domingo, 2 de mayo de 2010

RECUERDOS DEL PASADO CAPITULO 40


Hola, mis amores! ¿Cómo han pasado esta semana? Espero de lujo. ¿Les hice llorar mucho? No, ¿verdad? Aún les quedan lágrimas reservadas para este capítulo, ¿a que sí? Ai De verdad que no quiero ser mala… Pero lo creo necesario en estos momentos. Espero no lloren mucho en este capitulo pero igual les advierto que es muy emotivo… Sin más preámbulos, aquí les dejo el capitulo de esta semana, y nos vemos pronto en otro capítulo de Recuerdos del Pasado. Hasta entonces cuídense. Besitos!
-Sam… - rompió el silencio su tía. Ella la miró – Tú madre murió de leucemia. – Sam abrió los ojos de par en par, no conocía ese detalle, sabía que su madre había muerto joven pero nunca había conocido las causas… ¿Acaso…? ¿Acaso ese era su destino?
-¿Qué?... ¿De qué estas hablando? – preguntó, extrañada… ¿Qué mas cosas le habían estado ocultando acerca de su pasado?
-Mi padre, tu abuelo… También lo tenía. Pasó a su hija mayor y… Ahora también a ti. No quiero decir que vayas a morir, vamos a luchar contra eso… Solo creía que debías saberlo. No es ningún juego aunque creo que eso tú ya lo sabes.
-¿Ella…?
-Lo supo cuando quedó embarazada de ti. Le hicieron unos análisis y lo descubrieron…

Ambas quedaron en silencio. Una con la mirada clavada en las sábanas que ocultaban sus piernas, abrazadas por sus brazos; la otra mirando por la ventana de la habitación. Sam sintió ganas de llorar pero no lo permitió. ¿Por qué le habían ocultado eso? ¿Qué más le habían ocultado? ¿Acaso su vida era toda una mentira?
-Sam… - empezó a decir su tía pero ella no la dejó continuar.
-Déjalo. Estoy bien – mintió. – Pero hubiese agradecido que no se me mintiera…
-No te mentimos…
-No dijisteis la verdad, eso es mentir. ¿Quiere eso decir que yo…? Si yo algún día tengo un hijo… ¿Se lo transmitiré?
-No tiene por qué… Pero sí, corre ese riesgo.

Maldita sea, pensó. No era que amaba a los niños, le gustaban y sí, alguna vez había fantaseado con la idea de tener alguno. Verlo crecer, alimentarlo, protegerlo… Como su propio padre había hecho con ella desde que era una bebé. Pero ahora esa ilusión había quedado hecha añicos en un rincón de su corazón. No podía albergar la idea de dar a luz a un niño enfermo, pálido, con ojeras impresionantes alrededor de sus claros ojos, débil… No, no podía darle a su propio hijo algo como eso… Aún si la quimioterapia que recibiría tras la operación que recibiría si encontraban un donante de médula compatible, no la dejaba estéril, no podía hacerlo, no podía… A su mente le llegó las palabras pronunciadas por Tom la noche anterior… ¿Cómo iba a decirle aquello? Sabía que él lo había dicho por ella, para hacerla sentir mejor, así que supuso que no le afectaría demasiado… Supuso demasiado pronto.
Cuando su tía la dejó sola viendo que no reaccionaba de ninguna manera si ella continuaba presente, a los pocos minutos entró Tom a la habitación. Había ido al hotel a bañarse y cambiarse de ropa. En todo el tiempo que ella había permanecido inconsciente, él no se había movido de su lado, lo que significaba que llevaba con la misma ropa desde el sábado por la noche. Cuando él la vio con la mirada perdida supo que algo no iba bien, la conocía demasiado bien para saber esa serie de cosas. Se acercó a ella, sentándose sobre la cama, y le cogió las manos, aferrándolas entre las suyas.
-Hey… - la saludó. Ella levantó la cabeza.- ¿Qué pasa?
-Tom… Lo de anoche… No iba en serio… ¿verdad? – él enarcó una ceja, sin entender a qué se refería. Luego pareció entender a lo que ella se refería y estalló en carcajadas.
-¿Estás preocupada por eso? Sam, en serio, aún es pronto para pensar en esas cosas… Apenas tenemos los dieciocho… Y, bueno, eso será dentro de muchos años… - Sam dejó que el continuara hablando, realmente tenía razón, ¿por qué se estaba preocupando por esto ahora?

Cerró los ojos en un intento de apartar de su mente aquellos pensamientos, no tenía sentido, apenas tenía dieciocho años, ¿por qué habría de preocuparse por algo tan lejano? Era absurdo. Ahora tenía que estar pendiente de su recuperación, de encontrar un donante, de salvar su vida y continuar hacia delante… Si, eso haría. Dejar atrás cualquier pensamiento estúpido e incoherente.
Recostándose sobre la almohada abrió los ojos de nuevo, sonriendo como única respuesta. Él le sonrió a su vez y se sentó a su lado. Acordaron no volver a tocar ese tema, ambos confiaban en que algo como ello no iba a suceder, que ella se salvaría y que harían su promesa realidad. Largo tiempo después la puerta de la habitación se abrió de nuevo y por ella entró una sonriente Alice que le traía algunos de sus libros favoritos. Sam se puso como loca, se lo agradecía con el alma.

-Pensaba que te vendrían bien para derrotar el aburrimiento. – le guiñó un ojo la morena de pelo rizado.
-¡Oh, si! ¡Los necesitabas! – rió la pelirroja.
-¿Cómo te encuentras? Y espero que mejor por que por ti hice que me clavaran una aguja enorme… ¿sabes? – bromeó Alice
-Exagerada… Pero si, estoy bien, cansada… Pero bien… Deseando salir de…
Calló de pronto al sentir como su estómago ardía de nuevo, tal y como lo había hecho aquella noche en la habitación de hotel… Joder, mierda… Tenía que moverse de allí… Tenía que hacerlo si no quería que aquella cosa viscosa saliera de nuevo de su boca manchándola entera… Pero no podía. El dolor era insoportable, le ardía las entrañas, quemándola por dentro, abrasándola… Sintió que alguien la tomaba en brazos y la llevaba hasta el lavabo, donde sintió que sus piernas se doblaban y tocaban el frío suelo, y de su boca salía de nuevo aquel líquido rojo aterrizando sobre el fondo del inodoro mezclándose con el agua cristalina… Alguien susurraba palabras para tranquilizarla pero no hacían nada. Odiaba esto… Odiaba esta sensación, odiaba estar enferma… Intentó levantarse pero sus piernas flaquearon y casi cae de nuevo al suelo si no llega a ser por que ese alguien la tomó a tiempo. De sus ojos empezaron a emanar lágrimas sin cesar mientras sentía su cuerpo temblar, de frío o de puro terror. Estaba asustada, no quería esto, quería estar sana, viajar a Alemania, reencontrarse con las personas que amaba, estar con todas ellas… Reír, llorar, emocionarse, enfadarse… Todo menos sentir miedo de nuevo. Sintió como alguien la llevaba de nuevo a la cama, donde la rodeaba con los brazos e intentaba tranquilizarla. Ella cerró los ojos, haciendo lo posible para que el miedo se desvaneciera, pero una vez entrado en el cuerpo difícil es hacerlo salir… La voz nunca dejó de hablarle y poco a poco sintió como sus párpados empezaban a cerrarse, como su cuerpo se sometía de nuevo a los placeres del sueño, alejándola por completo de la cruel y violenta realidad…
Había sido Tom. Era él quien la había llevado hasta el baño, quien le había sujetado el pelo mientras vomitaba, quien la había traído de vuelta a la cama y quien se había quedado con ella hasta dormida, quien la había visto llorar, y quien le hablaba con la esperanza de tranquilizarla. Maldita sea… No lo merecía. Él debía de odiarla por esto… Ella no era la mejor de las mujeres, ella lo estaba obligando a quedarse con ella en aquella asquerosa situación. Él no se merecía esto. No debía quedarse en aquel hospital, no tenía por que ver como ella iba envejeciendo conforme la enfermedad aumentaba su velocidad de propagación…. ¿Qué iba a ser lo próximo? ¿Tenía que soportar como la alimentaban con líquidos y sueros y la lavaban con esponja por que ella no era capaz de moverse? Joder, él debía irse de aquí. Ya. Este no era su sitio… Estaba siendo una egoísta por tenerlo con ella todo el tiempo sin poder ofrecerle nada…
Habían pasado tres días desde aquel fatídico día en que la enfermedad le había hecho volver a vomitar sangre y durante ese tiempo se había sentido mucho más cansada que antes, débil, sin apenas fuerzas para levantar sus propios párpados. Llevaba sin verse en un espejo desde que había entrado en el hospital pero no le hacía falta ver su reflejo para ser consciente del estado en que se encontraba. Los ojos hundidos, totalmente demacrada y pálida, débil, sin fuerzas… La enfermedad la estaba consumiendo cada vez más rápido. ¿Faltaba mucho para que empezaran a caérsele los dientes o el pelo? Quien sabe, tal vez a la mañana siguiente ni siquiera se despertaría…
-¡Hey! Que pensativa estás… ¿Ocurre algo? – Sam alzó la mirada para encontrarse con un sonriente Tom. Le gustaba verlo así y él lo sabía, por eso fingía todo esto. Lo cierto es que no soportaba sonreír en esa situación…
-Estaba pensado… en… qué pasará si no me salvo…
-No digas eso ni en broma. ¿lo entiendes? Nunca. Vas a salvarte, Sam, juntos buscaremos la forma…
-Pero si no… Quiero que seas feliz, Tom. Tienes que prometérmelo. Prométeme que lucharás por lo que crees, que vivirás la vida lo mejor posible, que encontrarás a alguien con la que pasar tu vida, que la respetaras, que la querrás, que tendréis esos seis o siete niños… Quiero que me lo prometas.
-No puedo hacer eso…
-Si puedes y lo harás… Solo haz eso por mí… pero también por ti… Quiero saber que cuando abandone este mundo tú estarás bien…
-Sam, no… - él suspiró al ver la expresión en su rostro… - Esta bien, lo prometo… Pero esto es tontería, tú vas a estar conmigo, vas a salir de aquí por tu propio pie, verás que todo estará bien… - ella rió antes de decir.
-¿Ves? Por eso te quiero tanto…
Quedaron largo tiempo en silencio, sin saber bien que decir. ¡Qué demonios! ¿Por qué Sam estaba haciendo esto? ¿Por qué ahora volvía atrás? ¿Dónde había quedado la esperanza de los primeros días? Vale que llevara allí metida desde hacía casi dos semanas pero la curación a su enfermedad requería tiempo…

-¡Y deja de decir esas estupideces, ¿quieres?! – le espetó él mientras se volvía para mirarla.
Demasiado tarde. Ella había caído dormida. Otra vez.

Oh, Dios… ¿Por qué siempre pasaba igual? Todo lo que hacía era comer y dormir. Antes charlaba con él durante horas, se levantaba, caminaba por los pasillos, iba sola al lavabo. Ahora no se despegaba de la cama. No podía hacerlo. Cada vez que lo intentaba sus piernas le fallaban y de no haber estado con ella, habría caído de bruces contra el suelo. La enfermedad la consumía. Lo sabía, no era idiota. Podía ver con sus propios ojos como su cuerpo se debilitaba cada vez más, sus mejillas antaño encendidas ahora estaban tan blancas como el papel, sus verdes ojos ya no brillaban, sus ojeras eran apreciables a simple vista… Joder… Esto era una absoluta MIERDA. Odiaba esto, odiaba verla así, tanto como ella odiaba que él la viera de esta forma. Quería salvarla, mover cielo y tierra para conseguir un puñetero donante compatible… Era eso lo que le hacía falta. Un puñetero trocito de médula compatible con la suya… Solo eso y lo demás sería pan comido. Parecía algo tan pequeño, tan insignificante pero para él era un mundo, su mundo, la vuelta a la vida. Porque el estaba muriendo con ella. Verla allí, postrada en aquella maldita cama de hospital lo estaba matando. Verla tan dependiente de él cuando siempre había sido totalmente independiente, verla consumida, ensombreciendo la niña vivaz que había sido… Era horrible. No sabía cuanto tiempo más iba a poder aguantarlo. Verla así sin poder hacer nada para salvarla lo estaba volviendo loco… La situación era asquerosa… Sentir que tienes todo el dinero del mundo, que puedes comprar cualquier cosa pero no puedes salvar lo único que has querido era… Si, una absoluta mierda.
Salió de la habitación, necesitaba aire, fumar algún cigarrillo, lo que fuera para no quedarse ahí atascado con sus pensamiento, para no dejar que el pesimismo pudiera con él y acabara venciendo. No, tenía que ser fuerte. Por el, por su cordura, por ella, por ambos. Ella se salvaría. Tenía que hacerlo… Tenía que llevarla a Alemania, allí seguro encontrarían algo para paralizar la enfermedad, además estaba su hermana, ¿Quién mejor que ella para ser su esperada donante? Claro, eso es lo que tenía que hacer… ¿Cómo no había caído antes? Hablaría con David, seguro él podía arreglarlo todo…Oh, mierda. No lo dejarían moverla. Estaba demasiado enferma… Dio una patada a una silla que había en el pasillo haciendo que un niño rubio que pasaba por allí, vestido con una bata del hospital, se le quedara mirando… De haber estado en otra situación seguro había sentido lastima por él, pero no ahora con toda la rabia e impotencia que sentía. Pasó por su lado sin mirarlo si quiera caminando hacia la terraza del hospital, cruzándose con personal del hospital que lo miraban con lástima e incluso con superioridad. Que se jodieran. Pasaba de ellos, los odiaba por no hacer nada para salvar a Sam, por dejarla morir lentamente… La fría noche lo golpeó cuando abrió una puerta y salió al exterior. Había descubierto esta terraza cuando había llegado del concierto el sábado anterior y se había enterado de la recaída de Sam. Se había sentido una completa mierda y había corrido sin rumbo, ahogándose en su propia frustración. Ahora iba todos los días, cuando Sam se quedaba dormida, para pasar un tiempo solo, golpear algo, fumar algún cigarrillo, algo que lo hiciera calmarse para no parecer preocupado cuando ella estaba despierta. Lo que menos necesitaba ella ahora era saber que él también había perdido la esperanza. Él debía mantenerse fuerte por los dos. Ella no podía ver que flaqueaba. Apoyándose en la barandilla de acero, llevó un cigarro a los labios y lo encendió. Aspiró el dulce humo pero eso no lo relajó. Maldita sea, necesitaba algo más fuerte… “Ni lo sueñes” Casi sintió la voz de Sam, regañándolo ante aquel pensamiento. Sonrió interiormente a causa de eso. A ella nunca le había gustado que él hubiera empezado a fumar. Ni él ni ninguno de los otros, pero nunca se lo había prohibido. Había sabido vivir con ello. Tal y como había aprendido a quererlo a él como era. Con sus momentos de histeria, en los que solo deseaba golpear a alguien, con esos momentos en que solo ella conocía su faceta débil, en los que se sentía como la mierda… Con ella no había tenido que fingir, con ella era él mismo, con sus más y sus menos. ¿Quién, en su sano juicio, lo querría como ello lo hacía? ¿Quién lo calmaría cuando lo atacara la histeria, quien le tomaría las manos cuando estas le temblaran por las ansias de golpear algo y le sonreiría de la forma en que ella lo hacía? Absolutamente nadie. Eso lo hizo pensar en lo que ella le había dicho, lo que le había hecho prometer. No… No podía hacerlo… Llevó una de sus manos a su bolsillo del pantalón y de él extrajo la pulsera de plata que ella creía perdida. Recordó cuando la había comprado. Después de una sesión de fotos para una entrevista había caminado hacia el coche y al doblar una esquina allí estaba en el escaparate. Había llamado su atención desde el primer momento. Sabía que le gustaría. Era el tipo de cosas que le gustaban… Y aquella diminuta serpiente parecía formar una preciosa S. No se fijó para nada en la cruz que envolvía.
-¿Mirando algún regalito para la novia, hijo? – había dicho la voz de un hombre a su lado. Él había levantado la cabeza para descubrir al dueño de la tienda que lo miraba con mirada bondadosa.
-¿Cuánto pide por esa pulsera de ahí? – preguntó, señalándola. El hombre se acercó a echar un vistazo.
-Vaya, no tienes mal gusto, chico… No es demasiado cara. Asequible. Perfecta si a ella le gustan las cosas antiguas. Esa pulsera es de los años 40. – Bill, que estaba a su lado, abrió los ojos como platos. Habían tenido suerte si era tan “asequible” ¿Cuánto demonios podía costar ese trozo de metal?
-Créame, ese no es ningún problema… -bromeó. Bill lo miró, y él solo articuló un “Me gusta para ella” con los labios que solo Bill entendió.
-Perfecto, entonces. Pasad a la tienda mientras la limpio un poco y la envuelvo. – los dos chicos siguieron al hombre al interior de la tienda. Por unos momentos se perdió en la trastienda y apareció con un paño húmedo, que dejó sobre el mostrador para ir a coger la pulsera. - ¿Sabes? Esta pulsera es pura simbología… ¿Qué te llamó la atención?
-La serpiente. – dijo él sin vacilar. – Parece la forma de una S.
-Es exactamente eso, amigo mío. Entonces he de suponer que la afortunada posee un nombre que empiece por S. – decía el joyero mientras limpiaba la pieza - ¿Sarah? ¿Sandra, tal vez?
-Samantha.
-Bonito nombre. Aunque, personalmente, me llama más la atención, la cruz que envuelve. Puede significar tantas cosas… Por ejemplo, sumisión. La cruz es envuelta por la serpiente por lo que le da a la serpiente poder sobre ella. Es algo demasiado romántico… Se remonta a demasiado tiempo atrás, en tiempos del amor cortés, cuando la amada era la dueña del corazón del enamorado, quien mendigaba por su amor… Demasiado para unos chicos tan jóvenes como vosotros… - rió y más tarde continuó hablando – Aunque tal vez sean dos iniciales entrelazadas… La cruz puede parecer una T… O quizá sean todas alucinaciones de un viejo loco como yo y solo sea una imagen como otra cualquiera… - el hombre rió mientras depositaba la pulsera sobre una cajita. Recordó que Bill le había dirigido una mirada que no supo interpretar.
Y allí estaba ahora, entre sus manos. ¿Qué más podía decir? Tenía que devolvérsela… Cuanto antes… Antes de que ella… Joder… ¿Por qué tenía que ser así? ¿Por qué mierda la vida era tan injusta? Era eso, ¿no? Ella no podía estar con él, ¿era el maldito destino? No, él nunca había creído en eso, y ahora no era el momento para empezar a hacerlo. “Estaba pensando en… qué pasará cuando… yo no esté…” Las palabras de ella se clavaron en su mente dañándolo. No, joder, no lo hagas… No te despidas de mí… No me hagas esto… No, aún no…
Aún es demasiado pronto… Tiró el cigarro al suelo y lo pisó, deslizando su espalda por la barandilla, quedando sentado en el suelo y su espalda apoyada en ella, con las manos en la cabeza, la mirada gacha y los ojos vacíos. ¿Cuánto duraría esto…? ¿Cuándo acabará…?
Tiempo después, se descubrió con la mirada fija en ella de nuevo. Había vuelto sobre sus propios pies a la habitación, siempre lo hacía, siempre volvía. No podía dejarla sola por más de una hora. Temía que en cualquier momento ella no volviera a abrir los ojos. Quiso tocarla para comprobar que todavía respiraba, que su corazón seguía latiendo. Pero ahora debía mantenerse fuera de la habitación. Dentro había algunos médicos haciéndole unas pruebas… No soportaba ver que la trataban como una muñeca, pero sabía que era necesario.
-¿Qué le ha pasado? – Tom miró hacia su derecha. Allí había un niño de unos nueve años, rubio, ojos claros. Era el mismo niño que se había cruzado con él en el pasillo. Le había hablado pero él no había entendido lo que le había dicho. No dijo nada… El niño lo miraba como esperando una respuesta. - ¿Eres mudo? – el niño volvió a hablar pero siguió sin entender…
-No es mudo. – dijo la voz de Alice, que llegaba sonriendo. – Es alemán, que prácticamente puede ser lo mismo.
-Ohm… Entiendo… ¿Sabe hablar inglés? – le preguntó el niño a Alice
-Eso dice… Inténtalo… Pero, ¿no eres muy joven para hablarlo? – el niño rió.
-Mi padre es británico. – Alice rió. Claro, ¿desde cuando abundaban los rubios de ojos claros en España?
-Entonces creo que os entenderéis. – entonces fue cuando se dio cuenta de lo que vestía el niño. Una bata de hospital… Estaba enfermo… Oh, Dios… Sálvalo… Rezó. – Tom… - lo llamó. Él la miró. – Quiere hablar contigo. – le comunicó en inglés. Él pareció entender.
-Gracias, Alice… - dijo él a su vez, también en inglés.
-¿Te llamas Tom? – el niño lo miró con ojos brillantes. Él rió.
-¡Si! ¿Y tú?
-También. Pero mi mamá se empeña en llamarme Thomas. Lo odio.
-Te entiendo. Es realmente molesto. – Tom, el mayor, volvió la vista hacia Sam, sonrió al recordar las veces que ella le había llamado así. En todas era por que estaba enfadada.
-¿Qué le pasa? – el pequeño Thomas había dirigido su mirada hacia el interior de la habitación y miraba a la pelirroja con respeto.
-Esta… enferma… Tiene… algo malo en la sangre…
-Oh, como yo entonces… Mi madre dice que tengo algo malo aquí – el pequeño señaló su cabeza. Oh, no, joder… ¿Tan pequeño y con tumor cerebral? Oh, joder…
-Entonces, ¿estás aquí curándote?
-¡Síííí! Tengo que estar bien para ser futbolista. Y, aunque no me gusta mucho lo que me hacen, sé que tengo que hacerlo para ponerme bien – el niño sonrió y Tom con él. Respetaba el buen humor del niño, era increíble que siendo tan pequeño albergara dentro una gran esperanza.
-Por supuesto. Y tienes que prometerme que cuando llegues a futbolista, me dedicarás un gol – sonrió, agachándose hasta quedar sus rostros a la misma altura.
-Cuenta con ello. – ambos rieron.
-¡Thomas! – una voz femenina irrumpió en el pasillo y una mujer se acercó a donde ellos estaban. - ¿Cuántas veces tengo que decirte que no molestes a la gente?
-Pero, mamá…
-Lo siento, de verdad… - dijo la madre mirando a Tom. Él negó con la cabeza
-No lo sienta, me gustó hablar con su hijo… Tiene mucha fuerza para ser tan pequeño… - la madre sonrió, sin saber bien que decir…
-Mamá, mamá… ¿Viste esa chica? – saltó el niño señalando el interior de la habitación a través de la ventana del cristal. La mujer miró donde estaba señalando su hijo. Un sonoro “¡Dios mío!” se transformó en sus labios, acompañado de un movimiento de la mano derecha que fue directa a su boca.
-¿Qué…? – la pregunta quedó en el aire
-Leucemia. Nos sorprendió de golpe. – explicó el.
-Es tan joven…
-También su hijo lo es. – la mujer lo miró a los ojos pero ninguno de ellos mencionó otra palabra.
Minutos más tarde los médicos salieron por la puerta de la habitación de la pelirroja y miraron al muchacho. La única palabra que mencionaron fue: “Estable”. Él gruñó, claro, ¿cómo iban a decirle otra cosa? Siempre lo mismo. ¡se estaba consumiendo, maldita sea, y aquellos estúpidos matasanos no hacían nada para impedirlo! Cerró los puños en un intento de frenarse, por que sabía lo que era capaz de hacer en momentos como ese… Dentro de la habitación, Sam giró la cabeza hacia la ventana. Ella sabía que había estado allí con ella todo el tiempo, y se lo agradeció. No quería sentirse sola… Sonaba egoísta pero… ¿qué podía hacerle? ¿No había que serlo de vez en cuando? Pero allí fuera, Tom no estaba solo. Una mujer y un niño de unos nueve años le acompañaban. Él no le hizo mucho caso a la mujer. Se volvió al niño y le dijo algo que no pudo escuchar. Mas tarde le sonrió y el chaval lo imitó. Sam enarcó una ceja, ¿qué se había perdido? Él entró a la habitación poco después, cerrando la puerta tras de sí y rió al ver la cara de incredulidad de ella. Se encogió de hombros y rápidamente fue a sentarse a su lado.

Fuera, aquella mujer seguía observando a los dos jóvenes. La forma en que se miraban, en la que estaban bien juntos… Realmente era una lástima que aquella chica estuviera tan enferma, era demasiado doloroso para ambos. Su hijo la llamó y ella lo miró, sonriendo. Ella estaba en la misma situación. No permitiría que el tumor se llevara a su hijo…

3 comentarios:

  1. Hay que capitulo tan lindo, el niñito Thomas me dio tanta ternura, pobrecito que también esta pasando por mal momento como Sam, de verdad que espero que Sam se pueda recuperar y pueda cumplir todos los sueños que tiene al lado de Tom.. Gracias Amanda por este capítulo y muchas felicidades.

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  2. Mi geme hermosa, me hiciste llorar mucho, es muy dolorosa esta situación... aún así, estoy muy felíz, es un gradioso y hermoso capítulo, felicitaciones. Auu ya quiero leer el siguiente, es una de mis adicciones tu historia, como vos. Espero que se pase rápido la semana, así podemos hablar nuevamente, y saber que va a suceder con Sam. Me despido hermosa, un beso enorme, felicitaciones de nuevo vida, estoy orgullosa de vos. Tu hermanita que te ama mucho, Dai.

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  3. ay amanda este capitulo si que pone triste, yo me imagino como se debe de sentir uno cuando la persona que mas quieres esta en esas condiciones =( pero hay que ser fuerte y no perder las esperanzas de vivir y tener todas las ganas de cumplir lo que uno se propone asi como el niñito thomas (tan lindo) jajajaja me gusto me encanto este capitulo. Gracias amanda y FELICIDADES por otro increible capitulo, cuidate bastante tkmmm.... bye.
    ((jas))

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