¡Bienvenidos una semana más al capítulo de Recuerdos del Pasado! Nunca me cansaré de agradeceros semana tras semana que me dediquéis unos minutos de vuestro tiempo. Gracias por estar ahí. Se l@s quiere! =) Un beso enorme y disfruten de un nuevo capítulo de esta loca historia que resultó producto del aburrimiento… ;)
Sam caminó por el pasillo dando saltos de alegría y riendo a carcajadas. Sentía el impulso de correr hasta la habitación de Alice y contarle todo pero había algo que debía hacer antes. Algo que la había consumido por dentro cuando aceptó venir a Barcelona. Y sintió que estaba preparada para ello...
Entró a su habitación, dejó la colcha que se había bajado la noche anterior con ella a la playa sobre la cama sin hacer, y entró al baño, dispuesta a darse un baño de agua fría para bajar la fiebre, ya no la sentía casi pero era un gran alivio volver a sentirse fresca y limpia… Enrollando una toalla alrededor de su cuerpo salió de nuevo a la habitación y escogía la ropa que se pondría. Eligió un vestido de tirantes blanco que le había regalado su tía con unas sandalias prestadas por Alice. Dejó el pelo húmedo suelto y salió por la puerta suspirando. Con suerte, no encontraría a nadie por ahí. A excepción de Gustav, todos estarían durmiendo a esas de la mañana. Y seguramente el rubio habría salido a dar una vuelta… Cuando cerró la puerta de su habitación tras de sí, otra puerta del mismo pasillo se abrió. Miró hacia atrás asustada pero sólo descubrió a una chica morena saliendo de la habitación de su hermano mayor. Sonrió. La chica se topó con la mirada de la pelirroja y agachó la cabeza, avergonzada. Eso era extraño, lo general es que la miraran mal.
-¿Estás bien? – la chica levantó la cabeza, sorprendida. Afirmó con la cabeza. –Solo dime que Georg se portó bien contigo… - la chica se sonrojó. – No te preocupes. Georg es mi hermano… - ella la miró sin entender –Es uno de mis mejores amigos, quería decir que es como mi hermano…
-Ahh… - fue lo único que dijo. Luego la miró con el entrecejo fruncido- ¿Tú no viniste con ellos? Quiero decir, creo que te vi con ellos en el aeropuerto.
-Así es. Pero solo somos amigos, no te preocupes… - ¿qué estaba diciendo? ¿Y lo de anoche con Tom lo hacen los amigos? La chica rió.
-Mi amiga se puso súper celosa. Creía que le robarías a Tom. – Sam tragó saliva pero intentó ocultarlo riendo a carcajadas.
-¿Y por qué pensaba eso tu amiga? – preguntó, curiosa. Ella alzó una ceja
-¿En serio? ¿Te has visto? ¡Eres lindísima! Tus ojos son preciosos, tu piel es blanquísima… Además por no mencionar que estas bien dotada… Mi amiga es súper plana comparada contigo… ¿Y no es eso lo que le gusta a Tom? Seguro que lo sabes si eres su amiga. – la morena sonrió y Sam se sonrojó. –Pero, ahora que te veo… No eres pelirroja natural, ¿o si?
-No, no lo soy. En realidad mi pelo es súper negro. Bill siempre me tuvo envidia por eso. Por que él tenia que teñírselo y yo no. Y mi piel es un poco mas oscura quizá un tono o dos pero si, suelo ser así la mayor parte del tiempo.
-¿Eres alemana?
-Mestiza. Nací en Alemania, mi padre era alemán y mi madre, española.
-¿Era…?
-Ambos murieron tiempo atrás.
-Lo siento…
-No importa. ¿Podrías hacerme un favor? ¿Puedes indicarme dónde esta el cementerio?
-Claro. Está cerca de camino a casa, te llevo.
-Gracias. Por cierto, ¿cuál es tu nombre?
-Anahí. ¿Y el tuyo…?
-Samantha, pero llámame Sam. – ambas sonrieron y se dieron la mano. Poco después abandonaban el pasillo subiendo al ascensor.
-Ahh… - fue lo único que dijo. Luego la miró con el entrecejo fruncido- ¿Tú no viniste con ellos? Quiero decir, creo que te vi con ellos en el aeropuerto.
-Así es. Pero solo somos amigos, no te preocupes… - ¿qué estaba diciendo? ¿Y lo de anoche con Tom lo hacen los amigos? La chica rió.
-Mi amiga se puso súper celosa. Creía que le robarías a Tom. – Sam tragó saliva pero intentó ocultarlo riendo a carcajadas.
-¿Y por qué pensaba eso tu amiga? – preguntó, curiosa. Ella alzó una ceja
-¿En serio? ¿Te has visto? ¡Eres lindísima! Tus ojos son preciosos, tu piel es blanquísima… Además por no mencionar que estas bien dotada… Mi amiga es súper plana comparada contigo… ¿Y no es eso lo que le gusta a Tom? Seguro que lo sabes si eres su amiga. – la morena sonrió y Sam se sonrojó. –Pero, ahora que te veo… No eres pelirroja natural, ¿o si?
-No, no lo soy. En realidad mi pelo es súper negro. Bill siempre me tuvo envidia por eso. Por que él tenia que teñírselo y yo no. Y mi piel es un poco mas oscura quizá un tono o dos pero si, suelo ser así la mayor parte del tiempo.
-¿Eres alemana?
-Mestiza. Nací en Alemania, mi padre era alemán y mi madre, española.
-¿Era…?
-Ambos murieron tiempo atrás.
-Lo siento…
-No importa. ¿Podrías hacerme un favor? ¿Puedes indicarme dónde esta el cementerio?
-Claro. Está cerca de camino a casa, te llevo.
-Gracias. Por cierto, ¿cuál es tu nombre?
-Anahí. ¿Y el tuyo…?
-Samantha, pero llámame Sam. – ambas sonrieron y se dieron la mano. Poco después abandonaban el pasillo subiendo al ascensor.
Desde su escondite, Tom las había visto subir al habitáculo. No hacía ni diez minutos que había abierto los ojos en su cama solo para comprobar que Sam seguía allí y se topó de pleno con su ausencia. El primer pensamiento que lo embriagó fue que todo había sido un maldito sueño, solo una alucinación de su mente, demasiado bueno para ser cierto. Pero su lado de la cama aún estaba caliente. No haría mucho tiempo desde que se hubiera ido, además aún la almohada conservaba ese dulce olor a sal procedente del mar. Rápidamente se había vestido con el pensamiento de ir a buscarla. No sabía por qué hacía eso, pero simplemente quería verla de nuevo. ¿Un acto estúpido? Sin ninguna duda, y además, patético, pero merecía la pena. Entonces fue cuando la vio salir de su habitación con ese vestido blanco lo que lo hizo babear… Un momento más tarde otra puerta se abrió y salió una chica de una de las habitaciones así que se escondió lo más rápido que pudo, dispuesto a saber hacia donde se dirigía Sam. Las chicas habían pasado un tiempo charlando entre ellas pero Tom no les prestaba atención, aparte de que no entendía nada de lo que decían, su mirada estaba fija en las piernas de Sam, deseando que en cualquier momento la falda se moviera y dejara ver más allá… Se descubrió pensando en las ganas que tenía de desnudarla de nuevo, tumbarla en la cama, besarla hasta la saciedad y enterrarse nuevamente en su cálido interior… “Joder, Tom, tú siempre pensando en lo mismo… Desde luego, ¿cuándo cambiarás?” pensó. Tal vez, nunca. ¿Qué más daba eso ahora? Siguió a las chicas por las escaleras. Cuando llegó a la planta de recepción ellas ya salían. Las siguió de cerca, fumando algún cigarrillo por el camino. Las vio reír. ¿Acaso se conocían? Parecía que si, pero lo dudaba, se habían dado la mano en el pasillo del hotel. Largo tiempo después se separaron. La morena le indicó por donde seguir y se despidieron. Sam se internó sola por las calles de Barcelona con él siguiéndola a una cierta distancia. Sam siempre había sido una paranoica y seguramente no tardaría en darse la vuelta para comprobar que nadie la estaba siguiendo. Pero no esta vez. Sam estaba decidida a llegar a su destino, fuera cual fuera este, y no miró hacia atrás en ningún momento. Llegaron casi a las afueras de la ciudad, un lugar bastante apartado de la sociedad, ¿qué habría allí de interesante? ¿por qué ella querría ir hasta allí? Se preguntó él, hasta que las vio. En lo alto de una pequeña colina sobresalían cruces y un santo en una cruz en el centro. Un cementerio. Sam había venido a ver a su madre… Sola. Sigiloso como un felino la siguió hasta el interior del lugar sagrado, donde descansaban los difuntos. Siempre había sentido un gran respeto por aquellos lugares, la muerte era un tema por el que sentía una profunda pleitesía, pero ahora sus ojos estaban fijos en la espalda de Sam hasta que ella encontró lo que estaba buscando, la tumba de su madre, y se paró en seco. La escuchó hablar, aunque no entendía nada de lo que decía, seguro estaba hablando en español. Odiaba cuando hacía eso porque no se enteraba de nada… Pero ahora lo comprendió. Creyó que no era conveniente estar aquí, que ella quería estar a solas con su madre y estaba dispuesto a dar la vuelta, marcharse y esperarla en el hotel hasta que ella volviera… Pero un sonido lo hizo detenerse. Un sollozo. Ella estaba llorando. Reconocía su llanto a un kilómetro de distancia. No pudo dejarla sola, no podía hacer la vista gorda y dejarla allí, tenía que acercarse, abrazarla, hacer que ella supiera que él estaba con ella… Sus piernas empezaron a caminar en su dirección de modo que cuando llegó a su lado la abrazó y ella se acomodó contra él, dejando que las lágrimas fluyeran por sus sonrojadas mejillas con total libertad…
Momentos mas tarde ella se apartó de él, ligeramente más calmada y fijó sus verdes ojos en los suyos, entrevistándolo con la mirada, queriendo saber qué hacía él allí, por qué la había seguido…
-Esto… Yo… Pasaba por aquí y… - intentó explicarse él sin ninguna excusa que dar. Ella lo miró fijamente y él agachó la cabeza. Ella se abrazó a él sonriendo. – Quería estar contigo…- susurró al fin, enredando sus brazos alrededor del cuerpo de la chica.
-Y yo te lo agradezco. Gracias por estar conmigo ahora. – ella depositó un suave beso sobre sus labios.
-¿Ella es tu madre? – preguntó él al ver la foto. Sam asintió con la cabeza, orgullosa. - ¡Wow! Sois idénticas… Espero caerle bien…
-Le he hablado demasiado de ti, creo que está un poco harta de ti, pero sí le caes bien.
-Y yo te lo agradezco. Gracias por estar conmigo ahora. – ella depositó un suave beso sobre sus labios.
-¿Ella es tu madre? – preguntó él al ver la foto. Sam asintió con la cabeza, orgullosa. - ¡Wow! Sois idénticas… Espero caerle bien…
-Le he hablado demasiado de ti, creo que está un poco harta de ti, pero sí le caes bien.
Ambos sonrieron y quedaron abrazados mirando la tumba en la que yacía el cuerpo sin vida de la madre de Sam, a la que ninguno había conocido… Hasta que…
-¡Vosotros dos! ¡Largo de ahí! ¡Alejaos de la tumba de mi hija! ¡No mancilléis su eterno descanso! Señor, estos jóvenes de hoy en día…
Sam se volvió para ver de donde provenía la voz. Una mujer menuda de tez y cabello oscuro cargada de varios ramos de flores les lanzaba palabras a voz en grito. Tom también se volvió para verla aunque no entendía nada de lo que decía podía ver claramente que les estaba gritando a ellos. Estuvo a punto de decirle que por favor, se callara pero recordó que si se lo decía, ella tampoco lo entendería. Suspiró. La mujer llegó hasta donde estaban ellos despotricando palabras sin sentido y calló de pronto al ver a Sam, tirando los ramos al suelo, poniendo los ojos como platos, Sam pudo ver que tenía unos preciosos ojos negros… como los de su madre…
-¿Amanda? – el nombre de su madre salió de la boca de aquella mujer haciéndola estremecer… ¿Quién era esa mujer? ¿Por qué la llamaba Amanda, por el verdadero nombre de su madre?
-Se equivoca…Lo lamento, se equivoca de persona.
-Pero te pareces tanto a ella… Salvo tus ojos… Eres idéntica a ella, a mi hija muerta…
-¿Disculpe? – preguntó dubitativa, ¿había oído bien?
-Mírala. – la mujer señaló la foto de la tumba de su madre… No podía ser, ¿estaba hablando con su abuela? Su tía le había dicho que hacía años que su abuela había muerto, ¿por qué le mentiría?
-No… Usted… Yo… No… Esto no puede estar pasando…
-¿Qué pasa, hija?
-¡Ella era mi madre! – exclamó, con las lágrimas recorriendo de nuevo su rostro, escapando de la prisión de sus ojos.
-¿Samantha? – preguntó la mujer mirándola detenidamente a los ojos. - ¿Eres tú? La última vez que te vi tenías apenas unos días de vida… Pero, claro, han pasado casi dieciocho años de eso… - la tomó del mentón, girando su cabeza hacia ambos lados, observando cada detalle- No hay ninguna duda, tú eres mi pequeña nieta…
-Se equivoca…Lo lamento, se equivoca de persona.
-Pero te pareces tanto a ella… Salvo tus ojos… Eres idéntica a ella, a mi hija muerta…
-¿Disculpe? – preguntó dubitativa, ¿había oído bien?
-Mírala. – la mujer señaló la foto de la tumba de su madre… No podía ser, ¿estaba hablando con su abuela? Su tía le había dicho que hacía años que su abuela había muerto, ¿por qué le mentiría?
-No… Usted… Yo… No… Esto no puede estar pasando…
-¿Qué pasa, hija?
-¡Ella era mi madre! – exclamó, con las lágrimas recorriendo de nuevo su rostro, escapando de la prisión de sus ojos.
-¿Samantha? – preguntó la mujer mirándola detenidamente a los ojos. - ¿Eres tú? La última vez que te vi tenías apenas unos días de vida… Pero, claro, han pasado casi dieciocho años de eso… - la tomó del mentón, girando su cabeza hacia ambos lados, observando cada detalle- No hay ninguna duda, tú eres mi pequeña nieta…
Sam abrió la boca para hablar pero ningún sonido salió de allí. No podía creer que después de tantos años, creyendo que su abuela estaba muerta, había descubierto la verdad. Pero, ¿por qué le había mentido su tía? ¿Por qué iba a dar por muerta a su propia madre? No entendía nada, y la sensación de ser una completa ignorante no la dejaba en paz. Notó como la menuda mujer la apretaba contra su pecho bajo la atenta e incrédula mirada de Tom. Pobre… No se había enterado de nada de la conversación que había mantenido con su abuela, así que le comunicó la noticia moviendo los labios de modo que él pudiera entenderla. Asintió con la cabeza como única respuesta, añadiendo una pequeña sonrisa. Se sentía como un extraño en medio de aquella escena, como un intruso… Desvió la mirada, se apoyó en un pilar cruzándose de brazos y mirando el acontecimiento con humor. Sam estaba comportándose como una marioneta en manos de la mujer. Rió por lo bajo cuando ella lo miró, tal vez pidiendo ayuda, Sam no era cariñosa y todo lo que tenía que ver con abrazos y besos excesivos la ponía enferma. Cierto que se había reencontrado con su abuela, que era una persona con la que compartía la misma sangre pero no la conocía de nada. Sam se removió, inquieta.
-Oh, hija… Cuanto has crecido… ¡Y tu pelo! Lo recordaba negro, como el de tu madre… Más negro que el azabache y mucho más indomable que una fiera…
-Si… Me lo… -intentó explicarse pero la mujer la interrumpió.
-¡Y tus ojos! ¡Verdes como los de tu padre! ¡Estás hermosa! Quizá un poco delgada y pálida… ¡y esas ojeras! ¡Y ese chico! – Sam desvió la mirada hacia Tom – Espero que estés teniendo precauciones… - ¡No lo pudo creer! ¡Estaba claro que eran madre e hija! Su abuela y su tía eran idénticas… Un momento… Oh, oh… Problemas a la vista… - Es alemán, ¿verdad?
-Sí, abuela… Los dos lo somos.
-Si tu abuelo supiera esto…
-¿Por qué lo dices? – su abuela se mordió el labio – Abuela…
-Esta bien, está bien… Venid conmigo y os lo contaré. Creo que mereces saberlo. No eres una niña..
-Si… Me lo… -intentó explicarse pero la mujer la interrumpió.
-¡Y tus ojos! ¡Verdes como los de tu padre! ¡Estás hermosa! Quizá un poco delgada y pálida… ¡y esas ojeras! ¡Y ese chico! – Sam desvió la mirada hacia Tom – Espero que estés teniendo precauciones… - ¡No lo pudo creer! ¡Estaba claro que eran madre e hija! Su abuela y su tía eran idénticas… Un momento… Oh, oh… Problemas a la vista… - Es alemán, ¿verdad?
-Sí, abuela… Los dos lo somos.
-Si tu abuelo supiera esto…
-¿Por qué lo dices? – su abuela se mordió el labio – Abuela…
-Esta bien, está bien… Venid conmigo y os lo contaré. Creo que mereces saberlo. No eres una niña..
¡Al fin! Estaba deseosa de encontrar la respuesta a todas sus preguntas. Creía tener una ligera idea de lo que iría a contarle pero necesitaba alguna confirmación, algo a lo que atenerse, algo con lo que poder formar su propia historia. La mujer los condujo de nuevo fuera del cementerio, tras poner las flores en sus respectivos lugares y depositando un beso sobre las frías lápidas. Ellos no dijeron nada. Respetaban el acto de la anciana. Llegaron hasta la orilla de la playa, una playa desierta, con una casita situada justo la falda de la pequeña colina. La mujer se dirigió hasta allí sin vacilar, con ellos dos pisándole los talones mientras se dirigían miradas de perplejidad. ¿La mujer vivía sola en aquellos parajes? ¿No tenía miedo a que le atacaran?
-Abuela… ¿vives sola aquí?
-Así es… No hay lugar más tranquilo que este…
-¿No tienes miedo de que… no sé… te ataquen o te asalten? – la mujer rió
-¿Quién va a atacar a una anciana? No te preocupes yo estoy bien aquí…
-Así es… No hay lugar más tranquilo que este…
-¿No tienes miedo de que… no sé… te ataquen o te asalten? – la mujer rió
-¿Quién va a atacar a una anciana? No te preocupes yo estoy bien aquí…
La mujer abrió la puerta de la casa y les dio paso. El hogar era pequeño y acogedor. Las paredes revestidas de blanco, un cómodo sofá, una chimenea apagada, cuadros al óleo, un antiguo televisor, una enorme ventana que filtraba la luz de la mañana y dejaba pasar la suave brisa del mar. Sam aspiró el dulce olor, y por una vez en mucho tiempo se sintió en casa. La anciana los dejó en la salita mientras iba a dejar su bolso y a preparar un poco de café. Sam se acercó a la chimenea donde reposaban algunos cuadros con fotografías, algunas en color, otras simplemente en blanco y negro. Sintió la presencia del chico muy cerca de ella y eso la reconfortó. Si él estaba allí con ella, no tenía nada de lo que preocuparse. Cogió una de las fotografías entre las manos. En ella se veían claramente un par de adolescentes, una de ellas con un vestido blanco de tirantes y pelo negro como el carbón, abrazando a una un poco más pequeña vestida con pantalones cortos y camiseta de tirantes, una cabellera oscura y rizada cubría su cabeza. Sonrió. Las chicas de la foto no podían ser otras que su madre y su tía. Ambas sonreían ampliamente, realmente felices. El mar hacía un fondo perfecto y ellas estaban descalzas sobre la arena. Casi podía sentirse allí con ellas, la brisa del mar revoloteando sus cabellos, la arena enterrando sus pies… Su mirada se clavó en otra foto, menos antigua que la primera, tal vez unos diecinueve años atrás, un año antes de que ella naciera: la boda de sus padres. Su madre lucía un precioso vestido palabra de honor que le llegaba por las rodillas y su padre la miraba completamente embobado. Sus padres no se habían casado por la Iglesia al ser su padre protestante y su madre católica pero eso no era relevante. Ellos se habían amado hasta el último momento de sus vidas y no tenían por qué demostrarles al supuesto Dios lo que sentían el uno por el otro…
-Estaba preciosa, ¿verdad? – la voz de su abuela le llegó a sus espaldas.
Sam y Tom se volvieron para mirarla. La vieron depositar una bandeja con pasteles y tres tazas de café sobre la mesita de enfrente del sofá. Sam asintió respondiendo a su respuesta. Ella sonrió a su vez y les indicó que se sentaran. Ella también lo hizo en el sillón de orejas justo al lado del sofá.
-¿Y bien? ¿Qué quieres saber? – le preguntó la anciana llevándose la taza de café a los labios.
-Todo. Todo lo que puedas contarme. Estoy cansada de esta neblina, de que todo el mundo piense que sigo siendo una niña. Quiero saber la verdad, qué pasó con el abuelo, por qué mi tía me dijo que estábais muertos… Todo.
-Esta bien. Empecemos desde el principio. Lo contaré todo como pasó pero no le guardes rencor a tu tía por ocultarte mi existencia… Hasta día de hoy, ella aún sigue creyendo que he muerto… -tomó un sorbo de café antes de proseguir. Sam no dijo nada, ya no podía estar más confusa… - Todo empezó cuando tu madre quiso mudarse a Alemania, habíamos perdido a uno de nuestros hijos mayores, tu tío Yon murió ahogado. Por eso tu abuelo no quiso que tu madre se fuera… Temía por ella, por su vida… Aunque no solo por eso… Odiaba a los alemanes. Nunca quiso decirme por qué pero puedo hacerme una ligera idea… Pero ella moría por ir, tu madre amaba Alemania a pesar de que nunca había estado allí, era una enamorada de su historia, de sus paisajes, de sus costumbres… Luchaba cada día por alcanzar su sueño. Descubrí que no todo el dinero que ganaba iba a parar al fondo familiar. Ella guardaba una pequeña parte bajo su cama, ansiaba tanto su sueño, que estaba dispuesta a enfrentarse a su padre, por mucho que lo amara. No dije nada a nadie, ni siquiera le comenté a ella nada. Siempre quise que ella fuera feliz, que realmente ella encontrara su lugar en el mundo. Desde muy chica se había sentido aislada del mundo, no formaba parte de aquí, ella estaba por encima de todo esto, y sabía que tarde o temprano, por mucho que me doliera, ella volaría del nido, aventurándose al mundo exterior… Y ese día ocurrió. Una mañana descubrimos una nota sobre la mesa de la cocina, ella no estaba. Decía que se iba, que nos enviaría todo el dinero que pudiera, que iba a estar bien, que iba a realizar su sueño… Le habían concedido una beca en una pequeña universidad… Nunca supimos cómo se las había ingeniado para conseguirla, pero así era ella, lista y astuta como un lince… Pasaron los meses y no hacía más que enviarnos dinero y noticias acerca de su día a día. Extensas cartas narradas al detalle… Tu madre fue una estupenda escritora y si no llega a ser por su prematura muerte estoy segura de que lo hubiese conseguido…Todo cambió cuando Teressa cumplió los catorce años. Había pasado un año desde que tu madre se había ido y tu tía echaba de menos a su hermana. Siempre habían estado muy unidas, no podían vivir la una sin la otra, lo compartían absolutamente todo… Así que ella quería ir con su hermana y tu madre aceptó. Ciertamente le iba muy bien por aquella época, sus notas eran excelentes y vivía con unas amigas en el campus de la universidad, así que Teressa podía quedarse con ella unos días… Pero lo que parecía una visita provisional se convirtió en algo duradero. Teressa amó demasiado el país para abandonarlo. Había encontrado algo de lo que no podía separarse. Tu abuelo y yo le suplicamos que volviera pero se negó en rotundo. Solo era una niña… En fin, tu madre se ofreció a cuidar de ella y la dejamos estar… Los meses siguieron pasando, recibíamos noticias suyas a menudo y también una suma de dinero cuantiosa pero las echábamos de menos… Queríamos a nuestras niñas en casa… Hasta que tu madre conoció a tu padre. Habían ido a la misma universidad todo este tiempo pero jamás se habían visto. Según me contó ella, había sido amor a primera vista, ella se había perdido en sus ojos verdes de tal forma que jamás pudo escapar. No había habido ningún otro en su vida, ni siquiera aquí. Ningún chico le interesaba a pesar de los tantos pretendientes que había tenido por aquí, muchos de los cuales ahora son gente importante… Pero tu madre nunca quiso a ninguno, decía que estaban vacíos por dentro. Esa era una de las cualidades de tu madre, podía ver el interior de las personas con solo una mirada, a veces pensé que simplemente eran cosas de la edad, pero me equivoqué. Tu madre podía verlo, creo que hasta era un poco vidente, siempre me sorprendió que supiera las cosas que iban a pasar aunque solo fueran las malas… Es un poco escalofriante si lo piensas pero tú lo sabías, ¿verdad? – Sam asintió con la cabeza.
-Si, mi padre me hablaba de eso… Recuerdo que con siete u ocho años estábamos…
-¿Estábamos? – preguntó su abuela extrañada.
-Si, él, – señaló a Tom- su hermano y yo. Estábamos corriendo de un lado para otro y me caí. Un golpe horrible. Mi padre cuando me vio, me dijo riendo: Tu madre habría sabido esto… Y también me comentó una vez que ella sabía que iba a morir…
-Así es. – confirmó su abuela asintiendo con la cabeza- Siempre había tenido esa cualidad y no la supimos valorar lo suficiente. Volviendo a la historia jamás vi a tu madre tan emocionada por alguien. Recuerdo cuando nos llamó por teléfono para contarnos que se casaba. Tu abuelo no lo aceptó al menos no al principio pero cuando vio lo radiante que estaba y por fin conoció a tu padre… Se le olvidaron todos sus prejuicios. Siempre recordaré el torpe acento de tu padre, sus ojos clavados en tu madre, radiantes, orgullosos, una mirada completamente enamorada. Supimos que él era el adecuado para ella, el único que podía hacerla feliz. Habían pasado casi cuatro años desde que se marchó de casa. Como te dije ellos se conocieron al estar casi dos años tu madre allí y estuvieron de novios otros dos años hasta que él le pidió matrimonio, el mismo año en el que ambos se graduaban. Teressa había cumplido los dieciocho años y, como no quería ser un estorbo para la feliz pareja, había alquilado una casa con unas amigas en el pequeño pueblo. Casi dos años mas tarde, llegaste tú. Tu abuelo y yo volvimos a viajar a Alemania para tu nacimiento. Siempre tendré presente el rostro de tu madre sujetándote y la mirada orgullosa de tu padre… Fuiste una bendición, Samantha… Recuerdo que ambos discutían por el nombre que te pondrían. Tu padre quería llamarte como tu madre pero ella quería que fueras Samantha. Viendo las circunstancias, fue tu padre el que accedió. Total, no hay casi ninguna diferencia entre Samantha y Amanda. Tu madre murió horas mas tarde, sosteniéndote entre sus brazos, deseándote en silencio una larga y feliz vida, haciéndote saber que siempre estaría contigo. El hecho nos desgarró a todos por dentro. Tu padre se aferró a ti como única vía para sobrevivir, Teressa te brindó todo su amor y atención, tu abuelo se negaba a mirarte y yo… Yo te amé desde el primer momento que supe que ibas a existir. No podía echarte la culpa, tú no habías sido la causante de su muerte, tu fuiste nuestro pequeño ángel en nuestra angustia. Tu abuelo y yo quisimos traer los restos de tu madre aquí, este había sido su hogar siempre, y merecía descansar en su añorada tierra. Por lo que la trajimos de vuelta y la enterramos junto a su hermano. Teressa no volvió. Quería quedarse contigo. Seguía mandándonos dinero, incluso más de lo que necesitábamos hasta que dijimos basta. Veíamos a nuestra hija sufrir, y sentimos que éramos su carga y quisimos cortar esto por lo sano. La manera más fácil fue fingir nuestra propia muerte.
-¡Abuela! – exclamó Sam, atónita. ¿Cómo habían podido hacerle eso a su hija?
-Lo siento, Sam. Lo siento por las dos. Siento que no nos hayas tenido presentes en tu vida, siento haberte ocultado mi existencia, pero sentimos que teníamos que hacerlo. Ahora me di cuenta de lo absurdo que fue nuestro acto y de lo mucho que hubieran cambiado las cosas si no nos hubiéramos comportado como idiotas…
-¿Y por qué no nos buscaste? ¿Por qué te seguiste ocultando? Sabías que tenías una familia, maldita sea… - Sam desvió la mirada hacia el suelo, incapaz de mirar a su abuela a la cara. No entendía nada, pero tenía que solucionar esto, como fuera, ella no podía quedarse de brazos cruzados ahora sin hacer nada viendo como la mujer se destruía por dentro. – Ven con nosotros, ven a Madrid.
-¿Madrid? – preguntó su abuela, confusa
-Hace tres años que vivimos en Madrid. Vinimos a vivir aquí tras la muerte de mi padre…
-¿Tu padre…? ¿Tu padre murió? – Sam asintió con la cabeza
-En un accidente de coche. Pero eso no importa ahora. Por favor, ven con nosotros. Habla con tu hija, ve a verla, aclara todo con ella… No estés sola, abuela, estamos contigo…
-Hija…
-Todo. Todo lo que puedas contarme. Estoy cansada de esta neblina, de que todo el mundo piense que sigo siendo una niña. Quiero saber la verdad, qué pasó con el abuelo, por qué mi tía me dijo que estábais muertos… Todo.
-Esta bien. Empecemos desde el principio. Lo contaré todo como pasó pero no le guardes rencor a tu tía por ocultarte mi existencia… Hasta día de hoy, ella aún sigue creyendo que he muerto… -tomó un sorbo de café antes de proseguir. Sam no dijo nada, ya no podía estar más confusa… - Todo empezó cuando tu madre quiso mudarse a Alemania, habíamos perdido a uno de nuestros hijos mayores, tu tío Yon murió ahogado. Por eso tu abuelo no quiso que tu madre se fuera… Temía por ella, por su vida… Aunque no solo por eso… Odiaba a los alemanes. Nunca quiso decirme por qué pero puedo hacerme una ligera idea… Pero ella moría por ir, tu madre amaba Alemania a pesar de que nunca había estado allí, era una enamorada de su historia, de sus paisajes, de sus costumbres… Luchaba cada día por alcanzar su sueño. Descubrí que no todo el dinero que ganaba iba a parar al fondo familiar. Ella guardaba una pequeña parte bajo su cama, ansiaba tanto su sueño, que estaba dispuesta a enfrentarse a su padre, por mucho que lo amara. No dije nada a nadie, ni siquiera le comenté a ella nada. Siempre quise que ella fuera feliz, que realmente ella encontrara su lugar en el mundo. Desde muy chica se había sentido aislada del mundo, no formaba parte de aquí, ella estaba por encima de todo esto, y sabía que tarde o temprano, por mucho que me doliera, ella volaría del nido, aventurándose al mundo exterior… Y ese día ocurrió. Una mañana descubrimos una nota sobre la mesa de la cocina, ella no estaba. Decía que se iba, que nos enviaría todo el dinero que pudiera, que iba a estar bien, que iba a realizar su sueño… Le habían concedido una beca en una pequeña universidad… Nunca supimos cómo se las había ingeniado para conseguirla, pero así era ella, lista y astuta como un lince… Pasaron los meses y no hacía más que enviarnos dinero y noticias acerca de su día a día. Extensas cartas narradas al detalle… Tu madre fue una estupenda escritora y si no llega a ser por su prematura muerte estoy segura de que lo hubiese conseguido…Todo cambió cuando Teressa cumplió los catorce años. Había pasado un año desde que tu madre se había ido y tu tía echaba de menos a su hermana. Siempre habían estado muy unidas, no podían vivir la una sin la otra, lo compartían absolutamente todo… Así que ella quería ir con su hermana y tu madre aceptó. Ciertamente le iba muy bien por aquella época, sus notas eran excelentes y vivía con unas amigas en el campus de la universidad, así que Teressa podía quedarse con ella unos días… Pero lo que parecía una visita provisional se convirtió en algo duradero. Teressa amó demasiado el país para abandonarlo. Había encontrado algo de lo que no podía separarse. Tu abuelo y yo le suplicamos que volviera pero se negó en rotundo. Solo era una niña… En fin, tu madre se ofreció a cuidar de ella y la dejamos estar… Los meses siguieron pasando, recibíamos noticias suyas a menudo y también una suma de dinero cuantiosa pero las echábamos de menos… Queríamos a nuestras niñas en casa… Hasta que tu madre conoció a tu padre. Habían ido a la misma universidad todo este tiempo pero jamás se habían visto. Según me contó ella, había sido amor a primera vista, ella se había perdido en sus ojos verdes de tal forma que jamás pudo escapar. No había habido ningún otro en su vida, ni siquiera aquí. Ningún chico le interesaba a pesar de los tantos pretendientes que había tenido por aquí, muchos de los cuales ahora son gente importante… Pero tu madre nunca quiso a ninguno, decía que estaban vacíos por dentro. Esa era una de las cualidades de tu madre, podía ver el interior de las personas con solo una mirada, a veces pensé que simplemente eran cosas de la edad, pero me equivoqué. Tu madre podía verlo, creo que hasta era un poco vidente, siempre me sorprendió que supiera las cosas que iban a pasar aunque solo fueran las malas… Es un poco escalofriante si lo piensas pero tú lo sabías, ¿verdad? – Sam asintió con la cabeza.
-Si, mi padre me hablaba de eso… Recuerdo que con siete u ocho años estábamos…
-¿Estábamos? – preguntó su abuela extrañada.
-Si, él, – señaló a Tom- su hermano y yo. Estábamos corriendo de un lado para otro y me caí. Un golpe horrible. Mi padre cuando me vio, me dijo riendo: Tu madre habría sabido esto… Y también me comentó una vez que ella sabía que iba a morir…
-Así es. – confirmó su abuela asintiendo con la cabeza- Siempre había tenido esa cualidad y no la supimos valorar lo suficiente. Volviendo a la historia jamás vi a tu madre tan emocionada por alguien. Recuerdo cuando nos llamó por teléfono para contarnos que se casaba. Tu abuelo no lo aceptó al menos no al principio pero cuando vio lo radiante que estaba y por fin conoció a tu padre… Se le olvidaron todos sus prejuicios. Siempre recordaré el torpe acento de tu padre, sus ojos clavados en tu madre, radiantes, orgullosos, una mirada completamente enamorada. Supimos que él era el adecuado para ella, el único que podía hacerla feliz. Habían pasado casi cuatro años desde que se marchó de casa. Como te dije ellos se conocieron al estar casi dos años tu madre allí y estuvieron de novios otros dos años hasta que él le pidió matrimonio, el mismo año en el que ambos se graduaban. Teressa había cumplido los dieciocho años y, como no quería ser un estorbo para la feliz pareja, había alquilado una casa con unas amigas en el pequeño pueblo. Casi dos años mas tarde, llegaste tú. Tu abuelo y yo volvimos a viajar a Alemania para tu nacimiento. Siempre tendré presente el rostro de tu madre sujetándote y la mirada orgullosa de tu padre… Fuiste una bendición, Samantha… Recuerdo que ambos discutían por el nombre que te pondrían. Tu padre quería llamarte como tu madre pero ella quería que fueras Samantha. Viendo las circunstancias, fue tu padre el que accedió. Total, no hay casi ninguna diferencia entre Samantha y Amanda. Tu madre murió horas mas tarde, sosteniéndote entre sus brazos, deseándote en silencio una larga y feliz vida, haciéndote saber que siempre estaría contigo. El hecho nos desgarró a todos por dentro. Tu padre se aferró a ti como única vía para sobrevivir, Teressa te brindó todo su amor y atención, tu abuelo se negaba a mirarte y yo… Yo te amé desde el primer momento que supe que ibas a existir. No podía echarte la culpa, tú no habías sido la causante de su muerte, tu fuiste nuestro pequeño ángel en nuestra angustia. Tu abuelo y yo quisimos traer los restos de tu madre aquí, este había sido su hogar siempre, y merecía descansar en su añorada tierra. Por lo que la trajimos de vuelta y la enterramos junto a su hermano. Teressa no volvió. Quería quedarse contigo. Seguía mandándonos dinero, incluso más de lo que necesitábamos hasta que dijimos basta. Veíamos a nuestra hija sufrir, y sentimos que éramos su carga y quisimos cortar esto por lo sano. La manera más fácil fue fingir nuestra propia muerte.
-¡Abuela! – exclamó Sam, atónita. ¿Cómo habían podido hacerle eso a su hija?
-Lo siento, Sam. Lo siento por las dos. Siento que no nos hayas tenido presentes en tu vida, siento haberte ocultado mi existencia, pero sentimos que teníamos que hacerlo. Ahora me di cuenta de lo absurdo que fue nuestro acto y de lo mucho que hubieran cambiado las cosas si no nos hubiéramos comportado como idiotas…
-¿Y por qué no nos buscaste? ¿Por qué te seguiste ocultando? Sabías que tenías una familia, maldita sea… - Sam desvió la mirada hacia el suelo, incapaz de mirar a su abuela a la cara. No entendía nada, pero tenía que solucionar esto, como fuera, ella no podía quedarse de brazos cruzados ahora sin hacer nada viendo como la mujer se destruía por dentro. – Ven con nosotros, ven a Madrid.
-¿Madrid? – preguntó su abuela, confusa
-Hace tres años que vivimos en Madrid. Vinimos a vivir aquí tras la muerte de mi padre…
-¿Tu padre…? ¿Tu padre murió? – Sam asintió con la cabeza
-En un accidente de coche. Pero eso no importa ahora. Por favor, ven con nosotros. Habla con tu hija, ve a verla, aclara todo con ella… No estés sola, abuela, estamos contigo…
-Hija…
Sam miró a su abuela a los ojos y vio en ellos una profunda gratitud. Entonces se levantó y a pesar de las inquietudes que albergaban su mente la abrazó por primera vez en su vida, sin barreras, sin ataduras, recibiéndola en su vida, como parte de su familia. La mujer dejó escapar unas lágrimas y Sam le sonrió, apartando con su dedo las saladas lágrimas del rostro de su abuela. Todo estaba bien, ahora y siempre…
De nuevo felicidades, este capítulo se me hizo muy lindo y tierno, me da gusto que Sam haya encontrado a su abuelita y por fin sepa toda la historia se su madre, y Tom un amor al preocuparse por ella y estar con ella en todo momento.
ResponderEliminarGracias de nuevo Amanda.
Mi gemela hermosa, que lindo capitulo, muy emocionante, vi todo como si hubiera sido real. Te felicito hermosa,y ya quiero leer el siguiente capitulo, ya empece con la cuenta regresiva. Te quiero infinitamente y más alla, tu geme, Dai
ResponderEliminarfelicidades amanda!!!
ResponderEliminarsii tom fue lindisimo yo creo que haga lo que haga tom es mui lindo & bill tambien en fin los 4 chicos son lindisimos!!! :P
de nuevo felicidades amanda y sabes que siempre vas a contar con nuestro apoyo en thu fic :D
saludos nuz vmoz luegho bye!!!
attoO: pkniia ♥
hola amanda, ufff vayaa que capitulo... que genial que todo se este aclarando jajaja...como siempre de interesante, muchas gracias por este capitulo.
ResponderEliminarjajajaja... y tom todo un espia jajajaja que lindo ¡muy lindooo! jeje bueno amanda espero que estes bien cuidate muchisimo y hasta el otro fin de semana =) te quiero mucho *jas*
wowww no lo puedo creer
ResponderEliminarme e kedado prendada de
la historia la e leido
una y mil veces un dia me vas
a matar aajajajajjaajja
esta genial sigue asi
Increible como siempre jajaja.
ResponderEliminarSe va descubriendo todo poco a poco, ya veremos que sucede en el siguiente, cuidate mucho y sigue escribiendo :)
†Elfire