domingo, 11 de abril de 2010

RECUERDOS DEL PASADO CAPITULO 37


Hola a todos una semana más. Sí, siento haber sido tan mala en el capitulo anterior pero lo consideré necesario… Ahora, ¿qué pasará con Sam? ¿Se salvará? ¿No lo hará? Descúbranlo conmigo en el siguiente capítulo de Recuerdos del Pasado…
Ellos le devolvieron la sonrisa mientras Alice clavaba los ojos en los de de su amiga. Comprendía que no estaba con fuerzas para decirles la verdad, pero… ¡joder! No eran niños… Ellos tenían que saber… Mierda, pero ella no era nadie para decirles, eso tendría que decírselo Sam cuando se sintiera preparada para eso. Alice encontró la mirada de su amiga que decía claramente: Por favor, no digas nada… Alice suspiró. No lo haría pero esto dolía como el infierno. La idea de que Sam tuviera cáncer la hería por dentro, la abrasaba… Sintió como los ojos empezaron a humedecérsele… ¿Cómo demonios había podido pasarle esto? ¿Por qué ahora cuando sentía que la felicidad había llegado a su vida, cuando tenía a su lado a la única persona que ella había amado, a sus amigos de la infancia, a sus hermanos, cuando había descubierto que tenía una abuela, que la amaba más que a su vida? Maldita vida… ¿Siempre tenía que ser tan injusta? Tenía que hacer algo, no podía quedarse con los brazos cruzados viendo morir a su amiga lentamente… No, Sam no sucumbiría. Ella iba a ayudarla… Aún no sabía como pero lo haría… Tenía que… Abrió la puerta de par en par y salió corriendo no sin antes mirar fijamente a Sam, que la miraba con preocupación. Todos giraron la cabeza fijando la vista en la puerta que acababa de cerrarse tras ella.

-¿Qué le pasa? – preguntó Georg, sin entender
-Ehm… Seguro habrá ido a llorar de alegría y no quiere que la veamos… - los chicos rieron y Teressa y su abuela clavaron la mirada en Sam, ¿cuánto tiempo iba a tenerlos engañados? Sam desvió la mirada y también rió con ellos.
Alice corría por los pasillos del hospital sin mirar atrás. Por su cabeza pasaban infinitas cosas, como salvar a su amiga, qué demonios hacer para parar algo como eso… Sentía como las lágrima abandonaban sus ojos para ir a morir en sus labios recorriendo sus mejillas a una velocidad vertiginosa. Se descubrió sobre la taza del inodoro de una de los aseos del hospital, encogida sobre sí misma, abrazada a sus piernas, con las lágrimas rodando por sus mejillas enrojecidas por la rabia que sentía. ¿Qué demonios podía hacer? Lo único que podía salvar a su amiga era un transplante de médula… Una donación de una pequeña parte de algo con un acceso complicado… ¿Quién demonios se iba a ofrecer para salvarla? ¿Qué se requería para ello? ¿Tener la mayoría de edad y unos cincuenta quilos de peso? Ese no era el problema, el problema era… Bien, solo encontrar una médula compatible entre cientas. Alice se llevó las manos a la cabeza, enterrando su rostro entre sus piernas, hecha un ovillo. ¿Cómo era todo tan difícil? Encima ella se mantenía firme mintiendo a sus amigos, a sus hermanos… ¿Qué mierda ganaba con eso? ¿Esperaba a estar al borde para decirles: ¡eh! Os estuve mintiendo todo este tiempo. Tengo cáncer? El sarcasmo se apoderó de su mente y en esos momentos por ella solo pasaba la idea de estrellar a su amiga contra la pared… Estaba siendo estúpida… Realmente estúpida… Pero, ¿qué podía hacer ella? Entonces, como una bombilla encendida en su cerebro, tuvo una idea. Ella salvaría a Sam, como fuera, o al menos lo intentaría.
Algún tiempo mas tarde regresó a la habitación, descubriendo allí a todos. Reían y bromeaban. Ninguno de ellos se imaginaba por lo que estaba pasando Sam… ¿Hasta cuando pensaba dejarlos viviendo en una mentira? Alice sacudió la cabeza apartando esas ideas de la cabeza, aquello era cosa de Sam, ella no tenía que decir nada… Lentamente se acercó a la cama de su amiga escuchando levemente las bromas de Tom. Apenas lo miró. Si él solo supiera… Alice cerró los puños de pura impotencia mezclada con rabia y dirigió la mirada hacia su amiga. Esta la miró sonriente.
-Acabo de hacerme las pruebas. – le comunicó en español.
-Alice…
-No quería quedarme de brazos cruzados viendo como te consumes… Tal vez seamos compatibles… Tal vez una pequeña parte de mí pueda salvarte… Me costó convencer al médico porque mi peso es un poco inferior al estimado pero… Lo hice y rezo cada segundo para que lo seamos…
-Alice… - Sam no podía articular más que esa palabra, estaba tan emocionada….
Se levantó de golpe y la abrazó dejando que unas pocas lágrimas resbalaran de sus ojos. Estaba tan emocionada… A pesar de saber que una médula compatible era difícil de encontrar muy en el fondo tenía la corazonada que era ella y no otra persona la única que podía salvarla. Ni siquiera la familia de su misma sangre, solo ella, a la que consideraba su propia hermana, sangre de su sangre, hermanas hasta la muerte. Unidas por un sentimiento, unidas hasta el final.

-¿Qué os pasa a vosotras? – preguntó Georg, frunciendo el ceño. Las chicas se separaron y rieron. Era genial poder hablar en otro idioma que ellos no pudieran entender…
-Alice está extremadamente sensible hoy… Creo que es el SPM… - bromeó Sam, riendo
-¡Oye! ¡Yo no soy la que abrazó a alguien! – se defendió la aludida. Sam le sacó burla y más tarde ambas rieron de nuevo…
El resto de la tarde fue bastante leve, sin ningún percance. Sam sentía su cuerpo débil de todas formas por eso permanecía tumbada en la cama pero estaba alerta a todo cuanto pasaba a su alrededor. Reía y bromeaba como siempre, agradecía la visita de sus amigos que desde que habían llegado esa misma mañana solo se habían ausentado media hora para ir a la cafetería a comer algo. Media hora en la que Teressa había aprovechado para hablar con su sobrina. Ella también se había hecho las pruebas y el resultado le habían prometido que estaría esa misma noche. Sam se lo agradeció infinitamente. Saber que allí estaban las personas que ella tanto quería y aunque un porcentaje de ellos no supiera la verdad, la hacía sentirse bien, con fuerzas, con ganas de luchar contra la enfermedad. Pensó en llamar a su hermana. Nunca antes lo había hecho, en estos tres años que había estado fuera de casa, nunca la había llamado para saber como estaba. Recordaba el número de su casa pero tenía miedo de ser rechazada, que fuera su madrastra la que atendiera la llamada y no ella, no podía hablar con esa mujer… La odiaba con todas sus fuerzas… Pensó en Rose, juraría que la pequeña no era tan pequeña. Seguro habría cumplido ya los quince años. Sonrió, seguro estaría hermosa con su cabello castaño claro y sus fantásticos ojos verdes. Tal vez, si la llamaba, ella…. Nada, ella nada. No iba a llamarla. ¿Qué le iba a decir? ¿Hola, Rose, ¿qué tal todo por allí? Por aquí bien solo que tengo leucemia? No, no podía hacer eso, como sus amigos, ella vivía mejor ignorando ese hecho.
Cerca de las ocho de la noche, cuando estaban todos en plena carcajada, apareció David por la puerta con un pequeño ramo de rosas negras, las favoritas de Sam, y una caja de bombones de chocolate suizo, también su favorito. La estaban consintiendo demasiado…

-¿Cómo está la enferma? – preguntó con una sonrisa. Seguro Bill le había dicho que todo estaba bien. Sonrió.
-Aburrida. Odio los hospitales, me deprimen, ya quiero irme de aquí… - todos rieron
-¡La Sam de siempre! – exclamó él, riendo y tendiéndole el ramo y los bombones.
-¡Oh, David! ¿Te acordaste? – exclamó ella a su vez aspirando el dulce aroma de las flores.
-¡Para no acordarme! Fuiste la primera persona que conocí que le gustaban. Personalmente, me dan mal rollo…
-¿Qué dices? Son preciosas… Ya sabes, soy así de rara.
-¡Sí que lo eres! – todos rieron con la gracia. – Por cierto, chicos, creo que deberíais llamar a vuestra madre… - les dijo a los gemelos – Lleva un par de días llamándome por que no sabe nada de vosotros…
-¿Le dijiste…? – preguntó Bill señalando con la cabeza a Sam.
-No. Creo que eso debería decírselo ella… O alguno de vosotros.
-Espera – le cortó de inmediato la aludida – Simone… ¿Simone sabe que me encontrasteis?
-¡Por supuesto! El mismo día que comimos en tu casa, cuando volvimos al hotel, Bill la llamó súper emocionado… Tenías que verlo, casi se subía por las paredes cuando hablaba con ella. – le contó Tom.
-¿Qué querías? –se defendió el menor de los gemelos. – Ella era como su hija. ¡Lo es! Lo sabes… - Sam sonrió. Ella sentía exactamente lo mismo y la echaba terriblemente de menos…
Tom se dio cuenta de la reacción de ella ante lo mencionado por Bill, recostándose sobre la almohada, y desviando la mirada hacia otro lado para que ninguno viera sus ojos humedecidos. No estaba llorando, pero los ojos le brillaban de emoción. Miraba al infinito con la mirada perdida, nostálgica, y supo lo que eso significaba. Ella la echaba de menos. Tanto como su propia madre a ella… Bill tenía razón. Su madre la había querido como si hubiera sido su propia hija y Sam se había sentido como tal. Suspiró y se acercó a la cama, sentándose a su lado mientras sacaba el móvil del bolsillo del pantalón. Todos fijaron la mirada en él pues no tenían ni idea de lo que iba a hacer pero cuando escucharon la voz del otro lado del teléfono no hubo duda alguna. Sam abrió los ojos de par en par cuando él le tendió el teléfono. Después de tres años iba a hablar con ella… ¿Esto era un sueño? No, desde luego no lo era. La voz de la alegre mujer le llegó desde el otro lado del aparato, y los ojos empezaron a humedecérsele, pero no lloró. Estaba realmente feliz por eso, una forma de devolverle la emoción en un momento como aquel en que no sabía como demonios iba a girar su vida… Si lograba salvarse, tendría que estar haciéndose pruebas continuamente para vigilar que no volviera la enfermedad. Si no lo lograba… Bien, mejor no pensar en eso. Centró su atención en lo que le estaba hablando Simone. Era increíble volver a oír su voz después de tres años, e inconscientemente recordó la pequeña charla que habían tenido en el comedor de su casa justo la mañana después de que los pillara… Bien, no los había visto pero sabía que habían estado haciendo allí dentro. A su rostro volvió el color, avergonzada por ello. Podía intuir que ella no lo había olvidado aunque hacia como si tal.
Media hora después, volvió a pasarle el teléfono a Tom.

-Creo que me excedí demasiado… - se disculpó llevándose la mano a la nuca – Ahora tendrás que pagar más de la cuenta por mi culpa…
-No te preocupes por eso. Ha merecido la pena. – le sonrió él depositando un suave beso sobre su frente. Ella cerró los ojos…


Después de cenar, cuando estaban decidiendo quien se quedaría esa noche con la enferma a pesar de la negación de ella, la puerta de la habitación se abrió y por ella entró de nuevo el médico con papeles en las manos. Teressa, Alice y Sam se miraron. Habían llegado los resultados. Alice, que estaba al lado de la cama, tomó a Sam de la mano y la apretó, brindándole apoyo, Sam la miró a los ojos y le devolvió el apretón. Estaban juntas en esto…
El clavó sus ojos azules en las dos muchachas y lentamente volvió la vista hacia los papeles. Ambas respiraron hondo, preparadas para todo. El médico se dirigió primero a Teressa.
-Lo lamento, pero su médula no es compatible. Solo contiene un treinta por cierto de compatibilidad y como comprenderá no podemos arriesgarnos tanto. – Teressa asintió con la cabeza y desvió la mirada hacia Sam lamentándose con la mirada. Sam le devolvió la mirada con una que decía claramente que no se preocupara. El médico se volvió hacia las dos amigas- Usted, sin embargo, tiene un ochenta y cinco por ciento de compatibilidad. Como ve, hay una gran posibilidad de que funcione, y una pequeña proporción de que sea rechazada. En sus manos está.
-Hágalo. – Alice ni siquiera se lo pensó.
-Bien… - al médico le sorprendió su repentina decisión. - ¿Cuándo quiere…?
-Lo antes posible – dijo la morena, decidida.
-Entonces lo tendremos todo preparado para mañana temprano. Espero duerman bien. Si quiere podemos prepararle una habitación…
-No, me quedaré con ella…
-Como desee. Buenas noches.- y con un leve movimiento de cabeza, el doctor abandonó la habitación.
Todos quedaron mirando a la pareja de amigas que se abrazaban emocionadas. Los chicos estaban cansados de no enterarse de nada. Sabían que allí pasaba algo, algo que desconocían y, visto como estaban las cosas, parecía que no se iban a enterar. Y lo pasado en ese momento en la habitación había sido la chispa que le faltaba para encender la vela…

-Vale, se acabó. ¿Qué mierda está pasando?
Las chicas se miraron. Sam empezó a temblar, ¿cómo iba a decirles la verdad? Bueno, ahora no tenía nada que ocultarles, iba a salvarse gracias a Alice… Sabía que se iban a enfadar con ella por ocultárselo pero… En un momento u otro tenía que asumir ese riesgo. Ellos no merecían lo que les estaba haciendo, les estaba mintiendo cuando nunca antes lo había hecho. Nunca habían tenido secretos, siempre se lo contaban todo… ¿Por qué les estaba ocultando esto? Claro, ellos tenían sus preocupaciones, la banda, la gira… ¿Por qué iba a preocuparlos más?
-Ella no está preparada para contároslo aún… - Alice pasó su brazo por entre los hombros de su amiga al tiempo que esta agachaba la cabeza…
Bill se acercó a ella sin dudarlo ni un momento, tomó su rostro entre sus manos, obligándola a levantar la cabeza y a mirarlo a los ojos… Esos ojos arrolladores que siempre habían podido con ella…

-Sam… Sé que estás asustada, lo sé, te lo noto. Y no saber de qué me está matando. Quiero saber, Sam, queremos saber. Quiero saber qué hacer para ayudarte, para sacar de ti este miedo que te consume. Siempre vamos a estar contigo, Sam, siempre… Recuerda: Si tú saltas, yo salto.
Sam empezó a llorar en el momento en que esas palabras llegaron a su mente. Aquella vez cuando contaban con nueve años y en una excursión del colegio un compañero de clase la había empujado cerca de una pendiente y ella casi había caído. Bill la tomó a tiempo y desde entonces habían estado tan unidos… Sam se levantó de la cama de un salto y se abrazó a su amigo con toda la fuerza que le permitían sus débiles brazos y él le correspondió al abrazo con una sonrisa dibujada en sus labios… “No me dejes nunca, Billy” le susurró ella en su oído “Nunca” le contestó él.
Una vez estuvieron más calmados, Sam volvió a sentarse en la cama siguiendo su mirada fija en los ojos de Bill.

-¿Y bien?
-Yo… - empezó a decir, pero no pudo continuar. – No puedo… No aún… - añadió agachando la mirada.
-¡Joder, Sam! Déjate el drama, ¿quieres? – Tom había explotado pero a lo grande – Mira, ¿sabes qué? Mejor me voy, por que si no voy a decir cosas que… Olvídalo. Ya nos veremos. Cuando seas capaz de decir de una puta vez qué mierda está pasando aquí. – y se fue dando un portazo.
Alice quiso ir detrás para decirle unas cuantas cosas pero Sam la retuvo tomándola de la mano y negando con la cabeza. Lo conocía, él era impulsivo por naturaleza, y decía las cosas sin pensarlas cuando estaba así. Claro que dolió lo que le había dicho pero mejor dejarlo como estaba. Sam sabía que eso pasaría. Y puede que no fuera solo él el que se enfadaría si seguía ocultándoles la verdad a sus amigos… Así que respiró hondo y les contó todo cuanto debían saber…
Ya a la salida del hospital Tom encendió un cigarrillo y se lo llevó a los labios, aspirando el dulce humo. Estaba cabreado de veras pero a pesar de eso se arrepentía de lo que había dicho. Ella no merecía que la tratara así. Joder, era un absoluto gilipollas. ¿Y era él el que quería que ella estuviera bien y feliz con él cuando él mismo la despreciaba de esa manera? Era realmente odioso… Pero estaba cansado, cansado de parecer tonto, por que no lo era, él sabía que algo pasaba allí dentro, algo había en Sam, algo no muy bueno… ¿Por qué mierda tenía que mentirle una y otra vez diciéndole que todo estaba bien cuando estaba a la vista que eso no era cierto? Exhaló el humo hacia la negra noche cuando una enfermera bastante joven pasaba por su lado haciéndole ojitos. Desvió la mirada. Odiaba esto, lo hacía sentirse como una mierda, algo con lo que todas ellas pudieran jugar… Porque ella no había sido la única que lo había mirado como si fuera algo comestible. Era una persona, joder, no un juguete sexual. Puta fama de playboy… Un alucinante coche se apeó en la acera justo enfrente de él, un coche que no podía pagarse cualquiera, un coche que había visto antes. La puerta del conductor se abrió y de ella salió una potente rubia. Mierda… La camarera… ¿Qué hacía ella allí? Claro, ella era amiga de Sam. Esto era ya tener mala suerte… Cuando ella cerró la puerta del coche lo vio. Él la saludó con un movimiento de cabeza y desviando la mirada. Ella suspiró.
-¿Sabes que no es buena idea que un tío como tú ande por aquí como si nada? Alguien podría reconocerte… - bromeó ella, sabía que tenía que decirle.
-Que se jodan. – ella rió.
-Buen punto. – afirmó ella, él dibujó media sonrisa. Volvieron a quedarse en silencio. – Felicidades. – él la miró sin entender. – Por lo de Sam. Os vi en el club. Se os ve bien juntos. Me alegro por los dos.
- Yo… Ehm… Gracias. – pero seguía sin mirarla a los ojos.
-Mira, Tom, lo que pasó, allí se quedó. Yo sabía donde me metía así que no te sientas culpable por nada, no me importó que no me llamaras, sabía que no lo ibas a hacer, no me importó que luego en el pub, ni siquiera volvieras a mirarme, por que yo sabía que todo eso que hacías solo era una forma de olvidarte de Sam y nunca lo lograste. – él la miró atónito- Si, lo sabía. Se te notaba a la legua. No, era broma. No se notaba, pero yo lo sabía. La forma en que la mirabas, en la que te dolía hacerle eso… Así que me alegro que por fin todo haya salido bien, pero, por favor, ¿podrías mirarme a la cara cuando te hablo? – él levantó la cabeza para mirarla – Así mejor. - dijo ella con una sonrisa – Bueno, voy a verla.
Lucy empezó a caminar hacia el hospital cuando a medio camino él la llamó.

-Hey, Lucy. – ella se volvió. Al menos se acordaba de su nombre – Gracias. –Ella sonrió y poco después entró al hospital.
Tom quiso quedarse un rato más, fumando el cigarrillo tranquilo, mirando a la gente pasar e intentando apartar de su cabeza. Realmente no sabia que pensar. Toda esta mierda lo hacia ponerse nervioso, inquieto, por que no entendía nada. Sabía que nada bueno estaba pasando… ¿Por qué ella se negaba a contarle la verdad? Si se lo decía el… El movería cielo y tierra para conseguir lo que fuera para salvarla… Maldita sea, lo comprendió. Ella lo que no quería era precisamente eso, joder… Tenía que hablar muy seriamente con ella… Tiró al suelo la colilla del cigarro y la pisó, volviéndose hacia la entrada del hospital cuando al mismo tiempo Alice salía hecha una furia hacia él. Sabía lo que eso significaba… Pero no estaba listo para el empujón que ella le dio, mirándolo hecha un basilisco.
-¿Qué coño pasa contigo? ¿Ella está enferma y se te ocurre hablarle así? ¿Quién demonios te has creído, niñato de mierda? – Tom abrió los ojos de par en par y la alejó de sí.
-¿Qué demonios te pasa a ti?
-¡Tiene cáncer, gilipollas! Y tú no podías esperar a que estuviera preparada para decírtelo, ¿no? Eres un mierda, que lo sepas… - él abrió los ojos de par en par cuando escuchó de sus labios esas dos palabras.
Dirigió su mirada hacia los pálidos ojos de la morena, con la esperanza de que ahora le dijera que estaba bromeando. No podía ser… Esto no estaba pasando… En algún momento iba a despertar y se encontraría en su cama del hotel con Sam durmiendo a su lado… No, joder… Había sido un idiota… ¿Cómo había podido hablarle así? Era odioso… Tenía que… Tenía que hablar con ella, decirle cuanto lo sentía, cuanto deseaba poder volver atrás en el tiempo para borrar su error, abrazarla, tenerla cerca de él, susurrarle al oído que estaba con ella y que jamás la dejaría… Corrió y corrió hasta la habitación en la que ella se encontraba, abrió la puerta de par en par y buscó la cama con la mirada… Y allí estaba profundamente dormida. Una amarga sonrisa se dibujó en sus labios al tiempo que entraba a la habitación y cerraba la puerta tras de sí. Acercándose a la cama con sigilo, llevando cuidado de no despertarla, la cogió de la mano y besó su frente, sentándose a su lado. Allí estaría cuando despertara, atento a cualquier cosa que pudiera alterar sus sueño…
A la mañana siguiente con las primeras luces del alba Sam despertó al sentir la calidez del sol en su piel. Abrió los ojos lentamente acostumbrándose a la luz cuando descubrió a su lado, con el rostro enterrado entre su propio hombro, profundamente dormido, a Tom. Sam abrió los ojos de par en par. Hubiese jurado que él se había ido enfadado al hotel, pero se había quedado, allí con ella, toda la noche. Su mano aferraba la suya, su respiración se sentía sobre su cuello, y él parecía tan tierno… Ella levantó la mano que tenía libre y la posó sobre la mejilla de él, sonriendo tontamente. Él se revolvió y empezó a abrir los ojos y miró a su alrededor un poco desubicado.
-Hey, bello durmiente…
-¿Qué hora es?
-Las ocho…
-¿Tan temprano?
-Llegó la hora… - él la miró sin entender y ella le explicó todo. Su enfermedad y su milagrosa salvación gracias a Alice. –Mira, Tom. Lo siento, siento no habéroslo dicho antes… Solo es que no… No estaba…
-Eh, eh, eh… - la cortó él tomando su rostro entre sus manos- No pasa nada. En serio, todo está bien, todo va a estar bien… - entonces la besó en los labios y ella sintió que se perdía en ese beso, se abandonaba completamente a sus labios…
Alguien carraspeó. Se separaron y miraron a la puerta. Allí estaba Alice con los médicos que la llevarían a quirófano. El momento había llegado. Sam clavó sus ojos en los de Alice y el pánico empezó a apoderarse de ella. Su respiración se agitó y empezó a híper ventilar.
-Hey, todo va a ir bien. – le susurró él al notar la tensión en su cuerpo. Los médicos se acercaron a la cama y empezaron a moverla hacia la puerta, sus manos seguían entrelazadas, él todavía se negaba a dejarla ir…
Recorrieron varios pasillos sin decir nada, las palabras eran innecesarias en esos momentos. Hasta que llegaron a un par de puertas abiertas de par en par, listas para que pasara por ellas una camilla. Sam aferró la mano de Tom, no quería ir… Los médicos le comunicaron que él no podía seguir, que debía esperar fuera. Él asintió a regañadientes. Alzó sus manos entrelazadas y beso la de ella susurrándole de nuevo que todo iba a estar bien, que todo iba a ser rápido, que saldría de esta. Sam se tranquilizó, él tenía razón. Le sonrió y soltó su mano, muy a su pesar, y tomó la de Alice. Juntas entraron en aquella sala y juntas saldrían. Las dos amigas se miraron antes de que las puertas del quirófano se cerraran tras ellas. Ahora todo dependía de los médicos…

6 comentarios:

  1. Sisisisisi, genial!!! maravilloso!!! me encanto, hay si que se salve Sam por favor, que linda Alice...esa es la verdadera amistad!!!!! wow me encanto!!! y la parte donde Bill le dice si tu saltas yo salto aaawww!!! la adoreeeeee me gusto me gusto muchas felicidades Amanda otro EXCELENTE CAPITULO!!!

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  2. La palabra excelente se queda corta para describir a este grandioso capítulo mi geme hermosa, esto es mas que grandioso, no se como describirlo. Desde ya, felicitaciones mi vida, esta más que claro que me encanto y más que eso el capítulo, me fascino, me emociono muchisimo,y las palabras de Bill me hicieron derramar lágrimas. Más que ansiosa ya espero el siguiente capítulo, y saber que va a suceder con Sam. Bueno hermanita mia, un beso enorme enorme, felicitaciones de nuevo, te adoro inmensamente, tu geme, Dai

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  3. hay pero que cosaaaa! que capitulo tan lindo lo ameee esperemos que todo salga bn eso es un amigo sin importar lo que pase siempre esta ahi para ti que belleza de cap muchas felicidades siempre me sorprendes te amndo un graaan abrazo!

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  4. vayaaaaaaa....este capitulo me gusto me encanto mucho, bastante, demasiado, de verdad amanda que con este capitulo has dado un ejemplo de la gran, infinita y verdadera amistad si que fue y es lo mejor, gracias muchisimas gracias por este gran y maravilloso capitulo, para mi tuvo mucho significado. te quiero muchisimo amanda, ¡"MUCHISIMAS FELICIDADES"!
    / jas /

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  5. Capitulon jajaja, gracias por
    subirlo, me gusto mucho.

    Felicidades ^^

    † Elfire

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