
Mi padre no estaba allí, nunca más lo estaría. Había muerto, me había dejado sola… Me desplomé sobre la suave alfombra y dejé que las lágrimas recorrieran mi rostro sin hacer nada para evitarlas, ya de nada servía si no lo tenía a mi lado. Sentía el peso de mi cuerpo caer de bruces sobre el suelo y mis párpados pesados, sin embargo no luché contra ello, ya nada me importaba…
Desperté sobre la cómoda colcha de mi cama. La suave tela estaba empapada a causa de mis lágrimas. Había seguido llorando aun estando desmayada. Ni siquiera me levanté, no tenía fuerzas para ello. Mi mundo se había venido completamente abajo, no me importaba ya nada, ¿qué pasaría conmigo? Ni siquiera le di importancia. Mi padre había sucumbido, la persona que yo mas quería en este mundo…
Cerca escuché el sonido de mi teléfono móvil que me anunciaba que me estaban llamando. Sabía quien era, debían de ser ya las diez de la noche y no podría tratarse más que de mis mejores amigos que me llamaban ajenos a todo cuanto pasaba a mi alrededor pero no me sentía con fuerzas de hablar con nadie aunque este alguien se trataran de los únicos que podían traerme algo de lucidez a mi vida ahora vacía. El teléfono quedó en silencio para más tarde volver a sonar. No tenía otra opción, tenía que cogerlo si no estarían llamándome toda la noche hasta que yo diera señales de vida. Me incorporé de la cama buscando con la mirada dónde se encontraba el aparato, lo encontré sobre la mesita de noche donde alguien había dejado además mi bandolera y los regalos que había comprado esa tarde que en mi delirio había tirado sobre el arcén de mi casa. Cogí el teléfono y pulsando el botón adecuado caí de nuevo sobre la almohada y las confortables sábanas. Al otro lado escuché la voz de mi mejor amigo saludándome como si nada, como si nada hubiera pasado. De mis labios no salió ni una sola palabra, ni un extraño balbuceo, nada que demostrara que seguía viva aunque había muerto por dentro. Sentí como las lágrimas se agolpaban de nuevo en el contorno de mis ojos y como empezaba a respirar entrecortadamente. Seguía sin decir nada a pesar de que Bill me llamaba una y otra ves por mi nombre, pero yo seguía sin responder hasta que escuché una voz conocida al otro lado del teléfono.
-Sam, se que estás ahí, ¿quieres hacer el favor de coger el teléfono?
Vale, demostrado, Gustav era el único que podía mantener la calma ante cualquier situación. Abrí la boca y dejé que las palabras surgieran solas. Entrecortadamente me disculpé por mi estúpida actuación.
-Lo siento, chicos… No… No quería…
-Sam, ¿qué pasa? Tú… Tú no estás bien…
-Sam, ¿qué pasa? Tú… Tú no estás bien…
Respiré profundamente antes de contarles lo que había ocurrido. Yo misma no aceptaba la realidad, ¿cómo contarles a ellos algo que ni siquiera yo sabía si era real? Quedé en silencio de nuevo, intentando asimilar lo idea de que mi padre se había ido, que jamás volvería, que ahora estarían examinando su cuerpo en un laboratorio y que en un par de días acudiría a su entierro. ¿Cómo aceptar que tu padre había muerto? ¿Cómo pensar en afrontar la vida sola, sin él, sin el cariño que te brindaba, sin lo mucho que compartíais? Y sobre todo, ¿cómo decírselo a tus amigos cuando solo hacía escasas horas que te habías enterado de su muerte?
-Es… Complicado...
-¿Cómo que complicado? Samantha me… nos estas asustando.
-¿Cómo que complicado? Samantha me… nos estas asustando.
-Mi padre ha muerto. – así lo solté sin más preámbulos, sin más vueltas de hoja. La realidad chocó contra mí como el coche que había matado a mi propio padre.
Nadie dijo nada en unos minutos, escuchaba mi propia respiración sobre el aparato. El silencio se hizo palpable en el ambiente, supongo que estaban intentando asimilar la realidad y que les estaba costando hacerse a la idea tal y como había hecho yo antes de confesárselo tan deprisa. No era algo que se tuviera que decir a la ligera y sin embargo yo lo había hecho porque lo necesitaba, escuchar de mis labios la realidad para ser consciente de la realidad de mis palabras.
-Sam… -rompió el incómodo silencio mi mejor amigo con su voz melódica, que sonaba como automática, fría y sin sentimientos por culpa del aparato, pero que yo sabía que era la más cálida y dulce que jamás podría llegar a reconfortarme pero la necesitaba aquí, a mi lado…
-Chicos, voy a acostarme, demasiado por un día…
-Sam, espera…
-Hasta luego, chicos.
-Chicos, voy a acostarme, demasiado por un día…
-Sam, espera…
-Hasta luego, chicos.
Corté la conversación antes de que añadieran otra palabra que me distrajera de mi propósito, realmente no estaba para charlar con nadie y aunque eran los únicos que podían darme algo de apoyo en esos momentos me negaba a seguir con aquello. Necesitaba estar sola, pensar… Desconecté el aparato pues sabía que si no lo hacía seguirían llamándome hasta que se dieran por vencidos. Volví a la cama donde me encerré debajo de las sábanas y me negaba a salir. Ya ni las lágrimas podían consolarme, esto no era ninguna tontería como cualquier otra que mi almohada hubiera conocido, ahora si podía sentirme vacía y perdida. Sola en medio de la oscuridad de la noche, bajo un cielo que no contenía ni luna ni estrellas que pudieran iluminar mi camino…
Abrí los ojos cuando noté sobre mi cama un nuevo peso sobre ella, tardé en acostumbrarme a la luz del día y darme cuenta de que mi hermana se hacía un hueco entre las sábanas para tumbarse a mi lado. Le dejé espacio y la abracé. Ninguna de las dos dijo nada. Ambas sentíamos lo mismo, solo que ella era una niña que no entendía aún gran parte de las cosas que ocurrían por injusticia en este mundo cruel. Pasé mi mano por su largo cabello castaño mientras ella sollozaba sobre mi regazo. No iba a decirle que no llorara, tampoco que no había pasado nada, no iba a mentirle, era una niña, si, pero no era estúpida. Y ella sabía tan bien como yo que era lo que le esperaba en el futuro. Eso me hizo pensar. Si mi padre había muerto, y yo era menor de edad, ¿quién iba a quedarse con mi custodia? Soy egoísta, demasiado, pensé. El hombre que me había dado la vida había muerto el día anterior y yo solo pensaba en qué iba a ser de mí. Soy terriblemente odiosa.
Alguien entreabrió la puerta de mi habitación pero no me moví. Ya nada podía hacer que me sobresaltara. Podía sentir mi cuerpo pesado y sin fuerza, como si me faltara la vida… Si, podía ser que fuera una muerta en vida…
-Sam… - la voz de mi mejor amigo me hizo abrir los ojos.
Mi hermana se levantó de la cama y miró hacia la puerta. Al ver a mis amigos allí se deshizo de mi abrazo y corrió hasta la puerta para dejarnos intimidad. Ni siquiera me moví cuando sentí que Bill se tumbaba a mi lado y me abrazaba. La única reacción que obtuvieron de mi fue un cerrar de ojos al sentir que los tenía allí conmigo, que ellos sí estarían conmigo hasta el fin del mundo…
Los siguientes días están algo confusos en mi mente. Solo pequeñas escenas permanecen en mi memoria. En aquellos días volví a ser el fantasma que había sido apenas unos meses atrás, un muerto en vida que se movía por instinto y con mucha torpeza, creo que llegué a caerme más de una vez porque mis piernas no soportaban demasiado bien mi peso. Por eso, el día que al fin enterramos a mi padre, ninguno de mis amigos me dejaba caminar sola. Me rodeaban como temiendo que me desplomara en cualquier momento. No volví a llorar, las lágrimas ya ni siquiera me consolaban, habían muerto con la calidez de mi interior. Ahora sólo podía sentir frío en mi interior. Frío, oscuridad, silencio. Ni siquiera era conciente de lo que ocurría a mí alrededor. Sentía como los demás tiraban de mí, como me pasaban de mano a mano, como si fuera una muñeca con la que podían jugar, una muñeca que no tenía dueña, que la niña con quien jugaba había crecido y la había abandonado en un rincón. Así podía sentirme. La parte racional de mí me decía lo contrario, que allí estaban mis amigos para apoyarme, mi tía, a la que adoraba, Simone, Gordon, David… Todos estaban dispuestos a ayudarme y hacer por mí cualquier cosa, pero nada podía hacer que dejara de pensar como lo hacía. Sabía que era una estúpida y una egoísta. Ellos también lo estaban pasando mal. Era duro saber que aquel hombre había muerto tan rápido, algo que jamás nadie se había imaginado que pudiera llegar a pasar. Él también era querido en mi mundo, entre mis amigos, entre la gente que me rodeaba. Y ellos intentaban llevar su muerte lo más llevadero posible, le echaban de menos, por supuesto que lo hacían, pero seguían intentando llevar su vida adelante y yo no se lo ponía nada fácil. Admiraba su esfuerzo, admiraba la forma en que me hablaban como si nada., me preguntaban, me contaban cualquier cosa, aunque de mí no obtuvieran respuesta alguna. ¡Oh! Eso no lo mencione. Dejé de hablar, dejé de comer. Dejé todo. Lo dicho. Era una muerta en vida. Lo único que hacía era dormir y dormir. Mi tía me llevó a su casa, no quería que mi madrastra… ¿o ya no era nada mío? Cuidara de mí o simplemente viviera conmigo. Me ofreció una cama y cogió todas mis cosas de mi habitación. No hubo rastro de mí en esa casa, como si nunca hubiera vivido allí. Recuerdo el día que entré al coche de mi tía, mi hermana salió corriendo y llorando me pidió que no me fuera, que me quedara con ella. Mi respuesta fue simple. La abracé y le susurré al oído que seguiríamos viéndonos, que no se preocupara, que siempre estaríamos juntas. Yo sabía que eso no era cierto. Que su madre no la dejaría volver a verme, y menos me dejaría entrar a su casa, aunque legalmente era mía ya que me la había dejado mi padre en su testamento, se la cedí. Y así me alejé de la casa que me había visto crecer, jugar, corretear, llorar, reír… Toda mi vida estaba escrita en esas paredes y la dejé atrás tras echar un último vistazo por encima del hombro. En silencio me despedí de mi hermanita. ¡Como amaba a aquella pequeñaja! Me deparaba una nueva vida… En silencio.
Pasaban las semanas. Mi nueva vida silenciosa no me llenaba. Constantemente me sentía triste y siempre le veía el lado negativo a las cosas. Pensaba que jamás volvería a ser la niña alegre y divertida que siempre había sido. Y no era la única que lo pensaba. Mis amigos, aunque seguían estando siempre conmigo, yo sabía que me empezaban a ver como una carga y yo estaba harta de esto. No necesitaba ser la muñeca de nadie, podía sobrevivir sola. No los necesitaba, no si ellos se sentían obligados a seguir conmigo, no si en vez de ver bondad en sus ojos veía obligación…
Cierto día en que estábamos en la casa de los twins, pues ellos habían decidido quedarse conmigo hasta que yo me recuperara, y allí estábamos los cinco como siempre, con Bill concentrado en su nueva canción mientras los demás jugaban a la play. Yo miraba la escena sentada en el sofá. Escuchaba sus risas, sus piques y, como no, sus peleas. Pero siempre ajena a todo. Nada de intervenir. Lo observaba todo como un espectador cualquiera, como si yo no fuera parte del grupo. En realidad hacía ya tiempo que no me sentía parte del grupo, parte de nada. Un monstruo vagueando por las calles desiertas. Una sombra, un espectro. Y era el momento de decirles lo que pensaba. Nunca me había callado por nada y ahora no iba a ser la excepción, que estuviera deprimida no significa que me había quedado sin boca. Escuché que me preguntaban algo que sonó como: ¿A ti que te parece, Sam? ¿Machaco a Georg a la consola o no? Supe que la voz provenía de Tom. Esto me dolió como el infierno. No había pensado en él para nada. Él había estado conmigo desde el primer momento y yo ya ni le dirigía la palabra. Ni siquiera le miraba. ¿Qué demonios me estaba ocurriendo? Apenas unos meses atrás babeaba por él, casi besaba el suelo por donde el pisaba, pero ¿y ahora? Claro, solo podía ver la obligación en su mirada…
-Pienso que no deberíais hacer esto porque os sintáis obligados.
Las palabras salieron solas de mis labios sin pensarlas. El silencio se hizo en el comedor, todos me miraban inauditos, no se muy bien por qué, porque al fin me había decidido a hablar o bien por lo que les acababa de decir. No esperaba para nada la reacción que obtuve de ellos y menos de aquel que se suponía que era mi novio…
-Y tu deberías dejar de pensar tanto en ti misma y mirar a tu alrededor. ¿Crees que a todos nos gusta verte así? ¿Crees que nosotros no estamos jodidos por esto? Por favor, Sam deja ya de ser tan egoísta y mirar algo más allá de tus narices. Y si de verdad crees que después de todos estos años, estamos aquí contigo, intentando ayudarte a afrontar lo ocurrido en vez de estar en Berlín grabando, de gira, o en alguna fiesta, estás definitivamente mal de la cabeza. ¿Cuándo vas a entrar en razón, Samantha?
Entonces fue cuando se levantó del sofá en el que estaba sentado y sin mirarme subió a su habitación dónde seguramente se tumbaría en la cama y fumaría un cigarro aunque su madre le tuviera prohibido fumar en casa. Pero estaba nervioso y cuando estaba nervioso su costumbre era fumar, aunque solo fuera un cigarro. Cuando desapareció los tres chicos que quedaban me miraban como diciéndome que Tom tenía razón. Si, probablemente Tom tuviera razón y yo me estuviera volviendo una paranoica. En realidad siempre había sido una paranoica. Miré a mi mejor amigo que me devolvía la mirada. Esta vez estaba a favor de su hermano. Todos lo estaban. Seguramente todos pensaban lo mismo y solo Tom había tenido el valor suficiente para soltármelo. Suspiré. Me sentí pequeña bajo la atenta mirada de los chicos. Y me detuve a pensar por unos momentos. En realidad ellos tenían razón. Había sido una egoísta que solo pensaba en sí misma y no veía el esfuerzo que los demás hacían para salvarme de mi mundo de tinieblas en el que estaba sumergida por la pérdida de mi padre. A decir verdad si veía su esfuerzo pero no lo apreciaba. Había sido una idiota. Una idiota de remate. Me levanté del sofá y mi dirigí escaleras arriba hacia la habitación de Tom donde lo encontré en la ventana, apoyado sobre el alfeizar y, como buen adivina que era, fumando. Giró la cabeza para ver quien era el que había entrado por la puerta y allí me encontró a mí, plantada en la puerta de su habitación sin atreverme e avanzar y sin saber qué decir. Sabía que él no se iba a disculpar por lo que había dicho, no era de los que se arrepentían fácilmente de las cosas y menos cuando estaba convencido de que él tenía la razón y no los demás y este era uno de esos casos.
-Tom… - por primera vez en mucho tiempo de mis labios pudo salir su nombre. Él me miró directamente a los ojos.
-No voy a disculparme, Sam
-Lo sé. No he venido por eso. He venido a disculparme yo. Por todo. Tienes razón. Soy una puta egoísta que no supo ver que mi forma de comportarme os estaba dañando demasiado. – intenté no ponerme demasiado sentimental, juro que lo intenté pero las lágrimas volvieron a mis ojos después de mucho tiempo al darme cuenta de la gravedad de mis palabras. Rápidamente él apagó el cigarro y fue hasta a mí donde me abrazó y esta vez de verdad. Ya no sentía frialdad en mi interior. Pude ver, al fin, que ellos jamás habían estado conmigo por obligación. Al fin pude sentirme en paz conmigo misma al sentir sus labios sobre los míos una vez más después de tanto tiempo sin conocer tal calidez…
-No voy a disculparme, Sam
-Lo sé. No he venido por eso. He venido a disculparme yo. Por todo. Tienes razón. Soy una puta egoísta que no supo ver que mi forma de comportarme os estaba dañando demasiado. – intenté no ponerme demasiado sentimental, juro que lo intenté pero las lágrimas volvieron a mis ojos después de mucho tiempo al darme cuenta de la gravedad de mis palabras. Rápidamente él apagó el cigarro y fue hasta a mí donde me abrazó y esta vez de verdad. Ya no sentía frialdad en mi interior. Pude ver, al fin, que ellos jamás habían estado conmigo por obligación. Al fin pude sentirme en paz conmigo misma al sentir sus labios sobre los míos una vez más después de tanto tiempo sin conocer tal calidez…
Después de este pequeño episodio intenté con toda mi fuerza volver a ser la de antes, aunque me rehusé a celebrar las navidades, pues para mi esa fiesta había muerto, y siempre quedó en mí un poco de aquella etapa intentaba disimularlo como pudiera. Ya que mis amigos me habían perdonado de nuevo no quería que volvieran a sentirse mal por mí. Y fue cuando volví a ser yo misma cuando empecé a darme cuenta de lo que pasaba a mí alrededor. Era finales de diciembre, principios de enero. En nada volveríamos a empezar las clases. Pero yo jamás volvería al instituto de Magdeburgo. Al fin fui consciente de la lucha que mantenía mi tía con el juzgado para que le dieran mi custodia, lucha que iba perdiendo mi tía. No sé por qué mi madrastra no se la cedía por las buenas, como yo le había cedido mi casa, y así desentenderse de mí tan fácil tanto ella como yo queríamos pero no lo hacía. Y llegó el día en que mi tía me confirmó mis sospechas: tendríamos que irnos. Lejos. Tal vez España. Sabía que esto pasaría. Era la única forma de mantenerme alejada de mi hermana. Y ella lo sabía. Quería que yo huyera. Apartándome de mi hermana de la forma más cruel y despiadada que jamás podía imaginar. Incluso después de la muerte de su marido, mi padre y el de Rose. ¿Cómo podía hacerle esto a su hija? Vale que a mi no me soportara pero ¿por qué separarme de mi hermana cuando ella más me necesitaba? Y sabía que no solo era por eso, quería alejarme de mis amigos, siempre lo había querido. ¡Maldita pécora! Lo estaba haciendo adrede. No lo pude evitar. Si antes la odiaba, ahora la odiaba el doble… Y así me vi envuelta en una despedida que jamás imaginé que viviría. Cuando se lo dije a los chicos pensaron que estaba de broma, pero Bill al ver que no me reía, que en realidad mi rostro solo mostraba dolor se dio cuenta de que no estaba bromeando y que jamás bromearía con una cosa así. Mi tía ya había comprado los billetes. Me iría en unos días. Otra vez envuelta de abrazos, jamás olvidaría estas cosas. Sentí como mis ojos se humedecían al sentirme tan querida. Desde luego, no nos damos cuenta de lo que tenemos hasta que lo perdemos. Por supuesto yo jamás perdería a mis amigos. Siempre iban a estar ahí para todo. Pero sabíamos que si yo me marchaba a España y ellos seguían de gira, iba a ser prácticamente imposible vernos. Pero lo sabíamos. Volveríamos a encontrarnos. No importa el tiempo que tardásemos en hacerlo, sabíamos que volveríamos a estar todos juntos de nuevo...
El primero xD.
ResponderEliminarSolo leyendo tu entrada ya empezo a llamarme la atencion. Hay que ver menuda mejora has hecho desde que empezaste,Gracias por compartir tu trabajo. Esperare con ansia hasta que llege el Lunes siguiente y el Capitulo 25.
Felicidades por seguir sacando capitulos y bienvenida otra vez.
† Elfire
Hallo!
ResponderEliminarComo ven ya e vuelto. Muchas gracias a todos por sus comentarios. Como siempre digo, ustedes son l@s que hacen posible cada capítulo. De verdad muchas gracias. Siento estos capítulos que solo estan basados en el pasado, es que tenia que escribirlo ya porque despues van a pasar muchas cosas y Sam no podrá escribir... Si siguen conmigo lo descubriran. XD Por otra parte gracias a las chicas del blog por su comprensión estas dos semanas q pase sin pc... Las quiero chicas! Y que sepais Aemara y Haydee que os la tengo jurada por haberme hecho sufrir así con la broma de mi Tomi el dia de los inocentes... Casi me matáis de un infarto! Es broma, sabeis que os adoro, pero eso no se hace! Jum!
Ahora ya si me despido! Un beso enorme a tod@s mis tokis! Ya acepté a todos los que me agregaron, asi que si no os hablo habladme sin miedo que no muerdo!
Un beso enorme!
Amanda
Amanda,como me hiciste llorar con este capitulo. Te felicito nuevamente por tu historia, porque es hermosa, muy atrapante y cada momento es perfectamente detallado.De todas las novelas que he leido, tu historia es la mejor de todas, no tiene nada para criticarle, porque simplemente es perfecta, yo le entregaria un premio, no solo por ser fan de la historia si no porque se lo merece. No te das idea de como espero cada capitulo, es una constante cuenta regresiva, y te paso a contar que ayer me termine peleando con mi mama porque no me dejo usar la pc por una de sus tantas locuras y yo me moria por leer este capitulo, gracias a Dios ahora no esta y pude leerlo en paz, sino iba a reventar de ansiedad. Bueno Amanda te dejo un beso enorme, gracias por escribir esta historia que nos trae mucha alegria a las lectoras, a tus lectoras, y espero ya ansiosa el proximo capitulo, solo espero que mi loca madre no intente impedir que lo lea, porque creo que vamos a terminar mal jaja. Ah por cierto, te dejo mi mail por si queres agregarme, breakaway.-@hotmail.com ahora si me voy, un beso, Dai
ResponderEliminarAmanda bienvenida de nuevo, nos da gusto que regreses, que decirte de tu historia que no te haya dicho ya??? es perfecta y en estos capitulos no pude contener las lágrimas, me encantaron, y concuerdo contigo, Haydee y Aemara igual casi me matan, me di cuenta que si algo le pasa a Tom o a cualquier otro chico muero. Muchas felicidades por estos capítulos y esperaré con ansias el otro. Un besote Amanda.
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