Hola de nuevo ^_^ ¿Cómo andan? Espero que muy bien. Esta semana ha sido muy complicada para mí, he estado muy triste por una reciente pérdida… Por eso quería dedicar este capítulo a aquellas personas que me han hecho sonreír con sus comentarios y sus bromas compartidas conmigo por msn. Muchas gracias Dai, mi hermanita gemela, sabes que te adoro con el alma, Angie, gracias por hacerme sonreír siempre, Maii ¡Por fin nos hemos conocido! Así también por las chicas del blog y mi amigo Elfire que siempre esta conmigo en las buenas y en las malas… Ahora un regalo para tod@s vosotr@s: El capítulo 26, el más extenso que he escrito. Para vosotros que sois mi apoyo con vuestros comentarios. Un beso. Amanda. Antes de salir por la puerta echemos un vistazo para ver que nadie nos siguiera. Prácticamente imposible. Georg, Gustav y Bill charlaban entre ellos mientras en otra punta Simone, Gordon, David y mi tía se divertían entre copas. Sonreímos antes de internarnos entre la oscuridad de la noche…
Recorrimos las húmedas calles riéndonos como idiotas, agarrados de la mano como imbéciles y para rematar mirándonos a cada segundo como para comprobar que el otro seguía allí. Realmente ridículo pero nunca habíamos hecho nada parecido. Siempre que íbamos por la calle solíamos ir con toda la patrulla y a los dos nos daba algo de vergüenza hacer estas cosas de parejita. Pero esta era una noche especial. Al menos para mí. Así que podía permitirme ser algo estúpida. Al llegar a su casa y abrirme la puerta de su habitación las piernas comenzaron a fallarme y tuve que sentarme en la cama Por mi cabeza solo pasaba la idea de que Simone entrara por la puerta y nos viera. Para él ya sería la segunda vez que su madre lo pillara pero para mi sería la primera y sería vergüenza doble. Era un miedo absurdo pues acabábamos de dejar a Simone en el gimnasio del instituto divirtiéndose pero aunque era absurdo seguía siendo miedo. Tras cerrar la puerta y asegurarse que esta no podía abrirse desde el exterior. (Creo que se tomó muy en serio lo que su madre le dijo el día que lo pilló con la rubia y le dijo “Como te vuelva a pillar en mi propia casa… “. Obviamente él solo se quedó por la parte de ser pillado. Si su madre no abría la puerta, no lo “pillaría”) fue a sentarse en mi lado y al perderme en su mirada, como siempre hacía cada vez que lo miraba a los ojos, desparecieron mis temores. Él estaba allí conmigo. Nada malo podía pasarme. Al sentir sus labios sobre los míos una vez más, de manera fervosa, me dejó completamente sin respiración por unos instantes, instante en el que mi cuerpo empezó a arder y en el que mi mente quedó completamente desactivada. Me despedí de la razón. Mis pensamientos quedaron ahogados. Ya no podía pensar con claridad. Ni siquiera me hizo falta. Mi cuerpo se movía por instinto, sintiendo el suyo, anhelando cada beso y cada caricia. Como si fuese el día del juicio final. Mi vista empezó a nublarse cuando sentí nuestros cuerpos unidos… ¿Cómo había tardado tanto en hacer esto? Se sentía magnífico, increíble, apoteósico… A pesar de la pequeña punzada de dolor a causa de mi inexperiencia, éste no era un impedimento para el gozo que sentía en cada parte de mi cuerpo, que ardía y necesitaba más de su calor. Nunca había podido imaginar que algo como esto pudiera hacer que me olvidara hasta de mí misma, pero ahí estaba, ajena a todo, olvidándome del mundo y sus problemas. En aquel momento solo estábamos él y yo. Nada más. No hacía falta nada. En aquellos momentos hubiese matado a quien hubiera osado interrumpir, definitivamente no era yo. Pero no me importó. Porque allí tenía todo lo que yo más quería. Mi vida, mi alma y mi luz. Unidos como una sola persona. Así podía sentirlo. Y no me importaba que él no pensara lo mismo, que para él yo solo fuera una más en su lista, alguien con quien poder jugar a su antojo. No me importaba en absoluto pues al igual que yo era suya, él era mío. Moría por decirle cuanto lo amaba pero la parte orgullosa de mí se negaba en absoluto a mostrar esa parte. Tampoco me importó. Mi mente no era la que mandaba por encima de mis actos aquella noche, así que me preparé para decírselo justo en el momento que cayó desplomado sobre mí, cansado. Sabía que no iba a recibir una respuesta, tal vez ni siquiera llegara a escucharme pero necesitaba sacarlo de mí. No estaría en paz conmigo misma hasta que no se lo dijera. Entreabrí los labios y dejé escapar un tímido “Te quiero, Tom”. Lo había hecho, ya no había vuelta atrás. Dejé apoyada la cabeza sobre la almohada y sonreí. No me arrepentía de nada de lo que había pasado esa noche. Aunque no todo había terminado. No se si estaba preparada para lo que sucedió después. Despacio vi como levantaba la cabeza y me miraba a los ojos. Nunca le había visto esa mirada. Y si se la había visto había sido mucho tiempo atrás. Era dulce y limpia, sin nada de rencor o malicia. Como la de los niños pequeños. Pura y limpia. Lo amé aún más al descubrir que mis conclusiones precipitadas eran ciertas, que realmente fingía ser así. Pero no fue solo eso lo que casi me hizo perder el conocimiento, el poco que me quedaba, si no que fue escuchar de sus labios un sencillo “Yo también a ti” Fue solo un momento y apenas un leve susurró pero lo escuché y mi corazón se aceleró aún más cuando casi había recuperado su ritmo normal. Desde luego, si mi hora había llegado ya, no se me hubiese ocurrido un final más feliz. Ni siquiera fui consciente del peso que tenía encima, aunque él si pareció darse cuenta, porque se tumbó sobre el colchón y me atrajo hacia él. El silencio se hizo en la habitación pero no era para nada incómodo, creo que ambos estábamos asimilando lo que acababa de ocurrir y empezando a darnos a la idea de lo ocurrido, porque minutos más tarde se nos empezaba a escapar la risa floja. Y ya fue cuando no pudimos parar.
El resto de la noche la pasamos riendo y charlando. Era algo absurdo vernos así, como dos idiotas que intercambiaban una mirada y ya reían como niños. Nunca pensé que podía ser tan absurdamente patética pero, claramente, ahí, estaba la respuesta antes mis narices. “Oh. Sam eres tan patética… “ mi mente me atacaba pero a mí ya me daba igual. Supongo que en ocasiones como esa la única excusa que existía para un comportamiento como el mío era el dichoso encaprichamiento que te hacía tonta perdida. Ahora entendía las tontas protagonistas de las películas románticas para adolescentes, aunque yo odiara esas películas, podía sentirme como una de ellas. Repito: era jodidamente patético y lo odiaba pero al mismo tiempo lo amaba. Eché la culpa de ello a mis hormonas revolucionadas.
Poco después escuchamos el sonido de la cerradura de la puerta principal ceder ante su llave. Supimos que Simone y Bill habían regresado y nuestro acto reflejo fue el de escondernos bajo las sábanas y fingir dormir. Algo realmente estúpido. Simone no era para nada tonta y sabía que estábamos haciendo allí metidos. Me sonrojé. Ahora todo el mundo sabía que acababa de perder mi virginidad. ¡Mierda! Pensé pero a la vez otro pensamiento se sobrepuso a este. ¿Qué importaba? Lo había hecho porque quería, porque así lo deseaba. ¿Qué importaba lo que pensara la gente? Entonces comprendí que la vergüenza que ahora sentía no tenía nada que ver con que los demás lo supieran si no por que Simone lo sabía y sabía que había sido en su propia casa. Tragué saliva. Temía que de un momento a otro abriera la puerta y me sacara de su casa a estirones de oreja, llamándome de todo menos guapa. Ella no lo haría. La conocía. Pero estaba en todo su derecho de hacerlo. Escuchamos pisadas que llegaron hasta el frente de la puerta tras la cual nos escondíamos nosotros. Nos pusimos tensos de inmediato. Pero una voz masculina nos tranquilizó a ambos.
-Déjalos, es su última noche… - la voz de Gordon nos relajó. Si él estaba con ella no teníamos nada que temer.
-Le advertí que sí volvía… - al escuchar la advertencia de su madre, él rió a lo que yo le dí una patada en la pierna.
-Le dijiste que no volviera a traer a una pelandrusca. Lo siento, mamá, pero no voy a permitir que llames así a mi hermana. – sonreí al escuchar la voz de mi mejor amigo defendiéndome. No tenía por qué haber hecho eso… De verdad me merecía que Simone me odiara ahora…
-Bill, tu madre solo teme que crezcáis tan rápido.
-Por eso no debes preocuparte.
-Bill, ve a dormir. – silencio en el que escuchamos las pisadas de Bill dirigiéndose a su cuarto.
-Vamos, cariño, déjalos…. Ya son mayorcitos para saber lo que tienen o no que UTILIZAR – alzó la voz en la última palabra para que nos diéramos por aludidos. Poco después escuchamos la puerta de la habitación cerrarse tras los dos amantes.
Solo cuando eso pasó pudimos estar totalmente tranquilos. Casi habíamos podido sentir la mano de Simone sobre el picaporte de la puerta, abriéndola despacio poco después para inmediatamente después sacarnos a ambos de su casa con lo puesto que, visto lo visto, era más bien poco. Suspiré aliviada quitándome la sábana de la cabeza y entonces fue cuando me di cuenta de que tenía los músculos de los brazos agarrotados de haberlos tenido en tensión tanto tiempo. Ahora me dolían de veras. Descubrí también el pánico que había inundado mi cuerpo y que ahora me abandonaba tras pasar el peligro. Quedé echa un ovillo, encogida sobre mí misma mientras mi cuerpo volvía a la normalidad. Sentí como él se acercaba a mí y quedaba pegado a mi espalda. De mis labios salió lo que los dos pensábamos pero que ninguno se atrevía a decir.
-Podía haber entrado.
-Lo sé.
-Y temí que me arrastrara fuera de su casa
-No es tan mala… - lo sabía pero estaba en su derecho.
Volví a voltearme para mirar de nuevo aquellos fatídicos ojos marrones que tanto me habían hecho suspirar a lo largo de estos meses. Aquella mirada que podía ser tan dura y penetrante, pero que ahora sólo se mostraba tierna y dulce, solamente para mí, una mirada que me mostraba al verdadero Tom. Sonreí. Quería guardar aquella imagen en mi mente para recordarla siempre. Me encantaba cuando lo veía así, a decir verdad, siempre estaba guapo en todas sus facetas, pero esta era mi favorita, principalmente porque solo yo lo veía así. Nadie más, puede que a excepción de su hermano lo había visto de la forma en que yo ahora lo observaba, porque solamente mostraba esta faceta suya muy pocas veces a lo largo del tiempo y solo una pequeña minoría muy selectiva podía contemplar algo como ello. Por eso apreciaba esa sonrisa en su mirada, que lo hacía único y especial.
-¿Te ríes? – me preguntó al escuchar la sonrisa tonta que se me había escapado al pensar algo como aquello.
-Cosas mías…- me desentendí.
-¡Oh, que bonito, Sam! ¿Ahora tienes secretos?
-Siempre los he tenido.
-Y yo siempre me acabo enterando.
-¿Sabes que te odio?
-Sabes que eso no es cierto.
-Algún día puede ser verdad
-Eso no te lo crees ni tú.
Reímos. Hacía tiempo que no teníamos estas conversaciones absurdas y sin sentido. Lo echaba de menos. Era divertido a su manera. Y siempre nos lo pasábamos bien, era nuestra forma de matar el aburrimiento cuando nada se nos ocurría para hacer. Pero, claro, esto no era por que nos aburriéramos. Creo que eso sería imposible, solo una forma de matar el silencio que se había producido tras la marcha de Simone de la puerta de la habitación. Con forme estaba, boca arriba y mirando el techo, pasaba el tiempo observando las formas que se formaban sobre él. Pero mis ojos no miraban nada. Solo pensaba en la mañana siguiente. Tendría que despedirme de todos, de mis amigos, de mi vida… Odiaba esto. Él se removió a mi lado, y mirándome a los ojos solo dijo:
-Se lo que estás pensando. No… No lo hagas… No quiero que pienses en eso ahora…
-¿Y qué quieres que haga si solo me quedan…? – me interrumpió de inmediato obligándome a no decir el tiempo.
-No. Ahora no… Esta noche, no…
De mis labios sólo pudo salir su nombre de nuevo. ¿Qué me estaba pasando? ¡Ya ni podía decir algo coherente! Esa mirada iba a ser mi cruz, estoy segura de ello. Sentí sus labios de nuevo sobre los míos, poco después los abandonaron para centrarse sobre mi cuello mientras sus manos asiaban con fuerza la camiseta que él mismo me había prestado y tiraban de ella hacia arriba, deseoso de verme otra vez desnuda y a su merced. Ni siquiera iba a resistirme, mi cuerpo entero volvió a estallar al sentir el suave tacto de su piel en la mía, mi mente quedó abatida en algún rincón de mi interior y mis sentidos se despertaron de su letargo para saborear de nuevo los placeres que él me brindaba…
Mirando el techo de nuevo, escuchando nuestras débiles respiraciones que volvían de nuevo a su estado original después de lo ocurrido, mis ojos observaban de nuevo las formas y figuras que formaban las hojas del árbol que había enfrente de la ventana de su cuarto al moverse con el suave vaivén del viento que las azotaba. Mi cuerpo empezaba a retomar su ritmo normal y poco a poco mi mente volvía a despertarse. Cerré los ojos en un momento para intentar dormir. Eran casi las seis de la mañana y tenía que descansar para el largo viaje que me esperaba. Pero no quería dormir, me negaba a someterme de nuevo a los brazos de Morfeo, por que sabía que si lo hacía volverían a mí las pesadillas que, noche tras noche, alteraban mi sueño, haciendo que despertara en mitad de la noche, gritando y empapada de sudor. Desde la muerte de mi padre esas mismas pesadillas me perseguían cada vez que cerraba los ojos. Por eso, aunque en mi pequeño desliz sentimental en que me había envuelto tras la pérdida lo único que había hecho era dormir, eso no era así. Simplemente me encerraba en mi habitación, me encerraba debajo de las sábanas para fingirlo, pero nunca cerraba los ojos. Sabía que si lo hacía, las pesadillas me consumirían en su intento de acabar conmigo. De ahí mis tremendas ojeras. Siempre me preguntaban por qué tenía tales ojeras cuando me pasaba la mayor parte del tiempo durmiendo. Bien, nadie conocía la respuesta. Sabía que si alguien se enteraba me obligarían a asistir a un psicólogo, y no. Nunca me habían hecho falta, siempre había salido adelante sola, al menos antes de conocer a los gemelos. Desde entonces, ellos habían sido mi punto de inflexión, lo que me acercaba a la cordura y me ayudaban a seguir adelante. No necesitaba que un desconocido me dijera como sobrellevar la muerte de mi padre… ¡Dioses! ¡Como echaba de menos a aquel hombre! Su rostro sonriéndome el día de mi cumpleaños se dio paso en mi mente, así era como quería recordarlo, radiante y espléndido. Necesitaba verlo de nuevo. Sabía que era imposible pero solo una cosa se me pasó por la mente…
Giré la cabeza para asegurarme de que Tom dormía. Hacía rato que sentía su respiración un poco pesada y eso siempre lo hacía cuando dormía, lo conocía demasiado bien. Sus ojos estaban cerrados así que dí por sentado que dormía. ¡De verdad! ¡Que angelito podía parecer! Pero a mi no me engañaba con esas. Sonreí. No le despertaría. Él no tenía por qué acompañarme en esto. Es cierto que lo necesitaba a mi lado para algo así pero se le veía tan cansado y adormecido que no quise despertarlo. Él si merecía descansar. Me levanté de la cama y comencé a buscar mi ropa interior. ¿Dónde se había metido todo? Busqué como loca, procurando no hacer ningún ruido, toda mi ropa y cuando la encontré me la coloqué a toda prisa, con tan mala suerte que, cuando estaba poniendome uno de los zapatos, perdí el equilibrio y me dí un cabezazo contra el armario. Reprimí un grito de dolor, pero el golpe había sido suficiente para que Tom despertara.
-Sam, ¿qué estás haciendo?- me preguntó medio adormilado…
-Ehm… Nada… Tú sigue durmiendo… Piensa que estás rodeado de chicas en bikini…
-Vale…- una sonrisa se le dibujó en el rostro antes de cerrar los ojos de nuevo pero solo fue un instante. -¡Espera! No me despistes con esas.
-¿Y una Gibson nueva? –probé suerte
-Sam, déjalo. ¿Dónde vas?
- Yo…- empecé a titubear- Quería… Yo… Ehm… - él me hizo una señal con las manos para que acabara la frase pero no pude, no mirándole a los ojos. Asi que me senté en la cama dándole la espalda y se lo solté- Quería ir al cementerio a ver por última vez a mi padre.
El sonido de mi voz y el significado de mis palabras me hicieron ver lo absurdo que eso era. Pero quería hacerlo sin importar que lo fuera. Quería despedirme de mi padre como lo iba a hacer de todos esa misma mañana. Sus brazos me rodearon de nuevo de forma cálida y no fue hasta entonces que me di cuenta de que lágrimas saladas volvían a corretear por la piel de mis mejillas. Me las sequé con la mano, no quería que estuvieran de nuevo ahí. Me había prometido ser fuerte y no lloraría. Negué con la cabeza y entonces sentí que él giraba mi cabeza en su dirección y apartaba con su mano los mechones de pelo que se encontraban tapando mi rostro Me encontré de nuevo con esa mirada dulce… Cómo echaría de menos esto…
-¿Quieres… hacerlo sola?
Negué con la cabeza. No me sentía con fuerzas para hacer esto sola y lo necesitaba a mi lado. Me abracé a él dejando que las lágrimas volvieran a fluir de mis ojos mientras sentía que sus brazos me rodeaban con fuerza de nuevo.
Largo tiempo después, cuando pude calmarme me separé ligeramente y rehusé su mirada, secando mis lágrimas con el dorso de la mano y agachando la cabeza, esto hizo que un nuevo mechón se cruzara de nuevo en mi campo de visión. Él lo apartó con la mano, colocándolo detrás de la oreja y mirándome a los ojos.
-¿Estás… mejor? –asentí con la cabeza. Ahora estaba ligeramente mareada a causa del llanto pero se me pasaría. –Bien, voy a vestirme. –le miré ceñuda- Sam, voy a acompañarte.
-No tienes por qué hacerlo…
- Niña boba…-se giró para atrapar mi rostro entre sus manos – Sam, quiero hacer esto contigo. Y nada de discusiones tontas, ¿de acuerdo?
Asentí con la cabeza y me dispuse a ponerme de nuevo los zapatos. Quedé sentada en la cama mirando el suelo mientras él se vestía. No se como me las apañaba que nunca me salía nada como lo planeaba. Mas valía no hacer mas planes…
-¿Vamos?
Levanté la cabeza cuando lo vi en la puerta de su habitación, entonces me levanté y ambos salimos de su casa llevando mucho cuidado de no hacer mucho ruido que hiciera que los demás se levantaran. Caminamos por las calles desiertas hacia las afueras de la ciudad con el sol saliendo por el horizonte en frente de nosotros. Aquello era hermoso. De verdad me arrepentí de no haberme levantado antes por las mañanas para poder apreciar algo como esto. Seguro que en Madrid los amaneceres no serían tan bonitos… Al llegar a la puerta del cementerio apreté su mano, sin hacerle daño por supuesto. Él me devolvió el apretón para hacerme saber que él estaba allí conmigo. Abrí la puerta de hierro forjado y entré. No le tenía miedo a los cementerios. Desde muy pequeña los había encontrado tranquilos y relajantes. El silencio que había allí no se encontraba en ningún otro lado. Pero yo era la única que pensaba eso. A mi lado, veía como Tom miraba en todas las direcciones, como esperando que alguien saliera de entre alguna esquina. Reí por lo bajo. Él me miró.
-¿Te ríes?
-Te ves gracioso.
-Pues no le veo la gracia.
-No debes tenerle miedo a los muertos, ellos no te van a hacer nada. A los que sí deberías temerles es a los vivos. Suelen ser más cojoneros.
-Pareces Bill.
-Bill estaría igual que tú si estuviera aquí.
-Nunca entendí como te pueden gustar estos sitios.
-Son… tranquilos…
-No hay duda – le saqué la lengua a modo de burla. – Es broma. Sabes que me encantan todas tus rarezas. Te hacen única.
-No sé como tomarme eso… -achiné la mirada.
Él rió y yo le acompañé poco después pero noté que el apretón de manos que nos unía estaba más relajado. Seguimos caminando hasta que me detuve frente a una tumba cuya lápida estaba más nueva que cualquiera otra a su alrededor. El nombre de mi padre grabado en ella con letras plateadas y la fecha en la que había nacido y la que había muerto me devolvieron la mirada. Me solté de su mano y me acerqué a la lápida. Me arrodillé en el suelo. Hacía poco que habían cambiado las flores. Supongo que había sido mi madrastra, o como yo ahora prefería llamarla aunque fuera más largo, la ex mujer de mi padre, pues esa mujer ya no era nada mío.
-Hola, papá. – sabía que aquello era absurdo, que él no podía escucharme pero necesitaba hacerlo. Necesitaba despedirme de mi padre y, aunque no esperaba respuesta alguna por su parte, quedarme en paz conmigo misma. – Al fin te reuniste con mamá. La echabas tanto de menos… Dale un beso de mi parte. Sé que estaréis bien los dos. Yo también lo estaré. Me adentro en la aventura y sé que soy como un ciego caminando en un camino lleno de piedras. Sé que me caeré, sé que tropezaré pero siempre volveré a levantarme. Sé que vosotros cuidaréis de mí y nunca estaré sola. Os quiero, nunca lo olvidéis.
Me levanté y alcé la vista al cielo al tiempo que el viento se agitaba alborotando mis cabellos. Sonreí. Quise creer que eran mis padres dándome todo su apoyo. Una lágrima rodó por mis mejillas para morir en mis labios.
-Hasta pronto, mamá y papá. – susurré. Pude sentir la paz en mi interior, la oscuridad había desaparecido. Ahora solo sentía tranquilidad.
Me volteé para mirar a mi acompañante a los ojos. Presentí que él esperaba otra reacción. Supe que él esperaba que me desplomara de nuevo y por eso me había acompañado. Reí. Y mi alegría pudo llegar por primera vez en mucho tiempo hasta mis ojos. Corrí hasta él y le agarré la mano mirándole a los ojos.
-Regresemos. – fue lo único que dije. Él asintió con la cabeza.
Y sin añadir palabra alguna le dimos la espalda a la tumba donde descansaba mi padre, aquel hombre al que amaba con locura, y empezamos a caminar de vuelta a casa. Eché una última ojeada por encima de hombro despidiéndome de nuevo de ellos y deseando que fueran felices juntos de nuevo, como lo habían sido antes de que la muerte les separara. “Y si no es mucho pedir, cuidad de mis chicos. Suelen meterse en más líos de los que son capaces de admitir.” Les pedí en silencio riendo para mis adentros, pero mi risa se materializó en el exterior. Él me miró como preguntándome qué me pasaba pero no le respondí. Volví a reirme como única respuesta a lo que él me contestó con otra sonrisa mientras pasaba uno de sus brazos por mi cintura y me atraía hasta él. Dirigí mi mirada hacia delante pero supe que él había echado una ojeada hacia atrás como yo misma había hecho minutos antes. Por mi mente solo pasó un solo pensamiento antes de abandonar por completo el cementerio y este fue: Os quiero, mamá y papá…
Cuando regresamos a su casa ya eran cerca de las ocho y media de la mañana y ya todos estaban despiertos. A las once de la mañana salía nuestro vuelo a Berlín. ¡Oh, no lo había dicho! Los chicos volvían a la capital ese mismo día conmigo, se negaban a dejarme ir tan pronto. Querían estar conmigo hasta el último momento. Esto solo iba a hacer la separación más dolorosa, pero no me importó. Yo también quería tenerlos conmigo tanto tiempo como fuera posible.
Encontramos a Bill sentado en la mesa con unas enormes ojeras y el pelo revuelto. No quise ni imaginar el aspecto que tendría yo en esos momentos… Gordon estaba a su lado leyendo el periódico matutino. La verdad no le pegaba nada esa imagen. Era un rockero, ¿cómo le iba a ir la imagen de padre leyendo el periódico? Pero ahí estaba. Nunca dejó de sorprenderme con sus rarezas, aunque puedo apostar que yo soy más rara que él. Simone estaba preparando café. A la pobre se le notaba la resaca de la fiesta de la noche anterior. Siempre había sido una fiestera, y desde siempre la he recordado así, sonriente y alegre. Levantó la cabeza al vernos entrar y me sonrió. Le respondí con una tímida sonrisa y desvié la mirada poco después. Volvió a apoderarse de mí la culpa. Ella lo notó y se acercó a mí. Dejando el café sobre la mesa se acercó a nosotros. A él ni siquiera lo miró. Simplemente le dijo:
-Tom, desayuna.
-Claro, me muero de hambre… - entendió muy bien que su madre quería hablar conmigo en privado.
Me dirigió al salón, lejos de la cocina y nos sentamos en el sofá. Nos quedamos en silencio, yo mirando el suelo y su mirada fija en mí. Agarré la falda de mi vestido entre mis manos y empecé a retorcerlo. Era algo que hacía siempre que estaba nerviosa. Y su mirada puesta en mí me hacía sentirme muy nerviosa…
-Ya eres una mujer…- rompió el silencio. Genial, Sam, perdiste la confianza que tenías con Simone... Absolutamente genial…. Pronto te echará de su casa y te llamará cosas que no quieres oír…- Sam, mírame. – me llamó mientras con su mano levantaba mi cabeza para obligarme a mirarla a los ojos. Pude ver en ellos un inmenso amor, ternura y compasión. – No sientas vergüenza por eso. Por favor, no más de lo que ya lo estamos las dos.
-Lo siento, Simone... Yo…. Tu casa…. No debí… -ella rió. La miré sin comprender.
-¿Diste el paso de niña a mujer y solo te preocupas porque piensas que no mereces mi confianza? Dulzura, eso no me preocupa. Prefiero que haya sido aquí, así sigo confiando en que él no haya perdido los modales que le enseñé. – sonrió y una pequeña sonrisa se curvó en mis labios. – Solo me interesa si tú estas bien. Perdona si me meto demasiado, pero así como él es mi hijo, para mí tú eres mi hija. Y creo que siempre hemos tenido una relación de madre e hija más que de una simple amistad.
-Gracias, Simone, por todo. – ella me sonrió. – No te preocupes, todo fue perfecto.
-Me alegro. Me quitas un peso de encima. Ahora mismo no podría tener una charla sobre sexo con mi propio hijo… Sería rematadamente vergonzoso… - eso me hizo recordar al intento que había hecho mi padre meses antes… Reí. Ella me abrazó. Y yo les respondí. ¿Qué hubiera sido de mí sin tenerla cerca? La amaba tanto como amaba a sus hijos… - Anda, ven, tómate un café y despierta un poco, que te veo que te caes de sueño…- Reí. Tenía que darle ese punto, era totalmente cierto…
Volvimos a la cocina donde Bill y Tom se peleaban por la caja de cereales y Gordon intentaba poner orden entre los dos. Ambas reímos al entrar y descubrir aquello. Iba a echar de menos cosas como esas… Simone bromeó con su pareja y Tom aprovechó para quitarle de las manos a su hermano la caja deseada. Bill se quejó. Me senté entre ambos y le dije algo a Bill en el oído. Él sonrió y fue a atacar a su hermano en su punto más débil: las cosquillas. El aludido exclamó:
-¡Sam! ¡Traidora!
-No sé de que me hablas… - me defendí mientras me llevaba a los labios la taza de café.
Una vez los chicos terminaron de pelear por aquella estupidez, desayunamos todos en paz, teniendo un último desayuno juntos, algo que siempre permanecería en mi memoria. Media hora más tarde, escuché el coche de mi tía apearse en la acera de la casa y llamándome con el claxon. Tenía que ir a casa a darme una ducha, cambiarme y coger las maletas. Me despedí de todos antes de marcharme. Nos veríamos en el aeropuerto. Antes de salir, Simone me retuvo. Me volví para verla con una cámara de fotos digital en las manos. Oh, fotos ahora no… Pero la expresión de su rostro me convenció. Cedí a hacerme fotos con todos que quedarían siempre en el recuerdo. Cuando al fin pude salir encontré a mi tía con sus enormes gafas de sol, que me indicaban que también existían alrededor de sus ojos las moradas ojeras debidas a la falta de sueño, sentada al volante de su magnífico BMW. Me senté en el asiento del copiloto y Teressa encendió el motor. Antes de salir disparadas me miró por encima de las gafas y solo me hizo una única pregunta:
-¿Todo bien?
-Perfecto.- sonreí
En sus labios se curvó una sonrisa y poco después salíamos disparadas hacia su casa.
Una vez bajo el agua de la ducha pasé largo tiempo disfrutando del agua limpia recorriendo mi cuerpo y a mí llegaron las sensaciones que había sentido la noche cuando sus manos se posaban en mí así como ahora el agua recorría todos mis rincones… Me estremecí. Jamás olvidaría algo como aquello. Jamás se borraría de mi memoria. No lo permitiría.
El tiempo corría totalmente en contra de nuestros deseos. Maldita ley de Murphy… Una hora más tarde me encontraba de nuevo en el pequeño aeropuerto de mi ciudad, esperando el vuelo que me llevaría a la capital, para, poco después abandonar Alemania. Ahora era yo la que se iba, la que los abandonaba a su suerte, ellos sentían ahora lo que yo había vivido meses atrás. Sonaba muy egoísta, y puede que lo fuera, pero no había otra salida. Yo tenía que irme. No podía decir que no y quedarme. Debía de hacerlo. De pie frente a Simone y Gordon los miré a ambos. Ellos me habían tratado como una hija más, me habían brindado su cariño y su apoyo como si fuera una más de su familia, y yo ahora los dejaba atrás. No era justo. Nunca los olvidaría. Y creo que ellos lo entendieron con mi mirada pues poco después me abrazaron tan fuerte como se lo permitían sus fuerzas. Supe que ellos también me echarían de menos. Amé ese momento y recé para que no se acabara jamás pero nada dura eternamente. La voz metalizada y pastelosa de alguna mujer nos anunció por megafonía que debíamos embarcar. Me mordí los labios y me despedí de ellos. Supe que los volvería a ver pero no sabía cuando sería. Giré la cabeza para tener una última imagen de ellos, con Gordon pasando su mano por la cintura de ella y ella apoyada en su hombro. Así es como quería recordarles. Hacían una pareja tan adorable… Sonreí. Hasta siempre, chicos…
El vuelo hasta la capital fue mucho más corto de lo que yo había pensado o eso o que seguía pensando que todo estaba pasando demasiado rápido para mi gusto. Estaba harta de que todo se precipitase hasta el fin, hasta la despedida. Odiaba esto. ¿Cómo decirles adiós a las personas que más has querido, a las que han estado contigo en todo, con las que has reído, llorado, amado, con las que te has divertido, con las que has hecho millones de locuras, aquellas que siempre estaban ahí para levantarte después de una caída, aquellas que siempre te tendieron la mano e iluminaron tu camino, siendo tus ojos y no dejándote sola en la oscuridad? ¿Cómo expresar toda la gratitud que sentías por ellas en poco tiempo sin tener palabras para expresarla? ¿Cómo demostrarles todo el amor que sentías por ellas en unas simples palabras? A simple vista parece imposible, pero os puedo asegurar que si a esas personas les importáis tanto como ellos a vosotros no hace falta más que una mirada para expresar todo lo que sientes en tu interior, una mirada sincera y transparente que no oculte nada en tu interior, que te muestre tal y como eres, entonces ellos sabrán lo importante que son para ti y te corresponderán. Eso fue lo único que me hizo falta a mí para poder expresar todo cuanto me pasaba en aquellos momentos por la cabeza. Creo que me pasé gran parte del viaje dándole vueltas a qué iba a decirles llegado el momento y, la verdad, no sirvió de nada. Porque solo me hizo falta mirarles a los ojos para decirles lo importante que eran para mí. Claro que ellos ya lo sabían pero tenía que decírselo antes de abandonar mi país hasta Dios sabe cuando. Cuantas lágrimas derramé aquella mañana, pero no de pena o de aflicción, que también, pero también de orgullo y satisfacción de saber que ellos también me echarían de menos tanto como yo a ellos, que aunque conocieran a muchas más personas a lo largo de su carrera jamás nadie sería como yo. Sonreí porque ellos también serían para mí lo que yo para ellos. Así estuve preparada para despedirme de ellos, no con un “adiós” pero sí con un “hasta luego”. Nunca quisimos despedirnos de la primera forma porque sonaba demasiado rotunda, preferíamos la segunda porque daba lugar a un segundo encuentro. Suena extraño pero de verdad preferíamos un esperanzador “Os veo luego” a un concluyente “Adiós”
La misma voz metalizada de la mujer nos dio a entender que se acabó la espera, que ahora había llegado el momento de la despedida. Me levanté muy a pesar. Me negaba en redondo a seguir con aquello, quería quedarme, de verdad, pero no debía de hacer esto más duro de lo que ya era. Ellos me siguieron poco después. Me giré para verlos. Desearía guardar este momento para siempre en mi memoria. Jamás podría olvidar esto. Verlos allí mirándome sin saber que hacer, confusos porque no sabían por qué el momento había llegado tan pronto… Sonreí. No debía llorar más. Iba a verlos otra vez, nadie sabía cuando o cómo pero volveríamos a encontrarnos. Bill fue el primero en reaccionar corriendo hacia mí y abrazándose a mí con toda la fuerza que le permitían sus brazos. Entonces noté las ligeras convulsiones de su cuerpo. No, por favor, Bill, ahora no… Demasiado tarde. Lágrimas saladas empezaron a fluir de mis ojos. Mi mejor amigo, mi hermano, mi complementario, una de las partes de mi vida, una de las razones de mi existencia… Me dolía esto, dejarlo atrás. En realidad a todos pero Bill era especial. Siempre habíamos tenido una relación especial que nos hacía más que amigos. Y aunque no lo amara de la forma que una mujer ama a un hombre, no tenía la menor duda de que daría la vida por él. Hasta pronto, Bill. Nunca nos separaran. Me despedí de él en silencio. Georg se acercó a dónde estábamos los dos abrazados y posó una de sus manos sobre uno de los hombros de Bill, que lo miró a los ojos y entendió que no solo era él el único que quería despedirse de mí. Se deshizo de mi abrazo sonriéndome y haciéndose a un lado. Abracé a Georg. ¡Cómo iba a echar de menos las sobreprotecciones de mi enorme hermano mayor! En realidad todo. Las risas en el estudio, los piques con la consola, las peleas que siempre protagonizaba con Tom… Nunca me cansé de cosas como esas y sabía que las iba a echar de menos… Gustav fue el siguiente en adelantarse. Él nunca había sido de despedidas así que no lo alargamos demasiado. Lo abracé y me respondió y para hacer más amena la despedida le quité la gorra y me la coloqué en la cabeza. Me negué a devolvérsela. Después de un rato pidiéndomela por las buenas, abandonó la lucha y me dejó quedármela. Sabía que lo hacía porque me iba porque si no hubiese sido así me la hubiese quitado por las malas. Le saqué burla al tiempo que el único que quedaba por despedirse se acercaba a mí. El corazón aceleró su ritmo. Sabía lo que esto significaba. Ya lo había decidido, aquí terminaba lo nuestro. Seguiríamos siendo amigos pero nunca nada más. Seguramente cuando volviéramos a encontrarnos él habría encontrado a una imponente pelirroja, o tal vez rubia, con todas las medidas que a él le gustaban y yo… Bueno, dudé mucho de que yo fuera a encontrar algún otro con el que compartir mi vida… Eso ya se vería más adelante. Ahora lo que teníamos que hacer era despedirnos hasta la próxima. Sentí sus labios posarse sobre los míos y robarme un beso que no olvidaría en años. Dulce pero apasionado, tierno que invitaba a ir más allá. Me sentí ligeramente mareada cuando, después de largo rato, separó sus labios de los míos. Poco después acunó mi rostro entre sus manos y de sus labios, en un simple susurro, salieron las palabras que, años más tarde, han perdido sentido para mí pero que en aquel momento hicieron latir mi corazón a una velocidad de vértigo.
-Te esperaré. Te esperaré el tiempo que haga falta. Meses, años… Solo quiero que regreses.
Ahora sí ya no quería ir a ninguna parte. Mis piernas no me respondían y de mi boca no salía ningún sonido coherente. La voz de la mujer por megafonía nos alertaba del último aviso antes de que el avión partiera. Mi tía me agarró del brazo y empezó a caminar hasta la puerta de embarque.
-¡Espera! – Tom corrió hasta donde estaba y hasta que no estuvo frente a mí me negué a seguir caminando. – Toma esto. – me tendió un sobre. – Esta todo ahí. Cuídate, Sam. Cuídate mucho.
Esa fue la última imagen que tuve de mis amigos antes de partir. Con Bill junto a Tom, y Georg y Gustav caminando hacia donde estaban los gemelos. Las lágrimas se apoderaron de nuevo de mí y me despedí en silencio y entre sollozos de mis mejores amigos, de aquellos seres que habían hecho mi vida la más feliz, a pesar de todo, los que me sacaban una sonrisa siempre que me veían triste, los que siempre habían estado conmigo… Hasta siempre, chicos. Os veré pronto…
Sentada en el asiento que me correspondía al lado de la ventana, encogida sobre mí misma, dejaba que las lágrimas fluyeran por mis mejillas sin hacer nada para evitarlas. Era lo único que podía calmar el dolor que sentía en mi corazón, que había quedado hecho añicos en mi interior, como si me lo hubieran atravesado con mil dagas al rojo vivo. Nunca pensé que la separación iba a ser tan dolorosa. Sabía que me iba a doler, que era algo inevitable después de todos estos años, pero jamás pensé que podría llegar a sentirme vacía. Mi tía, a mi lado, posó su brazo por entre mis hombros y me besó la frente. No estaba sola, ella estaba conmigo. No iba a enfadarme con ella, Teressa sólo quería lo mejor para mí, así que no pensaba enfadarme con ella, ella no me había obligado a separarme de mis amigos, había sido la odiosa de mi madrastra, que había conseguido lo que había estado esperando durante todos estos años. Creía que no podría hacerme más daño del que ya me había hecho, pero sí lo había logrado, me había roto por dentro, me había destrozado como un papel en las manos de un hombre….
Y, hablando de papeles, noté que en mi mano aún reposaba el sobre que él me había entregado en el aeropuerto de la capital, justo antes de embarcar. Me sequé las lágrimas con el dorso de la chaqueta y lo desdoblé. Había pasado horas enteras arrugándolo de aferrarlo con tanta fuerza… Pesaba un poco para ser solo un papel… Abrí el sobre y miré su interior. Descubrí una pulsera de plata, la saqué dudosa. Parecía una simple cadena pero mis ojos quedaron fijos en el detalle que colgaba cerca de la cerradura. Era muy pequeño pero apreciable. Descubrí que era una cruz gótica envuelta por una serpiente curvada en forma de S. Me llevé la mano a la boca cuando descubrí que aquello era mucho más simbólico de lo que parecía. Nuestras iniciales entrelazadas…. Jamás pensé en recibir algo así y menos viniendo de él, pero ahí estaba. La agarré con fuerza entre mis manos, temiendo que se escapara, y me la llevé a los labios. Mi tía me miró de reojo y yo, que me moría por enseñárselo a alguien que supiera su significado, se la mostré. La cogió y echó una ojeada al pequeño detalle. Sonrió, dándome su aprobación. Ella era una de las pocas personas que sabía apreciar los detalles sencillos y simples.
-¿Y tú? ¿Le diste algo? – me preguntó. Sonreí mostrándole mi mano derecha donde horas antes había reposado el anillo de plata que me había regalado mi padre años atrás porque pertenecía a mi madre.
Teressa se llevó la mano a la boca. El anillo de su hermana… ¿Cómo había podido…? Podía leer esa pregunta en su rostro. Pero poco después sonrió y asintió con la cabeza. No podía estar en mejores manos. En silencio recordé el momento en que, en el avión que me había traído a la capital alemana, estaba observando cómo él jugaba con el anillo que estaba puesto en mi dedo. Sonreí y me lo quité. Él me había regalado algo a lo que estaba muy unido y que le importaba demasiado. ¿Por qué no iba a hacerlo yo? Me quité una de las cadenas que rodeaban mi cuello, que siempre solían ser muchas, y pasé el anillo por ella. Se lo tendí y él lo rechazó. Sabía que iba a hacer eso. Él creía que eso era demasiado importante para mí y no quería aceptarlo. Así que se lo coloqué yo al cuello al tiempo que le besaba en los labios. Quería que lo tuviera. Sabía que lo dejaba en buenas manos. Él sonrió poco después y volvió a besarme.
Y ahora, cuando yo estaba a miles de kilómetros de distancia, mi tía me ayudaba a ponerme la pulsera que jamás pensaba quitarme y cuidaría mucho de que no se perdiera; mientras yo sacaba del sobre el papel dónde estaba lo más importante. Estaba demasiado arrugado por mi culpa pero todavía se podía leer. Me preparé y comencé a leer.
No sé ni cómo empezar a decirte todo lo que tengo en mente. Nunca he sido de escribir y tampoco de hablar de lo que siento. Tú, que me conoces más que nadie, lo sabes bien. Pero ya que me decido a hacerlo, quiero intentarlo. Gracias por todo, Sam. Gracias por estar conmigo en todo, gracias por aguantarme, por tu apoyo, tu paciencia y tu cariño. Sé que si no hubiese sido por ti, que me devolviste mi parte más humana, nunca hubiese llegado a ser quien soy, tal vez ahora sería un borde y un huraño, al que le gusta la soledad. Gracias por aquel primer partido de fútbol en el parque en el que nos conocimos. Si no te hubiese conocido no sé quien hubiera sido yo ahora. Y, por cierto, que sepas que me dejé ganar. Gracias por una niñez llevadera y feliz. Gracias por ser mi hermana. Sin ti y sin Bill no hubiese podido seguir adelante yo solo… Y que sepas que todas las tonterías que cometía como meterme en líos o en peleas con los demás merecían la pena solo por ver tu cara de preocupada. Deberías ver cómo abres los ojos de par en par y se te encienden las mejillas mientras te muerdes los labios… Estas realmente preciosa cuando haces eso… Gracias por preocuparte por mí, nunca me sentí tan querido como en esos momentos. Gracias por ellos. Y ahora, gracias por estos meses juntos. Ten por seguro que siempre quedarán en mi memoria los buenos momentos que vivimos juntos, nunca olvidaré todo lo que me has enseñado en tan poco tiempo. Gracias una vez más por esto. Y ya para acabar, sólo desearte buena suerte en tu nuevo camino. Sabes que nosotros estaremos contigo allá donde estés, aunque no nos veas y que tú también estarás dónde vayamos nosotros. Nunca nos separarán, recuérdalo siempre. Y volveremos a vernos. Por supuesto que lo haremos. Esto es solo un bache que debemos superar pero no es el fin. El fin aún no nos ha llegado. Y cuídate, cuídate mucho. No te metas en líos de los que no sabes salir. Sé buena chica, ¿eh? Vale, no lo seas. Habla cuando no te toque, grita, suspende exámenes. Haz todo cuanto te venga en gana. No hagas caso a los demás. Hazle caso a esta mala influencia. Cuando los demás te digan que debes hacer algo, haz justo lo contrario. Con suerte, te expulsarán y volverás pronto a casa. Bill me acaba de decir que borre lo que acabo de escribir. Ya está aquí metiendo las narices dónde no debe… Espera un momento, voy a vengarme… Mmm... Si, quedé satisfecho. Supongo que sigo siendo el gemelo malo y a él le toca el papel del gemelo bueno… Bill te manda saludos y dice que no me hagas caso, que te cuides, sí, pero que seas buena. Yo sigo opinando que no deberías… Pero tú haz lo que consideres oportuno.
Creo que no tengo nada más que decirte. Así que me despido antes de que aquí mi hermanito me quite el papel y el Boli y se ponga a escribir él sus cursilerías…
Hasta pronto, Sam
Tom.
Sonreí al terminar de leer la extensa carta. No supe decir que parte había sido mi favorita, si la primera parte, en la que me daba las gracias, o si la segunda, que era una parida total como las que solíamos tener muy a menudo. Volví a doblarla y la guardé mientras seguía sonriendo. Siempre guardaría esta carta, me recordaba los mejores momentos que habíamos vivido y sabía que leyéndola de nuevo volvería a sonreír de nuevo. La guardé en mi bolsillo mientras dirigía la mirada hacia la ventanilla. Descubrí que estábamos sobrevolando las nubes y el paisaje era precioso. En silencio me despedí de mi querida Alemania y de la gente que allí residía. Hasta muy pronto, Alemania…
ooOola amanda aiii
ResponderEliminarezta ermOoZoO ezthe capitulO
uff notengo palabraz me faziino
k ermOzo detalle de tOm de tOdOz
aii amanda la vd erez la mejOr
zcritOra qOmO iia t avia menziiOnadO
k zii tu fic la publicara un editOrial
zeriia la primera en cOmprarla
jje ii tan biien me alegrO k xfiinn
nOz aljamOz en qOntradO de nuevO
erez una chava zuper liinda me caez de lO mejOr wuenaO amanda me tengO k iir cuiidate tkiierO muxO ii una vez maz ermOoOza fic
Amanda,'mi hermana perdida', no puedo explicarte todo lo que me haz hecho llorar con cada palabra puesta en este capitulo, en este momento mi cara es un oceano de lagrimas y mis ojos se hicharon por eso. Te felicito amiga, cada dia me sorprende mas el talento que posees, me dejas sin palabras. Gracias por escribir cada capitulo,los cuales me hacen muy feliz. Te quiero mucho mucho mucho amiga, sos muy pero muy especial para mi,y me alegra muchisimo que hayas aparecido en mi vida, te adoro, Dai
ResponderEliminarOtra cosa, mi hermanita gemela perdida', me hizo inmensamente feliz las palabras que me dedicaste, no sabes lo valiosas que son para mi, y siempre las voy a guardar en mi memoria, y quedaron grabadas en mi corazon, fue automatico verlas y largarme a llorar, y ya despues fue peor con el capitulo, no te das idea de lo mounstruosa que se ve mi cara, pero bue, ahora si me voy, TE QUIERO MUCHISIMO, tu gemela, Dai
ResponderEliminarHalloO Amanda!! ay sabes adoro thu historiia me enamoree jeje ya no aguanto a k otra vez zea domiingo :P jajaja no sigue asii ii rekuerda ke soii thu fan numero 1 jajajaja :P weno kuidate muxo sigue asii nz vmoz
ResponderEliminarAtte: pkniia :D
Ok creo que es momento de admitir que llore y llore haha me encanta como logras captar los sentimientos y los detalles bueno todoo de vdd que eres una personita muy talentosa y te felicito xD una linda historia otro hermoso capitulo y recuerda que nosotras te apoyamos en todo te mando un gran abrazo con cariño ae ... bye bye!!
ResponderEliminarhola amanda yo se que hasta ahora no te enviado ningun comentario me considero muy mala persona pero es que para los comentarios soy pésima leo los demas comentarios y sus palabras son tan bonitas!! como por ejemplo la de tu hermana sus comentarios son extramadamente lindas, de las demas tambien!! pero aqui estoy escribiendo todoo lo que se viene a mi mente. Solo me queda decirte que lo que escribes es perfectooo me encanta como suena todo lo que escribes, SIGUE ASI AMIGA!! (ExcEleNte, FeliCiTacIonES). Aparte eres una persona genial, tratable, buena yyyy etcc...jajaja para mi eres una buena persona y una buena chica, por eso todos te quieren mucho, no dejes de ser esa personita especial!!! bueno amanda hasta la proxima que hablemos por el chat bye =) y cuidate muchisimooo...[[[[[[[[[[[[jaS]]]]]]]]]]]]
ResponderEliminarYa tenia ganas de Leer un capitulo Largo jajaja.
ResponderEliminarMuy bueno amanda, como siempre. Te felicito por seguir escribiendo cada noche a pesar de tus obligaciones. Continua asi.
Gracias por acordarte de mi en tus capitulos, espero que hablemos pronto aunque tenga muchos examenes XDD.
Felicidades por otro capitulo, esperare ansioso el siguiente ^^
Perdon no firme el anterior Post XDDDDDDDDDDDDDDDDDDDDDDDDD.
ResponderEliminar†Elfire
Hola Amanda!
ResponderEliminarMuy bueno el capitulo de hoy
Estuvo genial (Y)
Y mientras mas extensoo mejor =D
Me encanto!
Lloreee cn el cap!
Sigue asi eres una EXCELENTE escritora ^^,
Cuidatee Muchisimo y Suerte en TODO :)
Küsses !!
Pass Auf!
Flavia*
hallo mi amiwita lindaaa
ResponderEliminaruff... por fin pude leer tu cap. como te lo mensionaba antes he estado muy ocupada y no había podido leerlo pero uff... al fin se dio la oportinidad y creeme q ha sido un capitulo perfecto, ioP al iwal q las demas xicas he llorado tanto, ayy fue tan perfecto, me encantó el detalle q le dejó tom a sam y como te lo dicía anteriormete eres una xava super talentosa sigue asi y muxas gracias por regalarnos esta increible historia... kisses amanda tkm byee...