domingo, 25 de octubre de 2009

RECUERDOS DEL PASADO CAPITULO 13


Hola a todos una semana más. Quería comentaros algo y es que me quitan Internet por un tiempo ilimitado. Espero que sea por poco tiempo. Pero no se preocupen, intentaré seguir mandándoles los capítulos a las administradoras del blog, haré todo cuanto esté en mi mano para entrar al blog y leer sus comentarios (que, por cierto, muchas gracias por ellos cada semana, vosotros hacéis posible cada capítulo, gracias de todo corazón). Lo dicho, no saben cuanto lamento esta mala noticia, pero sigo insistiendo en que haré todo lo que pueda por seguir con los capítulos. Muchas gracias por su atención y disfruten del capítulo 13, que, modestia aparte, creo que me quedó guay… Aunque un poco largo… Cuídense, disfrútenlo y comenten. Un saludo.
Estuvimos charlando largo rato y me reí mucho con ellos. Intentaba que él se diera cuenta de que no era una niña y que podía estar con más chicos que no fueran ellos. Pero lo cierto era que ninguna de sus bromas me hacía gracia, eran vulgares y muy atrevidos. Empecé a ponerme nerviosa cuando uno de ellos puso su mano sobre mi pierna y fue subiendo hasta mi muslo. El pánico se apoderó de mí...
-Aparta – le solté. El se rió. Como respuesta se acercó aún más a mí. Cogió mi mano y la llevó hasta su entrepierna. Sentí el peor asco que pudiera llegar a sentir en mi vida. Intenté apartar mi mano de esa zona, pero él me lo impidió.
-Vamos, pequeña, juguemos un poco… -sentía su aliento en mi cuello… No pude sentirme más asqueada
-No, suéltame… ¡Suéltame! – grité con todas mis fuerzas.
-¡Suéltala, imbécil! – la voz de Tom irrumpió y él apareció apartando de mí al imbécil que me tenía presa de un golpe en la mandíbula. Me abracé a él en cuanto pude, estaba temblando de puro pavor, era una idiota, él tenía razón, solo era una niña… él me devolvió el abrazo y apartó las lágrimas que empezaban a resbalar por mis ojos. Me sonrió.
-¿Quién demonios te crees que eres, niñato de mierda? – le espetó
-Tu pesadilla, gilipollas. – le respondió Tom. El otro rió. Y cuando le iba a devolver el puñetazo, mis amigos aparecieron en el parque. Pude sentirme la chica mas afortunada del universo. Bill, Gustav y Georg… Y también venía Andreas… Me habían estado buscando todos para evitar que me metiera en un lío… Los adoré aún más… Sonreí a pesar del miedo que se había apoderado de mi cuerpo.
-Ni se te ocurra hacer eso. – le espetó Georg agarrando al tipo del brazo mientras Gustav tenía vigilado a su amigo…
Si las miradas matasen… No sé quien estaría más fusilado, si ellos o mis amigos… La tensión era palpable en el ambiente… Hasta Bill que era el más pacífico de todos dirigía una mirada llena de odio a los dos tipos… No duró mucho sin embargo. Los estúpidos anormales estos bufaron y se fueron poco después. Me sentí desfallecer. Mis piernas no me respondían. No quería pensar en lo que hubiese pasado si Tom no hubiese estado vigilándome entre las sombras. Me dí cuenta de que estábamos solos en el parque. Mientras hablaba con los otros chicos, los demás se habían ido… Si hubiese pasado… ¡Dios! Era una estúpida… Tuve que sentarme en el banco, encogiéndome sobre mí misma y enterrando la cabeza entre mis piernas. Quería desaparecer. Aún sentía el aliento de aquel tipo en mi cuello, mi mano puesta en su… Las lágrimas recorrían mi rostro y yo no podía hacer nada para evitarlo… Me sentía tan sucia… ¿Por qué? ¿Por qué era tan idiota? ¿Por qué no podía simplemente aceptar que Tom solo quería protegerme de tipos como aquellos?
Noté que alguien me atraía hasta él y me ponía su chaqueta sobre los hombros. Supe que ese alguien era Tom. La enorme chaqueta le delataba. Se lo agradecí. Yo aún temblaba y necesitaba que alguien me sostuviera, alguien que tirara de mí para evitar caer de nuevo en la amargura. Cosas como esa le pasaban a cientos de chicas en todo el mundo todos los días, pero esta había sido mi culpa, yo me lo había buscado por estúpida… Sentí sus labios sobre mi frente, regalándome un beso. Cerré los ojos disfrutando de eso. Era reconfortante saber que él estaba allí conmigo… Me rodeó con sus brazos. Abrí los ojos. ¿Dónde se habían metido todos?
-Tom… Tenías razón, soy una niña estúpida.
-No, no lo eres. Tenías toda la razón, tienes 14 años y lo normal es que empieces a salir con chicos. No quería hacerme a la idea de que ya no eras la pequeña niña que venía todas las tardes a mi casa y arrasaba con todos los pasteles de mi nevera y a la que tenía que defender porque los otros niños se metían con ella. Soy un mal hermano mayor. No supe ver que habías crecido.
-No, no lo he hecho… Aún no estoy preparada para estas cosas… - y sabía que no era totalmente cierto. Porque una cosa era no estar preparada para conocer a otros chicos y otra muy diferente era estar enamorada en secreto de mi mejor amigo, y todas saben que pasa lo que esto conlleva… Aunque yo sabía que eso nunca pasaría.
-Por favor, no tengas prisa… - sonreí ampliamente mientras me acurrucaba más contra él. ¿Para qué nos vamos a engañar? Ya que estábamos así, me aprovechaba un poco de la situación… ¿Quién, en mi lugar, no haría lo mismo?
No sé cuanto tiempo estuvimos allí. Solo que ninguno de los dos se atrevía a decir nada más por miedo a estropear el momento. Por mi mente pasaban a toda velocidad cosas que jamás pensé que pensaría. Cosas como que yo le importaba más que una hermana. Mi mente sabía que era absurdo pero mi corazón decía justo lo contrario. Y empecé a recrear en mi mente la idea de que yo le gustara… Me reí… Era patético… Él me miró pero no dijo nada…

Y los días pasaron sin ningún incidente. Yo seguía comportándome igual, sin más arrebatos de niña tonta y con la misma energía de siempre. Había olvidado el percance del parque, o por lo menos eso daba a entender, pero sí es cierto que ponía todo mi empeño en olvidarlo. Mi relación con mis amigos no se enfrió y eso lo agradecí en lo más hondo. Y era feliz, por primera vez en mucho tiempo la felicidad se había apoderado de mí y nada ni nadie podía arrebatármela…
A finales del mes de julio, una tarde que salíamos del estudio tras varias horas de ensayo descubrimos que había venido a la ciudad una gran feria de verano. Hacia tiempo que no ocurría algo así. La última vez que había pisado una feria había sido a los nueve años, con mi padre, mi hermana y mi madrastra. Sonreí. A pesar de la edad que tenía aún era una niña y esa clase de cosas aún me emocionaban, pues nunca había ido con mis amigos y eso era lo que yo más quería… Miré a Bill y descubrí que él ya me miraba desde hacia rato… Los ojos achinados a causa de la enorme sonrisa que se dibujaba en su rostro daban a entender que él también se moría de ganas por ir… Desde luego, a veces no sabía cual de los dos era más niño… Los demás nos miraban suspirando… Sin ninguna duda, éramos demasiado niños aún… Y como buenos hermanos mayores que eran, nos prometieron llevarnos ese mismo sábado todo el día…. Bill y yo reímos, como éramos los peques siempre nos salíamos con la nuestra… Y como yo era la única chica siempre me habían tenido muy mimada… Lo que yo no sabía era que ese día cambiaría mi vida por completo…
Reconozco que no imaginaba lo que iría a decirme Bill al verlo entrar por la puerta de casa, respirando entrecortadamente como si hubiera corrido una maratón. Eran las seis de la tarde del viernes. No habíamos quedado hasta una hora más tarde, cuando yo acabara las tareas de casa y pudiera salir. Llevaba días planeando el día del sábado. Tenía cada detalle en mi mente, desde la hora a la que tenía que acostarme ese día para levantarme temprano para poder arreglarme bien hasta la ropa que llevaría. No supe desde cuando me había vuelto tan organizada pero sí era cierto que tenía unas ganas enormes de que todo saliera bien en ese día planeado para estar con mis amigos. No imaginé que la visita inesperada de mi mejor amigo hiciera desvanecer todos mis planes con una simple frase…
-Bill, ¿qué pasa? Sabes que aún no puedo salir… - le miré mientras sacaba de mi cama de todo tipo de prendas… ¿Desde cuando llevaba esa toalla ahí debajo? Desde luego, tenía que hacer limpieza en mi habitación más a menudo…
-Tom y yo discutimos…
-¿Otra vez? Últimamente discutís mucho…- dije concentrada en mi tarea…
-Se lo dije, Sam… Le conté tu secreto… - sentí cómo el alma se me bajaba a los pies… ¿Tom sabía que estaba pillada por él? No, esto tenía que ser una broma… Un sueño, tal vez… No podía ser cierto… Tom no sabía…
-Una broma de muy mal gusto, Bill… -pude decir… Sí, tenía que ser una de sus malas bromas…
-Lo siento, Sam… Lo siento tanto… No quería…Me sacó de mis casillas... Y sé que no debí, pero… ¡Oh, Sam, lo siento tanto…! – fijé mi mirada en su rostro. Sí, lo lamentaba. No era una máscara. Conocía bien a mi amigo. No lo había hecho adrede… Él nunca me haría eso… Pero en esos momentos yo solo lo veía como un sucio traidor que me había servido en bandeja a los cocodrilos…
-Vete.
-Sam… -escuchar mi nombre de sus labios me enfureció aún más.
-¡Vete! – le grité al tiempo que las lágrimas se agolpaban en mis ojos sin poder hacer nada para evitarlas.
Me dirigió una última mirada antes de volver a salir de mi habitación y cerrar la puerta tras de sí. Sabía que lo que yo quería era estar sola y ni los gritos amenazantes de mi madrastra desde el piso de abajo me iban a hacer reaccionar. Lentamente me senté en la cama, encogiéndome sobre mí misma con la cabeza sumergida entre mis piernas como días antes en aquel banco del parque, solo que ahora no tenía unos brazos que me rodearan ni unos labios que depositaran un suave beso en mi frente… Estaba sola… Nunca más lo tendría… Había perdido a mi amigo, mi compañero de risas desde la infancia, mi defensor, uno de los trozos de mi corazón… Sentí cómo mi vida se desmoronaba, como mi mundo se venía abajo… Igual que las lágrimas que recorrían mi rostro para morir en mis labios… No podía creerme que todo había terminado, que lo había perdido… Él ya no me miraría como antes, no me hablaría como antes… Tomi… Su nombre se curvó en mis labios, pero de mi boca no salió sonido alguno… Había perdido una de las mejores partes de mi vida… En mi mente recreé los momentos que habíamos vivido juntos, nuestros piques, las horas enteras que pasábamos enganchados a la consola mientras Bill a nuestro lado se enfurruñaba porque no le dejábamos concentrase en su nueva canción, las tardes enteras en el estudio acompañados de música y risas, la tarde que tuve que ir con él y con su hermano a que se hicieran los piercings que ahora llevaban, hasta cuando se habían cambiado de peinado… Todo a mi alrededor giraba en torno a ellos. Y a él… Todo me recordaba a él… Habíamos estado juntos desde los siete años, nada ni nadie nos había podido separar, habíamos pasado de todo juntos, eran mis hermanos, mis otras mitades, mis complementarios… Y ahora… Ahora todo estaba roto… Echo añicos en un rincón como un fino jarrón de porcelana…
No sé el tiempo que estuve allí tirada en la cama perdida entre los recuerdos de mi mente, totalmente absorta en mis momentos divertidos con él y que ya nunca más volverían, y todo porque mis putas hormonas de adolescente no me dejaban en paz… Alguien llamó a mi puerta, levanté un tanto la cabeza, ligeramente mareada, y me sequé con el dorso de la chaqueta los restos de lágrimas que aún quedaban en mi rostro. Hacía tiempo que se habían esfumado, pues ya ni esas pequeñas gotitas saladas podían reconfortarme pero aún quedaban rastros de ellas en mi cara… Volvieron a llamar.
-Sam, ¿estás bien? – la voz de mi padre me llegó desde el otro lado de la puerta y eso hizo que reaccionara.
-Claro, pasa. – pude decir entrecortadamente mientras me sentaba en la cama con las piernas cruzadas y cogiendo un libro, fingiendo leer. Mi padre entró a mi habitación echando un vistazo a su alrededor. Mi cuarto estaba desordenado y a medio limpiar, como siempre… No le sorprendió nada verlo patas arriba. Fijó su mirada en mí.
-Tus amigos han llamado. ¿Por qué no has salido con ellos? ¿No ibais a cenar en la pizzería de siempre? – Me lo imaginaba. Mi móvil no había dejado de sonar en toda la tarde. Pero yo no le había prestado atención. Lo había apagado al ver que era Tom quien me llamaba. No necesitaba oír un “Lo siento, Sam, pero yo no siento lo mismo…” o un “No te preocupes, podemos seguir siendo amigos… No me importa, de verdad” No, no quería la compasión de nadie. Y menos de él.
-¡Oh! Pues… Se me ha ido el santo al cielo… Ya sabes que cuando me pongo a leer… - era cierto, cuando me ponían un libro delante no paraba hasta zamparlo entero…
-No creo que… “La vida de las medusas” – dijo levantando el libro que yo llevaba en las manos – sea más interesante que salir con tus amigos… - Mierda, podía haber cogido otro libro no ése que me lo había mandado leer la profesora de Biología para el examen final de su asignatura…
-¿No? Pues es fascinante… A mi me gustaría ser una medusa-... – Si, para vivir en el mar y desaparecer de allí, de Magdeburgo y del planeta terrestre…
-Sam, Rosalie me ha contado tu conversación con Bill… - Genial, mi hermana con su enorme bocaza y con su manía de escuchar conversaciones ajenas… - Ya sé que no vas a contarme cual es ese gran secreto que no querías que Tom supiera, pero me hago una idea… - Oh, estupendo, ahora incluso mi padre sabía que me moría por los huesos de uno de mis mejores amigos… ¡Un chute de marihuana, por favor! – Sé que a esta edad es normal experimentar cambios y que empieces a interesarte por los chicos, pero tienes que saber entender que hay ciertas cosas que pueden marcarte para el resto de tu vida… - Absolutamente genial… Mi padre dándome una charla sobre sexo… Olvida la marihuana, ¡pasa la coca!
-Papá… Papá… Escúchame… Soy virgen, ¿vale? – sentía vergüenza al hablar de esto con mi padre pero tenía que hacerlo si no quería que ambos sufriéramos más aquel calvario… Los dos habíamos sufrido ya bastante vergüenza… - Y tengo pensado serlo por mucho tiempo…
Mi padre suspiró antes de seguir hablando.
-Tu madre sabía que esto iba a pasar… Yo confiaba en que fuera más tarde que pronto pero bueno… Te escribió esto y me obligó a no leerla… Tranquila, no lo hice… - me entregó un sobre blanco con mi nombre en una letra muy femenina y estilizada… Adoré la letra de mi madre en cuanto la descubrí. Mi padre pareció reacio a la hora de entregármela. Había amado demasiado a mi madre y le costaba deshacerse de su carta que aún conservaba su dulce aroma… Amé la forma en que mi padre se aferraba al recuerdo de mi madre… Soñé con que alguna vez alguien me amara de la misma forma… Soñaba demasiado… Entonces reparé en la carta… ¿Cómo había escrito esto mi madre si había muerto horas después de nacer yo?
-Mamá…. –empecé a decir
-Tu madre sabía que iba a morir. Siempre fue muy receptiva con esos temas… Era su don… - le dolía hablar de eso, así que solo me limité a sonreír. – Bueno, te dejo sola para que leas… ¿Vas a bajar a cenar?- negué con la cabeza., mi padre volvió a suspirar. –Esta bien. –dijo antes de salir de mi habitación cerrando la puerta tras de sí.
Quedé con el sobre en las manos clavando mi mirada en la enorme “S” que iniciaba mi nombre. Quería saber lo que mi madre me decía, quería saber cómo era ella… Esa carta era mía, estaba escrita para mí… Mi madre venía a consolarme en esos momentos… Lo necesitaba… Otra parte de mí sentía respeto por ese trozo de papel… Era una sensación extraña, pero me decidí a abrirla, necesitaba hacerlo…

Con las manos temblorosas abrí el sobre y extraje la carta de mi madre. Con sumo cuidado la desdoblé y clavé mi mirada en sus palabras.
Hola Samantha. – leer esto me emocionó como jamás nada lo había hecho. Las lágrimas se apoderaron de mí de nuevo, esta vez de emoción. Un saludo de mi madre… Algo que desde siempre había deseado tener… Continué mi lectura.
Si estás leyendo esto significa que ocurrió lo que temía y estoy muerta. Claro que eso tú ya lo sabrás, así que vayamos a lo que nos interesa...
Después de darle vueltas al asunto decidí escribirte estas líneas. Imagino que ahora serás una adolescente de entre 14 y 17 años y que suspiraras por un chico… Si, todas hemos pasado por esa etapa. Es algo normal en la vida de una mujer y estas en esa edad, así que no te preocupes. Tranquila, no voy a hablarte de lo que tienes que hacer ni voy a darte una charla sobre las precauciones que debes tener…Nos ahorraremos las dos esa vergüenza… Supongo que tú misma sabrás lo que te conviene y lo que no. Confío en que tu padre te haya educado según esas expectativas. Sólo voy a darte un consejo y quiero que lo tengas siempre presente en tu mente. Sé siempre tú misma. Por mucho que te guste ese chico no cambies nunca tu manera de ser y de pensar. Créeme eso solo te traerá problemas. Y jamás dejes que alguien se sobrepase contigo. Defiende tus ideales por encima de todo. Y recuerda siempre, una chica fácil NO es lo que quieren. Por favor, no me malinterpretes, yo estaré orgullosa de ti seas como seas y hagas lo que hagas… Yo solo intento ayudarte. Creo que ya no me quedan muchas más cosas que decir pero si hay algo relativamente importante. Nunca te avergüences de lo que sientes, aunque él se entere por medio de otras personas, jamás sientas vergüenza por ello. Aunque sea tu mejor amigo… -
¿Mi madre podía ver el futuro? – Lo que sientes es algo totalmente normal y precioso. Ya lo verás con el tiempo…
Ya solo me queda decirte que estoy contigo en todo lo que hagas… Siempre estaré a tu lado y te querré siempre…

TE QUIERO….

PD: Cuida de tu padre, suele meterse en líos más de lo que quiere admitir…
Las palabras de la carta de mi madre se quedaron grabadas en mi retina. Tenía razón, no tenía de qué avergonzarme, podíamos seguir siendo amigos, yo seguiría intentando olvidarme de él y sé que al final lo conseguiría, así que no tenía por qué preocuparme. Empezaría de nuevo, como si nada hubiera pasado… Pero antes tenía que disculparme con Bill, le había gritado y no me perdonaba haberlo hecho… Él no tenía la culpa, si se le había escapado, no era su culpa. Conocía demasiado bien a mi mejor amigo y sabía que cuando le provocaban podía soltar infinidad de cosas…

Cogí el móvil y lo encendí… No dí crédito a mis ojos cuando vi las más de doce llamadas perdidas. Desde luego, estos chicos eran unos paranoicos… Encontré el número de Bill, era el primero en la lista de mi Agenda, ya que no tenía muchos amigos, y pulsé el botón de color verde… Esperé… Solo un toque y lo cogió al vuelo…
-Sam, ¿dónde estás? ¿Estás bien?- Lo que yo decía, paranoicos perdidos…
-Bill, tranquilo… Estoy bien, estoy en casa… Te llamaba para disculparme por lo de antes… No debí gritarte, lo siento…
-No te preocupes por eso…. ¿Tú estas bien?
-Más o menos… Aún no puedo creer que… Bueno, era de esperar... Tarde o temprano se iba a enterar…
-Lo siento…
-No lo hagas… Lo hecho, hecho está. No hay vuelta atrás…
-¿Puedes salir? – Solo eran las ocho de la tarde, así que todavía podía salir un rato con mis amigos antes de que llegara la hora de mi toque de queda pero no me sentía con fuerzas, los vería mañana, esta noche necesitaba pensar en cuales serían mis siguientes pasos y en lo que le diría a él…
-No, voy a acostarme… Estoy algo mareada y me duele la cabeza… Nos vemos mañana ¿vale?
No le dí tiempo a contestar. Le colgué antes de que pudiera decir nada más. Apagué la luz y me tendí en la cama con los ojos abiertos. Intenté dormir pero me era imposible, mi vida había dado un giro de 180º y eso no se olvida por las buenas. Puse todo mi empeño en ello, mi madre tenía razón, tenía que vivir mi vida como hasta ahora, ¿qué importaba si él sabía lo que sentía por él? No se lo ocultaría más, le explicaría la situación y le prometería que me olvidaría de él hasta verlo solo como un amigo. Me lo prometí a mí misma. Estas cosas pasaban a menudo y nadie podía evitarlas así que tenía que armarme de valor y afrontarlo de una vez por todas… ¿Qué era lo peor que podía pasarme?
Me desperté cuando la alarma del móvil dio las nueve de la mañana. No había sido hasta las once de la noche que había sucumbido a Morfeo y me costó lo mío levantarme de la cama. Pero mis tripas me reclamaban algo de comer. ¡Normal! No había comido nada desde el mediodía del día anterior. Me levanté de la cama con buen humor. Ese día era para pasarlo con mis amigos según yo tenía planeado hacer desde un principio. Bajé a la cocina y empecé a prepararme mi desayuno entre bostezos. No había quedado con los chicos hasta las 10 y media de la mañana, y conociéndolos como los conocía llegarían tarde… Siempre habían sido unos coquetos… Y mira que yo era la chica… Reí. Descubrí que no había nadie en la planta baja. Estupendo. Mi padre ya se había ido a trabajar y mi madrastra no se había levantado aún. La cocina para mí sola. Encendí la radio a un volumen razonable y me volteé para seguir cocinando mis tortitas…
-Tata…- olvidé a mi hermana, como de costumbre. La miré. Allí estaba ella en la puerta de la cocina frotándose los ojos con la manga de su pijama de color rosa. Tenía 11 años y yo la adoraba. Había pasado mucho desde aquella tarde en la que ella me llamó rara… Siempre estábamos la una para la otra. Podía llegar incluso a decir que era mi única amiga chica que tenía si no llega a ser porque todavía era una niña y había ciertas cosas que le ocultaba.
- Siéntate. Ahora te sirvo. – la tenía demasiado mimada, todos en la casa la teníamos, era la pequeña así que todo se lo consentíamos. También le preparé su desayuno y se lo serví.
Comimos en un absoluto mar de risas hasta que apareció en la puerta de la cocina mi madrastra con su bata de estar por casa y sus zapatillas horteras. Mi hermana y yo nos miramos. Era su madre pero no la mía. Ella la quería pero yo no. Así que siempre que podíamos nos manteníamos a raya estando ella delante. Terminé mi desayuno y pedí permiso para levantarme de la mesa para ir a ducharme. Aún tenía una hora hasta que vinieran a recogerme.
Dejé que el agua helada recorriera mi cuerpo. Siempre me había gustado la sensación del agua fría y casi siempre me duchaba con agua a esas temperaturas, salvo en los días más gélidos del invierno que solía bañarme con agua más templada. Pero ahora lo necesitaba. Dejar mi mente completamente en blanco, como si el agua se llevara consigo todos los recuerdos de mi mente. Solo unos momentos… Salí del baño y me encontré a mi hermana sentada en mi cama y mirando la ropa que yo había dejado sobre la cama antes de bajar a desayunar. Le sonreí al tiempo que empezaba a vestirme. Su carita de ángel me hacia recordar cuando éramos más pequeñas, cuando jugábamos con la nieve en invierno, en la piscina en verano, lo normal entre dos hermanas imagino… Ambas nos apreciábamos muchísimo. Quizá porque yo la viera tan frágil e inocente, quizá porque a ella yo le daba lástima cada vez que su madre me gritaba… Tal como fuere, el amor por una hermana nunca se olvida.
-Tata, ¿por qué siempre vas de negro? – su pregunta me sorprendió, alejándome de mis pensamientos. Me encogí de hombros. Nunca había tenido respuesta para esa pregunta. Me gustaba el negro. No me consideraba ni gótica, ni emo, ni ninguna de las modas urbanas que requieren esas pintas que solía llevar. Simplemente me gustaba. Y me gustaba como me quedaba. Ciertamente por mi tono de piel me favorecían más los colores chillones pero no me encontraba a gusto llevándolos puestos.
Rose me miró con el entrecejo fruncido ante mi muda respuesta y siguió mirándome mientras me cambiada hasta que su madre la llamó para vestirla. Al parecer iban a salir de compras, otra vez… Puse los ojos en blanco, desde luego, mi padre trabajaba duro toda la semana para que mi madrastra se lo fundiera todo en un plis plas. No éramos pobres pero el dinero tampoco nos sobraba, formábamos parte de lo que se dice “clase media”. Gracias que yo tenía mis ahorros que mi padre iba dándome todos los fines de semana como paga. Ignoré ese hecho, ya estaba acostumbrada, así que seguí arreglándome. Me puse unos pantalones vaqueros desgastados y rotos que quedaban geniales con una camiseta negra básica de tirantes. Mis pulseras y mi cinturón de tachuelas me venían al pelo con mi ropa y mi maquillaje negro en los ojos le hacía compañía. Era curioso este hecho. No me gustaba nada de lo relacionado con la cosmética femenina. Sin embargo siempre me había gustado la sombra negra en los ojos. Y desde que Bill se había atrevido, yo no fui menos. Salvo que Bill siempre iba maquillado y yo solo cuando salíamos. Por último mis Vans favoritas… Si, ya estaba lista. Ahora a esperar. Cogí mi bandolera con todo lo necesario y bajé al salón para ver la tele mientras esperaba.
El sonido de un claxon en la acera de mi casa me despertó. Casi me quedo dormida pasando canales. No daban nada bueno y mi sueño se acentuó por eso. Me levanté de golpe al descubrir el coche de Simone en frente de mi casa a través de la cortina del salón. Apagué la tele y salí cerrando la puerta con llave, conectando también la alarma, nunca se sabe lo que puede pasar. Los chicos me esperaban en la parte trasera. Habíamos quedado con Georg y Gustav en la feria ya que no vivíamos precisamente cerca. Noté que Tom me miraba, pero lo ignoré. Quería pasarlo bien y pasaba de malos rollos entre nosotros y si tenía que ignorarlo durante todo el día lo haría. Era demasiado terca a veces… Sentada en la ventanilla dirigía mi mirada hacia el exterior, la conversación dentro del coche tampoco era fluida pero era entretenida a veces… Simone siempre había sido divertida, no era la típica madre seria y autoritaria. Ella parecía una más de nosotros. A veces hasta parecía más niña que nosotros mismos. Siempre con una sonrisa en el rostro y gastando bromas a todos. Claro que también podía llegar a ponerse irascible si la enfadaban demasiado, pero eso no ocurría con mucha frecuencia. Siempre tomaba nuestras travesuras con humor y pocas veces nos regañaba. Lo hacía siempre que nos pasábamos. Y yo la adoraba. Era como mi segunda madre. Y aunque nunca la llamé mamá, siempre lo pensé.
Media hora más tarde nos encontramos con el resto de la pandilla. Ya sabéis que no éramos muchos pero a veces me gustaba llamarlos así. Nos despedimos de la madre de los twins hasta luego la noche que viniera por nosotros y nos adentramos al peligro. Bill y yo nos miramos. Era nuestro día.
Y lo hicimos nuestro. Siempre de aquí para allá, montándonos en todas las atracciones que podíamos, comiendo hamburguesas y algodón de azúcar… Pero no solo fuimos nosotros los que se desmadraron. Los “mayores” fueron todavía más niños que nosotros. ¿Qué importaba? Todos habíamos deseado esto, sino no hubiéramos venido, así que no importó quien era más niño de todos. Todos lo fuimos ese día. Y nos encantó serlo. Echábamos de menos todas estas cosas, así que fuera formalidades, fuera complejos de adultos… Esto era para nosotros. Toda una feria se rendía ante nosotros.
Cerca de las seis de la tarde, la gente ya empezaba a llenar el recinto y a dar empujones. Claro que nosotros no íbamos a ser menos. Sí, vale, puede que seamos un pelín malos con la gente mayor, pero ¡que no empujen ellos! Aún nos quedaban dos horas para que Simone viniera a recogernos y mis pies ya no podían más. Me senté en un banco cercano que por milagro estaba desocupado. Mis amigos me acompañaron entre risas… Y ocurrió lo que llevaba todo el día evitando.

De repente Bill entró en su fase de niño pequeño otra vez y se empeñó en montar de nuevo en una de las atracciones. Yo no podía ni moverme ya así que denegué la invitación. Pero los demás no hicieron lo mismo. Salvo Tom. No me había dado cuenta de que se había quedado conmigo hasta que levanté la cabeza y lo vi allí a mi lado, mirándome. Quise morir. No, se avecinaba lo que yo más temía, tenía que decirle lo que tenía pensado decirle antes de que él empezara a decirme lo que yo no quería oír…

4 comentarios:

  1. Tengo que decirte que es un orgullo publicar tus historias, y reitero que soy la fan numero uno de esta fic, felicidades!!

    ResponderEliminar
  2. ahhhhhhhhh!!!!
    oh x dios
    k genial
    kiero saber
    cuales
    fueron
    las reaccion es de
    ambos
    y k se dijeron
    ia kiero el otro cap
    att kike kaulitz

    ResponderEliminar
  3. O__O parece imposible pero te has superado!!!
    esta historia es cada vez mejor!!!

    GRACIAS por regalarnos esto... esta historia... este sueño que todas tenemos dentro y que no somos capaces de expresar con palabras como haces tu... y sobretodo, GRACIAS POR HACERME LLORAR CON CADA CAPITULO :D

    ResponderEliminar
  4. Muy bueno.

    Felicidades por sacar otro capitulo mas increible que el anterior.


    Elfire

    ResponderEliminar