lunes, 5 de octubre de 2009

RECUERDOS DEL PASADO CAPITULO 10

Querémos pedir una disculpa por no publicar la historia ayer, nuestra escritora siempre manda puntual su historia, la culpa fue de nosotras ya que el dia de ayer estuvimos muy ocupadas con cosas de la escuela, ustedes comprenderán así que disculpa a todas de parte del blog y a nuestra escritora Amanda, pero bueno aquí las dejamos con esta maravillosa historia que me apunto como fan número uno jeje.

Hola a todos una semana más. Solo quería agradecer vuestros comentarios. Me ayudan mucho a la hora de escribir. Espero que les guste este nuevo capítulo. Creo que es uno de los que me gustan más. Espero que lo disfruten. Cuídense y comenten ¡please! Besos.


Los chicos se miraron unos a otros. Si ella tenía razón y su amiga no los odiaba, ¿por qué razón se comportaba así? No entendían qué podía ser aquello que la atormentaba. No recordaban haberle hecho nada malo… A menos que se tratara… Georg miró a Bill y sus miradas se encontraron… No podía ser que aún les guardara rencor por eso… Hacía ya mucho de eso… Eran unos críos, no sabían lo que hacían… Gustav vio cómo sus amigos se miraban, y se acordó de lo que le hicieron a la pobre… Pero no, esto no era por esa estupidez, allí había algo más, algo oscuro, y pudo hacerse una ligera idea… Lo único que siempre le había dado miedo a Sam había sido su madrastra… Pero ella estaba lejos, seguía en Magdeburgo… Sonrió. Pues claro. ¿Cómo no había caído antes? ...


-¿Qué creéis que sabe? – les preguntó Tom observando cómo Alice volvía al pub.
-Esto no es una película de espías, Tom…- se burló su hermano.
-Ya lo sé. Solo digo que se le nota que está muy unida a Sam… Tiene que saber por qué se está comportando así
-Nos lo hubiera dicho. – agregó Georg mirando a sus amigos. – Ella solo quiere lo mejor para su amiga, se le nota.


Los cuatro volvieron a mirarse. No les gustaba esto, no tenía muy buena pinta. Si había algo que le pasaba a Sam querían saberlo, querían ayudarla, pero no les permitía acercarse a ella. Ella nunca había sido así, era ella siempre la que los buscaba cuando estaba asustada de algo, nunca se cerraba en sí misma como lo estaba haciendo ahora. Solo querían a su amiga de vuelta. No habían pasado tres años esperando volver a verla de nuevo para esto, para que ella los despreciase de esa manera. Realmente les había defraudado, ya no era la misma. Cuando la habían visto esa misma mañana aún conservaba algo de la niña que había sido, pero cuando la habían visto subida a ese escenario vestida de la forma en la que lo hacía ya no le quedaba nada de esa inocente niña.


Pero ellos tampoco eran los mismos.

Y de eso aún no se habían dado cuenta.

Sam abrió la puerta de su dormitorio con violencia y la cerró tras de sí de un portazo. Se tiró a la cama encogiéndose sobre sí misma. Las lágrimas recorrían su rostro a una velocidad de vértigo y morían en sus labios sin que pudiera hacer nada para evitarlas. No entendía nada, qué le estaba pasando, por qué de su boca salían las palabras que no quería decir, por qué su mente se cerraba en banda a decir lo siento cuando realmente sí lo sentía… Se negaba a aceptar que sus amigos la odiasen, en su mente aún revoloteaban los recuerdos de la infancia que habían pasado juntos, una etapa de su vida en la que había sido realmente feliz a su lado y que ahora le parecía demasiado lejana… Sentía que nada ni nadie podría llegar a consolarla jamás y sintió en su interior la falta de una suave mano que le acariciara el pelo mientras ella lloraba abrazada a su regazo…


-Mamá…

La palabra salió de sus labios sin percatarse. Jamás lo había dicho. Nunca había llamado a su madre aún cuando estaba herida. Sobre todo porque ella sabía que su madre no la escucharía. Pero ahora era lo que le hacía falta. El dulce contacto de su madre y sus palabras tranquilizadoras… Tenía a su tía, que podía llegar a ser como su hermana, pero no lo era. Y aunque ella no tenía la culpa, por unos momentos Sam deseó que sí lo fuera.

-Ayúdame… Mamá…

Nada ocurrió. Se lo esperaba. Su madre estaba muerta. Nunca la conoció. Fin de la historia. ¿Cómo iba a ayudarla?


Siguiendo encogida sobre sí misma se volvió para mirar el cuadro de corcho donde tenía colgadas las fotos de sus amigos. Las caras sonrientes de sus cuatro amigos le devolvieron la mirada en la oscuridad. Alzó una mano para posarla sobre la foto. Si pudiera volver atrás en el tiempo… Dejó caer la mano sobre la colcha y cerró los ojos. Las lágrimas habían desaparecido, ya no conseguían aliviar su dolor. En su mente recreó todos y cada uno de los momentos en los que había sido feliz… Sonrió a pesar de todo antes de caer dormida…


Lejos de allí, en una cara habitación de hotel, un chico suspiraba una y otra vez mientras fumaba un cigarrillo tumbado en la enorme cama. Aún no podía creerse la indiferencia de la que fue su amiga y algo más. ¿Cómo era posible que hubiera cambiado tanto? Recordó el momento en que ella había subido al pequeño escenario del bar. Parecía una profesional, y esa ropa… ¡oh! Dios… Esa ropa ceñida… Nunca antes la había visto vestida de aquella manera, ni siquiera cuando había estado con él, claro que de eso ya hacía tres años y por aquel entonces ella tenía ese toque de inocencia del que ahora carecía.

Fumando un cigarrillo tras otro se revolvía sobre la cama sin poder conciliar el sueño. Todo el día había sido como una pesadilla. Desde el primer momento del día en que habían bajado del avión… Recordó ligeramente a la rubia de la primera fila… Que buena estaba… Sacudió la cabeza, no era el momento para pensar en eso… Aunque tal vez si la viera otro día… “Joder, Tom, tú siempre con lo mismo…” Rápidamente apartó de su mente a la rubia con buena delantera y se concentró en su amiga. No podía creer todavía la actitud desafiante de ella, no era así, ella era una niña dulce e inocente, ¿cómo podía el tiempo cambiar tanto a una persona?


Recreó en su mente a la niña que su amiga había sido. Tenía esa sonrisa sencilla, los ojos se le achinaban cuando la sonrisa se dibujaba en su rostro. Recordó los momentos de su niñez en la que jugaban juntos. A ella siempre le había gustado picarle y él casi siempre se dejaba ganar… Bueno, siempre se dejaba ganar… Ejem, ejem… Sonrió ante esa imagen. Tenía que recuperar a esa niña, Sam no desaparecería…


Soledad… Silencio… Luz… Frío… Oscuridad…
Una luz cegadora giró de repente sobre ella transportándola a un lugar que conocía bien. Su precioso lago donde vivió los mejores días de su vida…
Sentada en una gran roca a la sombra de un árbol dirigía su mirada hacia el agua helada. Era de día. Un caluroso día de verano. El viento agitaba las copas de los árboles y revolvía la superficie del agua. Sonrió. La brisa era suave y cálida. Cuanto hubiese deseado poder volver allí.
Una nueva oleada de luz hizo que Sam volviera la vista y los ojos se le salieran de las órbitas…
Una preciosa mujer de tez oscura y largo y ondulado pelo negro la miraba desde la orilla del lago. No hicieron falta palabras. Pudo saber de quién se trataba.
- Mamá…
Se dirigió junto a ella, quería abrazarla, decirle lo mucho que la necesitaba, lo mucho que la quería… Apoyarse en su regazo a llorar hasta que hiciera un mar con sus lágrimas… Pero nada de eso ocurrió.
La mujer se acercó a su hija y clavó su mirada en sus verdes ojos. Era preciosa… Era su niña, que se estaba haciendo mayor y la necesitaba… La abrazó con fuerza, cuantos años observándola desde lejos deseando poder hacer esto… Madre e hija rompieron en llanto… Se necesitaban tanto la una a la otra…


-Cariño… No llores… - la voz de su madre tan parecida a la de su hermana le pareció la mejor de las sintonías
-Mamá… Ayúdame… No sé que hacer… No sé qué me pasa… -
-Shh… No llores, chiquita… - dijo su madre mientras le quitaba las lágrimas que recorrían el rostro de su hija – Escúchame, Samantha, no puedo quedarme mucho tiempo… Sólo me permiten unos minutos…
-Mamá, esto es solo un sueño…- se extrañó la pobre chica
-Nada es ya sólo un sueño… Ya lo verás… Pero lo importante es que vengo a decirte qué pasa… - cogió el rostro de su hija entre sus manos y la miró a los ojos – Mi niña, tienes que dejar atrás el pasado. Eso es lo que te está pasando… Tienes que dejar ir todo lo que tu madrastra te decía para burlarse… Sam, tú les importas, mucho… Nada de lo que te decía esa mujer era cierto… Tienes que dejarlo atrás…
-Pero ellos han cambiado tanto…
-Han pasado tres años, cielo. Todo el mundo cambia tarde o temprano y si los quieres, tendrás que aceptarlo…
Sam miró a su madre… Tenía que hacerle caso, aquella mujer no le mentiría nunca, jamás… Sonrió y volviéndola a abrazar susurró:
-Te quiero, mamá…
-Yo también te quiero, cielo…
Fueron las últimas palabras que pudieron oírse. La luz se acercaba a ellas tan rápido que las cegaba y segundos después la oscuridad volvió a hacerse…


Sam abrió los ojos de par en par. La luz solar que se filtraba por la ventana la cegó por unos instantes. Se descubrió sonriendo. Su madre… Había visto a su madre… La quería… Se preocupaba por ella…

Miró el reloj de la mesita de noche aún con la sonrisa dibujada en su rostro. Eran casi las doce del mediodía. ¿Tan tarde? Se levantó de la cama y se dirigió al baño. Una vez frente al espejo pudo mirar en qué se había convertido. Esta no era ella, una desconocida le devolvía la mirada con ojos muertos. Se lavó la cara eliminando cualquier rastro de maquillaje, y se cepilló el pelo. Ahora mucho mejor. Ya empezaba a reconocer en ella la adolescente que era. Volvió a la habitación donde apartó los tacones a un lado y se desnudó tirando la ropa prestada de su amiga sobre la cama, lejos de ella. Sacó del armario sus pantalones negros, su camiseta de tirantes también negra y se los puso. Acto seguido puso el cinturón de tachuelas sobre sus caderas y sus collares y pulseras sobre cuello y muñecas. Ahora sí que volvía a ser la de antes, aunque no del todo. Aún quedaba algo por hacer…


Aún sonriendo se dispuso a coger el skate de debajo de su cama. ¡Mierda! No estaba. Se lo había dejado en casa de Alice. Pero eso no cambiaría su buen humor matinal. Tenía que verles, aunque fuera de lejos…

Salió de su habitación y encontró a su querida tía trasteando en la cocina. Iba de aquí para allá haciendo de todo, mezclaba huevos con harina y agua, corría hasta el fuego para mover el contenido de la olla… Sam la miró con el entrecejo fruncido.

-¿Qué haces, tía?
- Solo cocino, querida…
-Para un ejército…
-Tenemos visita, cielo…

Evitó preguntar. Seguramente otro de sus novios… Hacia tiempo que no la veía tan contenta así que sería algo de eso…

-¿Ibas a salir?
-A decir verdad, si… Pero si quieres que te ayude…
-¡Oh, no! Está bien. Sal un rato… Pero a las dos en punto te quiero aquí.


Sam asintió con la cabeza y siguió su camino hasta la puerta. Y justo cuando iba a salir se dio cuenta de que su skate estaba apoyado en la pared y que a su lado estaban las bolsas con la ropa que había comprado el día anterior y su bandolera.

-Alice las trajo esta mañana temprano. También me dijo que te dijera que te recuperaras… - Sam asintió al escuchar la voz de su tía desde la cocina.
-No te preocupes, volveré para las dos.

Sam cogió su skate y salió a la calle. Eran más de las doce y media y tenía que ir y volver a la otra punta de la ciudad. Se dio prisa. No pasó por casa de su amiga. Esto tenía que hacerlo sola.


Con la música del mp4 a todo volumen en los oídos y subida a su pequeño vehículo no contaminante, la pobre se dirigió a su destino. Tenía que hacerle caso a su madre, tenía que dejar atrás de una vez por todas el pasado.

Y llegó al gran hotel. Pero no se acercó demasiado. Oculta en un rincón de la acera de enfrente con la gente pasando de un lado a otro nadie se percataría de su presencia y menos ellos, que ya ni miraban a sus fans a la cara… No quiso pensar en eso. No debía pensar en eso. Eran sus amigos, tenía que aceptarlos…

Los minutos pasaban y nadie aparecía por allí. Estuvo a punto de rendirse, pero no, tenía que entrar, tenía que verles, pero seguramente después de su pequeña discusión en la habitación del hotel no le dejarían volver a entrar al edificio al menos mientras la estancia de ellos. Aunque de otra manera tampoco hubiese podido entrar… Miró hacia la puerta, no había más que un vigilante… ¡Joder! ¡Pedazo vigilante! No importaba, mentalmente ensayó sus poses más femeninas para engatusarlo, pasaría en cuestión de minutos… ¡Qué demonios! Ella no sabía ligar, ni lo que era insinuarse… No tenía nada que hacer…


Aguarda. Alguien salía por la puerta del hotel. Un cuarteto de figuras que conocía bien, con enorme gafas de sol que lo protegían de los rayos del sol tan fuertes del mediodía madrileño, Bill encabezaba la fila, seguido de Tom vestido con sus enormes ropas XXXL y sus también gafas de sol. Georg seguía la comitiva, como siempre vestido discretamente como siempre sin llamar la atención al igual que Gustav, que charlaba con él animadamente. Los cuatro subieron a la enorme furgoneta negra, con la que casi es atropellada, que los esperaba en la puerta.

Sam sonrió. No se acercaría a ellos, le bastaba con verlos de lejos. Era un primer paso. Miró su reloj de pulsera, ¿cómo era posible que pasara el tiempo tan deprisa? Eran más de las una y media, tenía que darse prisa si quería llegar a casa a tiempo y evitar así que su tía se enfadara. La furgoneta salió disparada y justo después salió ella. Iban en la misma dirección, pero eso no significaba que su destino fuera el mismo.


Feliz de haberlos encontrado de nuevo, eligió algunas de sus canciones para ir por la ciudad. No eran las tristes que solía escuchar y las que más le gustaban, éstas estaban llenas de ritmo, se sentía viva mientras la música sonaba. Estuvo a punto de ponerse a cantar en medio de la calle si el sentido común no le hubiera salvado. Tenía que contenerse en eso. Tampoco era cuestión de hacer el ridículo en la calle…

Llegando a casa descubrió que había llegado a tiempo, aún no eran las dos, pero tenía que ayudar a su tía a poner la mesa y esas cosas que siempre ponía cuando tenían visita. Genial. Tendría que volver a fingir que le agradaba el tipo en cuestión… Aunque hoy eso no era un problema, se sentía feliz de veras…


Subió las escaleras de dos en dos, le encantaba hacer eso, hacía ejercicio e iba más rápida. Y cuando abrió la puerta de su piso con un: “Ya estoy aquí” se encontró algo de lo que no estaba preparada.

Cuatro chicos altísimos se encontraban en el comedor de su piso ayudando a poner la mesa. Ellos levantaron la vista, ella les devolvió la mirada. ¿Qué demonios hacían ellos aquí? No, Sam, recuerda, deja atrás el pasado, ellos te quieren, a su manera, pero te quieren… Nadie dijo nada, las palabras eran innecesarias, ¿o tal vez si era necesario una explicación? En un silencio bastante incómodo los chicos se dirigían miradas el uno al otro a ver quien hablaba primero…

5 comentarios:

  1. wooow
    esta genial
    ia kiero el otro
    bye
    sigue asi
    att
    kike kaulitz :p

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  2. GENIAL GENIAL GENIAL!!!! Los tokio fueron a buscar a su amiga siiii!!!!! que sigue que sigue?????? wow wow :D

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  3. Felicidades por sacar otra entrega, me gusto mucho y la historia se pone aun mas interesante. Tengo ganas de mas xD.

    Continua asi, Animo!


    Elfire

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  4. Grcias por sguir publicando cada semana ^^

    BSSSS!!!!

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  5. mee enn cantta mee qiero el otro qe emoziom

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