Hello, Aliens! ¿Cómo estan? Bueno, aquí el tercer capítulo de la fic. Veo que les está gustando. Y, ¡ahora tengo dos nuevas lectoras que me dejan comentarios! Cristina, Zaira, gracias por vuestro tiempo. Esperemos que les guste este nuevo capi. Nos vemos la próxima semana. Por cierto, me enteré de que el día 20 se celebra por allá el Día del Amigo, ¿no? Pues con mucho retraso espero que lo hayan pasado estupendo con vuestos amigos mas queridos.
¡Feliz Día!
Capítulo 3
By Bill
No, no, no podía ser. Estaba siendo estúpido. No, mejor, el sueño me estaba atacando y el aburrimiento que sentía hacía que mi mente imaginara cosas. Por un momento había pensado ver unos ojos idénticos a los míos que solo una persona en todo el planeta podía poseer. Mi hermano gemelo. Mi gemelo perdido. Estaba seguro que eso era imposible. Mamá me había dicho que Tom y papá se habían mudado de ciudad cuando ellos se divorciaron. Así que era imposible que aquel delincuente fuera mi hermano. Además, estoy seguro de que mi hermano tendría una vida totalmente diferente a la que aquel tipo llevaba. Seguro estaba estudiando en la universidad, tendría una novia rubia guapísima, estaría rodeado de amigos, se llevaría bien con todo el mundo y si, eso, una vida parecida a la mía. Si creía recordar a papá, estoy seguro de que le habría tratado genial y que jamás le faltó de nada. Ahora que me ponía a pensar… Nunca supe nada de Tom tras marcharse él. No volvió ni siquiera a saludar, ni una carta, ni una postal… Nada. Era como si nunca hubiera existido. ¿Y si yo estaba equivocado? ¿Y si tal vez Tom no estuviera viviendo la vida que yo imaginaba? No sabia nada de él, absolutamente nada, podía incluso estar… No, si estuviera muerto me hubiera dado cuenta… ¿no? Éramos gemelos. Había leído acerca de ello, de la conexión que había entre los hermanos gemelos, lo de sentir lo que el otro siente, incluso hasta soñar lo mismo, pero en lo que se refiera a mi… nada. No sentía nada. Al menos no me daba cuenta de ello, podía ser por eso. Tal vez fuera por que no manteníamos relación de ningún tipo, quizá porque no estábamos unidos, sea como fuere, no tenía ninguna forma de saber cual era la vida que llevaba mi… Oh, mierda, me había pillado, el delincuente de la ropa grande me había pillado mirándolo y me miraba enarcando una ceja, creo que hasta estaba atacándome con la mirada, sin duda, buscando pelea. ¿O era yo quien la estaba buscando al mirarlo tan fijamente? Sin duda, había sido yo quien había empezado la provocación.. Rápidamente aparté la mirada centrándola de nuevo en la ventana, con mis mejillas ligeramente encendidas, me sentía terriblemente avergonzado, y solo rezaba por que aquel personaje no se acercara buscando pelea… Por que estaba más que seguro que quien tenía todas las de perder era yo. Estaba muerto de miedo cuando…
-Listo. Terminé. Podemos irnos.
En esos momentos me hubiese abalanzado al cuello de mi mejor amigo y lo hubiese besado infinitas veces en las mejillas si hubiera sido chica o si hubiera sido gay, pero como era algo que obviamente no era, mi limité a levantarme de la incómoda silla y bromear con un: “Ya era hora, hombre, ¿te has ligado a la enfermera o que?” a lo que él sonrió y señaló su brazo enyesado. Oh, mierda, el pobre tenía que pasar un mes enterito con la escayola y sin acercarse si quiera a su preciada batería, puede que ni para quitarle el polvo. Bien, eso iba a afectar al humor de Gus enormemente duramente… mmm… ¿los próximos treinta días? Mejor retiraba la pregunta. Iba a estar de mal humor todo el mes. Tocar para él era su forma de relajarse, de evadirse del mundo, de quitarse de la cabeza las clases… En fin, ahora mejor que guardara reposo y antes de que se diera cuenta estaría tocando de nuevo, claro que eso no le quitaba que sus días fueran eternos de aquí en adelante. Ambos caminamos hacia la puerta, yo evitando a toda costa pasar por enfrente de la pandilla de delincuentes que se habían estacionado en la sala de espera pero era algo inevitable ya que la sala era pequeña y ellos se habían sentado a sus aires, con las piernas extendidas de forma que no había prácticamente modo de pasar. Mi mirada se clavó de nuevo en los ojos marrones del de rastas antes de salir por la puerta… Me estaba mirando… Tenía los ojos clavados en los míos de forma casi desafiante… Ai, no. Tierra trágame. Aparté la mirada casi a la velocidad del rayo y me limité a salir por la puerta. Tenía que sacarme esas ideas de la cabeza, era imposible que conociera a ese tipo y estaba seguro que jamás volvería a verlo, pues yo ni loco iría a los barrios bajos, tenían toda la pinta de vivir allí y aunque no quiero juzgar sin conocer… No tenían la pinta de ser amables con los visitantes. Vaaaale, lo estaba haciendo, esta juzgando. Ya cállate Bill antes de que te metas en un lío, que nos conocemos.
-¿Bill? ¿Estás bien?
Me giré al escuchar que mi mejor amigo me llamaba, él me miraba con una ceja enarcada y me di cuenta a qué venía su extrañeza: mi silencio. Aquella noche estaba demasiado callado, normalmente hablaba por los codos y no me callaba por nada ni por nadie. Y ahora lo estaba haciendo. Suspiré. Ahora no tenía ganas de hablar. ¿Por qué? No tenía ni idea, tal vez por que el haber visto aquellos ojos tan parecidos a los míos me había trastornado un poco, quizá por el pánico que había sentido al sentirme amenazado por ese mismo par de ojos… ¿Quién sabe? Igual es porque yo estaba paranoico. Ahora solo quería acostarme en mi cama y dormir… dormir hasta la tarde del día siguiente.
By Tom
¿Por qué aquel tipo clavaba sus ojos en mi? Bueno, si las cosas iban por el camino que ahora se me estaba pasando por la mente, no quería tener nada que ver. Lo siento, moreno, pero no me van los tíos. Me estaba poniendo de los nervios, igual hasta me levantaba y le dejaba las cosas claras pero el tipo no estaba haciendo nada malo… Solo me miraba, a los ojos. Su mirada nunca fue mucho más allá, me miraba directamente a los ojos. Si hubiera sido por que le gustara sus ojos se hubieran dirigido a otra zona, quizá se hubiera relamido los labios… Lo sé. Lo he vivido otras veces. No es culpa mía ser como soy. Me reí. Mi increíblemente exagerado ego. Pero era así, yo no hacía nada. Muchas habían sido las veces que en algún club algunos tíos se me habían acercado con la intención de que los follara, algunos con la intención de follarme a mí, pero siempre había dejado muy claro mi orientación sexual y, pobre Dai, ella siempre estaba a mano para demostrarlo. Solía abalanzarme sobre ella de forma casi animal cuando se daba alguna de esas situaciones y solíamos acabar en los sucios y mohosos baños con los pantalones por las rodillas teniendo sexo de forma casi violenta.
-Tom… - la quinta o sexta repetición de mi nombre me hizo volver a la realidad. Dirigí la mirada hacia donde me había llegado la voz. Anne. Como no. - ¿Estás bien? – no dije nada, estaba claro que si que lo estaba. – No te mates en contestar… Eres igual que Dai… ¿Sabes? Deberíais salir en serio. – reí.
-Eso le quitaría toda la gracia. – sentencié.
-Puede… o puede que no.
No contesté. Me limité a apartar la mirada y dirigirla hasta la puerta por donde había desaparecido la rubia hacia más de tres cuartos de hora mientras una sonrisa curvada se dibujaba en mis labios sin poder hacer yo nada para remediarlo. ¿Qué demonios…? ¿Por qué mierda estaba sonriendo? Volví a ponerme serie o por lo menos intentarlo. No tenía que dejar que el comentario de la morena me afectase… Además, ¿por qué tenía que hacerlo? Tenía muy claro cual era el papel que ejercíamos la rubia y yo. Amigos. Camaradas. Compañeros. Amantes. Nada de relaciones. Nada de enamoramientos absurdos. Ninguno de los dos estábamos hechos para esa clase de cosas.
-¿Hay algún pariente de la paciente herida de bala?
Miré al lugar donde había llegado la voz femenina y encontré allí, con las manos en los bolsillos de la larga bata blanca, a una mujer de apenas treinta años de edad, rubia, pelo corto y liso, ojos azules. No estaba nada mal… Quiza si... Pero, ¿qué mierda estas pensando, Tom? Me costó centrarme en lo que había preguntado. Ah, si parientes… Parientes… No, no había. Y no me dejarían pasar si dijera que era su amigo. ¿Por qué tenía que utilizar esa palabra? La odiaba… Ag, maldita seas, Daiana.
-Soy su novio.-arrastré la última palabra. Ella me miró enarcando una ceja. Sin duda, ella había dicho claramente pa-ri-en-tes lo que significa fa-mi-lia. Parece que nos acordamos de las clases de alemán, ¿eh, campeón? – No tiene familia. Su madre murió hace años y su padre… Bien, ese desgraciado no está aquí por suerte. – ella no preguntó al respecto. Se lo agradecí. Dai me mataría si le contaba a una completa desconocida su vida.
-De acuerdo… Puesto que la paciente es mayor de edad, supongo que no hay ningún problema… - dejó la frase inconclusa. ¿Qué mierda le importaba quien era yo para Dai si de todas formas era yo quien iba a pagar el puto hospital?
-¿Qué tal está? – no iba a andarme con rodeos. Ya me estaba haciendo perder mucho tiempo la tipa esta y mi tiempo… era oro.
-Estable. Dormida aún por la anestesia. Pero la bala no alcanzó ningún punto que pudiera lamentar. Seguro saldrá en un par de días, quizá tres. – Bien, eso según Dai era salir corriendo en cuanto despertara.
-¿Puedo ir con ella? – ella asintió
Sabía que a Dai le daba igual que fuera a estar con ella o si no lo hacía pero quería verla, comprobar de alguna forma que continuaba respirando. Creo que nunca me perdonaré que él la hiriera de esa forma… “Eres un idota, Tom Kaulitz” Casi pude escuchar la voz de Dai diciéndome aquellas palabras con sorna, burlándose abiertamente de mí. A decir verdad, sabía como acabaría aquella situación. Abalanzándome sobre ella, lucharíamos, forcejearíamos. Y luego nos besaríamos. Bueno… Más que besar, estaba seguro que le desencajaría la boca.
-Es aquí.
Habíamos llegado a un pasillo lleno de puertas blancas. La que estaba enfrente de mi tenía un numero dorado en la parte superior. Trescientos algo, no le presté atención. Llevé la mano al pomo de la puerta y lo giré abriéndola y poniendo un pie dentro de la habitación. Había dos camas separadas por una cortina de color blanco también, al igual que las paredes. Todo parecía estar limpio… Bueno, para mi todo parecía estar limpio cuando estaba acostumbrado a vivir bajo toneladas de mierda. Dai pasaba de limpiar la pocilga donde vivíamos o mejor dicho: donde dormíamos, comíamos algo, nos bañábamos y jugábamos. Porque lo que se decía vivir… lo hacíamos en la calle. Volviendo a la limpieza de aquel sitio donde solíamos pasar el tiempo… Ejem, la otra opción es que lo hiciera yo… Señores, ¿acaso creen que me veo con un trapo quitando mierda y barriendo? ¡Y una mierda! Así estaba bien, nadie entraba en esa casa más que nosotros y puede que a veces Georg, TJ o Anne, pero nadie más, era nuestro refugio.
Encontré a Dai tendida sobre la diminuta camilla de hospital, vestida con una fea y horrorosa bata de color azul y con el emblema del recinto bordado en la parte superior sobre el pecho izquierdo, tapada con una sabana hasta la cintura. Las manos posadas a ambos lados del cuerpo justo por encima de la sabana, tenía las manos relajadas, nada de puños cerrados o nudillos apretados. Me fijé en su rostro, con la larga melena bicolor tendida sobre la almohada en forma de ondas desiguales. A decir verdad, nunca entendí por qué la llamábamos rubia si su pelo era claramente de dos colores: negro por las partes más bajas y rubio platino por arriba. Obviamente ese no era su color natural. La chica siempre había sido rubia natural pero una tarde se presentó con la melena cambiada. No me importó pero Anne casi la mata. Aunque no sabría quien de las dos ganaría en una batalla. Apostaba por Dai. Aunque tal vez me equivocara. Volví a fijarme en la expresión de su rostro, estaba calmado, sereno, nada de entrecejo fruncido, nada de tensión. Estaba totalmente calmada aunque la mejor palabra para definirla era que estaba completamente sedada. Estaba durmiendo como hacía años no podía hacer. Como yo, hasta dormida se mantenía vigilante. Es una de las cosas que vas acumulando cuando tu vida estaba en aquellas calles llenas de odio y maldad. Nunca sabías cuando te podían atacar, incluso en casa, podíamos ser vulnerables. Por eso siempre nos manteníamos alerta, por eso siempre dormíamos juntos, porque a lo largo de estos años, ambos nos habíamos ganado gran cantidad de enemigos… También aliados, por supuesto, pero, ¿quién podía fiarse de aquellos pedazo de mierda que venderían hasta a su propia madre por un poco de su punto débil? Todo el mundo tenía un punto débil. Para algunos era la droga, para otros el dinero, y para mí, era la personita que estaba ahí tumbada ajena a todo.
By Daiana
Abrí los ojos cuando la luz se filtró por la ventana cegándome por unos instantes. Me sentí desorientada, sin saber dónde me encontraba, hasta que las imágenes de la noche anterior se dieron paso en mi mente. Recordé entrar al pub, la tregua de Dylan, el enfado de Tom y… el disparo. La bala que había penetrado en la piel de mi brazo causándome la herida que ahora empezaba a sentir. Recordé levemente el viaje al hospital muy a regañadientes, la conversación con la enferma aparecía difusa en mi mente, médicos, una camilla, un pasillo y, de pronto… Nada. Silencio. Oscuridad. Paz. Me habían sedado completamente y me habían metido a quirófano para extraer la bala. Sentía los puntos tirando de mi piel para cerrar la herida. Bien, una cicatriz más. Con cuidado me alcé quedando sentada en el delgado colchón de la cama, mirando a mi alrededor. Me habían puesto en una habitación compartida, sabía que al otro lado de la cortina había otro paciente, escuché su respiración al dormir… Y ahí, en un rincón, sentado en el sillón negro de aspecto cómodo dormitaba mi supuesto mejor amigo. El rastafari estaba tenso sentado, con los puños cerrados, y los labios apretados. Lo conocía, solo estaba alerta, vigilante… Ni en un hospital donde la seguridad reinaba por encima de todo podía dejar su desconfianza pero lo entendía porque yo sería exactamente igual, y hubiese pasado la noche igual de no ser por la anestesia que corría por mis venas y que ahora necesitaba sacar. Me levanté de la cama de un salto y fui corriendo al baño. Tiré de la cadena cuando acabé y me miré en el espejo de lado, viendo reflejada la herida tapada con vendas en el cristal. No vi más que un cúmulo de sangre seca. Dolía como el infierno, me gustaba más estar completamente sedada, al menos así no era consciente del dolor que causaba. Maldita bala, maldita pistola,… Maldito Dylan. Me las vas a pagar rubia maricona. No sabes bien con quien te has metido. Voy a cortartela en pedacitos y alimentaré con ellos a las ratas de cloaca…. Puede que las conozcas, son tu familia. Vas a pagármelas, nenaza, en cuanto abandone este hospital y me deshaga de esta horrenda bata. Me alejé del espejo y salí de nuevo hacia mi habitación, descubrí que Tom había despertado. Genial, ahora podíamos largarnos de aquí. No aguantaba ni un solo minuto más en aquel asqueroso cuarto. Traté de buscar mi ropa pero no la encontré por ningún lado.
-¿Dónde está mi ropa? – él sonrió, divertido. No pensaba decírmelo. ¡Pero será capullo! – Tom… - él negó con la cabeza. Maldito hijo de su madre…
Sin pensármelo siquiera me abalancé sobre él, con la esperanza de tumbarle pero no conté con mi brazo herido. Tan pronto como hice un movimiento en falso, el enorme agujero que había dejado la bala en mi brazo comenzó a arder. Me mordí los labios en un intento de reprimir el deseo de gritar que se había apoderado de mí y el aprovechó para ejercer su control sobre mí, inmovilizándome entre sus brazos y la cama. Sin saber cómo había vuelto a estar tumbada sobre el incómodo colchón, con la ridícula bata ascendiendo por mi pierna dejando entre ver mi ropa interior (la única que me habían dejado puesta, ¿dónde mierda estaba mi sujetador? Me pregunté) y con su rostro próximo al mío con aquella media sonrisa de superioridad y de haberse salido con la suya. Me revolví, me negaba a aceptar que había perdido, y a pesar de mi debilidad, decidí intentarlo de nuevo, impulsándome con los hombros y las piernas hacia delante, intentando apartarme del contacto de sus manos sobre mis muñecas acorraladas a ambos lados de mi cabeza. ¡Que decir que tampoco sirvió de nada! Con una sonora carcajada, me aplastó bajo su propio cuerpo y dejando su boca cerca de la mía. Lo miré a los ojos y repetí la misma pregunta que había hecho al salir del baño. Su sonrisa de satisfacción de acentuó un poco más y solo contestó con un: “No te servirá para salir de aquí” ¿Qué mierda significaba eso? ¿Dónde se habían metido mis botas altas, planas con cadenas y cierres metálicos que tanto me habían costado y las que apreciaba más que mi vida? ¿Y mi chaqueta de cuero agujereada? ¡Quería esas cosas de vuelta al grito de ya! Con una risa socarrona él me hizo saber que había salvado las botas y mis pantalones pero no podía decir lo mismo de la chaqueta y la camiseta. La camiseta me daba igual, pero mi chaqueta… Ahora me las pagarás dobles, nenaza.
-Ejem, ejem…
Alguien a nuestras espaldas carraspeó y miramos en aquella dirección para saber de quien se trataba. Descubrieron allí a la doctora que me había operado, como me había hecho saber ella más tarde cuando se presentó. Miró a Tom y éste rápidamente se retiró, sentándose de nuevo en el sillón negro dejando paso a la doctora. La rubia de pelo corto se acercó a mí y observó la herida quitando las vendas.
-¿Cómo te encuentras?
-Bastante bien, gracias. – respondí a regañadientes. Ella asintió con la cabeza.
-¿Puedes mover el brazo? – lo hice - ¿nauseas? – negué con la cabeza - ¿vómitos?- volví a negar. - ¿Alguien con quien contactar? Tal vez desee que seamos nosotros quienes comuniquen a sus padres…. – La corté de pronto, impidiendo que continuara hablando
-No, ambos están muertos. Soy huérfana.
-¿Está segura? – preguntó enarcando una ceja.
-Mire, señora, yo no le pregunto por su vida privada y usted tampoco lo hace. Me salvó la vida, y le doy las gracias por eso pero no voy a hablarle a usted ni a nadie de mi vida. ¿Estamos? – sabía que estaba siendo grosera pero no me daba la gana que una desconocida se pusiera a indagar en mi vida, en mi pasado, en mi… Un escalofrío me recorrió la espina dorsal de arriba abajo. Ella asintió con la cabeza.
-Entonces, creo que podrá irse esta tarde. Necesitamos hacerle unas pruebas para comprobar algunas cosas y seguro podrá irse después. – luego se volvió hacia Tom - ¿Cree que podrá dejar de acorralarla?
-Lo intentaré pero no es que me lo ponga fácil… - se estaba haciendo el gracioso y sabía el significado de eso. ¿Le había gustado la doctora? Ella se volvió hacia mí de nuevo.
-En media hora vendrá una enfermera para cambiarle las vendas. – anunció y salió.
Volvimos a quedarnos solos, acompañados de los ronquidos del tipo de la cama de al lado. Estaba a punto de lanzarle la almohada a la cabeza si no se callaba de una vez, por mi mente hasta pasó la idea de ahogarlo misteriosamente con la misma almohada que pensé en tirarle. Me resistía por que sería una acusación directa hacía mí y el homicidio no estaba en mis planes. Podía torturar, pelear, disparar si el momento llegaba a ponerse tenso, pero nunca matar a nadie. Podía ser una loca psicótica, delincuente, ladrona, hija de puta, pero nunca una asesina. Evité mirar la cortina donde sabía que se encontraba el tipo que me estaba poniendo de los nervios y volví a mirar a mi acompañante tan capullo y tan maldito como yo. Se había sentado a mi lado en la cama y miraba por la ventana. Me pregunté por qué no había atacado a la doctora más abiertamente.
-¿No vas a echar un buen polvo matutino? – bromeé, él me miró y rió.
-Casada. Vi su anillo.
-¿Desde cuando te importa eso? – enarqué una ceja. El tío se lo había montado con mujeres casadas cientos de veces.
-Cree que somos novios. No cedería.
-Puedo apostar a que le daría igual.
-¿Celosa, Dai?
-¡Ja! Que más quisieras. – él rió. El silencio se hizo de nuevo durante unos instantes – Siempre me pregunto por qué piensan lo mismo… Es como si un chico y una chica no pudieran ser solo amigos…
-Tú y yo no somos solo simples amigos. – vale, ahí tenía que darle el punto.
-Me has entendido. – él rió, tumbándose a mi lado dejando que me abrazara a su cintura y apoyara mi cabeza sobre su hombro.
-¿Ciertamente? Me da igual. – también a mí me daba igual, ni siquiera sé por qué saqué el tema a colación. - ¿Sabes? Anne me lo comentó anoche mientras esperábamos fuera. Que deberíamos… ya sabes… - reí a carcajadas antes de preguntar que fue lo que le respondió él. – Lo mismo que tú. Me reí. Todo se iría a la mierda.
-Completamente de acuerdo. Estamos mejor así. Además eres demasiado mujeriego para mí. – sonreí. Él rió.
-Y tú muy machorra para mí. – no supe como tomarme eso. Reí. – Pero nos entendemos bien. Al menos de momento. – ambos reímos. No supe por qué pero nunca me había puesto a pensar en eso, ¿y si…? No. Eso era absurdo.
La puerta de la habitación se abrió y una enfermera entró por la puerta dirigiéndose hacia mi cama con un carrito con medicinas, vendas, alcohol, y que se yo de todas las cosas que llevaba. Me separé de mi amigo y éste se levantó, caminando hasta los pies de la cama. La enfermera pasó por su lado y nos sonrió. Seguramente tenía cerca de nuestra edad o un par de añitos más así que podía “entendernos”. La chica acercó una silla hacía la camilla y empezó a limpiar la herida con vendas impregnadas en alcohol, escocía pero no dije nada.
-Voy por tus cosas a casa – anunció él. - ¿Estarás bien? – asentí con la cabeza. Cuanto antes de fuera antes me traería ropa y antes podría desaparecer de allí. Se acercó a la camilla por el lado donde no estaba la enfermera y me dio un pequeño beso en los labios acompañado de un – Vuelvo enseguida, princesa - ¡Será capullo! Se lo estaba pasando de lo lindo el muy…
- Lleva cuidado, cielo- continué con su broma. Él rió pero yo no. Aunque he de decir que tenía algo de gracia. Pero solo un poco.
Minutos después de abandonar él la habitación y la enferma hubiera terminado su trabajo volví a quedarme sola en la habitación. El tipo de la cama de al lado se había despertado y ahora miraba en la televisión algún programa de entretenimiento. Mientras no me molestara con sus ronquidos ni empezara a hablarme todo perfecto para mí. Tenía que hacer algo para entretenerme, Tom iba a tardar, seguro. Además de coger mis cosas, él tenía que darse un buen baño, llevaba aún la camiseta y la chaqueta manchada de sangre, de mi sangre. Así que tenía que buscar una forma de matar el aburrimiento mientras dejaba pasar el tiempo. Puff, allí no había nada con lo que entretenerse. Lo único que podía haberme traído un poco de diversión hubiera sido mi móvil pero misteriosamente había desaparecido junto con mis pantalones. ¡Ajá! Ya sabía donde estaba mi ropa: ¡debajo de su camiseta! Claro, aprovechando que solía vestir con camisetas enormes era fácil de ocultar algo debajo. Pero… Lo había abrazado y no había notado nada. ¿Mi intuición comenzaba a fallarme? Espero que no. Bien, Dai, hora de revisar la habitación. El tiempo que llevaba allí no me había detenido a observar el “bonito” cuarto que habían preparado. Nada interesante realmente, paredes blancas, techo blanco, cortina blanca… ¡que poca imaginación, por Dios! ¡Y que escaso presupuesto! En fin… Miré sobre la mesita de noche a ver que me encontraba ¡Bingo! Un móvil última generación. ¿Quién demonios se habría dejado aquella maravilla en ese mugroso hospital! Calculé lo que podía llegar a sacar si lo vendía o igual me lo quedaba en vistas de que había perdido el mío. Lo cogí entre las manos y comencé a investigar. El tipo o tipa tenía muchos mensajes de un tal Bill. ¡Que me importaba! ¡Iba a sacar un pastón con esto! De repente, el aparato empezó a sonar y a vibrar en mis manos. El tal Bill era quien llamaba según me advertía el identificador de llamadas. Pasé del tema. Rechazé la llamada pero al rato volvió a sonar… Esta vez lo cogí y…
-¿Se puede saber por qué me cuelgas?
-¿Se puede saber quien mierda eres? – contesté. A mí nadie me hablaba en ese tono.
-¿Quién eres tú y que has hecho con Gustav?
¡Feliz Día!
Capítulo 3
By Bill
No, no, no podía ser. Estaba siendo estúpido. No, mejor, el sueño me estaba atacando y el aburrimiento que sentía hacía que mi mente imaginara cosas. Por un momento había pensado ver unos ojos idénticos a los míos que solo una persona en todo el planeta podía poseer. Mi hermano gemelo. Mi gemelo perdido. Estaba seguro que eso era imposible. Mamá me había dicho que Tom y papá se habían mudado de ciudad cuando ellos se divorciaron. Así que era imposible que aquel delincuente fuera mi hermano. Además, estoy seguro de que mi hermano tendría una vida totalmente diferente a la que aquel tipo llevaba. Seguro estaba estudiando en la universidad, tendría una novia rubia guapísima, estaría rodeado de amigos, se llevaría bien con todo el mundo y si, eso, una vida parecida a la mía. Si creía recordar a papá, estoy seguro de que le habría tratado genial y que jamás le faltó de nada. Ahora que me ponía a pensar… Nunca supe nada de Tom tras marcharse él. No volvió ni siquiera a saludar, ni una carta, ni una postal… Nada. Era como si nunca hubiera existido. ¿Y si yo estaba equivocado? ¿Y si tal vez Tom no estuviera viviendo la vida que yo imaginaba? No sabia nada de él, absolutamente nada, podía incluso estar… No, si estuviera muerto me hubiera dado cuenta… ¿no? Éramos gemelos. Había leído acerca de ello, de la conexión que había entre los hermanos gemelos, lo de sentir lo que el otro siente, incluso hasta soñar lo mismo, pero en lo que se refiera a mi… nada. No sentía nada. Al menos no me daba cuenta de ello, podía ser por eso. Tal vez fuera por que no manteníamos relación de ningún tipo, quizá porque no estábamos unidos, sea como fuere, no tenía ninguna forma de saber cual era la vida que llevaba mi… Oh, mierda, me había pillado, el delincuente de la ropa grande me había pillado mirándolo y me miraba enarcando una ceja, creo que hasta estaba atacándome con la mirada, sin duda, buscando pelea. ¿O era yo quien la estaba buscando al mirarlo tan fijamente? Sin duda, había sido yo quien había empezado la provocación.. Rápidamente aparté la mirada centrándola de nuevo en la ventana, con mis mejillas ligeramente encendidas, me sentía terriblemente avergonzado, y solo rezaba por que aquel personaje no se acercara buscando pelea… Por que estaba más que seguro que quien tenía todas las de perder era yo. Estaba muerto de miedo cuando…
-Listo. Terminé. Podemos irnos.
En esos momentos me hubiese abalanzado al cuello de mi mejor amigo y lo hubiese besado infinitas veces en las mejillas si hubiera sido chica o si hubiera sido gay, pero como era algo que obviamente no era, mi limité a levantarme de la incómoda silla y bromear con un: “Ya era hora, hombre, ¿te has ligado a la enfermera o que?” a lo que él sonrió y señaló su brazo enyesado. Oh, mierda, el pobre tenía que pasar un mes enterito con la escayola y sin acercarse si quiera a su preciada batería, puede que ni para quitarle el polvo. Bien, eso iba a afectar al humor de Gus enormemente duramente… mmm… ¿los próximos treinta días? Mejor retiraba la pregunta. Iba a estar de mal humor todo el mes. Tocar para él era su forma de relajarse, de evadirse del mundo, de quitarse de la cabeza las clases… En fin, ahora mejor que guardara reposo y antes de que se diera cuenta estaría tocando de nuevo, claro que eso no le quitaba que sus días fueran eternos de aquí en adelante. Ambos caminamos hacia la puerta, yo evitando a toda costa pasar por enfrente de la pandilla de delincuentes que se habían estacionado en la sala de espera pero era algo inevitable ya que la sala era pequeña y ellos se habían sentado a sus aires, con las piernas extendidas de forma que no había prácticamente modo de pasar. Mi mirada se clavó de nuevo en los ojos marrones del de rastas antes de salir por la puerta… Me estaba mirando… Tenía los ojos clavados en los míos de forma casi desafiante… Ai, no. Tierra trágame. Aparté la mirada casi a la velocidad del rayo y me limité a salir por la puerta. Tenía que sacarme esas ideas de la cabeza, era imposible que conociera a ese tipo y estaba seguro que jamás volvería a verlo, pues yo ni loco iría a los barrios bajos, tenían toda la pinta de vivir allí y aunque no quiero juzgar sin conocer… No tenían la pinta de ser amables con los visitantes. Vaaaale, lo estaba haciendo, esta juzgando. Ya cállate Bill antes de que te metas en un lío, que nos conocemos.
-¿Bill? ¿Estás bien?
Me giré al escuchar que mi mejor amigo me llamaba, él me miraba con una ceja enarcada y me di cuenta a qué venía su extrañeza: mi silencio. Aquella noche estaba demasiado callado, normalmente hablaba por los codos y no me callaba por nada ni por nadie. Y ahora lo estaba haciendo. Suspiré. Ahora no tenía ganas de hablar. ¿Por qué? No tenía ni idea, tal vez por que el haber visto aquellos ojos tan parecidos a los míos me había trastornado un poco, quizá por el pánico que había sentido al sentirme amenazado por ese mismo par de ojos… ¿Quién sabe? Igual es porque yo estaba paranoico. Ahora solo quería acostarme en mi cama y dormir… dormir hasta la tarde del día siguiente.
By Tom
¿Por qué aquel tipo clavaba sus ojos en mi? Bueno, si las cosas iban por el camino que ahora se me estaba pasando por la mente, no quería tener nada que ver. Lo siento, moreno, pero no me van los tíos. Me estaba poniendo de los nervios, igual hasta me levantaba y le dejaba las cosas claras pero el tipo no estaba haciendo nada malo… Solo me miraba, a los ojos. Su mirada nunca fue mucho más allá, me miraba directamente a los ojos. Si hubiera sido por que le gustara sus ojos se hubieran dirigido a otra zona, quizá se hubiera relamido los labios… Lo sé. Lo he vivido otras veces. No es culpa mía ser como soy. Me reí. Mi increíblemente exagerado ego. Pero era así, yo no hacía nada. Muchas habían sido las veces que en algún club algunos tíos se me habían acercado con la intención de que los follara, algunos con la intención de follarme a mí, pero siempre había dejado muy claro mi orientación sexual y, pobre Dai, ella siempre estaba a mano para demostrarlo. Solía abalanzarme sobre ella de forma casi animal cuando se daba alguna de esas situaciones y solíamos acabar en los sucios y mohosos baños con los pantalones por las rodillas teniendo sexo de forma casi violenta.
-Tom… - la quinta o sexta repetición de mi nombre me hizo volver a la realidad. Dirigí la mirada hacia donde me había llegado la voz. Anne. Como no. - ¿Estás bien? – no dije nada, estaba claro que si que lo estaba. – No te mates en contestar… Eres igual que Dai… ¿Sabes? Deberíais salir en serio. – reí.
-Eso le quitaría toda la gracia. – sentencié.
-Puede… o puede que no.
No contesté. Me limité a apartar la mirada y dirigirla hasta la puerta por donde había desaparecido la rubia hacia más de tres cuartos de hora mientras una sonrisa curvada se dibujaba en mis labios sin poder hacer yo nada para remediarlo. ¿Qué demonios…? ¿Por qué mierda estaba sonriendo? Volví a ponerme serie o por lo menos intentarlo. No tenía que dejar que el comentario de la morena me afectase… Además, ¿por qué tenía que hacerlo? Tenía muy claro cual era el papel que ejercíamos la rubia y yo. Amigos. Camaradas. Compañeros. Amantes. Nada de relaciones. Nada de enamoramientos absurdos. Ninguno de los dos estábamos hechos para esa clase de cosas.
-¿Hay algún pariente de la paciente herida de bala?
Miré al lugar donde había llegado la voz femenina y encontré allí, con las manos en los bolsillos de la larga bata blanca, a una mujer de apenas treinta años de edad, rubia, pelo corto y liso, ojos azules. No estaba nada mal… Quiza si... Pero, ¿qué mierda estas pensando, Tom? Me costó centrarme en lo que había preguntado. Ah, si parientes… Parientes… No, no había. Y no me dejarían pasar si dijera que era su amigo. ¿Por qué tenía que utilizar esa palabra? La odiaba… Ag, maldita seas, Daiana.
-Soy su novio.-arrastré la última palabra. Ella me miró enarcando una ceja. Sin duda, ella había dicho claramente pa-ri-en-tes lo que significa fa-mi-lia. Parece que nos acordamos de las clases de alemán, ¿eh, campeón? – No tiene familia. Su madre murió hace años y su padre… Bien, ese desgraciado no está aquí por suerte. – ella no preguntó al respecto. Se lo agradecí. Dai me mataría si le contaba a una completa desconocida su vida.
-De acuerdo… Puesto que la paciente es mayor de edad, supongo que no hay ningún problema… - dejó la frase inconclusa. ¿Qué mierda le importaba quien era yo para Dai si de todas formas era yo quien iba a pagar el puto hospital?
-¿Qué tal está? – no iba a andarme con rodeos. Ya me estaba haciendo perder mucho tiempo la tipa esta y mi tiempo… era oro.
-Estable. Dormida aún por la anestesia. Pero la bala no alcanzó ningún punto que pudiera lamentar. Seguro saldrá en un par de días, quizá tres. – Bien, eso según Dai era salir corriendo en cuanto despertara.
-¿Puedo ir con ella? – ella asintió
Sabía que a Dai le daba igual que fuera a estar con ella o si no lo hacía pero quería verla, comprobar de alguna forma que continuaba respirando. Creo que nunca me perdonaré que él la hiriera de esa forma… “Eres un idota, Tom Kaulitz” Casi pude escuchar la voz de Dai diciéndome aquellas palabras con sorna, burlándose abiertamente de mí. A decir verdad, sabía como acabaría aquella situación. Abalanzándome sobre ella, lucharíamos, forcejearíamos. Y luego nos besaríamos. Bueno… Más que besar, estaba seguro que le desencajaría la boca.
-Es aquí.
Habíamos llegado a un pasillo lleno de puertas blancas. La que estaba enfrente de mi tenía un numero dorado en la parte superior. Trescientos algo, no le presté atención. Llevé la mano al pomo de la puerta y lo giré abriéndola y poniendo un pie dentro de la habitación. Había dos camas separadas por una cortina de color blanco también, al igual que las paredes. Todo parecía estar limpio… Bueno, para mi todo parecía estar limpio cuando estaba acostumbrado a vivir bajo toneladas de mierda. Dai pasaba de limpiar la pocilga donde vivíamos o mejor dicho: donde dormíamos, comíamos algo, nos bañábamos y jugábamos. Porque lo que se decía vivir… lo hacíamos en la calle. Volviendo a la limpieza de aquel sitio donde solíamos pasar el tiempo… Ejem, la otra opción es que lo hiciera yo… Señores, ¿acaso creen que me veo con un trapo quitando mierda y barriendo? ¡Y una mierda! Así estaba bien, nadie entraba en esa casa más que nosotros y puede que a veces Georg, TJ o Anne, pero nadie más, era nuestro refugio.
Encontré a Dai tendida sobre la diminuta camilla de hospital, vestida con una fea y horrorosa bata de color azul y con el emblema del recinto bordado en la parte superior sobre el pecho izquierdo, tapada con una sabana hasta la cintura. Las manos posadas a ambos lados del cuerpo justo por encima de la sabana, tenía las manos relajadas, nada de puños cerrados o nudillos apretados. Me fijé en su rostro, con la larga melena bicolor tendida sobre la almohada en forma de ondas desiguales. A decir verdad, nunca entendí por qué la llamábamos rubia si su pelo era claramente de dos colores: negro por las partes más bajas y rubio platino por arriba. Obviamente ese no era su color natural. La chica siempre había sido rubia natural pero una tarde se presentó con la melena cambiada. No me importó pero Anne casi la mata. Aunque no sabría quien de las dos ganaría en una batalla. Apostaba por Dai. Aunque tal vez me equivocara. Volví a fijarme en la expresión de su rostro, estaba calmado, sereno, nada de entrecejo fruncido, nada de tensión. Estaba totalmente calmada aunque la mejor palabra para definirla era que estaba completamente sedada. Estaba durmiendo como hacía años no podía hacer. Como yo, hasta dormida se mantenía vigilante. Es una de las cosas que vas acumulando cuando tu vida estaba en aquellas calles llenas de odio y maldad. Nunca sabías cuando te podían atacar, incluso en casa, podíamos ser vulnerables. Por eso siempre nos manteníamos alerta, por eso siempre dormíamos juntos, porque a lo largo de estos años, ambos nos habíamos ganado gran cantidad de enemigos… También aliados, por supuesto, pero, ¿quién podía fiarse de aquellos pedazo de mierda que venderían hasta a su propia madre por un poco de su punto débil? Todo el mundo tenía un punto débil. Para algunos era la droga, para otros el dinero, y para mí, era la personita que estaba ahí tumbada ajena a todo.
By Daiana
Abrí los ojos cuando la luz se filtró por la ventana cegándome por unos instantes. Me sentí desorientada, sin saber dónde me encontraba, hasta que las imágenes de la noche anterior se dieron paso en mi mente. Recordé entrar al pub, la tregua de Dylan, el enfado de Tom y… el disparo. La bala que había penetrado en la piel de mi brazo causándome la herida que ahora empezaba a sentir. Recordé levemente el viaje al hospital muy a regañadientes, la conversación con la enferma aparecía difusa en mi mente, médicos, una camilla, un pasillo y, de pronto… Nada. Silencio. Oscuridad. Paz. Me habían sedado completamente y me habían metido a quirófano para extraer la bala. Sentía los puntos tirando de mi piel para cerrar la herida. Bien, una cicatriz más. Con cuidado me alcé quedando sentada en el delgado colchón de la cama, mirando a mi alrededor. Me habían puesto en una habitación compartida, sabía que al otro lado de la cortina había otro paciente, escuché su respiración al dormir… Y ahí, en un rincón, sentado en el sillón negro de aspecto cómodo dormitaba mi supuesto mejor amigo. El rastafari estaba tenso sentado, con los puños cerrados, y los labios apretados. Lo conocía, solo estaba alerta, vigilante… Ni en un hospital donde la seguridad reinaba por encima de todo podía dejar su desconfianza pero lo entendía porque yo sería exactamente igual, y hubiese pasado la noche igual de no ser por la anestesia que corría por mis venas y que ahora necesitaba sacar. Me levanté de la cama de un salto y fui corriendo al baño. Tiré de la cadena cuando acabé y me miré en el espejo de lado, viendo reflejada la herida tapada con vendas en el cristal. No vi más que un cúmulo de sangre seca. Dolía como el infierno, me gustaba más estar completamente sedada, al menos así no era consciente del dolor que causaba. Maldita bala, maldita pistola,… Maldito Dylan. Me las vas a pagar rubia maricona. No sabes bien con quien te has metido. Voy a cortartela en pedacitos y alimentaré con ellos a las ratas de cloaca…. Puede que las conozcas, son tu familia. Vas a pagármelas, nenaza, en cuanto abandone este hospital y me deshaga de esta horrenda bata. Me alejé del espejo y salí de nuevo hacia mi habitación, descubrí que Tom había despertado. Genial, ahora podíamos largarnos de aquí. No aguantaba ni un solo minuto más en aquel asqueroso cuarto. Traté de buscar mi ropa pero no la encontré por ningún lado.
-¿Dónde está mi ropa? – él sonrió, divertido. No pensaba decírmelo. ¡Pero será capullo! – Tom… - él negó con la cabeza. Maldito hijo de su madre…
Sin pensármelo siquiera me abalancé sobre él, con la esperanza de tumbarle pero no conté con mi brazo herido. Tan pronto como hice un movimiento en falso, el enorme agujero que había dejado la bala en mi brazo comenzó a arder. Me mordí los labios en un intento de reprimir el deseo de gritar que se había apoderado de mí y el aprovechó para ejercer su control sobre mí, inmovilizándome entre sus brazos y la cama. Sin saber cómo había vuelto a estar tumbada sobre el incómodo colchón, con la ridícula bata ascendiendo por mi pierna dejando entre ver mi ropa interior (la única que me habían dejado puesta, ¿dónde mierda estaba mi sujetador? Me pregunté) y con su rostro próximo al mío con aquella media sonrisa de superioridad y de haberse salido con la suya. Me revolví, me negaba a aceptar que había perdido, y a pesar de mi debilidad, decidí intentarlo de nuevo, impulsándome con los hombros y las piernas hacia delante, intentando apartarme del contacto de sus manos sobre mis muñecas acorraladas a ambos lados de mi cabeza. ¡Que decir que tampoco sirvió de nada! Con una sonora carcajada, me aplastó bajo su propio cuerpo y dejando su boca cerca de la mía. Lo miré a los ojos y repetí la misma pregunta que había hecho al salir del baño. Su sonrisa de satisfacción de acentuó un poco más y solo contestó con un: “No te servirá para salir de aquí” ¿Qué mierda significaba eso? ¿Dónde se habían metido mis botas altas, planas con cadenas y cierres metálicos que tanto me habían costado y las que apreciaba más que mi vida? ¿Y mi chaqueta de cuero agujereada? ¡Quería esas cosas de vuelta al grito de ya! Con una risa socarrona él me hizo saber que había salvado las botas y mis pantalones pero no podía decir lo mismo de la chaqueta y la camiseta. La camiseta me daba igual, pero mi chaqueta… Ahora me las pagarás dobles, nenaza.
-Ejem, ejem…
Alguien a nuestras espaldas carraspeó y miramos en aquella dirección para saber de quien se trataba. Descubrieron allí a la doctora que me había operado, como me había hecho saber ella más tarde cuando se presentó. Miró a Tom y éste rápidamente se retiró, sentándose de nuevo en el sillón negro dejando paso a la doctora. La rubia de pelo corto se acercó a mí y observó la herida quitando las vendas.
-¿Cómo te encuentras?
-Bastante bien, gracias. – respondí a regañadientes. Ella asintió con la cabeza.
-¿Puedes mover el brazo? – lo hice - ¿nauseas? – negué con la cabeza - ¿vómitos?- volví a negar. - ¿Alguien con quien contactar? Tal vez desee que seamos nosotros quienes comuniquen a sus padres…. – La corté de pronto, impidiendo que continuara hablando
-No, ambos están muertos. Soy huérfana.
-¿Está segura? – preguntó enarcando una ceja.
-Mire, señora, yo no le pregunto por su vida privada y usted tampoco lo hace. Me salvó la vida, y le doy las gracias por eso pero no voy a hablarle a usted ni a nadie de mi vida. ¿Estamos? – sabía que estaba siendo grosera pero no me daba la gana que una desconocida se pusiera a indagar en mi vida, en mi pasado, en mi… Un escalofrío me recorrió la espina dorsal de arriba abajo. Ella asintió con la cabeza.
-Entonces, creo que podrá irse esta tarde. Necesitamos hacerle unas pruebas para comprobar algunas cosas y seguro podrá irse después. – luego se volvió hacia Tom - ¿Cree que podrá dejar de acorralarla?
-Lo intentaré pero no es que me lo ponga fácil… - se estaba haciendo el gracioso y sabía el significado de eso. ¿Le había gustado la doctora? Ella se volvió hacia mí de nuevo.
-En media hora vendrá una enfermera para cambiarle las vendas. – anunció y salió.
Volvimos a quedarnos solos, acompañados de los ronquidos del tipo de la cama de al lado. Estaba a punto de lanzarle la almohada a la cabeza si no se callaba de una vez, por mi mente hasta pasó la idea de ahogarlo misteriosamente con la misma almohada que pensé en tirarle. Me resistía por que sería una acusación directa hacía mí y el homicidio no estaba en mis planes. Podía torturar, pelear, disparar si el momento llegaba a ponerse tenso, pero nunca matar a nadie. Podía ser una loca psicótica, delincuente, ladrona, hija de puta, pero nunca una asesina. Evité mirar la cortina donde sabía que se encontraba el tipo que me estaba poniendo de los nervios y volví a mirar a mi acompañante tan capullo y tan maldito como yo. Se había sentado a mi lado en la cama y miraba por la ventana. Me pregunté por qué no había atacado a la doctora más abiertamente.
-¿No vas a echar un buen polvo matutino? – bromeé, él me miró y rió.
-Casada. Vi su anillo.
-¿Desde cuando te importa eso? – enarqué una ceja. El tío se lo había montado con mujeres casadas cientos de veces.
-Cree que somos novios. No cedería.
-Puedo apostar a que le daría igual.
-¿Celosa, Dai?
-¡Ja! Que más quisieras. – él rió. El silencio se hizo de nuevo durante unos instantes – Siempre me pregunto por qué piensan lo mismo… Es como si un chico y una chica no pudieran ser solo amigos…
-Tú y yo no somos solo simples amigos. – vale, ahí tenía que darle el punto.
-Me has entendido. – él rió, tumbándose a mi lado dejando que me abrazara a su cintura y apoyara mi cabeza sobre su hombro.
-¿Ciertamente? Me da igual. – también a mí me daba igual, ni siquiera sé por qué saqué el tema a colación. - ¿Sabes? Anne me lo comentó anoche mientras esperábamos fuera. Que deberíamos… ya sabes… - reí a carcajadas antes de preguntar que fue lo que le respondió él. – Lo mismo que tú. Me reí. Todo se iría a la mierda.
-Completamente de acuerdo. Estamos mejor así. Además eres demasiado mujeriego para mí. – sonreí. Él rió.
-Y tú muy machorra para mí. – no supe como tomarme eso. Reí. – Pero nos entendemos bien. Al menos de momento. – ambos reímos. No supe por qué pero nunca me había puesto a pensar en eso, ¿y si…? No. Eso era absurdo.
La puerta de la habitación se abrió y una enfermera entró por la puerta dirigiéndose hacia mi cama con un carrito con medicinas, vendas, alcohol, y que se yo de todas las cosas que llevaba. Me separé de mi amigo y éste se levantó, caminando hasta los pies de la cama. La enfermera pasó por su lado y nos sonrió. Seguramente tenía cerca de nuestra edad o un par de añitos más así que podía “entendernos”. La chica acercó una silla hacía la camilla y empezó a limpiar la herida con vendas impregnadas en alcohol, escocía pero no dije nada.
-Voy por tus cosas a casa – anunció él. - ¿Estarás bien? – asentí con la cabeza. Cuanto antes de fuera antes me traería ropa y antes podría desaparecer de allí. Se acercó a la camilla por el lado donde no estaba la enfermera y me dio un pequeño beso en los labios acompañado de un – Vuelvo enseguida, princesa - ¡Será capullo! Se lo estaba pasando de lo lindo el muy…
- Lleva cuidado, cielo- continué con su broma. Él rió pero yo no. Aunque he de decir que tenía algo de gracia. Pero solo un poco.
Minutos después de abandonar él la habitación y la enferma hubiera terminado su trabajo volví a quedarme sola en la habitación. El tipo de la cama de al lado se había despertado y ahora miraba en la televisión algún programa de entretenimiento. Mientras no me molestara con sus ronquidos ni empezara a hablarme todo perfecto para mí. Tenía que hacer algo para entretenerme, Tom iba a tardar, seguro. Además de coger mis cosas, él tenía que darse un buen baño, llevaba aún la camiseta y la chaqueta manchada de sangre, de mi sangre. Así que tenía que buscar una forma de matar el aburrimiento mientras dejaba pasar el tiempo. Puff, allí no había nada con lo que entretenerse. Lo único que podía haberme traído un poco de diversión hubiera sido mi móvil pero misteriosamente había desaparecido junto con mis pantalones. ¡Ajá! Ya sabía donde estaba mi ropa: ¡debajo de su camiseta! Claro, aprovechando que solía vestir con camisetas enormes era fácil de ocultar algo debajo. Pero… Lo había abrazado y no había notado nada. ¿Mi intuición comenzaba a fallarme? Espero que no. Bien, Dai, hora de revisar la habitación. El tiempo que llevaba allí no me había detenido a observar el “bonito” cuarto que habían preparado. Nada interesante realmente, paredes blancas, techo blanco, cortina blanca… ¡que poca imaginación, por Dios! ¡Y que escaso presupuesto! En fin… Miré sobre la mesita de noche a ver que me encontraba ¡Bingo! Un móvil última generación. ¿Quién demonios se habría dejado aquella maravilla en ese mugroso hospital! Calculé lo que podía llegar a sacar si lo vendía o igual me lo quedaba en vistas de que había perdido el mío. Lo cogí entre las manos y comencé a investigar. El tipo o tipa tenía muchos mensajes de un tal Bill. ¡Que me importaba! ¡Iba a sacar un pastón con esto! De repente, el aparato empezó a sonar y a vibrar en mis manos. El tal Bill era quien llamaba según me advertía el identificador de llamadas. Pasé del tema. Rechazé la llamada pero al rato volvió a sonar… Esta vez lo cogí y…
-¿Se puede saber por qué me cuelgas?
-¿Se puede saber quien mierda eres? – contesté. A mí nadie me hablaba en ese tono.
-¿Quién eres tú y que has hecho con Gustav?
O_O no tengo palabras
ResponderEliminarsolo digo qe esta wenisima
la history i qe...
ahhh...no se qe mas desir
todavia estoi con la boka
abierta me va a costar
acostumbrarme a esperar
tanto para saver qe sige
ahhh... toi metia weno
dejo mis salu2 i ezo
(¯`♥♥♥kathitha_♥_tokiis♥♥♥´¯)
aaaaaaaaaaaahhhh ! me dejas traumada amanda jaja xD que buen final de capitulo uff bueno todo el capitulo esta genial como siempre pero nos dejas mas que picadas ... pues muchas felicidades de nuevo cuidate mucho y sigue asi ! te mando un fuerte abrazo byebye :D
ResponderEliminarWow! he pasado un gran rato leyendolo esta muy bueno de verdad
ResponderEliminarahhhhhhhhhhh Buenisima!!!!!!!!!!!!! Dios amo esta historia me encanta!!! tiene de todo, momentos graciosos como el de la almohada jajaja me mato, haaaaaaa ya quiero la que sigue...de verdad amanda cada vez mejoras mas y superas el capitulo anterior con cada nuevo que escribes....me encanta!!!!!!
ResponderEliminarAiii mi geme hermosa me encantó, más que eso, me fascinó el capítulo, de verdad, y además me rei mucho. Te felicito amor, auu ya quiero saber que sigue, me quedo con una intriga... pero como amo esta historia Dios.
ResponderEliminarBueno mi vida, un beso enorme, felicitaciones de nuevo, te adoro, tu geme Dai.
hallO Amanda!!!^^
ResponderEliminarheii´iia leii ell neww capii!!! wii estuvoo super!!! peroo esoo ia loo sabess noo? m enqantan tus historiass!! iaa qieroo saber qee le dicee daii a bill!!! siguee asii!!! mm emocione muxoo quandoo pusistee mii nombree al pricipiioo iia ssientoo qee hasta soii famosa!!! XD!!!! con caada fiqq hacess qee sonria... A-MO TU FIC!!! Ok esoo tambn iia loo sabes!!! soii tu fann!!! mmm... qee mass... ohh es un gustoo qomentarr aqii!!! m enqantaa!!
leer una i otra vez el capii, m vOii....
see tt qiere Amanda ^^
siguee asiii nna!!!!
atte:
criztina =D
^^
O.o noo m puedoo irr!!! si noo leoo la primera fic leo estaa... ok iia m tranqilizoo iia t dijee qee m emociones si vdd???
ResponderEliminarok noz vemoz la prox semana!!! qon otro qomentarioo mioo x supuestoo!!! =D
iia esperoo el otro capii con ansias!!!
biiie
küsses!!!
atte:
criztina ^^
nO ma buenisima kien fue Daiana xDD
ResponderEliminarjajajajaja genial, divertido, EXCELENTE capitulo Amanda jajaja vaya que me haces reir con momentos graciosos y divertidos jajajaja...rayos me encanta la actitud de daiana. Pobre Gustav se olvido su celular y pobre Bill jajajaja se va ganar las palabrotas y regaños de daiana jajajajaa MUY BUEN CAPITULOOOOOO nada mas que decir tu sabes Amanda que me quedaria hasta el dia siguiente diciendote lo mismo pero caeria chinche jajajajaj te quiero linda y gracias por otro genial capitulo. Bueno a esperar como todas XD, cuidate bastante y suerte en todo tkmmm....bye
ResponderEliminar"jas"
Cuando subes nuevo cap? me gusta siguelo xfa de verdad vale la pena leerlo
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