ella, que casi ya la había estado a punto de perder la noche anterior… Definitivamente me había comportado como un maldito bastardo. En cierta forma la comprendía. Yo lo sabía todo de su familia, sabía los maltratos que habían recibido ella y su madre por parte de su padre hasta la muerte de esta otra, el acoso, las heridas que había sufrido… Y yo siempre había callado, le contaba de Jörg, mi viejo, pero no mucho más que eso. Nunca le había hablado de esos dos personajillos que sabía que vivían en los barrios altos, sabía por que aquel que se hacía llamar mi padre me lo contaba, igual que siempre me decía “Bill te manda saludos” o “Mamá quiere verte pronto, Tom” ¡Y una mierda! Mentiras, todas mentiras. ¿Acaso creía que me tragaba todas esas farsas? Si de verdad le hubiera importado tanto a mi madre o al pequeño Bill hubieran venido en mi búsqueda, ¿o no? De todas formas ya me daba igual. Hacía tiempo que tenía planeado largarme de aquella asquerosa ciudad, tal vez, empezar de cero, alejarme de estas malditas calles. ¿Algún día podría cumplir esto? Lo dudaba seriamente, pero al menos tenía esa esperanza. Esperanza… Que reconfortante palabra. ¿La tenía? Lo dudaba. No me veía lejos de aquí, de esta pocilga llena de cerdos, que cada vez iba aumentando más su tamaño. Aquí tenía mi sitio, tenía respeto, me temían, me tenían cierta confianza. Sin embargo, esto no era sitio para mi. Ya me había cansado de todo esto. Si me quedaba era por Dai y vistas las cosas, debería empezar a pensar en hacer las maletas, la rubia no me querría cerca al menos en tres semanas, lo mínimo. Suspiré dando un giro al volante, pasando cerca de una niña vestida con harapos que empezó a insinuárseme. Desvié la mirada. ¿Cómo podían permitir que una niña de trece, catorce años quizá, se prostituyera de aquella forma? Era la vida en los malditos barrios bajos, sobrevivir al precio que fuera incluso si eso conllevaba a vender a una hija a cambio de llevarse algo de pan a la boca. Odiaba esto, de verdad lo odiaba a pesar de intentar disimular mi repulsión por este sitio cuando me encontraba a solas la verdad salía a la luz. ¿Qué tal si intentaba arreglarlo todo con Dai? ¿Pedirle…? ¡Como si todo fuera tan fácil! ¿De verdad crees que porque vuelvas y le pidas perdón ella lo olvidará asi por que si? ¡Recuerda de quien estás hablando! Te va a cortar las pelotas si tiene ocasión de hacerlo… Le contaré la verdad, le diré lo que quiere saber, me disculparé aunque eso signifique perder mi orgullo por unos momentos. Me hubiese importado una mierda estar así con otra persona, pero no Dai. Ella era mi única vía de escape en esta mierda de vida que llevaba, y no solo porque viviéramos en la misma casa si no también porque me había tendido la mano cuando ningún otro lo había hecho, había estado siempre conmigo, siempre habíamos estado juntos, el uno para el otro, sin importar cuan mala fuera la situación a la que nos enfrentáramos, siempre codo con codo, éramos una misma persona. Por esa misma razón me descubrí dando un brusco giro al volante, volviendo por la misma dirección en la que había venido. Tenía que ir a casa, ni siquiera tenía que haberme ido. Maldita seas, Daiana por ponerme de los nervios… Ahora ¿ves lo que me haces hacer? Conduje el coche a gran velocidad, cuanto más tardara en disculparme más aumentaba el enfado de ella, aparqué el coche en el pequeño garaje y empecé a subir las escaleras. Mi sorpresa se hizo evidente cuando descubrí, justo en frente de la puerta de madera, dos enormes maletas con mi ropa. ¿Acababa de echarme?
Woooow sinceramente no tengo palabras ahora, y por más que las busque, creo que no las voy a encontrar. Mi geme hermosa, me dejaste con la boca abierta, muy sorprendida y... no se que más decir. Felicitaciones amor, fantástico el capítulo, de verdad, excelente. Ya me estoy muriendo de ganas de leer el próximo capítulo, de saber que va a pasar entre Dai y Tom, ¿sera que lo va a perdonar? u.u tendre que esperar para saber... Bueno mi vida, felicitaciones de nuevo, espero que estes bien. Un beso enorme, tu hermanita que te adora, Dai.
ResponderEliminarWoooow :O por dios nooo! daiana ke hiciste!!!!
ResponderEliminarjajaja bno gracias amandita un buenisimo capitulo de nuevo & como todos :D bueno m retiro jaja bye!!
Bss...
Pkniia <3
Valla, me encanta como escribes de verdad eres un genio.
ResponderEliminarHola Amanda!!! vayaaa un buenisimoooo capitulo como siempre y como todos estos fines de semana! sigue asi linda tkmmm...
ResponderEliminar"JAS"
Wow amandita!!!!!!!!! ame este capitulo!!! Dios pobre Tom...le sacaron las maletas, eso le pasa por tratar de ahorcar a Daiana, buenisimo capitulo!!! corro a leer los otros por que ya voy con retraso de capitulos XD
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